San Juan de la Cruz hablando del conocimiento y de la ciencia que estudia los misterios de la fe y de Cristo, decía:
"Que por eso san Pablo amonestaba a los de Éfeso que no desfalleciesen en las tribulaciones, que estuviesen bien fuertes y arraigados en la caridad, para que pudiesen comprender con todos los santos qué cosa sea la anchura y la longura y la altura y la profundidad, y para saber también la supereminente caridad de la ciencia de Cristo, para ser llenos de todo henchimiento de Dios. Porque para entrar en estas riquezas de su sabiduría, la puerta es la cruz, que es angosta. Y desear entrar por ella es de pocos; mas desear los deleites a que se viene por ella es de muchos".
Conocer a Cristo se puede superficialmente o profundamente, pero, cada vez que nos vamos ahondando en el conocimiento de Cristo comienzan nuevos padeceres, no sólo físicos sino, sobre todo espirituales, es el Camino de la Cruz. Los grandes místicos, como San Juan de la Cruz, han comprendido, aceptado y, hasta, querido este Camino, pues cuanto más se acercaban al misterio de la Cruz y vivían en unión esponsalicia con Cristo, más era el fuego que encendía su pasión por Cristo.
Hay un padecimiento que se hace muy claro en la vida de los místicos: el padecer por los propios pecados, pues cuanto más te acercas a la Luz del Amor, más se notan nuestras debilidades y pecados; y no porque los pecados sean atroces sino porque la Luz del Amor Infinito destaca con mayor profundidad las "arrugas" del corazón del hombre en donde se ocultan las "hilachas" del pecado original y de nuestros propios pecados.
Y, a la vez que el Amor va llegando al corazón del hombre es cuánto más el corazón quiere inundarse de Amor, y no le asustan por ello los padecimientos a los que tenga que asociarse porque sabe que el gozo del Amor Puro es lo que desea todo su ser. Es una atracción que no se puede dejar de sentir en la medida que nos acercamos a Cristo y, así y todo, no podemos dejar de sentirnos totalmente humanos cuanto más nos acercamos a lo Divino, necesitando el alma, cada día y cada momento, purificarse más y más para poder ser colmada de los frutos del Amor.
Por eso, en la vida de los grandes santos vemos cómo pueden soportar los sufrimientos de la Cruz de cada día pues lo único a lo que aspiran es al Amor, y sólo en la Cruz han podido descubrir el verdadero Camino a la Vida del Amor. No aspiran sólo a deleites humanos frutos del amor de Cristo, sino que aspiran a dejarse traspasar por el Amor de Cristo para ser total y plena pertenencia del Señor, pues "sólo en Tí mi alma descansará segura" y "no descansará hasta llegar a Tí".
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