El fin del mundo, el final de los tiempos, el día de nuestra muerte, siempre fue un motivo de inquietud en algunas generaciones de la humanidad, siempre ha habido profecías acerca del día, de cuándo será. Muchos han hecho caso a esas profecías de profetas actuales, antiguos o hasta, hace unos años, la famosa profecía del calendario maya. Hubo comunidades sectarias que hasta se suicidaban por miedo al final del mundo, pero... aún seguimos aquí. Y, aún, muchos esperando que alguien nos de el día y la hora exacta ¿para prepararnos?
Algunos buscan esa noticia en las cartas, los astros, y tantas otras cosas. ¿Qué pasaría si alguien te dice que tal día y a tal hora se acaba el mundo, la raza humana o que en ese momento tú vas a morir? ¿Vivirías más tranquilo sabiendo eso? Seguro que no, es decir, quizás no vivirías por tanto pensar en el último día, por que irías contando las horas y los días para llegar a ese día.
Por eso Jesús, cuando le preguntaban tanto por ese día o por ese momento nunca decía nada claro o, mejor dicho, sí dijo algo claro: el día y la hora no la conoce el Hijo, sólo el Padre. Pero siempre insistían. En ese párrafo del Evangelio de hoy nos habla, también, de ese fin de los tiempos y de los acontecimientos que se van a ir dando, acontecimientos que se han ido realizando a lo largo de estos 2000 años, pero a eso Jesús no le da tanta importancia, o mejor dicho, ante esos sucesos Él nos dice:
"pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá", es decir el Padre se encargará de que no perezcas, pero de que no perezca nuestra Vida, no de que no sufra nuestro cuerpo, sino de que, ante todo eso Él nos dará la Salvación. Y, para alcanzar esta salvación nos dice que:
"con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas".
Perseverar hasta el fin, "luchar el buen combate de la fe", "alcanzar la meta y no perder la fe", en palabras de San Pablo. La Perseverancia, la Fidelidad son dos valores o dos actitudes fundamentales en nuestra vida de fe, en nuestra vida de santidad, pues si queremos alcanzar la meta, hemos de ir trabajando día a día nuestra madurez espiritual, nuestra constancia en la relación con el Señor nos llevará a vivir cada día en Fidelidad, y la Gracia que Él nos de cada día nos fortalecerá y robustecerá para que, llegado el momento, no dudemos del Amor Providente del Padre, sino que, confiando plenamente en Aquél que dio a su Hijo por nosotros, seamos preservados del mal y fortalecidos para dar buen testimonio de lo que creemos y queremos vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.