Cada vez, o la mayoría de las veces, que Jesús hacía un milagro le pedía a la gente que no lo contara a nadie, pero nunca le hacían caso, siempre comenzaban a desparramar la noticia por dónde iban. Es que cuando nos sucede algo que supera nuestras expectativas siempre queremos contarlo, no podemos ocultar la alegría de algo hermoso que nos ha pasado. Claro que cuando algo no es lo que esperaba, cuando no llena mi corazón y pasa por mi vida inadvertido, no tengo para qué contarlo.
Y me parece que esa puede ser la razón por la cual no contamos o transmitimos nuestra fe. Sí, somos cristianos, pero no nos alegramos de serlo, no es para nosotros una alegría, un gozo, algo que llene nuestro corazón y colme nuestra alma. Somos cristianos como podríamos no serlo. Si en un momento dejase de creer ¿sería para mí lo mismo? ¿Los demás se darían cuenta si dejo de creer en Cristo y en Su Palabra? ¿Qué es lo que me diferencia de los que no creen, de los que son de otra religión, de los que rechazan a Dios?
Pero ¿qué estás diciendo cura? ¿Cómo se te ocurre que pueda dejar de creer? ¡Claro que se va a notar! ¡No puedo vivir sin Cristo! Seguro que me dirás eso, pero es que yo no necesito que me lo digas a mí, sino como dicen por ahí: "dile a tu cara que estás contento de ser cristiano" (en realidad dice: dile a tu cara que estás bien) Por que no siempre hablamos de lo que significa para nuestra vida Cristo, es como que tenemos miedo de hablar de Dios con nuestros amigos, con la gente; tenemos miedo de salir a misionar, de golpear en una casa y hablarles de Dios.
Lo decía ayer en una misa: si miramos a nuestro alrededor vamos a ver que hasta los terroristas misionan y convencen a otros de salir a matar gente, de salir a convertir a todos y si no se convierten mueren. Y hasta aceptan dejarse matar por esa verdad.
Nosotros que buscamos un Camino de Paz, de Justicia, de Verdad. Nosotros que tenemos un Dios que ha dado la Vida para que tengamos vida en abundancia, que se ha quedado en la Eucaristía para alimentar nuestra vida y fortalecer nuestras debilidades. Nosotros que nos parece horroroso que quieran cerrar las Iglesias, que quieran destruir el cristianismo, y ¡tantas otras cosas! ¿Seremos capaces de defender con nuestra vida nuestra fe?
Comencemos a mostrarnos gozosos de ser lo que somos, orgullos de la fe que profesamos, seamos valientes a la hora de dar a conocer las maravillas de nuestro Dios y Señor a toda la tierra, para que llegue a todos el pregón de la Nueva Vida que nos ha traído el Señor. No dejemos que las tinieblas y la oscuridad oculten nuestra alegría y nuestro gozo de creer, de ser Fieles, de sabernos hijos de un Padre Todopoderoso y hermanos del Señor de la Historia.
Como los ciegos del evangelio que al recuperar la vista salieron a dar la Buena Noticia, salgamos nosotros con prontitud a mostrar el gozo del evangelio, la alegría de la salvación que ha llegado a nuestra vida.
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