"Los apóstoles le dijeron al Señor:
'Auméntanos la fe'"
Según el evangelista surgió esta necesidad de los apóstoles luego que Jesús les hiciera dos advertencias firmes sobre la conducta del discípulo: no escandalizar con nuestra conducta y perdonar al hermano.
"Es imposible que no haya escándalos; pero ¡ay del quien los provoca!
Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le atacaran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar. Tened cuidado.
Si tu hermano te ofende, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces en un día, y siete veces vuelve a decirte: “Me arrepiento”, lo perdonarás».
¿Por qué es necesaria la fe para aceptar estos consejos evangélicos? Primero por que hay que aceptarlos como Palabra de Dios, ellos tenían y nosotros tenemos que aceptar que esa palabra no es solo de un hombre que se le ocurrió porque sí, sino que tanto ellos como nosotros queremos asumirla como Palabra de Dios, por eso necesitamos del Don de la FE para poder asumirlo con esa fuerza, porque de otra manera no tiene sentido, puedo hacer caso o no.
Pero también necesitamos madurar en la Fe para entender que lo que Jesús nos está diciendo con la advertencia del escándalo es, no el castigo legal del mundo, sino cómo eso me abre o no las puertas a la Vida Eterna "porque tu Padre que ve en lo secreto te premiará".
Y, por supuesto, uno diría que necesitamos toneles de Fe para poder perdonar al hermano todas las veces que él venga a decir "me arrepiento", pues el perdón es un fruto del Amor y este perdón es fruto del Amor Divino, pues humanamente no podemos llegar a perdonar tantas veces y, creo, tampoco podemos llegar a pedir perdón tantas veces. Cuando el Amor de Dios llena nuestros corazones el saber perdonar se hace más fácil pues es Su Amor quien nos impulsa a perdonar, porque es una donación de amor hacia el otro que reconoce su error.
Y ahí está la respuesta de Jesús: "aunque tuvieran fe como un granito de mostaza". No hace falta gran cantidad de Fe, pues la Fe no se mide en cantidad, sino que es un Don de Dios que se nos da, pero sí tenemos que madurar en ella, fortalecernos en ella en nuestra vida, y todo eso se va trabajando día a día desde la oración, la recepción de los sacramentos, la reflexión de su Palabra, y sobre todo ejercitando nuestro saber aceptar la Voluntad de Dios, dejando de lado nuestro querer y saber y así dejarnos conducir como niños de la Mano del Padre.
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