"Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad".
Aunque esta frase del Evangelio de Juan sea una frase muy teológica y verdadera acerca de Jesús, no nos dice nada sobre lo que hoy celebramos, es decir, nada que llegue al corazón y nos mueva a ir, como los pastores, a buscar al recién nacido al Pesebre. Es cierto que el Verbo se hizo carne y habito entre nosotros; que la Palabra tomó carne en María y vino a nosotros como hombre, igual nosotros en todo, menos en el pecado. Toda verdades como un pino (como se dice por aquí) pero que no llenan el corazón de Amor, pues son verdades intelectuales que dicen algo pero no dan Luz a las oscuridades del corazón, no sanan las heridas, no invitan a la conversión, ni a la búsqueda del Perdón.
Por eso, hoy sólo deberíamos ir a contemplar, como los Pastores al Niño de Belén, al hijo de María y de José, al Hijo de Dios que entre pajas y animales está recostado en un cuna en un estable; porque ese Niño es que mueve el corazón al Amor, a la conversión. Ese Niño es quién hoy me habla del Amor del Padre, ese Amor que hizo posible este milagro anunciado y esperado, ese Amor es el que desearíamos que en esta Navidad se haga presente en todos los corazones de los hombres; es Ese Amor el que esperamos tener en nuestras vidas.
Simplemente hoy demos Gracias a Dios por habernos regalado el Don de la FE, porque gracias a ese Don hoy podemos creer que es posible, aún, vivir el Amor que Él nos ha tenido y nos lo ha expresado cotidianamente, y en un día como hoy ese Amor nació entre nosotros y se nos dio en prueba de Amor en la Cruz, y cada día lo podemos volver a vivir y recibir en el Belén y la Cruz del Altar de la Eucaristía.
¡¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!
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