sábado, 31 de diciembre de 2016

Los números de la vida

¿Qué tendrán los números de la vida que siempre nos hacen pensar en lo que se fue y en lo que vendrá? Sí, los número de la vida: los que marcan los días, los años. Cuando cambiamos el número de nuestros años hacemos balances o miramos para atrás y para adelante. Cuando cambiamos el número del año miramos para atrás y para adelante, pensamos el que se fue y cómo queremos que sea lo que viene. Y los balances de la vida no siempre son iguales, no siempre tienen ganancias, algunos tienen muchas pérdidas.
Así me levanté pensando hoy. Para muchos, como todos los años, ha sido un año difícil por la pérdida de seres queridos, por enfermedades, y por tantas otras cosas. Digo como todos los años, porque todos alguien hay enfermedades y hay muertes. Y por eso pensaba ¿por qué este año nos han tocado más cerca? Una respuesta es porque somos mayores, los años pasan y no en vano; a veces cuidamos nuestra vida y a veces no.
Pero, además, con los años vividos nuestros círculos de amistades y lazos fraternos se van extendiendo y cada día entra más gente a nuestra vida y a nuestro corazón, afectándonos sus alegría y sus tristezas. Y esto es un gran y hermoso milagro en nuestras vidas: que cada día tengamos más "amores" en nuestro corazón y creo que ese "ganancia" en el balance de la vida, no es comparable con ningún otro dolor o pérdida.
¿No es comparable? Creo que no, porque cuánto más "amores" tengo los dolores se pueden vencer mejor, porque cuando más me cobijan mis hermanos, mis amigos, más siento esa hermosa sensación del amor fraterno que hace que las heridas se vayan cicatrizando, aunque nunca desaparezcan.
Creo que por eso siempre tenemos que mirar las hermosas y grandes ganancias, los hermosos y grandes lazos que hemos podido establecer en este año que pasa y descubrir que el milagro del amor en nuestras vidas es posible, que hemos tenido y tenemos mucho para agradecer porque hay mucho más ganado que perdido.
Y, por otro lado, sabemos que los que partieron a la Casa del Padre aún siguen con nosotros, porque el Cielo en el que creemos lo vivimos en la Tierra, y el amor que ellos llevaron en sus vidas sigue estando con nosotros, pues el Cielo es la vida perfecta del Amor.
Sí, cada año que pasa nos daremos más cuenta de todo lo que vivimos, por eso tenemos que vivir siempre el día a día con Fe, Esperanza y Amor, sabiendo que los milagros están en todos los días, así como las despedidas estarán siempre. Y que el dolor de la despedida es porque hemos sabido amar a quien Dios ha puesto en nuestro camino.
Y es cierto, como decía un amigo: el amor duele, pero duele porque en los momentos vividos ha producido mucho gozo al alma. Dejemos que este año que se inicia lo vivamos con mayor amor para que sea el amor la hermosa fragancia que purifica y fortalezca nuestra vidas.
¡Gracias 2016 por todo lo que me has permitido vivir!
¡Te espero 2017 para aprender a vivir con más amor!

viernes, 30 de diciembre de 2016

Modelos de vida

Creemos, muchas veces, que los modelos de vida que se nos presentan por medio de la vida de los santos, son modelos demasiado altos e imposibles de imitar. Y si los miramos humanamente es así, pues, en este caso en que se nos presenta a la Sagrada Familia como modelo de Familia Cristiana no creo que en ninguna familia se llegue a tan alto valor. Pero, como le dijo el Ángel a María: "no hay nada imposible para Dios". Y creo que ahí está el núcleo de nuestra decisión: darnos cuenta que no hay nada imposible para Dios cuando encuentra un corazón disponibles como el de María y José.
En realidad los tres: Jesús, María y José tuvieron un corazón disponible para Dios, pues tenían un conocimiento cierto del Amor del Padre, y por eso se dispusieron no sólo a creer, sino también a vivir la Voluntad de Dios. Claro que si nos ponemos a mirar los Dones extraordinarios que cada uno tenía no hay comparación con nuestras vidas, pero es que la misión de los tres era una misión extraordinaria como no la ha habido nunca en la Historia de la Salvación.
Aunque en realidad, cada uno de nosotros, tenemos una misión extraordinaria en la Historia de la Salvación pues tenemos que pensar que la Salvación es algo extraordinario. El Hombre por sí solo no puede salvarse, no tiene él la capacidad de darse Vida Eterna a sí mismo. Y, para ello el Señor nos llamó a nosotros, para mostrar el Camino hacia la Salvación; así, como Jesús, María y José, nosotros también somos instrumentos de Dios para la Salvación de los Hombres.
Somos, todos, una sola Familia: la Familia de los Hijos de Dios. A partir de este principio es cuando tomamos conciencia que nuestra vida es identificarnos con el Señor y disponernos, como Él mismo decía, a que "nuestro alimento sea sólo la Voluntad del Padre que nos envió", pues lo único que podemos hacer nosotros es disponernos a ser Fieles a Dios y Él nos dará la Gracia para realizar aquello que nos pida, pero el primer paso está de nuestra parte.
A cada uno de los miembros de la Sagrada Familia el Señor le habló y le mostró cuál era su misión, ellos tuvieron la libertad de decidir y decidieron a favor de Su Voluntad y no de su propio gusto. Acordémonos de cuando José tenía que recibir a María, su primera decisión no fue aceptarla, pero porque el Señor le mostró el Camino entonces él aceptó y siguió, como María, siendo Fiel al Señor en todo momento.
Y aquí está lo esencial en la vida para poder imitar, sin miedo, a los grandes modelos que tenemos: Fidelidad a Dios, disponibilidad de corazón para ser instrumentos en las Manos del Padre, y, así, cada uno de nosotros, será un modelo de vida para los demás, pues también podrán ver en nosotros "que el Todopoderoso ha hecho obras grandes por mí".

jueves, 29 de diciembre de 2016

Guardar los mandamientos, vivir en el Amor

"Queridos hermanos:
En esto sabemos que conocemos a Jesús: en que guardamos sus mandamientos.
Quien dice: «Yo le conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud.
En esto conocemos que estamos en él.
Quien dice que permanece en él debe caminar como él caminó".
Claro que guardar los mandamientos no es "guardar" en un cajón los 10 mandamientos como cuando guardamos la Biblia en una estantería o en una biblioteca, sino guardarlos en el corazón para poder vivirlos por Amor a Dios. Así lo hicieron María y José y en el pasaje que hoy nos muestra el evangelio: la presentación del Niño en el Templo y la purificación de María.
José y María fueron al Templo a consagrar al Niño y a purificarse la madre, según las prescripciones judías como estaba escrito, sin tener ninguna necesidad de ambas cosas, pues el Niño es Dios y la Madre Purísima, pero ellos eran fieles a la Ley y los Profetas y no podían saltarse ni una coma de su letra, pues no lo hacían por obligación sino porque en ellos brillaba el amor a su Dios y por eso a sus mandamientos.
Hoy en día no guardamos los mandamientos quizás porque no nos acordamos cuáles son, quizás porque nos parecen algo pasado de moda, quizás porque los analizamos muy livianamente y creemos que los guardamos pero sólo guardamos la letra de los mandamientos pero no su espíritu. Por eso el Señor, en la Última Cena nos dio el más importante y que sintetiza a todos los demás: "un mandamiento nuevo os doy: amaos unos a otros como Yo os he amado". Sintetizando así la Ley y los Profetas en el Amor más puro y perfecto, pues Él nos amó hasta dar su vida por nosotros, siendo aún nosotros pecadores.
Por eso San Juan une el guardar los mandamientos al amor a los hermanos:
"Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe a dónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos".
Y ¿quién es mi hermano? Todo hombre que vive a mi lado, pues "si amáis a quienes os aman ¿qué mérito tiene? eso también lo hacen los paganos? ... Yo os digo: amad a vuestro enemigos, perdonad a quienes os ofenden..." Creo que Jesús con sus Palabras nos ha respondido quién es nuestro hermano y cuál es el verdadero amor que debemos vivir.
Complicado, sí. Difícil, también. Pero no imposible para quién tiene a Dios en su corazón y guarda sus mandamientos, pues su Gracia y su Espíritu iluminan y fortalecen nuestro vivir en el Amor.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

La inocencia de los niños

Dice San Juan:
"Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos y purificarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso, y su palabra no está en nosotros".
A veces nos creemos demasiado inocentes y nos creemos que no tenemos ningún pecado del que arrepentirnos. Y no es que haya que andar hurgando en lo profundo del corazón para ventilar lo que no está, sino que tampoco creernos tan inocentes que nunca tengamos culpa de nada, y, sobre todo, hacer creer a los demás que nuestro pensar y sentir es simple como los niños.
Cuando no hemos madurado lo suficiente en nuestra vida espiritual o de fe, es porque no hemos cultivado suficientemente los propios valores espirituales y morales de nuestra fe, por eso, cuando hacemos un examen de conciencia, no encontramos pecado en nosotros, pues hemos dejado nuestra conciencia con una "inocencia acomodada" a mis propios intereses para que no me culpe si he obrado mal.
Hoy celebramos el día de los Santos Inocentes y, como todos saben, no me gustan las famosas bromas de estos días, pues lo que celebramos no son las bromas sino una masacre de niños. Por eso, cuando me refiero a la falsa inocencia que queremos mostrar algunos pienso en ellos. Ellos sí que fueron realmente inocentes y sin saberlo murieron a manos de un enemigo de Cristo. Y un enemigo que no lo era del Mesías Redentor, sino del Cristo Rey. Un enemigo que temía por su poder y no por su vida espiritual. Un enemigo que por sentirse amenazado por la vida de un niño recién nacido mandó ejecutar a todos para salvar su propio poder.
Por esto hoy tenemos que cuidar este día, no mezclarlo con las bromas, así como mezclamos el nacimiento de Jesús con Papá Noel, y perdemos el sentido de lo que celebramos en nuestra vida de fe. Es tan fácil aceptar "inocentemente" cosas que no son propias de nuestra fe, que no basta con un "no me di cuenta", sino que por eso debemos seguir madurando en nuestra fe, para que los errores del mundo no se metan en nuestra vida y nos creamos que por "no darnos cuenta" ya tenemos argumento suficiente para decir que "no ha sido culpa mía".
Asumir nuestros propios errores y pecados no es para sentirnos menos cristianos o perder nuestra dignidad de hijos de Dios, sino para poder encontrar el Camino de la Gracia que nos ayude a crecer en la santidad, a crecer en el espíritu que Cristo nos ha traídos, nos ha dado y quiere que sigamos viviendo en fidelidad. Por eso mismo San Juan nos sigue diciendo para estimularnos a la reconciliación:
"Hijos míos, les he escrito estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos un defensor ante el Padre: Jesucristo, el Justo. El es la Víctima propiciatoria por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero".

martes, 27 de diciembre de 2016

La alegría de la Fe

"Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto, para que nuestra alegría sea completa".
Es hermoso saber que lo que compartimos cada día es "para que nuestra alegría sea completa", dice San Juan. Es hermoso porque compartir el Don de la Fe es compartir aquello que nos da vida, que nos fortalece, que nos ayuda en nuestra debilidad, que nos levanta de nuestros tropiezos y nos cura en nuestras caídas. Sabemos que no podremos vivir perfectamente el evangelio porque somos muy imperfectos y pecadores, pero si nos acompañamos compartiendo nuestras vidas y, sobre todo, nuestra vida de fe el Camino se hace más llevadero pues lo vivimos juntos, unidos por un vínculo casi indisoluble, pues es lo más íntimo y profundo de nuestra persona.
Así, cuando uno está triste el otro le da alegría, cuando está sin esperanza recibe esperanza, cuando nos caemos nos ayudamos a levantarnos, porque, en definitiva, vivir el Don de la Fe es vivir una Vida de Amor, intenso, puro y sin medida. Y es el Amor que nos regala la Fe el que nos perfecciona en la alegría, la alegría de sabernos una comunidad de santos que van en busca el del Señor Resucitado, que van Camino de la Patria Celestial y que en este largo caminar van dejando una estela de santidad para quien quiera encontrar el Camino pueda ver una huella de Amor.
Por eso, cuando unidos en la Fe y el Amor alcanzamos la alegría completa podemos llegar a transformar cualquier ambiente en el que nos movamos, porque el mundo no se transforma con palabras y discursos, sino con vida, pero no con cualquier vida, sino con un vida cargada de Amor y Alegría, pues son los únicos medios para que la Luz Verdadera alumbre las tinieblas, y de sentido a lo que queremos vivir, pues si lo que vivimos sólo nos causa tristeza y nuestra vida no muestra más que pesadumbre en el vivir ¿quién querrá vivir lo que nosotros vivimos?
La alegría que celebramos hace unos pocos días en Navidad, es la alegría que ha de nacer cada día en nuestro corazón pues nos reconocemos Comunidad de Vida y Amor que, unidos en la Fe, alcanzan la alegría de la Fidelidad a Dios.

lunes, 26 de diciembre de 2016

El martirio del Amor

Pasó la Fiesta de la Navidad y, la liturgia, nos hace pisar pronto el suelo y nos presenta el martirio de San Esteban, el primero de los mártires. Siempre me he preguntado, y, cada año, digo algo similar, ¿por qué al día siguiente de la Navidad meditamos el martirio de San Esteban? Y me surgía la respuesta de que es para ver qué hemos hecho con el Don del Amor que se nos dio en Navidad, qué hemos o cómo hemos utilizado la Vida que nació para nosotros en Navidad: la hemos anunciado?, la hemos defendido? hemos madurado? la hemos ocultado?
Esteban con toda la fuerza del Espíritu Santo defendió su fe hasta la muerte, dando testimonio del Amor que había en su corazón por su Dios y Salvador, e, incluso, como Jesús entregó su vida al Padre perdonando a sus jueces y verdugos. La Vida recibida la conservó, la alimentó y dio testimonio Fiel y claro de lo que creía.
Hoy, en estos tiempos nuevos, nos toca a nosotros hacer lo mismo. Hemos celebrado por todo lo alto el Nacimiento de Jesús, Hombre-Dios, nuestro Señor y Salvador. Y ¿ahora qué? Seguimos solamente quitándonos la resaca de las comilonas y de tanto brindis, o damos un paso más y comenzamos a vivir lo que hemos celebrado?
San Esteban nos enseña que sin miedo y con confianza en el Señor podemos dar testimonio de lo que creemos, pero tiene que ser un testimonio cierto y claro, sin errores ni medias tintas, a pesar de que nos puedan tildar de cualquier cosa y hasta condenarnos en vida. Pero ahora nos toca a nosotros, ahora somos nosotros los testigos de la fe que salen al mundo a anunciar la Buena Noticia que hemos celebrado.
Quizás no tengamos que subirnos a ningún estrado a predicar, quizás no tengamos que dar voces en medio de la multitud para exhortar a la conversión, pero seguro que en el día a día, en la tienda, en el mercado o en la peluquería, nos estarán observando para ver qué testimonio damos. O mejor dicho, tendré que ser yo quien comience a dar un testimonio claro tanto en la tienda como en el trabajo, en mi casa como en la calle. Pero es un testimonio que parte de las pequeñas cosas de todos los días, desde el primer saludo de la mañana hasta las buenas noches al acostarme, desde el pequeño servicio de dejar paso hasta el gran servicio que alguien me solicite o pida.
Pero todo lo que haga lo tendré que hacer con el Amor que vino a mi vida en esta Navidad, pues Él es el Amor que se hizo carne y habitó entre nosotros. Pues aunque pudiera hacer todas las cosas más pequeñas y más grandes si las hago sin amor de nada me sirven. Por obligación o para recibir algo a cambio se hacen muchas cosas, pero sólo por Amor se hacen pocas. A nosotros nos toca hacer las cosas por amor, sino de de nada nos sirven.

domingo, 25 de diciembre de 2016

El Amor se hizo Hombre

"Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad".
Aunque esta frase del Evangelio de Juan sea una frase muy teológica y verdadera acerca de Jesús, no nos dice nada sobre lo que hoy celebramos, es decir, nada que llegue al corazón y nos mueva a ir, como los pastores, a buscar al recién nacido al Pesebre. Es cierto que el Verbo se hizo carne y habito entre nosotros; que la Palabra tomó carne en María y vino a nosotros como hombre, igual nosotros en todo, menos en el pecado. Toda verdades como un pino (como se dice por aquí) pero que no llenan el corazón de Amor, pues son verdades intelectuales que dicen algo pero no dan Luz a las oscuridades del corazón, no sanan las heridas, no invitan a la conversión, ni a la búsqueda del Perdón.
Por eso, hoy sólo deberíamos ir a contemplar, como los Pastores al Niño de Belén, al hijo de María y de José, al Hijo de Dios que entre pajas y animales está recostado en un cuna en un estable; porque ese Niño es que mueve el corazón al Amor, a la conversión. Ese Niño es quién hoy me habla del Amor del Padre, ese Amor que hizo posible este milagro anunciado y esperado, ese Amor es el que desearíamos que en esta Navidad se haga presente en todos los corazones de los hombres; es Ese Amor el que esperamos tener en nuestras vidas.
Simplemente hoy demos Gracias a Dios por habernos regalado el Don de la FE, porque gracias a ese Don hoy podemos creer que es posible, aún, vivir el Amor que Él nos ha tenido y nos lo ha expresado cotidianamente, y en un día como hoy ese Amor nació entre nosotros y se nos dio en prueba de Amor en la Cruz, y cada día lo podemos volver a vivir y recibir en el Belén y la Cruz del Altar de la Eucaristía.
¡¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!

sábado, 24 de diciembre de 2016

Preparando la Navidad

Dijo Zacarías cuando nació Juan y se le soltó la lengua y la boca:
"Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz".
Después de mucho tiempo mudo por haber desconfiado del Ángel, el día del anuncio de que Isabel sería madre, Zacarías cantó un cántico hermoso al Señor, dando gracias por todo lo que había recibido y por cumplir sus promesas. El final de ese cántico es lo que más quiero remarcar hoy. Pero sobre todo sus últimas palabras: "para guiar nuestros pasos por el camino de la paz".
Porque al despertar me acordé de todo lo que muchos han vivido a lo largo de este año: dolores, tristezas, despedidas, días oscuros, y tantos dolores que para muchos no han traído luz, sino que en muchos corazones hay oscuridad, y por eso también la tristeza opaca lo que muchos hoy, y en estos días, vivirán de la alegría de las fiestas.
La Navidad, en realidad, sí es una Fiesta, pero la hemos transformado en una fiesta de comidas y de Papás Noeles, perdiendo, quizás, el verdadero sentido de la Navidad: la alegría de los Cielos y la Tierra de que el Hijo de Dios se haya hecho Hombre para salvarnos, para venir a traer la Paz a la tierra. Porque eso es lo que los ángeles cantaron junto a los pastores en Belén:
"¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres amados por El!"
Sí, Él nos ama aunque no pueda muchas veces librarnos del dolor. Ni siquiera a su propio Hijo, ni a su Madre los libró del dolor, de la Cruz, sino que en Ellos nos enseñó que ese no es el fin, sino que el fin está más allá de todo eso, Ellos nos enseñaron a encontrarle un sentido a la Cruz poniendo nuestro horizonte en la eternidad del Amor, en la eternidad de la Paz, en la eternidad de la Luz, pues Aquél que era eterno se hizo hombre, para darle al hombre su eternidad.
Navidad tendría que ser un día de mayor recogimiento, de mayor encuentro con el Señor que viene. Un encuentro de alegría y gozo, para que esa alegría y ese gozo llene los corazones de aquellos que no lo tienen; una alegría y un gozo que no sea sólo de un momento de algarabía y comida, sino de profunda oración y de encuentro con Aquél que nace y se nos da en la Eucaristía. Porque si sólo celebramos la Navidad con una comida y un brindis, así como eso se va de nuestro cuerpo también la Navidad se va de nuestra alma.
Sí, hoy es un día de dar Gracias a Dios por el Amor que nos tiene, por ese Niño que nace por Amor a nosotros, por esa Madre que entregada a la Voluntad de Dios abre su corazón y su alma para ser tabernáculo de Aquel que ha existido por los siglos y que por los siglos seguirá existiendo y dándonos vida. Un día para dar Gracias porque nos ha dado un motivo para para agradecer y un sentido para encontrar la paz.

viernes, 23 de diciembre de 2016

Toda la vida se hizo así!

Los que trabajamos en parroquias, o en comunidad, pero también en otros lugares, generalmente nos encontramos, cuando somos nuevos, con frases como: toda la vida se hizo así, aquí siempre lo hicimos así, esto tiene que ser así porque siempre fue así... frases que no dan lugar al cambio, a ver otras posibilidades, a pensar si eso que siempre se hizo es lo que se debe hacer. En definitiva es la comodidad de saber que si hago esto así como se hizo toda la vida, va a estar bien. Y esa actitud es sinónimo de no estar preguntándonos: ¿qué es lo que Dios quiere? ¿Quiere Dios que esto sea siempre así o quiere mostrarnos otra forma de hacer las cosas? o ¿No querrá Dios que hagamos algo diferente o, quizás, que dejemos de hacer lo que siempre se hizo para descubrir que eso no servía para nada?
Todo esto surge de la lectura del evangelio, en donde al nacer Juan Bautista, la gente, como el padre no podía hablar, querían obligar a la madre a que el niño lleve el nombre del padre... "como siempre se hizo y es tradición". Pero nadie se ponía a pensar si tenía que ser de otro modo, pues el Ángel le había dicho a Zacarías cómo se tenía que llamar el niño. Por eso, al obedecer Zacarías y llamar al niño como le había dicho el Ángel comenzó a hablar, pues hasta ese momento había perdido el habla por desconfiar del anuncio del Ángel.
La comodidad va, muchas veces, unida a la pereza o, mejor, me parece que son sinónimo la pereza y la comodidad, pues por pereza no me pongo a reflexionar o a pensar en lo que Dios quiere, y así cómodamente puede seguir haciendo lo mismo sin siquiera ponerme a pensar si lo tengo que hacer de otro modo, o si tengo que hacer otra cosa. En realidad es el hecho de "¡yo ya cumplí!", hice lo que siempre hago y ¡listo! ahora descanso. Y en ese camino, por lo general, creyendo que he sido fiel no lo he sido, pues sólo he sido fiel a una tradición, pero no a la Voluntad de Dios, pues no le he preguntado a Él si era eso lo que Él quería, o no he consultado a mis hermanos para saber si veían otra cosa que Dios quisiera. Sólo me he limitado a "cumplir" con lo que yo pensaba y ¡listo Calixto!
Y, quizás, también por lo mismo he creado división, susceptibilidades, pues no he dejado a otros hacer algo que Dios les había pedido, pues me he plantado en mis 13 y no hago lo que Dios quiere, ni dejo hacerlo. ¿Por qué? Porque siempre se hizo así, es más ¡toda la vida se hizo así! Y ¿cuánto es toda la vida? Lo que abarca mi egoísmo y mi apetito de poder, porque en el fondo también están esos pecados... Pero será para otro día.
Ya cercanos a la Navidad dejemos que la Gracia transforme nuestro corazón quemando todo lo que haya de comodidad y pereza, para que podamos siempre, como María, estar disponibles para escuchar y ser Fieles a la Palabra y a la Voluntad de Dios.

jueves, 22 de diciembre de 2016

María nos enseña a ser niños

"En aquél tiempo, dijo María:
Proclama mi alma la grandeza del Señor, “se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava”.
Proclama mi alma la grandeza del Señor... cuando estuvimos necesitados y fuimos escuchados notamos esa grandeza del Señor; cuando estamos saciados de todas las cosas no nos acordamos del Señor. ¿Por qué me sale esta afirmación? Por algo que ayer me decía alguien: sólo en estos momentos duros nos acordamos que nos hemos olvidado de nuestra fe.
"...porque ha mirado la humillación de su esclava". Cuando dejamos de ser humildes porque vamos creciendo en edad, nos vamos olvidando de nuestra fe, de aquello que nos sostiene que nos ayuda a sobrellevar no sólo los momentos difíciles sino a disfrutar de los mejores, sabiendo que nos han sido regalados.
María, en estos días antes de la Navidad, nos ayuda a recordar nuestra pequeñez, nuestro ser niños ante Dios para poder gozar de su paternidad divina. Porque cuanto más nos dejamos guiar más podemos disfrutar del camino.
Y eso me hace acordar que cuando uno va de viaje, disfruta más cuando va de copiloto o acompañante que cuando vamos conduciendo. Y así también es nuestra vida, si nos reconocemos pequeños y necesitados, y nos dejamos conducir por el Padre vamos a poder disfrutar, como María, de todo aquello que Él nos pide y nos permita vivir. Pero si nos hacemos los grandes y tomamos, solos, las riendas de nuestras vidas no sólo no disfrutamos tanto, sino que muchas veces nos equivocamos feo de camino.
En estos días mirando el Belén, con la cuna vacía, también recuerdo un pasaje de Santa Teresa de los Andes: cuando ella llegó al Carmelo y le mostraron su habitación (celda) tenía sobre la cama una Cruz sin Cristo, y la madre Priora le dijo que en esa Cruz tenía que estar ella para seguir los pasos de Jesús que se entregó por la salvación de las almas. Así nosotros, al ver la cuna vacía del Pesebre nos tenemos que poner nosotros, como niños pequeños para ser acunados y que Ellos nos ayuden a crecer ante el Padre Dios, María nos acompañará a crecer en Gracia y Santidad, para que podamos volver a ser Niños en Dios.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

¡Ven amado mío!

"Habla mi amado y me dice: «Levántate, amada mía, hermosa mía y ven.
Mira, el invierno ya ha pasado, las lluvias cesaron, se han ido".
Hermoso pasaje del Cantar de los cantares. Hermoso porque nos recuerda el amor a Dios y el Amor de Dios. Un Amor que es pura pasión y encuentro, necesidad y calma, esperanza y gozo. No hoy otro Amor más pleno y completo que este Amor que todo lo puede y que todo lo alcanza, que todo lo espera y todo lo perdona, que no se cansa nunca y nunca piensa mal, que no es descortés, que no tiene envidias y no busca el mal...
Un Amor que abre las puertas a la esperanza, que busca siempre el mejor camino para la realización personal y que te brinda el mejor de los abrazos después de las caídas. Un Amor que lucha constantemente por verte crecer, por verte mejorar, por verte alcanzar las metas más altas de tu alma. Un Amor que te hace vivir cada día una primavera aunque en el alma sea pleno invierno, porque el calor de su Espíritu inunda y hace desaparecer el frío más oscuro de nuestras almas.
Un Amor que no es invasivo porque siempre te espera, nunca entrará en tu corazón a los golpes y con malos tratos, sino que siempre te estará esperando, siempre está a tu puerta llamando para que en algún momento le abras y así poder compartir contigo lo más bello de sí mismo que es su propia Vida. Un Amor que cada día te sorprende con regalos que tú no ves, y que cuando los ves te sorprendes porque no puedes creer que todos los días haya habido tantos y tantos que llenan el corazón y que quedan siempre esperando tu gratitud.
Un Amor que quiso hacerse persona para que nunca te olvides hasta qué punto te ama, pues es un Amor Fiel que no duda en entregarse a sí mismo aunque lo hayamos despreciado, humillado y hasta crucificado. Pero es un Amor que no muere, sino que resucitó para poder estar siempre con su amado, para poder demostrar cada día cuánto Ama dándose cada día en el regalo más hermoso que sólo un Amante verdadero puede dar: su propia vida.
¿Cómo no salir al encuentro de tan Hermoso Amado si con una sola Palabra Él nos da la Vida Nueva y nos lleva a los más altos Cielos? Ya está cerca, es más siempre está cerca, porque siempre nace con el amanecer en nuestra vida, sólo basta abrirle el corazón para que un día y otro día vuelva a amarnos y volvamos a amarlo para poder amar.

martes, 20 de diciembre de 2016

EL MUNDO ENTERO ESPERA LA RESPUESTA DE MARÍA

De las Homilías de san Bernardo, abad, Sobre las excelencias de la Virgen Madre
 
(Homilía 4, 8-9: Opera omnia edición cisterciense 4 [1966] 53-54)
 
 
    Has oído, Virgen, que concebirás y darás a luz un hijo. Has oído que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta: ya es tiempo de que vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, condenados a muerte por una sentencia divina, esperamos, Señora, tu palabra de misericordia.
    En tus manos está el precio de nuestra salvación; si consientes, de inmediato seremos liberados. Todos fuimos creados por la Palabra eterna de Dios, pero ahora nos vemos condenados a muerte; si tú das una breve respuesta, seremos renovados y llamados nuevamente a la vida.
    Virgen llena de bondad, te lo pide el desconsolado Adán, arrojado del paraíso con toda su descendencia. Te lo pide Abraham, te lo pide David. También te lo piden ardientemente los otros patriarcas, tus antepasados que habitan en la región de la sombra de muerte. Lo espera todo el mundo, postrado a tus pies.
    Y no sin razón, ya que de tu respuesta depende el consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salvación de todos los hijos de Adán, de toda tu raza.
    Apresúrate a dar tu consentimiento, Virgen, responde sin demora al ángel, mejor dicho, al Señor, que te ha hablado por medio del ángel. Di una palabra y recibe al que es la Palabra, pronuncia tu palabra humana y concibe al que es la Palabra divina, profiere Una palabra transitoria y recibe en tu seno al que es la Palabra eterna.
    ¿Por qué tardas?, ¿por qué dudas? Cree, acepta y recibe. Que la humildad se revista de valor, la timidez de confianza. De ningún modo conviene que tu sencillez virginal olvide ahora la prudencia. Virgen prudente, no temas en este caso la presunción, porque, si bien es amable el pudor en el silencio, ahora es más necesario que en tus palabras resplandezca la misericordia.
    Abre, Virgen santa, tu corazón a la fe, tus labios al consentimiento, tu seno al Creador. Mira que el deseado de todas las naciones está junto a tu puerta y llama. Si te demoras, pasará de largo y entonces, con dolor, volverás a buscar al que ama tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por el amor, abre por el consentimiento. Aquí está -dice la Virgen- la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra.

lunes, 19 de diciembre de 2016

Nacemos con una misión

Hoy la liturgia nos anuncia dos nacimientos milagrosos: el de Sansón y el de Juan Bautista, los dos, por Gracia de Dios, nacieron para dar testimonio de Dios. Los dos nacimientos nos hablan del Nacimiento que vamos a celebrar y que, cada día, recordamos: el Nacimiento de Jesús en Belén. Pero también es el nacimiento de cada uno de nosotros, porque también nuestro nacimiento ha sido una Gracia de Dios, y, cada uno de nosotros también venimos con una misión para dar testimonio de Dios.
Seguramente se preguntarán cuál es esa misión, porque no nos sentimos importantes, ni haciendo grandes cosas como estos personajes bíblicos. Pero, por suerte Dios ha ido suscitando, a lo largo del tiempo, santos que nos hacen ver que cada uno tiene una misión propia que es necesario descubrir la para saber qué es lo que el Padre quiere de mí.
Porque no son las grandes obras las que nos hacen santos, sino las pequeñas cosas de todos los días las que santifican nuestra vida. Por eso el Señor no nos dio un gran mandato sino uno simple para el que necesitamos una gran fortaleza del espíritu: "Amaos unos a otros como Yo os he amado". Es el Amor a Dios y a nuestros hermanos el que hace que cada acto, palabra y obra demuestren nuestra santidad, y den testimonio de nuestra fe.
Claro que en la historia de la salvación ha habido personales que han tenido grandes poderes milagrosos, grandes místicos, y tantas otras cosas más; pero la mayoría de los que han escrito la historia de la salvación no han realizado grandes obras, sino que sólo han sido grandes santos en lo cotidiano de la vida. Y en este sector estamos nosotros, o, mejor dicho, debemos estar nosotros si nos disponemos a buscar y vivir la misión que el Padre Dios nos ha dado, nos ha puesto en nuestro corazón.
Así, en esta Navidad al contemplar el Nacimiento desde el silencio del corazón podemos llegar a ver cuál es nuestro nacimiento, cuál es el Plan que el Señor sembró en nuestro corazón y poder, cada día al nacer, darle continuidad, hacer que ese Amor que el tuvo al Nacer por nosotros se haga realidad y se haga vida cada día, porque ese Amor que nace en Belén lo damos, cada día, a nuestros hermanos, para que cada día vuelva a brillar la Luz de la Vida en mi vida y a mi alrededor.

domingo, 18 de diciembre de 2016

En el silencio de Navidad: San José

Anoche en la Misa del sábado, las lecturas me llevaron a pensar en San José. Las lecturas de la tercera semana de Adviento nos hacían meditar en la persona de Juan Bautista, como la voz que gritaba en el desierto, la voz que exhortaba a la conversión, que decía la verdad, la voz que anunciaba la llegada del Salvador. En cambio San José, se podría decir, no tiene voz, es el hombre del silencio: recibe la noticia de María, intenta dejarla, recibe el anuncio del Ángel y acepta la misión... todo en silencio. Dios no ha querido dejarnos escritas palabras de José.
Por eso pensaba que en este momento de la preparación a la Navidad tenemos que intentar el silencio, el silencio de la escucha de la Palabra, porque Dios Padre también es un Dios de silencios, Él nos habla en el silencio: no grita, no truena, susurra. Y creo que para los momentos especiales hemos de buscar silencios, silencios que nos lleven a la contemplación de los más hermosos misterios de la vida; y uno de esos hermosos misterios es el nacimiento de nuestro Dios y Salvador.
Pero el silencio de San José no es un silencio pasivo, sino que en el silencio acepta, reflexiona y actúa. Y lo que hace lo hace desde el amor más puro y fuerte, porque la decisión de abandonar a María cuando ella estaba embarazada, no es una decisión fácil, sino que él asume sobre sí el pecado pues no quiere dañar a María. Y ahí nos deja una hermosa imagen de lo que su hijo hará: cargar sobre sí los pecados de los hombres. José antes de culpar a María asume sobre sí el posible pecado. Y es en ese momento donde Dios le envía el Ángel para que en el silencio de la noche le revele la verdad:
«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».
Y en el silencio de su corazón aceptar a María por esposa y cumple su misión de esposo fiel y padre generoso. Comienza para él una nueva etapa, una etapa que lo llevará a formar parte de una hermosa misión: ser padre, educador del Hijo de Dios y esposo y custodio de su Madre.
Una hermosa y gran misión que comienza con una entrega perfecta de amor, amor a María y amor al Padre; por eso no le hacen falta las palabras porque su vida es la que habla de lo que vive y de cómo vive, de lo que cree y de lo que confía en su Dios y Señor.
San José nos invita a que en estos días previos a la Navidad nos busquemos momentos de silencio para preparar el corazón a la hermosa contemplación del Misterio del Amor de Dios por nosotros, para que nosotros llenándonos de su Amor lo transmitamos a los demás así como San José se lo transmitió a María y a Jesús.

sábado, 17 de diciembre de 2016

Nos preparamos para Nacer

Comienza hoy la Novena de Navidad. Sí, parecía que faltaba mucho para esta hermosa fiesta, pero no, ya no quedan más que 9 días para que nuestra Esperanza sea cumplida, para que la Promesa hecha al Hombre por parte de Dios se haga realidad. Por supuesto que no es hoy, ni mañana el día en que recién se cumpla la Promesa y se viva la Esperanza, pero sí es hoy y mañana cuando nosotros lo vivimos de modo más intenso. Pero ¿por qué necesitamos celebrar la Fiesta de la Navidad? ¿Por qué nos preparamos tanto para algo que ya sabemos que pasó, que sucedió y cómo sucedió? ¿Por qué tanta Fiesta con algo que quizás no creemos o no vivimos?
Aquél día algo sucedió en la historia del Hombre. Aquél día la historia del Hombre se partió en dos. Aquél día el Hombre comenzó a ver una luz de esperanza pero no en un Niño que acababa de nacer, sino en la Palabra de un Hombre que acababa de resucitar. Fue este hombre que un día nació el que caminó entre nosotros, el que nos habló y llegó al corazón, el que se dejó crucificar en una Cruz y al tercer día resucitó de entre los muertos. Fue ese mismo Hombre que resucitado colmó la esperanzas de los que lo seguían y fundó un Nuevo Pueblo, un Pueblo que lleva no sólo su Palabra por el mundo, sino su Vida que es Vida de Gracia, de Verdad, de Paz, Vida de Amor pleno y puro por el Hombre al que quiso salvar y rescatar del pecado.
Es y será un misterio tan grande el Amor de Dios para con nosotros, que hemos elegido un día para celebrarlo con grandes galas y con mucha más alegría, porque el día de Navidad renace nuestra esperanza no sólo en que Dios cumple sus promesas, sino en que el Hombre renaciendo como Niño pueda llegar a encontrar Caminos de Vida, Caminos de Paz. Es el día en que nuestro corazón vuelve a encontrarse con ese Niño que es nuestro Dios, y con ese Dios que nos quiere Niños para darnos, como a Su Hijo, todos los dones necesarios para que alcancemos la plenitud de nuestra vida aquí en la tierra y el gozo eterno en los Cielos.
San Mateo tenía necesidad de contarles a la gente de su tiempo que Aquél que había resucitado de entre los muertos y que había dado su Vida en la Cruz, era el mismo que había nacido en Belén y que era del linaje de David, que era humano como todos (aunque sin pecado) y que por eso, al asumir nuestra misma condición nos daba aquello que no teníamos: su divinidad, su filiación divina.
Sí, ese mismo Hombre que pende de la Cruz; ese mismo Dios que permanece en el Sagrario y que se nos da en la Eucaristía; ese mismo Hombre que resucitó de entre los muertos, es el mismo Niño que nació en Belén y que, cada día, nos habla por su Palabra y quiere que, cada día, al escuchar su Palabra renazcamos con Él para la Vida, que cada día al renacer podamos celebrar la Navidad: un nuevo Nacimiento a una Vida Dada cargada de Divinidad.

viernes, 16 de diciembre de 2016

Tu mismo deseo es tu oración

De los Comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos
 
(Salmo 37, 13-14: CCL 38, 391-392)
 

Rugía debido a los gemidos de mi corazón. Hay un gemido oculto que no puede ser oído por el hombre; pero, si el corazón está invadido por un deseo tan ardiente que la herida del hombre interior llegue a expresarse con voz más clara, entonces se investiga la causa y el hombre dice dentro de sí: «Tal vez gime por esto o tal vez le sucedió esto otro.» Pero ¿Quién puede comprender estos gemidos sino aquel ante cuyos ojos y oídos gime? Por eso dice: Rugía debido a los gemidos de mi corazón, porque, si bien los hombres pueden oír los gemidos de un hombre, frecuentemente lo que oyen son los gemidos de la carne, pero no oyen al que gime en su corazón.
    Y ¿quién conoce el motivo de estos gemidos? Escucha: Todas mis ansias están en tu presencia. Por tanto, nuestros gemidos no están delante de los hombres, que no pueden ver el corazón, sino que todas mis ansias están en tu presencia. Que tu deseo esté siempre ante él; y el Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
    Tu mismo deseo es tu oración; si el deseo es continuo, la oración es continua. No en vano dijo el Apóstol: Orad sin cesar. Pero ¿acaso nos arrodillamos, nos postramos y levantamos las manos sin interrupción, y por eso dice: Orad sin cesar? Si decimos que sólo podemos orar así, creo que es imposible orar sin cesar.
    Existe otra oración interior y continua, que es el deseo. Aunque hagas cualquier otra cosa, si deseas el reposo en Dios, no interrumpes la oración. Si no quieres dejar de orar, no interrumpas el deseo.
    Tu deseo continuo es tu voz, es decir, tu oración continua. Callas si dejas de amar. ¿Quiénes callaron? Aquellos de quienes se dijo: Por exceso de la maldad se apagará el fervor de la caridad en muchos.
    El frío de la caridad es el silencio del corazón, y el fuego de la caridad es el clamor del corazón. Si la caridad permanece siempre, clamas siempre; si clamas siempre, siempre deseas; si deseas, te acuerdas del reposo eterno. Todas mis ansias están en tu presencia. ¿Qué sucedería si nuestras ansias estuvieran delante de Dios y no lo estuvieran nuestros gemidos? ¿Acaso esto es posible, siendo así que el gemido es la voz de nuestras ansias?
    Por esto añade: Y no se te ocultan mis gemidos. Para ti no están ocultos, para muchos hombres lo están. A veces parecería que el humilde servidor de Dios dice: Y no se te ocultan mis gemidos. Otras veces observamos que sonríe; ¿será acaso porque aquel deseo ha muerto en su corazón? Si subsiste el deseo, también subsiste el gemido; no siempre llega a los oídos de los hombres, pero nunca se aparta de los oídos de Dios.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Una Alianza Eterna de Amor

La lectura del profeta Isaías de hoy me parece algo demasiado hermoso y que, seguramente, ha de llegar a nuestro corazón, porque lo que hace es una declaración de amor de Dios al hombre, a su pueblo, por eso subrayo el final del párrafo:
"En un arrebato de ira, por un instante te escondí mi rostro, pero con amor eterno te quiero – dice el Señor, tu libertador -.
Me sucede como en los días de Noé: juré que las aguas de Noé no volverían a cubrir la tierra; así juro no irritarme contra ti ni amenazarte.
Aunque los montes cambiasen y vacilaran las colinas, no cambiaría mi amor, ni vacilaría mi alianza de paz –dice el Señor que te quiere-".
Somos muchos los que, a veces, pensamos que Dios no nos quiere, que ha dejado de preocuparse o de ocuparse de nosotros, pues pensamos que no nos escucha, que permite cosas que nos hacen sufrir y calamidades que no hablan de su amor. Y sin embargo Él nos recuerda, una y otra vez, "¡cuánto amor nos ha tenido el Padre que ha enviado su Hijo al mundo!", nos recuerda San Juan. Ese Amor no es de mentira, es verdadera, totalmente verdadero para quienes hemos aceptado su Palabra, para quienes hemos creído en Él.
Es cierto, también, que nos pasa como dice San Lucas al finalizar el párrafo donde Jesús hablaba de Juan Bautista:
"Al oír a Juan, toda el pueblo, incluso los publicanos, recibiendo el bautismo de Juan, proclamaron que Dios es justo. Pero los fariseos y los maestros de la ley, que no habían aceptado su bautismo, frustraron el designio de Dios para con ellos".
Una relación de Amor entre dos personas, se realiza entre dos personas que al amarse se entregan uno al otro, en fidelidad a una alianza, en fidelidad a un deseo de compartir lo bueno y lo malo, en todo momento. Y he aquí nuestro error: sabemos del amor de Dios hacia nosotros, y Él lo ha demostrado, pero nosotros no somos tan Fieles como lo es Él. Nosotros nos tomamos nuestro tiempo para aceptar o no su Voluntad; nuestra fidelidad dura, muchas veces, lo que duran los tiempos de bonanza; nuestra alianza es, algunas veces, rota por ir tras otros amores que, supuestamente, nos hacen más felices, pero que, descubrimos que no son duraderos.
NO, nuestro Dios no quiere el mal para nosotros por eso ha realizado una Alianza de Amor con el hombre y la ha sellado con la sangre de su Único Hijo, para que esa Alianza sea eterna; pero, como dice San Pablo: nosotros aún no hemos derramado la sangre por Él. Es decir, no somos capaces de renunciar a nosotros mismos por amar como Él nos ama, por eso el mal, el dolor, la discordia, las enemistades y las guerras siguen viviendo entre nosotros, pues no vivimos una relación de entrega plena en el Amor. Si estuviéramos injertados verdaderamente en el Amor de Dios, y nos amáramos como Él nos amó, veríamos los frutos que tanto anhelamos hacerse realidad.
Él nos sigue amando porque ha sellado una Alianza eterna, pero nosotros no somos Fieles a su Palabra y por eso frustramos el designio de Dios para con el hombre.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Conocer, amar y aceptar

San Juan de la Cruz hablando del conocimiento y de la ciencia que estudia los misterios de la fe y de Cristo, decía:
"Que por eso san Pablo amonestaba a los de Éfeso que no desfalleciesen en las tribulaciones, que estuviesen bien fuertes y arraigados en la caridad, para que pudiesen comprender con todos los santos qué cosa sea la anchura y la longura y la altura y la profundidad, y para saber también la supereminente caridad de la ciencia de Cristo, para ser llenos de todo henchimiento de Dios. Porque para entrar en estas riquezas de su sabiduría, la puerta es la cruz, que es angosta. Y desear entrar por ella es de pocos; mas desear los deleites a que se viene por ella es de muchos".
Conocer a Cristo se puede superficialmente o profundamente, pero, cada vez que nos vamos ahondando en el conocimiento de Cristo comienzan nuevos padeceres, no sólo físicos sino, sobre todo espirituales, es el Camino de la Cruz. Los grandes místicos, como San Juan de la Cruz, han comprendido, aceptado y, hasta, querido este Camino, pues cuanto más se acercaban al misterio de la Cruz y vivían en unión esponsalicia con Cristo, más era el fuego que encendía su pasión por Cristo.
Hay un padecimiento que se hace muy claro en la vida de los místicos: el padecer por los propios pecados, pues cuanto más te acercas a la Luz del Amor, más se notan nuestras debilidades y pecados; y no porque los pecados sean atroces sino porque la Luz del Amor Infinito destaca con mayor profundidad las "arrugas" del corazón del hombre en donde se ocultan las "hilachas" del pecado original y de nuestros propios pecados.
Y, a la vez que el Amor va llegando al corazón del hombre es cuánto más el corazón quiere inundarse de Amor, y no le asustan por ello los padecimientos a los que tenga que asociarse porque sabe que el gozo del Amor Puro es lo que desea todo su ser. Es una atracción que no se puede dejar de sentir en la medida que nos acercamos a Cristo y, así y todo, no podemos dejar de sentirnos totalmente humanos cuanto más nos acercamos a lo Divino, necesitando el alma, cada día y cada momento, purificarse más y más para poder ser colmada de los frutos del Amor.
Por eso, en la vida de los grandes santos vemos cómo pueden soportar los sufrimientos de la Cruz de cada día pues lo único a lo que aspiran es al Amor, y sólo en la Cruz han podido descubrir el verdadero Camino a la Vida del Amor. No aspiran sólo a deleites humanos frutos del amor de Cristo, sino que aspiran a dejarse traspasar por el Amor de Cristo para ser total y plena pertenencia del Señor, pues "sólo en Tí mi alma descansará segura" y "no descansará hasta llegar a Tí".

martes, 13 de diciembre de 2016

El arrepentido

"En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
– «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.” El le contestó: “No quiero.” Pero después se arrepintió y fue".
El arrepentimiento es algo muy importante y duro en nuestras vida. No sé por qué nos cuesta tanto arrepentirnos de lo que hemos hecho mal, de lo que hemos dicho mal, de nuestras malas conductas. Es como si al arrepentirnos pensáramos que perdemos dignidad o autoestima o poder o... ¡vaya a saber qué! Y sin embargo es una gran cualidad de la persona el saber arrepentirse y pedir perdón. Fijaos que Jesús alaba la actitud de este hombre que arrepentido fue después a hacer la voluntad de su padre.
Cuando descubrimos en nuestra vida una mala actitud, una mala acción con los demás o con nosotros mismos, arrepentirnos de tal hecho o situación es algo maravilloso pues habla de nuestra madurez ante la vida, de nuestra sabiduría para saber corregirnos y, si se da el caso, de saber pedir ayuda para encontrar el método para corregir. Y, por supuesto, tener una actitud de reconciliación si hemos hecho daño con nuestra actitud.
Claro que estamos hablando de arrepentirnos del mal, porque hay quienes se arrepienten del bien y no es este el caso.
Jesús nos plantea el hecho de estar en una constante de la Voluntad de Dios, de estar disponibles a la escucha de la Palabra del Padre y poder responder. De acuerdo a cómo respondamos el Padre podrá darnos la Gracia necesaria para hacer su Voluntad o no. Dios no nos da Gracia para hacer otra cosa, sólo lo que nos hará bien a nosotros. Y, por sobre todo, Él nos dará la Gracia en el momento oportuno, es decir cuando Él nos muestra su Voluntad en ese momento nos da su Gracia. Si decidimos hacer otra cosa no la tendremos. O si decidimos hacerla en el momento en que a mí se me ocurre quizás tampoco tengamos la Gracia de Dios y tengamos que hacer lo mismo pero a costa de nuestra propia fuerza.
La disponibilidad a la Voluntad de Dios ayuda mucho a nuestra vida, porque el hijo tiene que estar dispuesto no sólo a escuchar la Voluntad de Dios, sino, también, a cumplirla en el momento en que Él nos lo muestra. Y en este tenemos como modelo a María que no dudó un instante en entregarle toda su vida al Padre para que se haga Su Voluntad: "He aquí la esclava del Señor, que se cumple lo que has dicho".
Claro está que si primero le hemos dicho que No a Dios y le hemos cerrado el corazón a su Voluntad y, luego, como el muchacho del ejemplo de Jesús, hemos salido pronto a hacerla, el sólo hecho del arrepentimiento hace que Dios nos vuelva a acompañar con su Gracia, pues "un corazón contrito y arrepentido Tú, oh Dios, no lo desprecias".
No lo dudemos el arrepentimiento y el pedido de perdón siempre renuevan la vida y el amor. En este tiempo de Adviento y Navidad es el mejor regalo que nos podemos hacer y que podemos hacer.