Pasó la Fiesta de la Navidad y, la liturgia, nos hace pisar pronto el suelo y nos presenta el martirio de San Esteban, el primero de los mártires. Siempre me he preguntado, y, cada año, digo algo similar, ¿por qué al día siguiente de la Navidad meditamos el martirio de San Esteban? Y me surgía la respuesta de que es para ver qué hemos hecho con el Don del Amor que se nos dio en Navidad, qué hemos o cómo hemos utilizado la Vida que nació para nosotros en Navidad: la hemos anunciado?, la hemos defendido? hemos madurado? la hemos ocultado?
Esteban con toda la fuerza del Espíritu Santo defendió su fe hasta la muerte, dando testimonio del Amor que había en su corazón por su Dios y Salvador, e, incluso, como Jesús entregó su vida al Padre perdonando a sus jueces y verdugos. La Vida recibida la conservó, la alimentó y dio testimonio Fiel y claro de lo que creía.
Hoy, en estos tiempos nuevos, nos toca a nosotros hacer lo mismo. Hemos celebrado por todo lo alto el Nacimiento de Jesús, Hombre-Dios, nuestro Señor y Salvador. Y ¿ahora qué? Seguimos solamente quitándonos la resaca de las comilonas y de tanto brindis, o damos un paso más y comenzamos a vivir lo que hemos celebrado?
San Esteban nos enseña que sin miedo y con confianza en el Señor podemos dar testimonio de lo que creemos, pero tiene que ser un testimonio cierto y claro, sin errores ni medias tintas, a pesar de que nos puedan tildar de cualquier cosa y hasta condenarnos en vida. Pero ahora nos toca a nosotros, ahora somos nosotros los testigos de la fe que salen al mundo a anunciar la Buena Noticia que hemos celebrado.
Quizás no tengamos que subirnos a ningún estrado a predicar, quizás no tengamos que dar voces en medio de la multitud para exhortar a la conversión, pero seguro que en el día a día, en la tienda, en el mercado o en la peluquería, nos estarán observando para ver qué testimonio damos. O mejor dicho, tendré que ser yo quien comience a dar un testimonio claro tanto en la tienda como en el trabajo, en mi casa como en la calle. Pero es un testimonio que parte de las pequeñas cosas de todos los días, desde el primer saludo de la mañana hasta las buenas noches al acostarme, desde el pequeño servicio de dejar paso hasta el gran servicio que alguien me solicite o pida.
Pero todo lo que haga lo tendré que hacer con el Amor que vino a mi vida en esta Navidad, pues Él es el Amor que se hizo carne y habitó entre nosotros. Pues aunque pudiera hacer todas las cosas más pequeñas y más grandes si las hago sin amor de nada me sirven. Por obligación o para recibir algo a cambio se hacen muchas cosas, pero sólo por Amor se hacen pocas. A nosotros nos toca hacer las cosas por amor, sino de de nada nos sirven.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.