miércoles, 28 de septiembre de 2016

Las exigencias de vivir y creer

"Job respondió a sus amigos, diciendo:
Sí, yo sé muy bien que es así: ¿cómo un mortal podría tener razón contra Dios? Si alguien quisiera disputar con él, no podría responderle ni una vez entre mil. Su corazón es sabio, su fuerza invencible: ¿quién le hizo frente y se puso a salvo?"
Realmente me parece muy interesante la respuesta de Job a sus amigos, descubrir que en toda nuestra sabiduría no podríamos llegar a hacerle frente a Dios, es una respuesta muy sabia y de mucha humildad. Sin embargo ¿cuántas veces nos ponemos en contra de Dios o pretendemos refutarle sus argumentos? Esas grandes discusiones que tenemos dentro de nosotros con Dios por un lado nos van abriendo el corazón, si es que estamos dispuestos, a creer y a descubrir que, aunque, tengamos todas las razones Él nos supera en sabiduría. Y si estamos dispuestos a creer, como Job, encontraremos el camino de la Verdad si dejamos que Él sea quien nos ilumine a nosotros, y no nosotros a Él.
Esa lucha continua que tenemos, algunas veces, contra Dios nos van dañando lentamente hasta llegar un día a creer que hemos ganado la batalla y le hemos ganado a Él, pero ese día será cuando nos demos cuenta que hemos perdido la fe, la confianza, la esperanza y el amor; pues nos hemos convencido a nosotros mismos que Dios no es superior a nosotros. Y es ahí cuando han comenzado los "nuevos argumentos" humanos acerca de la existencia o no de Dios, acerca de sus mandamientos y leyes, acerca de lo que somos y podemos hacer. Y como hemos creído que tenemos mejores argumentos que Dios, nos hemos convertido en nuestros propios dioses, y ¿el hombre ha mejorado? ¿el mundo está mejor?
Y seguidamente Jesús nos llama a seguirle. Pero también Él pone sus condiciones para seguirlo: la disponibilidad de corazón para dejar todo y seguirlo; la prontitud para responder a su llamado; el seguirlo sin excusas.
Desde hace mucho creemos que el evangelio son palabras que yo puedo volver a definir, que puedo modificar su significado y hacer que lo único que me diga es que Él vendrá a sanar y curar mis heridas, pero que no me exige nada para vivir junto a Él, que puedo seguir haciendo mis propios planes, tomando mis propias decisiones y si en algún momento necesito de Dios, voy y lo busco en el mostrador de la Fe, y pido el milagro que necesito. Claro que si el milagro no viene, me busco otro dios mejor dado que en mi corazón hay varios dioses, de diferentes nacionalidad y colores.
"Otro le dijo:
-«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia».
Jesús le contestó:
-«El que echa mano al arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».
Este llamado no sólo es para los que consagran su vida, sino para todo el que siente el llamado de Dios a ser cristiano, a vivir desde su bautismo la fe cristiana. Mirar hacia atrás es signo de querer seguir viviendo como si no conociera el evangelio, como si no supiera los mandamientos, ni conociera el mandamiento del Amor. Mirar hacia atrás es suponer que lo que me exige el evangelio es sólo para los demás, pero yo puedo vivir a mi manera. Las exigencias evangélicas son para todos y cada uno de los que hemos puesto la mirada en Cristo y, gracias al Espíritu Santo que se nos ha dado en el bautismo, "no sólo nos llamamos sino que somos, en verdad, hijos de Dios".

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