Quizás vuelva a repetirme con estas reflexiones pero me parece que aún no acabamos de comprender la diferencia entre la parábola de la oveja perdida y del Hijo Pródigo. Pero pensándolo mejor me voy a quedar con algo que, hace un tiempo, me hicieron reflexionar sobre esta parábola: el hijo pródigo como imagen de Jesús. Sí, seguro que os parecerá extraño, pero no es extraño porque pródigo viene de prodigar, de dar, de entregar. Y ¿quién ha entregado más que el Hijo Único de Dios?
Por razón de la parábola siempre pensamos en que el hijo pródigo es sólo aquél que después de andar despilfarrando la herencia del padre, vuelve arrepentido a la casa paterna. Es así, pero es sólo una manera de ver esta parábola.
Jesús el Hijo del Padre sale de la Casa Paterna con la Herencia que le otorga el Padre y comienza, aquí en la tierra, a "prodigarnos" (a regalarnos) todos los bienes que el Padre le dio. Y, al final de su recorrido (y no por estar arrepentido) por haber "cumplido todo", vuelve a la Casa del Padre.
Quizás los que nos "creemos hijos mayores" al verlo volver a la Casa Paterna y que sea recibido con tantos honores no entendemos el por qué. Quizás los que nos "creemos hijos mayores" no nos sintamos abrazados de la misma manera por el Padre, y sintamos que no podemos compartir los mismos bienes que compartió el Hijo. Y por eso mismo el Hijo nos dejó su Cuerpo para que nosotros pudiéramos gozar de toda la herencia paterna haciéndonos hijos en el Hijo, pudiéramos gozar de todos los derechos de la filiación que el mismo Hijo tenía y tiene.
El Hijo de Dios vuelve a la Casa Paterna y quiere que nosotros también podamos gozar de los mismos derechos y de la misma herencia, por eso nos pide constantemente que no nos detengamos en el camino a esperar que nos vengan a buscar, pues a diferencia de la oveja perdida, tenemos la capacidad de razones y darnos cuenta, como el hijo de la parábola que tenemos que pedir perdón y volver al re-encuentro con el Padre y con los hermanos.
Miremos al Hijo Pródigo como aquél que ha sabido prodigarse a los demás, como el Hijo del Padre, para que también nosotros podamos tener la misma alegría.
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