miércoles, 30 de diciembre de 2015

Se hizo Hombre para que pudiéramos vivir como Él

En la liturgia de hoy hay un párrafo de San Hipólito, de ese párrafo rescato éste otro:
"Al fin de los tiempos el Padre envió al Verbo -pues ya no quería hablar por medio de los profetas ni ser anunciado en figuras-, ordenándole que se manifestara en forma visible, para que el mundo al verlo pudiera ser salvado.
    Sabemos que este Verbo tomó un cuerpo de la Virgen y que hizo del hombre viejo una nueva creación. Sabemos que fue plasmado de nuestra misma substancia; porque si hubiera obrado de otro modo en vano nos mandaría que lo imitáramos como a un maestro.
    En efecto, si este hombre hubiera sido formado de una substancia distinta de la nuestra, ¿cómo podría mandarme tales cosas a mí, que nací débil? ¿Cómo podríamos, en tal caso, decir que él es bueno y justo?
    Para que no lo creyéramos diferente de nosotros, soportó fatigas, quiso tener hambre y no rehusó tener sed, tuvo necesidad de descanso, no rechazó los sufrimientos de la pasión, se sometió a la muerte y quiso manifestarnos su resurrección. En todo esto ofreció su humanidad como primicias, para que tú, en medio de los sufrimientos, no te desanimes, sino que, recordando su condición de hombre, esperes recibir, también tú, lo que Dios quiso darle a él".
San Juan al llegar al pleno conocimiento de Jesús y de su Anuncio, y habiendo recibido el Espíritu Santo, nos escribe:
"Os repito, jóvenes, que sois fuertes y que la palabra de Dios permanece en vosotros, y que ya habéis vencido al Maligno. No améis al mundo ni lo que hay en el mundo.
Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo - las pasiones de la carne, y la codicia de los ojos, y la arrogancia del dinero -, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo.
Y el mundo pasa, con sus pasiones.
Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre".
Por que lo que nos anunció el Señor con su vida, pasión, muerte y resurrección es una Vida Nueva, sobre este cuerpo mortal que tenemos, una Vida Nueva que nace del Amor de Dios, para que ese Amor sea manifestado al mundo tiene que estar encarnado en sus hijos, así como lo estuvo en el Hijo. Por eso, cuando nosotros, los hijos, no descubrimos la plenitud del Amor de Dios que se hizo Hombre para que los hombres pudiéramos hacernos hijos, no llegamos a mostrar el Camino que nos conduce a la Vida.
Claro que el Camino tiene indicaciones y límites, que también los vivió el Hijo, pero sabemos que gracias a esas indicaciones y límites, alcanzaremos al Vida Nueva, una Vida Nueva que se hace extraordinaria en las cosas ordinarias (las de todos los días) porque al hacer diario le imprimo una cuota de Amor Extraordinario y la alegría y el gozo del Evangelio se plasman en lo que habitualmente vivo. No esperemos hacer los milagros de Jesús, sino esperemos Amor como Jesús porque ese el milagro de todos los días que todos esperan de nosotros.

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