domingo, 18 de diciembre de 2016

En el silencio de Navidad: San José

Anoche en la Misa del sábado, las lecturas me llevaron a pensar en San José. Las lecturas de la tercera semana de Adviento nos hacían meditar en la persona de Juan Bautista, como la voz que gritaba en el desierto, la voz que exhortaba a la conversión, que decía la verdad, la voz que anunciaba la llegada del Salvador. En cambio San José, se podría decir, no tiene voz, es el hombre del silencio: recibe la noticia de María, intenta dejarla, recibe el anuncio del Ángel y acepta la misión... todo en silencio. Dios no ha querido dejarnos escritas palabras de José.
Por eso pensaba que en este momento de la preparación a la Navidad tenemos que intentar el silencio, el silencio de la escucha de la Palabra, porque Dios Padre también es un Dios de silencios, Él nos habla en el silencio: no grita, no truena, susurra. Y creo que para los momentos especiales hemos de buscar silencios, silencios que nos lleven a la contemplación de los más hermosos misterios de la vida; y uno de esos hermosos misterios es el nacimiento de nuestro Dios y Salvador.
Pero el silencio de San José no es un silencio pasivo, sino que en el silencio acepta, reflexiona y actúa. Y lo que hace lo hace desde el amor más puro y fuerte, porque la decisión de abandonar a María cuando ella estaba embarazada, no es una decisión fácil, sino que él asume sobre sí el pecado pues no quiere dañar a María. Y ahí nos deja una hermosa imagen de lo que su hijo hará: cargar sobre sí los pecados de los hombres. José antes de culpar a María asume sobre sí el posible pecado. Y es en ese momento donde Dios le envía el Ángel para que en el silencio de la noche le revele la verdad:
«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».
Y en el silencio de su corazón aceptar a María por esposa y cumple su misión de esposo fiel y padre generoso. Comienza para él una nueva etapa, una etapa que lo llevará a formar parte de una hermosa misión: ser padre, educador del Hijo de Dios y esposo y custodio de su Madre.
Una hermosa y gran misión que comienza con una entrega perfecta de amor, amor a María y amor al Padre; por eso no le hacen falta las palabras porque su vida es la que habla de lo que vive y de cómo vive, de lo que cree y de lo que confía en su Dios y Señor.
San José nos invita a que en estos días previos a la Navidad nos busquemos momentos de silencio para preparar el corazón a la hermosa contemplación del Misterio del Amor de Dios por nosotros, para que nosotros llenándonos de su Amor lo transmitamos a los demás así como San José se lo transmitió a María y a Jesús.

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