La inconformidad forma parte de nuestra vida, nos demos cuenta o no, siempre tenemos ese deje de si me ofrecen blanco quiero negro, y si me ofrecen negro quería blanco. Ya nos sucedía desde pequeños cuando recibíamos regalos el día de nuestros cumpleaños, veíamos si eran juguetes y si eran de los que nos gustaban a nosotros, si era ropa no nos gustaba tanto, pero si no nos traían regalos nos poníamos tristes.
De grandes nos pasa algo parecido y, sobre todo, en el orden espiritual, como nos dice Jesús, nunca estamos conformes con lo que Dios nos va pidiendo o permitiendo vivir. No es para que nos rasguemos las vestiduras, pero tampoco para que hagamos una fiesta, sino es para que lo tengamos en cuenta y podamos evitar el dejar pasar las oportunidades en las cuales Dios nos quiere mostrar o dar su Gracia.
No suele ocurrir esta inconformidad a la hora de tener que hacer nuestra oración, o reflexión de la Palabra, o de ir a confesarnos, o de ir a Misa. Que si esta hora es muy temprano, o que es muy tarde; o que ahora estoy muy ocupado, o que estoy muy aburrido; o qué le voy a decir al confesor, siempre lo mismo, pero ahora el día está lindo y quiero ir a pasear, y ahora que está feo me quiero quedar en mi casa.... y así mostramos nuestra inconformidad, poniendo argumentos para no hacer lo que debemos, o para no hacer lo que Dios nos pide.
Claro que, llegado el momento, nos vamos a quejar porque no tenemos fuerza espiritual para tal cosa, o que nos falta fe para tal otra, o que no puedo perdonar, o... Nuestras fuerzas espirituales se resienten si no las alimentamos como corresponde, tenemos que hacer un serio esfuerzo para mantenernos fuertes en el espíritu, sobre todo en estos tiempos en los que las exigencias de fe son muchas, en donde todos nos están juzgando por lo que decimos que somos: cristianos.
No estamos en tiempos de poner excusas para ir a Dios. No estamos en tiempos de hacernos los adolescentes inconformes porque la vida nos exige respuestas claras y concretas de lo que creemos y de lo que queremos vivir. No estamos en tiempos de hacernos los que no necesitamos de Dios para vivir como cristianos, porque constantemente se me está pidiendo respuesta de lo que soy.
Hoy, más que nunca, que nuestro ¡Sí! sea ¡SÍ! y que nuestro No, sea No, porque como dice el Señor: "a los tibios los vomitaré de mi boca".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.