San Pablo le dice a los Filipenses:
"Hermanos: Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo".
Al recordar a los fieles difuntos estamos recordando esta realidad que nos dice San Pablo: ser ciudadanos del Cielo. No celebramos la muerte, no recordamos su muerte, sino que recordamos la Vida Nueva de aquellos que se nos adelantaron para volver a la Casa del Padre, recordamos la promesa de Jesús que un día nos vendría a buscar porque ya estaba preparada la morada eterna.
Es cierto que el paso de la vida terrena a la Celestial es, para los que quedamos aún en la tierra, un paso doloroso, se nos presenta una nueva realidad de la que no somos capaces de sobrenaturalizar en el momento, lloramos la ausencia, la despedida, el desencuentro porque lo vivimos así. Y así también lo vivió el Señor cuando estaba frente a la tumba de Lázaro. Él no lloró porque no sabía hacia dónde había partido Lázaro, sino lloraba la ausencia del amigo, del confidente, la ausencia de aquél con quien había compartido su vida.
En ese momento de despedida no podemos no sufrir la ausencia, pero por la Fe esa ausencia se nos va tornando presencia en nuestra vida, porque pasamos del dolor natural al encuentro sobrenatural con aquellos que comparten la Vida en Dios.
Así como nos ponemos muchas veces frente a la imagen de María, o de algún santo y a ellos les trasladamos nuestras inquietudes porque sabemos que nos escuchan desde el Cielo, con esa misma certeza tenemos que saber que aquellos que han sido ungidos por el Espíritu Santo y han compartido la Vida de Dios en la tierra, también la compartirán en el Cielo, pues de Dios venimos y a Dios volvemos.
De este modo con una conciencia plena de nuestro ser "ciudadanos del Cielo", vamos "trabajando" día a día nuestra futura vida eterna, pues aquella vida que el Señor nos prometió es la que vamos viviendo día a día aquí en la tierra: venga a nosotros tu Reino, hágase tu Voluntad aquí en la tierra como en el Cielo", así cuando llegue el día para volver a la Casa Paterna, estaremos preparados para el encuentro, y estaremos preparados para la despedida con aquellos que han compartido su vida con nosotros, porque no nos perdemos la vida, sino que volvemos a la Vida.
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