sábado, 24 de septiembre de 2016

Toda pasa, pero Dios permanece en nuestras vidas

Se podría llegar a pensar que el Eclesiastés, en este párrafo de hoy, nos presenta una visión pesimista de nuestra vida, pues nos va mostrando la precariedad de todo lo que vivimos: los ciclos de la vida son tan cortos y efímeros, que nos hace ver la pobreza de nuestro vida. Pero sin embargo, el Señor, en su Palabra no quiere darnos un espíritu pesimista, sino hacernos ver que la eternidad de las cosas está en Él, en Él que vino a nosotros y se hizo uno de nosotros, en todo menos en el pecado, para que nuestra vida siempre tuviera, a partir de ese momento, un poco de la eternidad de Dios.
Así, el libro del eclesiastés, mostrándonos la precariedad de nuestra vida nos ayuda a lanzarnos a la búsqueda de la eternidad de Dios, pues la niñez, la adolescencia, la juventud, e incluso la vejez, son etapas que pasan en nuestra vida, pero en todas ellas está la posibilidad de dejar una huella marcada: la huella de Dios en nuestra vida, y nuestra huella en la historia.
Aunque, como dice la gente de las palabras de Jesús: estas palabras son oscuras, y no las podamos comprender, tenemos que esforzarnos por dejarnos iluminar por el Espíritu que es Quien tiene los Dones necesarios quizás no para entender, pero sí para asumir una mejor conducta de vida, buscando en la Palabra de Dios, Su Voluntad; la fortaleza para saber que no sabemos nada de nuestra vida y que necesitamos que sea Él quien nos ayude a descubrir el Camino, a sostenernos en el caminar y a fortalecernos para caminar.
Quizás en cada etapa de la vida tengamos la inteligencia y las capacidades suficientes y necesarias para entender las cosas del mundo, pero muchas veces esas capacidades nos juegan en contra porque de virtud pasan a ser vanidad de vanidades en nuestra vida, pues nos alejan de lo Dios nos pide vivir, pues ya, como hemos llegado a la edad adulta, creemos que lo sabemos todo y no necesitamos de nadie, y nos erigimos en maestros y señores de nuestras vidas. Sin embargo el Eclesiastés nos dice:
"Ese día temblarán los guardianes de la casa, y los valientes se encorvarán; las que muelen serán pocas y se pararán, los que miran por las ventanas se ofuscarán, las puertas de la calle se cerrarán y el ruido del molino será solo un eco; se debilitará el canto de los pájaros, las canciones se irán apagando; darán miedo las alturas y en las calles rondarán los terrores; cuando florezca el almendro y se arrastre la langosta y sea ineficaz la alcaparra; porque el hombre va a la morada de su eternidad y el cortejo fúnebre recorre las calles.
Antes de que se rompa el hilo de planta, y se destroce la copa de oro, y se quiebre el cántaro en la fuente, y se raje la polea del pozo, y el polvo vuelva a la tierra que fue, y el espíritu vuelva al Dios que lo dio.
Vanidad de vanidades, dice Qohelet, vanidad de vanidades, todo es vanidad".

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