martes, 1 de noviembre de 2016

La santidad: nuestra vida

Siempre me ha llamado la atención cuando San Pablo en sus cartas llama a los integrantes de las comunidades cristiana "santos". Es una realidad que hemos perdido de vista: la santidad de nuestras vidas.
Hoy, es claro y evidente, que la Fiesta de todos los santos es la Fiesta de aquellos que han sido canonizados y elevados a los altares por la Iglesia, pero también me gusta pensar que es nuestra fiesta si nos damos cuenta que ellos, los que están en los altares, y nosotros fuimos y somos santificados, día a día, por el mismo Espíritu Santo; que tanto ellos como nosotros nos hemos alimentado con la misma Palabra de Dios y nos hemos fortalecido con el mismo Pan de la Eucaristía.
Por esto me resulta hermoso pensar que no sólo es el día de los Santos canonizados, sino que también es un hermoso día para comenzar a tomar conciencia de nuestra realidad de "ser santos e irreprochables ante Él por el amor". Es así que, ayer en la carta a los Filipenses, Dios nos pedía que volvamos a tomar conciencia de nuestro actuar y de nuestro obrar, que se acorde a lo que somos y a lo que queremos ser, que vivamos unidos en un mismo ideal y en un mismo amor. Nuestro Ideal: la santidad; nuestro amor: el de Jesucristo por nosotros y de nosotros por Él y por los hermanos.
Como hijos de Dios que han recibido el Espíritu Santo el día de nuestro bautismo tenemos un plan de Vida que nos lo ha dado el Señor: el Camino de las Bienaventuranzas:
«Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo»
Aunque no parece un camino de Bienaventuranzas, pero lo es: es el Camino de la Aventura de ir junto al Señor, de la mano del Padre y llenos de su Espíritu, por eso todo lo que vivamos, todo lo que Él nos permita o quiera que vivamos, lo haremos con el corazón lleno del Espíritu Santo que transforma la oscuridad en Luz y el Dolor en gozo, por eso, cuando recorremos el Camino de la Vida que Él nos dio, lo hacemos gozosos y esperanzados, porque sabemos que éste es el Camino de la Vida, que nos lleva a la eternidad.

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