Hoy la liturgia nos anuncia dos nacimientos milagrosos: el de Sansón y el de Juan Bautista, los dos, por Gracia de Dios, nacieron para dar testimonio de Dios. Los dos nacimientos nos hablan del Nacimiento que vamos a celebrar y que, cada día, recordamos: el Nacimiento de Jesús en Belén. Pero también es el nacimiento de cada uno de nosotros, porque también nuestro nacimiento ha sido una Gracia de Dios, y, cada uno de nosotros también venimos con una misión para dar testimonio de Dios.
Seguramente se preguntarán cuál es esa misión, porque no nos sentimos importantes, ni haciendo grandes cosas como estos personajes bíblicos. Pero, por suerte Dios ha ido suscitando, a lo largo del tiempo, santos que nos hacen ver que cada uno tiene una misión propia que es necesario descubrir la para saber qué es lo que el Padre quiere de mí.
Porque no son las grandes obras las que nos hacen santos, sino las pequeñas cosas de todos los días las que santifican nuestra vida. Por eso el Señor no nos dio un gran mandato sino uno simple para el que necesitamos una gran fortaleza del espíritu: "Amaos unos a otros como Yo os he amado". Es el Amor a Dios y a nuestros hermanos el que hace que cada acto, palabra y obra demuestren nuestra santidad, y den testimonio de nuestra fe.
Claro que en la historia de la salvación ha habido personales que han tenido grandes poderes milagrosos, grandes místicos, y tantas otras cosas más; pero la mayoría de los que han escrito la historia de la salvación no han realizado grandes obras, sino que sólo han sido grandes santos en lo cotidiano de la vida. Y en este sector estamos nosotros, o, mejor dicho, debemos estar nosotros si nos disponemos a buscar y vivir la misión que el Padre Dios nos ha dado, nos ha puesto en nuestro corazón.
Así, en esta Navidad al contemplar el Nacimiento desde el silencio del corazón podemos llegar a ver cuál es nuestro nacimiento, cuál es el Plan que el Señor sembró en nuestro corazón y poder, cada día al nacer, darle continuidad, hacer que ese Amor que el tuvo al Nacer por nosotros se haga realidad y se haga vida cada día, porque ese Amor que nace en Belén lo damos, cada día, a nuestros hermanos, para que cada día vuelva a brillar la Luz de la Vida en mi vida y a mi alrededor.
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