miércoles, 9 de diciembre de 2015

Confianza en nuestra misión

«Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»
Palabras similares usó la Virgen en el Tepeyac para hablar con Juan Diego en la primera aparición en suelo americano, naciendo así gracias a la confianza que Juan Diego depositó en María, la hermosa advocación de María de Guadalupe.
Ante el desafío de una gran misión siempre el Señor, o su Madre, nos invitan a la confianza, al dejarnos conducir por la Mano del Padre, porque ambos, Jesús y María, saben que Dios no nos deja solos, aún en los momentos más duros y oscuros El Padre siempre sostiene con su Espíritu.
Muchas veces nos revelamos contra la Voluntad de Dios, contra lo que el Señor nos pide vivir o contra lo que el Señor nos permite vivir, por que siempre pensamos en nuestras débiles fuerzas humanas, y no en el poder fortalecedor de nuestro Padre Dios, de su Espíritu que llena nuestros corazones para que podamos ser Fieles a su Voluntad.
Es cierto que muchas veces nos sentimos agobiados, afligidos, cansados, cargando el yugo de muchos años, de muchas cruces, de muchos dolores. Por eso Jesús nos dice "cargad con mi yugo", su yugo es su Cruz, su yugo es la obediencia al Padre, su yugo es la Fidelidad a la Voluntad de Dios, y su yugo es el Amor por cada uno de nosotros, porque por Amor al Padre y por Amor a nosotros soportó el peso de nuestros pecados y en su Cruz, su humanidad murió junto a nuestros pecados, para que al Resucitar también resucitáramos a una Nueva Vida.
Una Vida Nueva que no está libre de la Cruz, sino que está unida al Crucificado, para que, junto con Él, ayudados por Él, fortalecidos por Él, podamos llegar al final del camino sin perder la Fe, colmados con la Gracia que santifica y redime. Al unirnos a Jesús, no nos unimos solamente a su Vida Resucitada, sino que nos unimos a toda su vida, para, junto a Él, unidos a Él, "podamos completar en nuestra carne lo que falta a sus padecimientos".
No debemos cargar solos nuestros yugos. No debemos sentirnos cansados sin recurrir al Señor. No debemos padecer el agobio de los días y de los años, pues Él quiere cargar sobre sus hombres todas nuestras debilidades para hacer de ellas fortalezas que nos santifican y rediman, que santifiquen y rediman a aquellos que necesitan de Su Gracia.
San Juan Diego se dejó conducir por María y no sólo encontró la paz y la salud para quién tanto quería, sino que nos entregó en su pobre Tilma la imagen maternal de María que, como el Hijo, venía a sostener la Fe de un pueblo que estaba naciendo, a sostener la vida que estaba brotando. Y desde que Jesús nos la dio como Madre al pie de la Cruz, Ella se hace sostén y fortaleza en nuestro caminar, para que, confiados como Ella, podamos mantenernos de pie frente a la Cruz y gozosos para salir al Encuentro del Señor que nos llama a recorrer el Camino de la Vida en Santidad.

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