"Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará».
Ahora bien, ¿cómo van a invocarlo, si no creen en él?; ¿cómo van a creer, si no oyen hablar de él?; y ¿cómo van a oír sin alguien que proclame?; y ¿cómo van a proclamar si no los envían? Lo dice la Escritura: « ¡Qué hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio! » Pero no todos han prestado oído al Evangelio; como dice Isaías:
«Señor, ¿quién ha dado fe a nuestro mensaje?» Así, pues, la fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo".
¿Quién predicará el mensaje de Cristo? Aquél que crea en Cristo, aquél que tenga fe en Cristo Jesús, aquél que haya tenido una experiencia personal de Cristo y se haya enamorado del Amor. No hay que tener una gran formación teologal o filosófica o escriturística para hablar de Jesús, para compartir las vivencias de Dios. Quizás hoy se necesite más valor que sabiduría para hablar de Jesús, pues, a veces, da miedo lo que nos vayan a decir o lo que vayan a pensar. Y sin embargo hablamos de tantas cosas vanas y lo mejor de nuestra vida no lo compartimos.
Por eso me gusta esta otra bienaventuranza para comenzar el día: ¡Qué hermosos los pies de los que anuncian el evangelio!. Es una alabanza para nosotros si nos disponemos de corazón a anunciar el evangelio con nuestra vida, con nuestras palabras, con nuestras obras. Por eso no hace falta ninguna clase de estudio para evangelizar, porque lo que más evangeliza es el evangelio vivo que es nuestra persona.
Y ¿por qué con hermosos los pies de los que anuncian el evangelio? Porque esos pies traen a una persona que nos llena el corazón con la Buena Noticia de la Salvación, porque esa persona es portador de paz, de amor, de alegría, de gozo y esperanza en el Señor. El evangelizador, como el Señor, no me quita los dolores, ni me cambia la Cruz, no hace que desaparezcan las malas enfermedades ni los procesos vitales, sino que fortalece mi corazón y mi alma con paz, me abre a la esperanza de la vida eterna, me alienta en los tropiezos del pecado tendiéndome su Mano para levantarme, me cura las heridas de los sufrimientos antiguos para dejar paso a la Luz del nuevo día por construir.
El discípulo, el apóstol, el misionero, el evangelizador es un puente por el que la Buena Noticia llega a los oídos y al corazón de aquél que necesita escucharla, pues no todos los que la buscan la quieren escuchar, ni todos los que la escuchan quieren recibirla, ni todos los que la reciben quieren atesorarla. Pero a quienes la reciben les da la Gracia de llegar a vivir la alegría de la Fe, el gozo de saberse hijos amados y salvados. Y quienes la anuncian reciben el gozo y la paz de ser testigos fieles y creíbles de la Buena Noticia que han recibido.
¡Qué hermosos que son los pies de los que anuncian la Buena Noticia!
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