jueves, 3 de diciembre de 2015

Construyamos sobre seguro

"Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua", dice el profeta Isaías.
¿Cuándo podemos confiar en alguien? Cuando lo conocemos, cuando sabemos quién es, cuando, sobre todo, necesitamos seguridad, fortaleza. Pero vayamos paso a paso.
Podríamos decir con seguridad que sólo confiamos en quién conocemos, pero, en el realidad, esa premisa, algunas veces, no se cumple, por que más de uno confía más en quién no conoce que en quién conoce. Nos pasa en nuestra adolescencia-juventud, que confiamos más en otras personas que en nuestros padres. Claro que también confiamos mucho en nuestros amigos, pero no en todos...
Entonces ¿va unida la confianza al conocimiento? Un poco sí, pero viendo nuestra realidad, creo que confiamos más en quién nos dice lo que queremos escuchar, que en quien nos dice lo que debemos escuchar. Por eso me parece que hemos unido la confianza a la necesidad y no al conocimiento y a la verdad.
¿Para qué tenemos que confiar en alguien si nos bastamos a nosotros mismos? Si no necesitamos de nadie para nada, quizás en algún caso pueda necesitar de alguien, pero igualmente me arreglaría solo como pudiera.
La vanidad, la soberbia y la autosuficiencia son también los elementos que me impiden confiar, porque al no necesitar o al creer que ya me sé todas las respuestas, para qué consultar, para qué refugiarme en alguien, para qué buscar sostén en quienes son inferiores que yo y que no saben lo que quiero, y menos pueden darme respuesta a lo que necesito.
Y Jesús hoy, nos invita a analizar cómo hemos construido nuestra casa, el edificio de nuestra persona, si lo hemos hecho sobre cimiento de roca o sobre arena. Una personalidad que, en nuestro caso, es una persona cristiana, con un estilo de vida propia y un llamado especial, de parte de Dios.
El cimiento de nuestra vida cristiana es el Señor, Él es nuestra Roca, nuestra fortaleza, pero para ello tenemos que confiar en Él, en Su Palabra, y saber que Su Palabra es Verdad para mi vida. Será Él la Roca firme donde construyo mi vida quién me guíe, me sostenga, me de los dones para llegar a construir un edificio sólido al que no puedan derribarlo los vientos de los tiempos.
Pero, muchas veces no elijo Su Palabra como Roca firma, sino que elijo la palabra del mundo, cambio la fortaleza de la eternidad de Su Palabra por la finitud y pobreza de la palabra del mundo, y así, cada día, voy modificando la estructura de mi edificio según varían los vientos, sin poder en los momentos de mayores tormentas sostenerme en pie, pues no tengo cimientos firmes, ni siquiera la estructura de mi persona es firme, pues fue variando de acuerdo a cómo variaban los tiempos.
En este Adviento usemos el silencio para encontrarnos con Jesús, con Su Palabra, para poder llegar a conocerlo y poder reconciliarnos con Él y así derribando los muros que no sirven en el edificio de mi vida, poder volver a cimentarlos y construirlos sobre la Verdad y la Eternidad, que unidas al Amor del Padre generan una Nueva Vida, y Vida en abundancia.

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