martes, 6 de septiembre de 2016

A los santos de la tierra

"Hermanos:
¿Hay alguien entre vosotros que, teniendo un pleito con otro, se atreve a llevarlo a juicio ante los impíos y no ante los santos?
¿Habéis olvidado que los santos juzgarán el universo?
Pues si vosotros vais a juzgar al mundo, ¿no estaréis a la altura de juzgar minucias?
Recordad que juzgaremos a ángeles; cuánto más, asuntos de la vida ordinaria.
De manera que para juzgar los asuntos ordinarios dais jurisdicción a gente que en la Iglesia no cuenta".
Una vez más San Pablo utiliza el término de santos para llamar a los que formamos parte de la comunidad cristiana, es decir a cada uno de nosotros, los santos de Dios (aunque no nos parezcamos mucho) Y en este caso para hacer una exhortación doble: doble porque nos da una responsabilidad que nos ha otorgado el Señor, por ser a nosotros, los santos, a quienes nos ha dado el poder para iluminar el mundo y para que esa Luz juzgue al mundo de sus pecados e idolatrías (y, también dentro de ese mundo estamos nosotros) Pero para poder ser jueces de ese mundo nosotros tenemos que aprender primero a juzgarnos a nosotros mismos y, desde ese mismo punto de vista, aprender a no crear pleitos entre nosotros.
Por eso, no se cansa de repetir que somos los santos de Dios y que, por esa misma razón, hemos de aprender a comportarnos como tales.
Estamos acostumbrados a mirar a los Santos, a elevar nuestras plegarias a los Santos, a darles a ellos el trabajo que no hacemos nosotros, pero somos nosotros mismos quienes tenemos el trabajo de santificar nuestro día a día y el día a día de nuestros hermanos.
No debemos caer en la tentación de dejar que "nuestro trabajo" lo tengan que hacer los demás, porque somos muy propensos a tirar las responsabilidades nuestras en manos de los demás, así después nos quejamos de que los otros no han hecho lo que nos tocaba hacer a nosotros: "la mujer que tú me diste me tentó y comí".
No son los santos de madera o de yeso que contemplamos en nuestras iglesias o en las estampas de nuestras casas quienes tienen obligaciones en la tierra, sino nosotros, los santos de Dios quienes somos responsables de que el Reino de los Cielos se haga en la Tierra, porque son los santos que estamos hoy aquí quienes rezamos cada "que se haga Tú Voluntad así en la Tierra como en el Cielo".

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