martes, 6 de diciembre de 2016

El grito del profeta

No sólo me parece hermosa esta palabra de Dios dicha por Isaías, sino que habla y define claramente la misión del Profeta, y de los profetas que somos cada uno de nosotros, después de nuestro bautismo (hemos sido ungidos sacerdotes, profetas y reyes):
«Consolad, consolad a mi pueblo – dice vuestro Dios -; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados».
Es una hermosa misión llevar el consuelo al que sufre, al que está agobiado, a quien está sin esperanza, a quien no encuentra la luz para su camino. Pero también es una gran responsabilidad pues todo lo que tienes que llevar tiene que estar firmemente "atada" y enraizado en tu corazón, pues si no está enraizado en tí será algo que no tenga la fuerza necesaria para llegar al corazón del hermano.
El tiempo de Isaías, aunque lejano, como el que vivimos hoy pueden llegar a ser muy diferentes pero, a la vez, muy parecidos pues en muchos hay desesperanza, descontento, amargura, división, enemistad, y, sobre todo desamor y falta de fe. Por esta razón Isaías tenía que volver a transformar, con la Palabra de Dios recibida, el corazón de su Pueblo, volver a encender en ellos la llama de la Fidelidad a Dios y así la llama de la esperanza en un futuro mejor.
Claro que también a nosotros nos surge la misma pregunta que a Isaías: "¿Qué debo gritar?", ¿qué debo decir? ¿cómo lo digo? Lo debes decir en voz fuerte y alta, clara y firme, que se sepa que es lo que tú crees, lo que te hace vivir y lo que te ayuda a sufrir, que la vida aquí en la tierra es una hierba pasajera, pero que está llena de la eternidad de Dios que vive en tu corazón, que es esa eternidad la que día a día le da Vida a tu vida, aún en las más oscuras quebradas; que por eso hoy estás en una espera constante porque sabes que vendrá Aquél que trae la Paz, la Luz, el Amor, que es la Fuerza, el Fuego, y el Viento Huracanado que sostiene, quema y arranca y raíz todo aquello que no es Vida.
Grita fuerte, sin miedo, da a conocer tu fe, la vida que el Señor te dio a lo largo de los años y que, poco a poco, fuiste dejando enraizar en tu corazón y que, ahora, no sabes cómo poder vivir sin Él. Grita fuerte, quizás no con tu voz, pero sí con tu vida que el Señor es Dios y que en Él encontraste el Camino que te conduce a la Vida y que da Vida a todos tus días. Grita fuerte que en Él tienes puesta tu Esperanza porque Él es la Vida que renueva, que fortalece y que sostiene en los momentos más difíciles de la vida, que "aunque camine por oscuras quebradas Él me sostuvo" de Su Mano y aunque caí muchas veces siempre me ha levantado y me hizo caminar.
Grita fuerte que su Amor es tu amor, que su Vida es tu vida, que Él viene para nacer en Tí, y que tú naces en Él.

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