viernes, 30 de septiembre de 2016

Me siento pequeño ¿qué replicaré?

"Job respondió al Señor: «Me siento pequeño, ¿qué replicaré? Me taparé la boca con la mano. Hablé una vez, no insistiré, dos veces, nada añadiré.»
Hermoso final en el diálogo de Job con el Señor, pues en el diálogo descubrimos nuestra pequeñez frente a Dios, y no porque Él quiera humillarnos, sino que es un reconocimiento de su grandeza y de nuestra pequeñez. Un reconocimiento que, en definitiva, nos engrandece pues nos da la seguridad que casi nada está en nuestras manos, sino que todo depende de Su Gracia y Poder.
Es cierto que el hombre hoy puede medir la dimensión del mundo, llegar, quizás, a lo hondo de los océanos y alcanzar la altura de Marte. Pero no alcanzar el fondo del alma, ni conocer las oscuridades de un corazón. No puede aún detener su propia maldad, ni aumentar el amor en su corazón. No puede darse a sí mismo la vida eterna, ni conocer los misterios del amor.
Así, cuando nos descubrimos pequeños y nos dejamos educar, enseñar y conducir descubrimos un inmenso mar de Amor que brota del Corazón del Señor que nos invade y nos seduce, y nos da el regalo de la Paz, la Fortaleza, la Esperanza y su propio Amor. No nos quita ninguno de los males o cruces por los que podemos llegar a pasar o vivir, pero sí nos fortalece para llegar al final del camino fuertes, en paz, y con el gozo de haber sabido amar a pesar de todas las dificultades, con el gozo de haber sido amados en cada momento de nuestra vida.
La pequeñez que descubre Job es la pequeñez que nos regala la capacidad de dejarnos sorprender, constantemente, por el Amor de Dios. La capacidad que nos permite reconocer en todo momento los pequeños regalos, las palabras, los signos y gestos que el Padre va dándonos por el Camino, para que podamos alegrarnos y fortalecernos con su Palabra, con su Gracia, con su Amor.
Corozaín y Betsaida no pudieron reconocer los gestos y los signos del Señor, y por eso le pedían más signos y prodigios, y así lograron el enfado de Jesús:
« ¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidas de sayal y sentadas en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras".
La infancia espiritual nos permite reconocer al Señor en los pequeños gestos, nos ayuda a escuchar al Señor en el susurro de la brisa, y nos conforta saber que Él siempre está a nuestro lado. Así nuestro caminar será siempre de Su Mano pues nos sabemos pequeños y sin conocimiento del Camino, por eso, cuando más nos aferramos a Su Mano más seguros estamos y más Gracia de Él recibimos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.