En aquel tiempo, fue Jesús a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga. La gente decía admirada:
-«¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso?»
Cuando algo se nos torna difícil en la vida espiritual, cuando el hacer la Voluntad de Dios no va en el sentido en que queremos llevar nuestra vida, cuando el evangelio nos dice cosas que no queremos escuchar, cuando Dios nos invita a seguirlo más radicalmente ¡y en tantos otros momentos! siempre tenemos una excusa, que nos parece válida, para no escucharlo, para no ir, para no hacer, para no encontrarnos.
En realidad los que lo conocían, seguramente, tenían ganas que Jesús hiciera milagros entre ellos, que pudiera tocarles el corazón como lo hacía en otras ciudades, pero se mezclaba la vanidad de sus pobres corazones y el poco deseo de descubrir que uno de los suyos les pudiera decir cómo tenían que vivir.
Por eso Jesús, en su pueblo, no pudo hacer muchos milagros "por la falta de fe de su gente", no porque Él no lo quisiera ni tuviera el poder para hacerlo.
Y así sucede en nuestras vidas cuando sólo quiero que Dios me diga lo que YO quiero hacer, cuando le exijo a Dios tal milagro o tal acontecimiento, cuando me pongo en exquisito y sólo busco que su Palabra venga de tal o cual persona. Y ¿quién soy yo para ponerle exigencia a Dios? Si realmente quiero vivir siempre encontraré argumentos para hacerlo, siempre tendré los ojos abiertos para ver sus signos y milagros en las simples cosas que me rodean o en las simples palabras de los están junto a mí.
Si soy sincero conmigo mismo y con Dios entonces mi corazón estará atento al suave susurro de su Voz en la brisa de la mañana, o en el suave canto de las aves, en la voz de mi hermano que me quiere, o en la palabra de aquél que se preocupa por mí.
Dios si quiere puede hacer hablar a las piedras, pero no quiere que sea así, quiere que mi corazón sea de niño confiado que sabe que Él siempre estará a mi lado en mis hermanos, y que si le busco con sincero corazón lo encontraré, lo escucharé, me hablará y me responderá, pero debo derribar las barreras de los caprichos personales que buscan donde no hallarán y esperan donde no encontrarán. Por que el pecado nos hace querer lo que ya se me ha dado, y buscar lo que ya he encontrado, pero siempre espero otra cosa, otra palabra, otro amor, otro signo o milagro.
"Generación mala y perversa no se le dará más signo que el de Jonás".
No dejemos que nuestros caprichos y excusas nos priven del encuentro, de la Palabra, de la Vida que el Señor nos quiere dar, porque el gran milagro está en descubrir su Gran Amor, en mirar la Cruz y ver que Él nos amó hasta entregarse por Amor a la muerte y muerte de Cruz, por nosotros y nuestra salvación.
viernes, 31 de julio de 2015
jueves, 30 de julio de 2015
Entender y aceptar el Reino de los Cielos
"Él les dijo:
-«Ya veis, un escriba que entiende el reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»
¿Entendemos el reino de los cielos? Jesús nos lo cuenta en muchas parábolas, pero no siempre llegamos a comprender lo que es el Reino de los Cielos. Aunque el Reino de los Cielos no solamente es el Cielo, sino que es también nuestro mundo. Sí, por eso cada día decimos: "venga a nosotros tu Reino" (en el padrenuestro por si no lo habían notado)
Y ¿qué es el Reino de los Cielos en la tierra?
Claro que primero tenemos que aceptar que hay un Cielo, un Mundo nuevo que espera desde donde venimos y al cual vamos, y que ese Reino es de Dios, nuestro Padre, quien nos ha dado la Vida y que, día a día, nos renueva y fortalece para la Vida.
Y en este Caminar hacia el Reino nos hemos encontrado con Cristo, y hemos aceptado su Camino, porque no podemos ser cristianos sin aceptar el Camino de Cristo, pues Él mismo nos dijo: "Yo soy el Camino". Y ¿cuál es el Camino? Sólo Cristo, su Vida es el Camino, su Vida con todas sus consecuencias, por eso mismo también Él nos lo advirtió: "quien quiera venir detrás de Mí niéguese a sí mismo, cargue su Cruz de cada día y sígame".
Ese "sígame" es Caminar con Él, junto a Él, en Él. Y ese Caminar con Cristo es un vivir su Vida que es nuestra Vida, y es una Vida en obediencia en el Amor, porque es el Padre quien nos da a conocer Su Voluntad para llevarnos a la Vida. Por que Su Hijo nos demostró que la obediencia es el único Camino a la Vida del Reino de los Cielos.
Por eso el escritor de Hebreos dice: "por el sufrimiento aprendió lo que significa obedecer". Claro, pero ¿a quién obedezco? Si las únicas voces que escucho son mis voces, mis gustos, mis ganas y mis deseos, pues no escucho la Voz de Dios, no entiendo su Palabra. Cuando nada escucho es porque aún no me he abierto a la Vida Nueva, aún sigo queriendo mi voluntad y no la del Padre. Y ahí es cuando lo miro a Jesús en Getsemaní. Sí, siempre en nuestras vidas llega ese momento en que en la soledad de mi alma imploraré al Padre que pase de mí ese Cáliz. Lloraré como Jesús lágrimas de sangre, pero si he descubierto la Vida en Dios, como Jesús rogaré "que no se haga mi voluntad sino la Tuya".
Por eso cuando hemos aceptado el Camino de la Vida que nos mostró Jesús y al cual Él nos invitó, soy como "un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo» por que en mi corazón y en mi mente tengo muchas cosas a las que no quiero renunciar, tengo mucho YO del que no quiero desprenderme.
Sí, muchas veces parece que Dios es un ingrato y un injusto, porque como un padre con su hijo adolescente nos pone límites y nos exige más de lo que creemos que podemos dar, pero los frutos sólo los veré y disfrutaré cuando tire todo lo viejo que hay en mi corazón.
Así, a medida que vaya tirando todo lo viejo y me deje renovar por la Gracia y el Amor, cada paso que de en este "valle de lágrimas" será un ladrillo más en la construcción del Reino de los Cielos aquí en la Tierra, porque el Reino lo construyo con mi fidelidad a la Voluntad de Dios en el Amor a Él y a los hermanos.
miércoles, 29 de julio de 2015
El martirio de Don Bartolomé
Hoy, en nuestra Comunidad de Riópar, recordamos el martirio del Beato Bartolomé Rodríguez Soria, sacerdote, nacido en esta ciudad y martirizado en Munera en el año 1936.
Como Santa Marta, Don Bartolomé se dedicó a servir al Señor en la persona de sus hermanos, de los hijos más pequeños que son todos los bautizados. Su vida fue una entrega constante en la Fidelidad a la Vida que el Señor le había regalado y por eso, pasaba muchas oras junto a Jesús en la oración, e intentaba llevar al rebaño puesto bajo su amparo a vivir unidos a Cristo en la oración, la Palabra y la Eucaristía.
Sólo tenía 42 años cuando comenzaron aquellos tremendo días en estas tierras. Ya sus familiares suponían que irían a por él y por eso, desde Riópar fueron a Munera para traerlo, para esconderlo de las garras de la muerte. Pero Bartolomé Fiel al mandato del Señor sólo respondió: "el pastor debe permanecer junto a sus ovejas". Y así fue, permaneció junto al rebaño que le habían pedido velar.
Hoy hace 79 años que "como oveja llevada al matadero" aceptó con un gran corazón y amor a Dios y a su pueblo, un tremendo martirio. Pero no fue sólo el dolor del martirio lo que nos habla de su santidad, sino el haber llevado a su corazón el Amor de Dios, un Amor tan grande que sus últimas palabras fueron para aquellos que lo estaban matando, y, como Jesús en la Cruz, extendió su mano, pidió perdón a los que lo mataban y, amándolos hasta el extremo, Bartolomé perdonó a quienes le quitaban la vida pero le daban la Vida en Dios.
Su vida quizás no tuvo momentos extraordinarios, no fue un gran escritor, ni tuvo revelaciones místicas, ni hizo milagros extraordinarios, pero en su vida se reflejó extraordinariamente el Amor de Dios a sus hijos, en su vida se reflejó la Luz del Espíritu que iluminaba la vida de los pueblos que le fueron encomendados, en su vida se reflejó la misericordia del Señor y la grandeza de su perdón.
Don Bartolomé, como tantos mártires de aquellos días, y como tantos mártires de nuestros días, nos ayudan a confiar, a saber que la Vida que el Señor nos ha regalado no se pierde con la muerte, sino que se gana, que si la entrega fue verdadera fidelidad al Amor a Dios y a los hermanos, esa vida se transforma en Luz para todos los hombres que creen y que confían en el Señor y en Su Palabra.
Hoy, como ayer quieren quitar a Dios de nuestra historia, de nuestras vidas, y, con Dios quieren que dejemos de creer y de vivir en Él. Aquellos mártires y los mártires de hoy nos invitan a no dejarnos cautivar por la mediocridad del mundo, sino que nos invitan a una fidelidad radical al Evangelio, a comprender que sólo la Vida produce Vida, que sólo en Dios encontramos nuestra fortaleza y el sentido para vivir.
Hoy la vida de los mártires nos invita a ser Fieles, Fieles a la Vida que el Señor nos pide vivir, Fieles a la Vida que el Señor nos regaló, Fieles a la Vida que sólo nos da el Señor con Su Vida entregada por Amor a nosotros, para que nosotros viviendo Su Vida podamos dar Vida a los que no tienen un sentido para vivirla.
Como Santa Marta, Don Bartolomé se dedicó a servir al Señor en la persona de sus hermanos, de los hijos más pequeños que son todos los bautizados. Su vida fue una entrega constante en la Fidelidad a la Vida que el Señor le había regalado y por eso, pasaba muchas oras junto a Jesús en la oración, e intentaba llevar al rebaño puesto bajo su amparo a vivir unidos a Cristo en la oración, la Palabra y la Eucaristía.
Sólo tenía 42 años cuando comenzaron aquellos tremendo días en estas tierras. Ya sus familiares suponían que irían a por él y por eso, desde Riópar fueron a Munera para traerlo, para esconderlo de las garras de la muerte. Pero Bartolomé Fiel al mandato del Señor sólo respondió: "el pastor debe permanecer junto a sus ovejas". Y así fue, permaneció junto al rebaño que le habían pedido velar.
Hoy hace 79 años que "como oveja llevada al matadero" aceptó con un gran corazón y amor a Dios y a su pueblo, un tremendo martirio. Pero no fue sólo el dolor del martirio lo que nos habla de su santidad, sino el haber llevado a su corazón el Amor de Dios, un Amor tan grande que sus últimas palabras fueron para aquellos que lo estaban matando, y, como Jesús en la Cruz, extendió su mano, pidió perdón a los que lo mataban y, amándolos hasta el extremo, Bartolomé perdonó a quienes le quitaban la vida pero le daban la Vida en Dios.
Su vida quizás no tuvo momentos extraordinarios, no fue un gran escritor, ni tuvo revelaciones místicas, ni hizo milagros extraordinarios, pero en su vida se reflejó extraordinariamente el Amor de Dios a sus hijos, en su vida se reflejó la Luz del Espíritu que iluminaba la vida de los pueblos que le fueron encomendados, en su vida se reflejó la misericordia del Señor y la grandeza de su perdón.
Don Bartolomé, como tantos mártires de aquellos días, y como tantos mártires de nuestros días, nos ayudan a confiar, a saber que la Vida que el Señor nos ha regalado no se pierde con la muerte, sino que se gana, que si la entrega fue verdadera fidelidad al Amor a Dios y a los hermanos, esa vida se transforma en Luz para todos los hombres que creen y que confían en el Señor y en Su Palabra.
Hoy, como ayer quieren quitar a Dios de nuestra historia, de nuestras vidas, y, con Dios quieren que dejemos de creer y de vivir en Él. Aquellos mártires y los mártires de hoy nos invitan a no dejarnos cautivar por la mediocridad del mundo, sino que nos invitan a una fidelidad radical al Evangelio, a comprender que sólo la Vida produce Vida, que sólo en Dios encontramos nuestra fortaleza y el sentido para vivir.
Hoy la vida de los mártires nos invita a ser Fieles, Fieles a la Vida que el Señor nos pide vivir, Fieles a la Vida que el Señor nos regaló, Fieles a la Vida que sólo nos da el Señor con Su Vida entregada por Amor a nosotros, para que nosotros viviendo Su Vida podamos dar Vida a los que no tienen un sentido para vivirla.
martes, 28 de julio de 2015
Salir de mí mismo para ir al Encuentro
"El que tenga oídos que oiga", es la frase con que finaliza Jesús las parábolas. Si estuviera predicando en estos tiempos diría que "no hay peor sordo que el que no quiere oír" porque las parábolas, si bien no dicen un mensaje explícito, dan pie a seguir reflexionando hasta encontrar el sentido de lo que Dios nos quiere decir.
Así nos pasa con las cosas cotidiana. A veces creemos que Dios no nos habla ni nos deja mensajes, claro que no tiene ni Facebook, ni whatsapp, ni messenger, ni móvil ni teléfono fijo, pero en cada acontecimiento, en cada hermano, en Su Palabra y en montón de situaciones Dios nos está hablando pero ¿queremos escuchar lo que Él nos dice?
"En aquellos días, Moisés levantó la tienda de Dios y la plantó fuera, a distancia del campamento, y la llamó «tienda del encuentro». El que tenía que visitar al Señor salía fuera del campamento y se dirigía a la tienda del encuentro".
Por eso Moisés instaló la tienda del encuentra fuera del campamento, había que "ir" hacia Dios, salir de uno mismo para ir al encuentro con Dios. Y es ese paso el que nos queda por recorrer, dar el primer paso para salir del ensimismamiento que tenemos e ir al encuentro del Señor, pues Él nos quiere hablar, pero quiere que dejemos de pensar en lo que queremos, en lo que necesitamos para que podamos entender lo que debemos vivir, pues muchas veces nos encaprichamos con algo y no vemos ni valoramos todo lo que Él hace para que nos sintamos seguros, confiados.
Por eso, como hizo el pueblo de Israel cuando Moisés subió al Monte del Señor, no esperó a que bajara para ver qué es lo que Dios quería, sino que se hizo un becerro de oro para satisfacer su necesidad de "presencia" de un dios, un dios que no me habla, que no dice sino un dios en el que sólo rebotan mis palabras y por eso sólo escucho lo que quiero escuchar, que es mi propia voz, mi propia voluntad.
Es cierto sí que Satanás se encarga, junto a sus secuaces, de sembrar la cizaña en el mundo y en nuestros corazones, pero también en algunos momentos, por no salir de mí mismo e ir a la Tienda del Encuentro con mi Dios, yo solito siembro cizaña en mi corazón y en el de mis hermanos, porque no recojo la semilla de la Palabra de Dios para sembrarla, sino que sólo llevo en mis manos mi propia palabra que está manchada de pecado original, y de mis propios pecados.
No dejes que los pensamientos y las palabras malignas inunden el corazón, acércate al fuego del Espíritu que quemará todo lo malo y dejará sólo lo bueno, aquello que no sirve Él lo consumirá y con el suave calor de su Amor hará crecer los frutos de Dios. Pero sal de tu campamento y ve a la Tienda del Encuentro ahí te espera tu Señor y tu Dios, tu Padre y Protector para darte el mejor abrazo que necesitas y volver a encender la llama de la Esperanza, de la Fe y del Amor.
Así nos pasa con las cosas cotidiana. A veces creemos que Dios no nos habla ni nos deja mensajes, claro que no tiene ni Facebook, ni whatsapp, ni messenger, ni móvil ni teléfono fijo, pero en cada acontecimiento, en cada hermano, en Su Palabra y en montón de situaciones Dios nos está hablando pero ¿queremos escuchar lo que Él nos dice?
"En aquellos días, Moisés levantó la tienda de Dios y la plantó fuera, a distancia del campamento, y la llamó «tienda del encuentro». El que tenía que visitar al Señor salía fuera del campamento y se dirigía a la tienda del encuentro".
Por eso Moisés instaló la tienda del encuentra fuera del campamento, había que "ir" hacia Dios, salir de uno mismo para ir al encuentro con Dios. Y es ese paso el que nos queda por recorrer, dar el primer paso para salir del ensimismamiento que tenemos e ir al encuentro del Señor, pues Él nos quiere hablar, pero quiere que dejemos de pensar en lo que queremos, en lo que necesitamos para que podamos entender lo que debemos vivir, pues muchas veces nos encaprichamos con algo y no vemos ni valoramos todo lo que Él hace para que nos sintamos seguros, confiados.
Por eso, como hizo el pueblo de Israel cuando Moisés subió al Monte del Señor, no esperó a que bajara para ver qué es lo que Dios quería, sino que se hizo un becerro de oro para satisfacer su necesidad de "presencia" de un dios, un dios que no me habla, que no dice sino un dios en el que sólo rebotan mis palabras y por eso sólo escucho lo que quiero escuchar, que es mi propia voz, mi propia voluntad.
Es cierto sí que Satanás se encarga, junto a sus secuaces, de sembrar la cizaña en el mundo y en nuestros corazones, pero también en algunos momentos, por no salir de mí mismo e ir a la Tienda del Encuentro con mi Dios, yo solito siembro cizaña en mi corazón y en el de mis hermanos, porque no recojo la semilla de la Palabra de Dios para sembrarla, sino que sólo llevo en mis manos mi propia palabra que está manchada de pecado original, y de mis propios pecados.
No dejes que los pensamientos y las palabras malignas inunden el corazón, acércate al fuego del Espíritu que quemará todo lo malo y dejará sólo lo bueno, aquello que no sirve Él lo consumirá y con el suave calor de su Amor hará crecer los frutos de Dios. Pero sal de tu campamento y ve a la Tienda del Encuentro ahí te espera tu Señor y tu Dios, tu Padre y Protector para darte el mejor abrazo que necesitas y volver a encender la llama de la Esperanza, de la Fe y del Amor.
lunes, 27 de julio de 2015
La ansiedad... mala consejera
"Moisés dijo a Aarón:
-« ¿Qué te ha hecho este pueblo, para que nos acarreases tan enorme pecado? »
Contestó Aarón:
-«No se irrite mi señor. Sabes que este pueblo es perverso. Me dijeron: "Haznos un Dios que vaya delante de nosotros, pues a ese Moisés que nos sacó de Egipto no sabemos qué le ha pasado."
La ansiedad por no saber qué le había pasado a Moisés hizo que el Pueblo se hiciera un dios a su medida, un dios al que pudieran ver y tocar. Aarón que había quedado frente al pueblo le hizo caso, y por eso Moisés se enfado tanto con él y con ellos, pero igual pidió misericordia al Señor por el Pueblo.
No sabemos esperar en Dios, nuestra confianza en la Providencia del Señor no es, muchas veces, la suficiente porque la ansiedad nos gana la batalla y buscamos respuestas rápidas a situaciones que urgen nuestra vida.
Y no sólo nos pasa con la Providencia Divina, sino que, también, nos pasa con nuestros hermanos que nos sabemos esperar los tiempos que ellos tienen. Nos desespera, en algunos momentos, que no puedan responder como nosotros lo esperamos o como nosotros hubiéramos respondido; no hacen lo que nosotros hubiéramos hecho en tal o cual situación; no resuelven una situación o no me responden como yo hubiera querido que lo hicieran.
Y lo mismo le pasa a Dios con nosotros, como a nosotros nos pasa con nuestros hermanos. Pero lo que tiene el Señor con nosotros es paciencia y misericordia, algo que aún nos hace falta para crecer o para madurar.
En un Sermón San Cesáreo de Arlés dice:
"Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dulce es el nombre de misericordia, hermanos muy amados; y, si el nombre es tan dulce, ¿cuánto más no lo será la cosa misma? Todos los hombres la desean, mas, por desgracia, no todos obran de manera que se hagan dignos de ella; todos desean alcanzar misericordia, pero son pocos los que quieren practicarla".
Lo cual nos sirve para hacer un paralelo con muchas otras cosas: con la verdad, con la justicia, con el amor... con lo que queráis, porque lo que le reclamamos a Dios o a nuestros hermanos ¿también lo ofrecemos nosotros? o ¿cuando lo exigimos nos gusta que nos lo exijan? Porque también pasa que nos gusta decir la verdad a la cara, pero cuando nos dicen la verdad a la cara nos enfadamos y hasta podemos llegar a quitarle el saludo o la palabra a quien me dice la verdad, y lo mismo con la justicia.
"Con la vara con que midas serás medido", nos dice el Señor.
Esforcémonos para no dejar que la ansiedad, ni la cólera, ni la vanidad, ni el egoísmo nos nublen y cierren el corazón, pues en el corazón habita el Espíritu Santo que nos ayuda confiar, a madurar para que nuestras obras sean fruto del Espíritu de Dios y no fruto del espíritu del mundo o de la ansiedad de las horas.
-« ¿Qué te ha hecho este pueblo, para que nos acarreases tan enorme pecado? »
Contestó Aarón:
-«No se irrite mi señor. Sabes que este pueblo es perverso. Me dijeron: "Haznos un Dios que vaya delante de nosotros, pues a ese Moisés que nos sacó de Egipto no sabemos qué le ha pasado."
La ansiedad por no saber qué le había pasado a Moisés hizo que el Pueblo se hiciera un dios a su medida, un dios al que pudieran ver y tocar. Aarón que había quedado frente al pueblo le hizo caso, y por eso Moisés se enfado tanto con él y con ellos, pero igual pidió misericordia al Señor por el Pueblo.
No sabemos esperar en Dios, nuestra confianza en la Providencia del Señor no es, muchas veces, la suficiente porque la ansiedad nos gana la batalla y buscamos respuestas rápidas a situaciones que urgen nuestra vida.
Y no sólo nos pasa con la Providencia Divina, sino que, también, nos pasa con nuestros hermanos que nos sabemos esperar los tiempos que ellos tienen. Nos desespera, en algunos momentos, que no puedan responder como nosotros lo esperamos o como nosotros hubiéramos respondido; no hacen lo que nosotros hubiéramos hecho en tal o cual situación; no resuelven una situación o no me responden como yo hubiera querido que lo hicieran.
Y lo mismo le pasa a Dios con nosotros, como a nosotros nos pasa con nuestros hermanos. Pero lo que tiene el Señor con nosotros es paciencia y misericordia, algo que aún nos hace falta para crecer o para madurar.
En un Sermón San Cesáreo de Arlés dice:
"Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dulce es el nombre de misericordia, hermanos muy amados; y, si el nombre es tan dulce, ¿cuánto más no lo será la cosa misma? Todos los hombres la desean, mas, por desgracia, no todos obran de manera que se hagan dignos de ella; todos desean alcanzar misericordia, pero son pocos los que quieren practicarla".
Lo cual nos sirve para hacer un paralelo con muchas otras cosas: con la verdad, con la justicia, con el amor... con lo que queráis, porque lo que le reclamamos a Dios o a nuestros hermanos ¿también lo ofrecemos nosotros? o ¿cuando lo exigimos nos gusta que nos lo exijan? Porque también pasa que nos gusta decir la verdad a la cara, pero cuando nos dicen la verdad a la cara nos enfadamos y hasta podemos llegar a quitarle el saludo o la palabra a quien me dice la verdad, y lo mismo con la justicia.
"Con la vara con que midas serás medido", nos dice el Señor.
Esforcémonos para no dejar que la ansiedad, ni la cólera, ni la vanidad, ni el egoísmo nos nublen y cierren el corazón, pues en el corazón habita el Espíritu Santo que nos ayuda confiar, a madurar para que nuestras obras sean fruto del Espíritu de Dios y no fruto del espíritu del mundo o de la ansiedad de las horas.
domingo, 26 de julio de 2015
Entregarnos al Señor para ser transformados
"Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
- «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?»
Era muy poco para alimentar a tanta gente, pero era algo. Y era ese algo lo que Jesús intentaba que ellos dieran para que Él pudiera, con ese poco, hacer una multiplicación, pues con lo poco que le entregamos Él puede hacer mucho más. Pero primero necesita que le entreguemos algo.
Generalmente a Dios o a quien sea le llevamos nuestros problemas, pero pocas veces nos presentamos con soluciones pues siempre queremos que nos soluciones los problemas, nos cuesta ponernos a pensar en qué solución le podemos dar.
Pero más que nada esta frase me llevó a recordar algo que nos decía el P. Efraín hace muchos años, en la época de nuestra formación sacerdotal (y de eso hace ya varios años) Él nos decía que nos íbamos a tener que "enfrentar" a una generación que iba a ser incapaz de vivir del Evangelio, incapaz de ser cristiana por la sencilla razón de que se la estaba preparando para recibir de todo pero no entregar nada. Pues los padres estaban en esa actitud de que sus hijos no tenían que sufrir absolutamente nada (y eso está bien) y por eso ante cualquier reclamo o pedido había que cubrirlos de lo quisieran, y había que hacerlo rápido, no dejar que el niño sufriera por no tener lo que quisiera.
Y os preguntaréis ¿qué tiene que ver esto con el ser cristiano? Por que para ser cristianos lo primero que tenemos que aceptar es el llamado de Jesús, pues para seguirlo lo que Él nos dice es:
"quien quiera venir detrás de mí niéguese a sí mismo".
¿Cómo negarme a mí mismo si nunca lo hice, si no me enseñaron, o no me dejaron, o no quisieron que me negara nunca a mí mismo, si siempre que quería algo lo tenía? La negación a uno mismo implica un sufrimiento, porque no es fácil hacerlo, ni pensarlo ni quererlo. Pero ¿por qué tengo que negarme a mí mismo? Para poder seguirlo a Cristo, para poder vivir la Vida que Él me ofrece desde la Cruz y la Resurrección: una Vida Nueva.
Por eso le dice San Pablo a los Efesios:
"Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados".
Esa vocación es la vocación a la santidad: "sed santos porque vuestro Padre Celestial es Santo" pues Él "nos eligió en la persona de Cristo desde antes de la creación del mundo para que fuéramos santos e irreprochables, ante Él, por el amor".
Para alcanzar la plenitud de nuestra vocación tenemos que entregarle a Dios nuestra vida, para que que Él nos transforme así como transformó el pan y los peces, así como transforma el pan y el vino en el altar, que también transforme nuestra vida de hombres en Vida de Hijos de Dios en santidad.
Pues para ello tenemos que aprender a dar de lo nuestro, tenemos que aprender a desprendernos de lo que queremos para aceptar lo que debemos, aunque ello nos cueste "lágrimas de sangre", pero es para alcanzar lo que anhelamos. Si no entregamos los dos panes y los cinco peces, aunque creamos que sea nada o poco, nunca veremos el milagro de la multiplicación que obra el Señor, ni tampoco el milagro de poder alimentar la Vida de nuestros hermanos con la Vida que Él nos da a nosotros.
- «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?»
Era muy poco para alimentar a tanta gente, pero era algo. Y era ese algo lo que Jesús intentaba que ellos dieran para que Él pudiera, con ese poco, hacer una multiplicación, pues con lo poco que le entregamos Él puede hacer mucho más. Pero primero necesita que le entreguemos algo.
Generalmente a Dios o a quien sea le llevamos nuestros problemas, pero pocas veces nos presentamos con soluciones pues siempre queremos que nos soluciones los problemas, nos cuesta ponernos a pensar en qué solución le podemos dar.
Pero más que nada esta frase me llevó a recordar algo que nos decía el P. Efraín hace muchos años, en la época de nuestra formación sacerdotal (y de eso hace ya varios años) Él nos decía que nos íbamos a tener que "enfrentar" a una generación que iba a ser incapaz de vivir del Evangelio, incapaz de ser cristiana por la sencilla razón de que se la estaba preparando para recibir de todo pero no entregar nada. Pues los padres estaban en esa actitud de que sus hijos no tenían que sufrir absolutamente nada (y eso está bien) y por eso ante cualquier reclamo o pedido había que cubrirlos de lo quisieran, y había que hacerlo rápido, no dejar que el niño sufriera por no tener lo que quisiera.
Y os preguntaréis ¿qué tiene que ver esto con el ser cristiano? Por que para ser cristianos lo primero que tenemos que aceptar es el llamado de Jesús, pues para seguirlo lo que Él nos dice es:
"quien quiera venir detrás de mí niéguese a sí mismo".
¿Cómo negarme a mí mismo si nunca lo hice, si no me enseñaron, o no me dejaron, o no quisieron que me negara nunca a mí mismo, si siempre que quería algo lo tenía? La negación a uno mismo implica un sufrimiento, porque no es fácil hacerlo, ni pensarlo ni quererlo. Pero ¿por qué tengo que negarme a mí mismo? Para poder seguirlo a Cristo, para poder vivir la Vida que Él me ofrece desde la Cruz y la Resurrección: una Vida Nueva.
Por eso le dice San Pablo a los Efesios:
"Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados".
Esa vocación es la vocación a la santidad: "sed santos porque vuestro Padre Celestial es Santo" pues Él "nos eligió en la persona de Cristo desde antes de la creación del mundo para que fuéramos santos e irreprochables, ante Él, por el amor".
Para alcanzar la plenitud de nuestra vocación tenemos que entregarle a Dios nuestra vida, para que que Él nos transforme así como transformó el pan y los peces, así como transforma el pan y el vino en el altar, que también transforme nuestra vida de hombres en Vida de Hijos de Dios en santidad.
Pues para ello tenemos que aprender a dar de lo nuestro, tenemos que aprender a desprendernos de lo que queremos para aceptar lo que debemos, aunque ello nos cueste "lágrimas de sangre", pero es para alcanzar lo que anhelamos. Si no entregamos los dos panes y los cinco peces, aunque creamos que sea nada o poco, nunca veremos el milagro de la multiplicación que obra el Señor, ni tampoco el milagro de poder alimentar la Vida de nuestros hermanos con la Vida que Él nos da a nosotros.
sábado, 25 de julio de 2015
Beberemos del Cáliz de Cristo?
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó:
-¿«Qué deseas?»
Ella contestó:
-«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
Pero Jesús replicó:
-«No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber? »
¿Cuál es el Cáliz del que habla Jesús? En primer lugar se podría decir que es el Cáliz del martirio, de la muerte en Cruz que va a sufrir por cada uno de los hombres, para remisión de nuestros pecados. Pero es cierto que ese momento, el momento de la Cruz, es el final del camino terrenal de Jesús, pero no es todo el Camino.
Por eso me gustaría pensar que el Cáliz al que Jesús se refiere es Su Vida, Su Camino pues toda su Vida ha sido una preparación para llegar a la entrega total, a vivir de modo pleno la obediencia al Padre hasta la muerte y muerte de Cruz. Sería entonces el Cáliz de la Fidelidad a la Voluntad de Dios hasta la entrega total de la vida por Amor a Dios y a los Hombres. Una entrega que no siempre es un martirio cruento (con derramamiento de sangre) pues Juan (el discípulo amado) no murió mártir, pero también bebió del mismo Cáliz, y alcanzó la misma gloria que los demás apóstoles.
Es lo que entendieron Pedro y los apóstoles cuando el Sanedrín les ordenaba que no hablaran más de Jesús y les respondieron así:
«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.»
También es cierto que hoy no tenemos quienes nos obliguen a callar como lo hicieron con los apóstoles, aunque algunos sí lo quieren, pero sí el hombre que vive en nosotros nos impide muchas veces hablar, vivir, dar testimonio de lo que verdaderamente somos. El pecado que habita en nosotros nos lleva muchas veces a amoldarnos al mundo, a vivir sus valores, a no reconocer que nuestra vida ya no es cristiana sino que vivimos a dos puntas, a dos velas, honrando al mundo y desconociendo a Cristo que habita en nosotros. Tenemos miedo o, más aún, vergüenza de que nos digan o nos miren o nos señalen por que queremos vivir radicalmente nuestra vida cristiana.
Hoy, más que nunca, tenemos que luchar contra un Hombre que nos quiere llevar a las tinieblas del error, y ese hombre está dentro nuestro y, muchas veces, es más fuerte que los que están fuera y quieren erradicar de la faz de la tierra a Cristo y su Iglesia.
Aceptemos con todas las letras "beber el Cáliz de Cristo" para que la Vida Nueva que Él nos trajo pueda ser realmente Nueva y Vida para que el mundo crea, no en nosotros, sino en Él que por nosotros murió y resucitó.
-¿«Qué deseas?»
Ella contestó:
-«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.»
Pero Jesús replicó:
-«No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber? »
¿Cuál es el Cáliz del que habla Jesús? En primer lugar se podría decir que es el Cáliz del martirio, de la muerte en Cruz que va a sufrir por cada uno de los hombres, para remisión de nuestros pecados. Pero es cierto que ese momento, el momento de la Cruz, es el final del camino terrenal de Jesús, pero no es todo el Camino.
Por eso me gustaría pensar que el Cáliz al que Jesús se refiere es Su Vida, Su Camino pues toda su Vida ha sido una preparación para llegar a la entrega total, a vivir de modo pleno la obediencia al Padre hasta la muerte y muerte de Cruz. Sería entonces el Cáliz de la Fidelidad a la Voluntad de Dios hasta la entrega total de la vida por Amor a Dios y a los Hombres. Una entrega que no siempre es un martirio cruento (con derramamiento de sangre) pues Juan (el discípulo amado) no murió mártir, pero también bebió del mismo Cáliz, y alcanzó la misma gloria que los demás apóstoles.
Es lo que entendieron Pedro y los apóstoles cuando el Sanedrín les ordenaba que no hablaran más de Jesús y les respondieron así:
«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. La diestra de Dios lo exaltó, haciéndolo jefe y salvador, para otorgarle a Israel la conversión con el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen.»
También es cierto que hoy no tenemos quienes nos obliguen a callar como lo hicieron con los apóstoles, aunque algunos sí lo quieren, pero sí el hombre que vive en nosotros nos impide muchas veces hablar, vivir, dar testimonio de lo que verdaderamente somos. El pecado que habita en nosotros nos lleva muchas veces a amoldarnos al mundo, a vivir sus valores, a no reconocer que nuestra vida ya no es cristiana sino que vivimos a dos puntas, a dos velas, honrando al mundo y desconociendo a Cristo que habita en nosotros. Tenemos miedo o, más aún, vergüenza de que nos digan o nos miren o nos señalen por que queremos vivir radicalmente nuestra vida cristiana.
Hoy, más que nunca, tenemos que luchar contra un Hombre que nos quiere llevar a las tinieblas del error, y ese hombre está dentro nuestro y, muchas veces, es más fuerte que los que están fuera y quieren erradicar de la faz de la tierra a Cristo y su Iglesia.
Aceptemos con todas las letras "beber el Cáliz de Cristo" para que la Vida Nueva que Él nos trajo pueda ser realmente Nueva y Vida para que el mundo crea, no en nosotros, sino en Él que por nosotros murió y resucitó.
viernes, 24 de julio de 2015
Presumimos de ser cristianos
Hoy me ha gustado algo de San Pablo en la segunda carta a los Corintios:
"Conscientes, pues, del temor debido al Señor, tratamos de sincerarnos con los hombres, que Dios nos ve como somos; y espero que vosotros en vuestra conciencia nos veáis también como somos. No estamos otra vez haciéndonos la propaganda, queremos nada más daros motivos para presumir de nosotros, así tendréis algo que responder a los que presumen de apariencias y no de lo que hay dentro".
Si hay algo de lo que podemos presumir es de lo que llevamos dentro nuestro, de nuestro espíritu, de lo que día a día vamos conquistando en este camino de santidad, pues es eso lo que estamos viviendo: un camino de santidad, y nos los tenemos que creer, pues el Padre quiere que seamos santos porque Él es santo.
Pues de eso tenemos que presumir: de que lo estamos intentando y de que ningún día tenemos que flaquear, pues tenemos Quien nos ayuda y acompaña día a día para que logremos alcanzar la meta, Aquél que por mí, y por tí y por todos entregó su vida en la Cruz para que nosotros alcancemos la Vida en Él.
Por eso, cada día, abrimos nuestro corazón a la Gracia del Espíritu Santo para que sea Él quien nos prepare la tierra para que la Palabra que viene a nosotros se haga vida en nuestro espíritu y nos lleve a ser Fieles a la Vida que Jesús nos dio.
No somos tierra fértil porque el pecado no ha endurecido y nos lleva, día a día, a querer aquello que no debemos, pero sabemos y queremos vivir en fidelidad, por eso, día a día, imploramos al Espíritu para que rompa los duros terrones del pecado y haga que nuestro corazón de piedra se convierta en tierra fértil en donde hunda sus raíces al Palabra:
«Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador:
Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino.
Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe.
Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.»
De esto tenemos que presumir que somos quienes somos pero que anhelamos y buscamos ardientemente ser de Cristo, vivir en Cristo, por Cristo y para Cristo, y estamos orgullosos de serlo, pues creemos que Él nos "eligió desde antes de la creación del mundo para ser santos e irreprochables ante Él por el amor", por eso no nos desanimamos sino que "nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos".
"Conscientes, pues, del temor debido al Señor, tratamos de sincerarnos con los hombres, que Dios nos ve como somos; y espero que vosotros en vuestra conciencia nos veáis también como somos. No estamos otra vez haciéndonos la propaganda, queremos nada más daros motivos para presumir de nosotros, así tendréis algo que responder a los que presumen de apariencias y no de lo que hay dentro".
Si hay algo de lo que podemos presumir es de lo que llevamos dentro nuestro, de nuestro espíritu, de lo que día a día vamos conquistando en este camino de santidad, pues es eso lo que estamos viviendo: un camino de santidad, y nos los tenemos que creer, pues el Padre quiere que seamos santos porque Él es santo.
Pues de eso tenemos que presumir: de que lo estamos intentando y de que ningún día tenemos que flaquear, pues tenemos Quien nos ayuda y acompaña día a día para que logremos alcanzar la meta, Aquél que por mí, y por tí y por todos entregó su vida en la Cruz para que nosotros alcancemos la Vida en Él.
Por eso, cada día, abrimos nuestro corazón a la Gracia del Espíritu Santo para que sea Él quien nos prepare la tierra para que la Palabra que viene a nosotros se haga vida en nuestro espíritu y nos lleve a ser Fieles a la Vida que Jesús nos dio.
No somos tierra fértil porque el pecado no ha endurecido y nos lleva, día a día, a querer aquello que no debemos, pero sabemos y queremos vivir en fidelidad, por eso, día a día, imploramos al Espíritu para que rompa los duros terrones del pecado y haga que nuestro corazón de piedra se convierta en tierra fértil en donde hunda sus raíces al Palabra:
«Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador:
Si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino.
Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, sucumbe.
Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.»
De esto tenemos que presumir que somos quienes somos pero que anhelamos y buscamos ardientemente ser de Cristo, vivir en Cristo, por Cristo y para Cristo, y estamos orgullosos de serlo, pues creemos que Él nos "eligió desde antes de la creación del mundo para ser santos e irreprochables ante Él por el amor", por eso no nos desanimamos sino que "nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos".
jueves, 23 de julio de 2015
Es Cristo quien vive en mí
Dice San Pablo:
"Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí.
Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí".
Para San Pablo la vida era Cristo, y en sus cartas nos habla muy claro de lo que él descubrió al conocerlo a Cristo y comenzar a vivir esa Vida Nueva en la Nueva Ley del Amor. A partir del momento de aceptar la fe en Jesucristo conoció la Vida y la Vida lo llevó a vivir lo mejor de su vida, pues, a pesar de todo lo que tuvo que padecer por Cristo, todo lo tuvo en pérdida:
"Todo lo que para mí era ganancia lo consideré pérdida comparado con Cristo; más aún, todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en Él".
Para muchos el vivir en Cristo, el ser cristianos es una esclavitud que no les permite vivir en libertad, que no les deja hacer lo que quieren y no pueden llegar a conseguir lo que anhelan. En cambio los que han descubierto, realmente a Cristo, han encontrado el Camino de la libertad, de la Vida, de la hermosura de vivir en Cristo y por eso se lanzado, fortalecidos con el fuego del Amor del Espíritu, a la persecución de la Corona de la Vida.
No es para los que creen una vida de limitación y esclavitud, sino que es una Vida en la libertad de los hijos de Dios, porque han conocido el Amor del Padre por medio del Hijo, quien por Amor a nosotros se hizo Hombre y entregó su vida para que nosotros la tuviéramos en abundancia.
Por eso San Pablo nos invita a la madurez en la fe, diciéndonos:
"Los que somos maduros pensamos así... Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba me llama en Cristo Jesús.
Y, si en algún punto pensáis de otro modo, Dios se encargará de aclararos también eso. En todo caso, seamos consecuentes con lo ya alcanzado".
Para poder alcanzar la madurez en Cristo hemos de continuar junto a Él, viviendo en Él, pues la madurez en la fe no es como la madurez en lo humano que día a día nos hace ser más adultos, creernos que somos ya lo suficientemente grandes como para recibir consejos u orientaciones de alguien, y que ya no dependemos de nadie, sino que nos valemos solos para todo. La madurez en la fe es alcanzar con la fortaleza del Espíritu la docilidad del niño pequeño en brazos de su Padre, pues "de los que se hacen como niños es el Reino de los Cielos", nos dijo Jesús. Entonces alcanzar la madurez de la infancia espiritual es crecer cada día más en un espíritu de confianza y abandono en la Palabra de Dios y en Su Voluntad, para que cada día el Padre nos consuele y fortalezca con su Espíritu para que comprendamos Su Palabra y aceptemos Su Voluntad.
"Estoy crucificado con Cristo: vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí.
Y, mientras vivo en esta carne, vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí".
Para San Pablo la vida era Cristo, y en sus cartas nos habla muy claro de lo que él descubrió al conocerlo a Cristo y comenzar a vivir esa Vida Nueva en la Nueva Ley del Amor. A partir del momento de aceptar la fe en Jesucristo conoció la Vida y la Vida lo llevó a vivir lo mejor de su vida, pues, a pesar de todo lo que tuvo que padecer por Cristo, todo lo tuvo en pérdida:
"Todo lo que para mí era ganancia lo consideré pérdida comparado con Cristo; más aún, todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo y existir en Él".
Para muchos el vivir en Cristo, el ser cristianos es una esclavitud que no les permite vivir en libertad, que no les deja hacer lo que quieren y no pueden llegar a conseguir lo que anhelan. En cambio los que han descubierto, realmente a Cristo, han encontrado el Camino de la libertad, de la Vida, de la hermosura de vivir en Cristo y por eso se lanzado, fortalecidos con el fuego del Amor del Espíritu, a la persecución de la Corona de la Vida.
No es para los que creen una vida de limitación y esclavitud, sino que es una Vida en la libertad de los hijos de Dios, porque han conocido el Amor del Padre por medio del Hijo, quien por Amor a nosotros se hizo Hombre y entregó su vida para que nosotros la tuviéramos en abundancia.
Por eso San Pablo nos invita a la madurez en la fe, diciéndonos:
"Los que somos maduros pensamos así... Sólo busco una cosa: olvidándome de lo que queda atrás y lanzándome hacia lo que está por delante, corro hacia la meta, para ganar el premio, al que Dios desde arriba me llama en Cristo Jesús.
Y, si en algún punto pensáis de otro modo, Dios se encargará de aclararos también eso. En todo caso, seamos consecuentes con lo ya alcanzado".
Para poder alcanzar la madurez en Cristo hemos de continuar junto a Él, viviendo en Él, pues la madurez en la fe no es como la madurez en lo humano que día a día nos hace ser más adultos, creernos que somos ya lo suficientemente grandes como para recibir consejos u orientaciones de alguien, y que ya no dependemos de nadie, sino que nos valemos solos para todo. La madurez en la fe es alcanzar con la fortaleza del Espíritu la docilidad del niño pequeño en brazos de su Padre, pues "de los que se hacen como niños es el Reino de los Cielos", nos dijo Jesús. Entonces alcanzar la madurez de la infancia espiritual es crecer cada día más en un espíritu de confianza y abandono en la Palabra de Dios y en Su Voluntad, para que cada día el Padre nos consuele y fortalezca con su Espíritu para que comprendamos Su Palabra y aceptemos Su Voluntad.
miércoles, 22 de julio de 2015
Siempre esta a nuestro lado
"En aquellos días, la comunidad de los israelitas protestó contra Moisés y Aarón en el desierto, diciendo:
-«¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta comunidad.»
Hay situaciones que nos hacen decir cosas que, aunque las sentimos y las guardamos, en esos momentos salen de dentro con mucha fuerza y con bronca, sin poder medir las palabras ni lo que estamos viviendo.
Los israelitas habían logrado librarse de la esclavitud de Egipto, y, aunque habían tenido días de valorar esa libertad, ahora el hambre no les permitía ver lo bueno de la libertad, sino que ansiaban la esclavitud para no tener que sufrir o penar.
"Ellos le preguntan: -«Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta: - «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. »
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: -«Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: - «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Frente al dolor de la muerte tampoco se logra ver, el dolor vuelve a cerrar los ojos, y no recordamos lo que nos ha sido anunciado sobre la vida, y no podemos ver lo que tenemos delante, solo vemos nuestro dolor y lo nos duele lo que hemos perdido.
Si, dos situaciones diferentes la del pueblo de Israel y la de María Magdalena, pero en las dos se dan reacciones similares. Los dos ante el dolor no pueden recordar lo que el Señor les anuncio y prometió, por eso la desesperanza invade el corazón y oscurece la mente y solo pensamos en lo que no tenemos, en lo que nos duele, en el sinsentido de lo que esta por llegar.
Y en las dos situaciones el Señor viene a nuestro encuentro y, a pesar de no reconocerlo en un primer momento, Él insiste en descubrirse a nuestra vida, en volver a darnos esperanzas, en recordarnos lo que nos prometio y así darnos la Luz necesaria para continuar el Camino hacia el cumplimiento de la Promesa.
Es que nos olvidamos tan rápidamente de las Promesas del Señor, ante las espinas de la vida, dejamos de recordar lo hermoso de las flores, y Él siempre se toma el trabajo de hacerme ver, recordar. No nos quiere tristes, sin esperanzas, nos quiere alegres y con la mirada puesta en Su Amor, porque es por Amor que nos da fuerzas para salir cada día con el alma llena de la Luz de la Fe que ilumina nuestro caminar y nos permite caminar aun en la oscuridad del dolor.
El Señor siempre está a nuestro lado, por eso no tenemos que permitir que no la oscuridad, ni el nos impidan verlo, pues si lo perdemos de vista nos soltamos de Su Mano y el Camino se hace tan duro y difícil que le tedio y el agobio nos quitan la esperanza, la fe y el amor.
"Venid a Mi los que estéis afligidos y agobiados y Yo os aliviare, cargad mi yugo que es llevadero y mi carga ligera", dice el Señor.
-«¡Ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto, cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta comunidad.»
Hay situaciones que nos hacen decir cosas que, aunque las sentimos y las guardamos, en esos momentos salen de dentro con mucha fuerza y con bronca, sin poder medir las palabras ni lo que estamos viviendo.
Los israelitas habían logrado librarse de la esclavitud de Egipto, y, aunque habían tenido días de valorar esa libertad, ahora el hambre no les permitía ver lo bueno de la libertad, sino que ansiaban la esclavitud para no tener que sufrir o penar.
"Ellos le preguntan: -«Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta: - «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto. »
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice: -«Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: - «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Frente al dolor de la muerte tampoco se logra ver, el dolor vuelve a cerrar los ojos, y no recordamos lo que nos ha sido anunciado sobre la vida, y no podemos ver lo que tenemos delante, solo vemos nuestro dolor y lo nos duele lo que hemos perdido.
Si, dos situaciones diferentes la del pueblo de Israel y la de María Magdalena, pero en las dos se dan reacciones similares. Los dos ante el dolor no pueden recordar lo que el Señor les anuncio y prometió, por eso la desesperanza invade el corazón y oscurece la mente y solo pensamos en lo que no tenemos, en lo que nos duele, en el sinsentido de lo que esta por llegar.
Y en las dos situaciones el Señor viene a nuestro encuentro y, a pesar de no reconocerlo en un primer momento, Él insiste en descubrirse a nuestra vida, en volver a darnos esperanzas, en recordarnos lo que nos prometio y así darnos la Luz necesaria para continuar el Camino hacia el cumplimiento de la Promesa.
Es que nos olvidamos tan rápidamente de las Promesas del Señor, ante las espinas de la vida, dejamos de recordar lo hermoso de las flores, y Él siempre se toma el trabajo de hacerme ver, recordar. No nos quiere tristes, sin esperanzas, nos quiere alegres y con la mirada puesta en Su Amor, porque es por Amor que nos da fuerzas para salir cada día con el alma llena de la Luz de la Fe que ilumina nuestro caminar y nos permite caminar aun en la oscuridad del dolor.
El Señor siempre está a nuestro lado, por eso no tenemos que permitir que no la oscuridad, ni el nos impidan verlo, pues si lo perdemos de vista nos soltamos de Su Mano y el Camino se hace tan duro y difícil que le tedio y el agobio nos quitan la esperanza, la fe y el amor.
"Venid a Mi los que estéis afligidos y agobiados y Yo os aliviare, cargad mi yugo que es llevadero y mi carga ligera", dice el Señor.
martes, 21 de julio de 2015
Somos Familia de Dios
"¿Quienes son mi madre y mis hermanos?"
-«Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.»
Si bien siempre nos quedamos con el tema de hacer la Voluntad de Dios, también Jesus ha querido darle al Grupo de sus discípulos un tinte nuevo: somos familia, Familia cristiana. Y a la vez a la familia darle un nuevo Ideal de Vida: vivir centrados en la Voluntad de Dios.
Tanto a la Familia de sangre, como a la familia de fe nos mantendrá unidos un un mismo Ideal, se puede decir que giramos en torno a un mismo Ideal, a un mismo eje conductor que relaciona nuestras vidas y que, a la vez, nos brinda unidad de vida: la Voluntad de Dios.
Nos falta, muchas veces, en la familia cristiana el descubrir que no es tal o cual sacerdote, tal o cual religiosa, tal o cual laico, quien nos une como familia, que nos mantiene en unidad, sino que la Unidad en la Familia nos la da nuestra disponibilidad a escuchar la Palabra y vivir la Voluntad de nuestro Padre.
Pero la Voluntad de Dios no la vive uno solo, o, mejor dicho, no debería vivirla uno solo, sino cada uno de los miembros de la Familia. Por eso, en cada familia siempre hay una cabeza que ha de orientar, guiar, la que tiene la misión de comunicar lo que él entiende que es Voluntad de Dios. Así la autoridad en la familia no es que hagan lo que yo quiero sino lo que creo que Dios quiere, y no representa la santidad de Dios, sino que representa su Voluntad.
Es que muchas veces pretendemos que la autoridad de mi familia, tanto de sangre como cristiana, sea impecable, Immaculada, para que pueda decirme u ordenarme en lo que tengo que hacer. Y por eso no escuchamos la voz de los que Dios pone en nuestros caminos porque son tan imperfectos como yo, pero tampoco somos obedientes a la Voz de Dios que me habla en Su Palabra.
"En la medida en que sean Uno el. Judo creerá", dijo Jesus. Y ¿cómo ser uno si no hay nada que nos una? Si cada uno creemos que lo que piensa cada uno sirve, es valedero... Buscar la Voluntad de Dios, ese es el camino para alcanzar la Unidad Familiar.
Y la buscamos juntos en la oración, la reflexión de la Palabra, en los Sacramentos y el amor que nos tenemos como hermanos que nos lleva a respetarnos y a valor a quien Dios a puesto como cabeza de nuestra familia.
-«Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.»
Si bien siempre nos quedamos con el tema de hacer la Voluntad de Dios, también Jesus ha querido darle al Grupo de sus discípulos un tinte nuevo: somos familia, Familia cristiana. Y a la vez a la familia darle un nuevo Ideal de Vida: vivir centrados en la Voluntad de Dios.
Tanto a la Familia de sangre, como a la familia de fe nos mantendrá unidos un un mismo Ideal, se puede decir que giramos en torno a un mismo Ideal, a un mismo eje conductor que relaciona nuestras vidas y que, a la vez, nos brinda unidad de vida: la Voluntad de Dios.
Nos falta, muchas veces, en la familia cristiana el descubrir que no es tal o cual sacerdote, tal o cual religiosa, tal o cual laico, quien nos une como familia, que nos mantiene en unidad, sino que la Unidad en la Familia nos la da nuestra disponibilidad a escuchar la Palabra y vivir la Voluntad de nuestro Padre.
Pero la Voluntad de Dios no la vive uno solo, o, mejor dicho, no debería vivirla uno solo, sino cada uno de los miembros de la Familia. Por eso, en cada familia siempre hay una cabeza que ha de orientar, guiar, la que tiene la misión de comunicar lo que él entiende que es Voluntad de Dios. Así la autoridad en la familia no es que hagan lo que yo quiero sino lo que creo que Dios quiere, y no representa la santidad de Dios, sino que representa su Voluntad.
Es que muchas veces pretendemos que la autoridad de mi familia, tanto de sangre como cristiana, sea impecable, Immaculada, para que pueda decirme u ordenarme en lo que tengo que hacer. Y por eso no escuchamos la voz de los que Dios pone en nuestros caminos porque son tan imperfectos como yo, pero tampoco somos obedientes a la Voz de Dios que me habla en Su Palabra.
"En la medida en que sean Uno el. Judo creerá", dijo Jesus. Y ¿cómo ser uno si no hay nada que nos una? Si cada uno creemos que lo que piensa cada uno sirve, es valedero... Buscar la Voluntad de Dios, ese es el camino para alcanzar la Unidad Familiar.
Y la buscamos juntos en la oración, la reflexión de la Palabra, en los Sacramentos y el amor que nos tenemos como hermanos que nos lleva a respetarnos y a valor a quien Dios a puesto como cabeza de nuestra familia.
lunes, 20 de julio de 2015
Dejémonos guiar por Él
"En aquel tiempo, algunos de los escribas y fariseos dijeron a Jesús:
-«Maestro, queremos ver un signo tuyo.»
Era algo lógico que le pidieran a Jesus un signo, un milagro, para confirmar si era o no era el Mesías. Constantemente él hacía milagros dando vista a los ciegos, resucitando muertos, sanando leprosos, haciendo caminar a los paralíticos y tantos otros.
Pero la intención de los escribas y fariseos es diferente a la de los enfermos que recurrían al Señor, porque los enfermos tenían necesidad de recuperar sus vidas porque por sus enfermedades eran discriminados en la sociedad y la fe era el ingrediente perfecto para obrar el milagro; en cambio los escribas y los fariseos, no querían mostrar su fe en Jesus, sino todo lo contrario hacer ver a la gente que era un impostor, porque ya signos y milagros había realizado mas que suficientes para que creyeran en Él.
No siempre lo que pedimos lo pedimos con buenas intenciones, o con la intención de fortalecer nuestra fe, de acrecentar nuestro amor y esperanza.
Por eso Jesus se enfada con ellos, y con la generación a la que pertenecen, una generación incrédula que no quiere ver no creer, sino solo en sus propias ideas, lo que les hace cerrar el corazón a la revelación de Dios.
Por eso su respuesta es tan contundente:
-«Esta generación perversa y adúltera exige un signo; pero no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo; pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra.
Cuando juzguen a esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.
Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.»
Algo que también hoy nos repite a nosotros, porque no buscamos al Señor para poder creer en Su Palabra, lo buscamos para que haga milagros y le seguimos pidiendo gestos y signos para poder creer en Él, o mejor dicho para seguir sin creer verdaderamente en Él. Pues "si tuvierais fe como un granito de mostaza dirías a esa montaña que salte al mar y ella lo haría". Nos perdemos muchas ocasiones en nuestra vida de ver y de obrar milagros, simplemente porque confiamos mas en nuestros criterios, en los criterios del mundo que en la Palabra de Dios. Muchas veces le exigimos signos al Señor para hacer tal o cual cosa, sabiendo que lo que buscamos es que confirme nuestra voluntad y no la suya, pues no queremos ser obedientes a Su Voluntad, no queremos aceptar lo que nos pide o permite vivir.
Si creemos y confiamos, aunque tengamos miedo y dudas recordemos lo que Dios le dijo al pueblo de Israel por medio de Moisés:
"Moisés respondió al pueblo:
-«No tengáis miedo; estad firmes, y veréis la victoria que el Señor os va a conceder hoy: esos egipcios que estáis viendo hoy, no los volveréis a ver jamás. El Señor peleará por vosotros; vosotros esperad en silencio.»
El señor siempre está y estará con nosotros si nosotros confiamos y nos dejamos guiar por Su Mano.
-«Maestro, queremos ver un signo tuyo.»
Era algo lógico que le pidieran a Jesus un signo, un milagro, para confirmar si era o no era el Mesías. Constantemente él hacía milagros dando vista a los ciegos, resucitando muertos, sanando leprosos, haciendo caminar a los paralíticos y tantos otros.
Pero la intención de los escribas y fariseos es diferente a la de los enfermos que recurrían al Señor, porque los enfermos tenían necesidad de recuperar sus vidas porque por sus enfermedades eran discriminados en la sociedad y la fe era el ingrediente perfecto para obrar el milagro; en cambio los escribas y los fariseos, no querían mostrar su fe en Jesus, sino todo lo contrario hacer ver a la gente que era un impostor, porque ya signos y milagros había realizado mas que suficientes para que creyeran en Él.
No siempre lo que pedimos lo pedimos con buenas intenciones, o con la intención de fortalecer nuestra fe, de acrecentar nuestro amor y esperanza.
Por eso Jesus se enfada con ellos, y con la generación a la que pertenecen, una generación incrédula que no quiere ver no creer, sino solo en sus propias ideas, lo que les hace cerrar el corazón a la revelación de Dios.
Por eso su respuesta es tan contundente:
-«Esta generación perversa y adúltera exige un signo; pero no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo; pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra.
Cuando juzguen a esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que la condenen, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.
Cuando juzguen a esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que la condenen, porque ella vino desde los confines de la tierra, para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.»
Algo que también hoy nos repite a nosotros, porque no buscamos al Señor para poder creer en Su Palabra, lo buscamos para que haga milagros y le seguimos pidiendo gestos y signos para poder creer en Él, o mejor dicho para seguir sin creer verdaderamente en Él. Pues "si tuvierais fe como un granito de mostaza dirías a esa montaña que salte al mar y ella lo haría". Nos perdemos muchas ocasiones en nuestra vida de ver y de obrar milagros, simplemente porque confiamos mas en nuestros criterios, en los criterios del mundo que en la Palabra de Dios. Muchas veces le exigimos signos al Señor para hacer tal o cual cosa, sabiendo que lo que buscamos es que confirme nuestra voluntad y no la suya, pues no queremos ser obedientes a Su Voluntad, no queremos aceptar lo que nos pide o permite vivir.
Si creemos y confiamos, aunque tengamos miedo y dudas recordemos lo que Dios le dijo al pueblo de Israel por medio de Moisés:
"Moisés respondió al pueblo:
-«No tengáis miedo; estad firmes, y veréis la victoria que el Señor os va a conceder hoy: esos egipcios que estáis viendo hoy, no los volveréis a ver jamás. El Señor peleará por vosotros; vosotros esperad en silencio.»
El señor siempre está y estará con nosotros si nosotros confiamos y nos dejamos guiar por Su Mano.
domingo, 19 de julio de 2015
Descansar en Cristo para ser verdaderos pastores
"En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo:
-«Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.»
Se podría decir que el Evangelista hace un breve resumen de lo que es la oración en nuestras vidas: un encuentro con Jesús para contarle lo que hemos vivido y descansar en Él.
En los tiempos que vivimos, para muchos, detener la marcha en el día ya es algo que no se piensa, porque detener la marcha y descansar es perder el tiempo. Y si a este tiempo le sumamos el sentido de la oración y la reflexión de la Palabra, ¡eso no es para mí! ¡Eso es para los que tienen tiempo!
Y así van muchos cristianos gastando día tras día la Gracia recibida, sin volver a recargar el espíritu en Jesús, en Su Palabra, en sus Sacramentos. Se nos va gastando el combustible espiritual y ¿con qué abastecemos nuestro espíritu? Con lo primero que encontramos: combustibles alternativos; así como cuando te prohíben comer sal por la tensión alta y elegimos sales que no son sal, pero que satisfacen nuestra ansiedad, de la misma manera hacemos con nuestro espíritu: nos conformamos con el espíritu del mundo, y nos alimentamos con palabras fáciles que calman nuestra ansiedad, pero que nos convierten en cristianos sin sabor, Sal que no sala, Luz que no ilumina, Levadura que no fermenta.
Pero sobre todo nos van adormeciendo la conciencia y vamos aceptando los valores del mundo como valores propios de los cristianos; nos vamos permitiendo vivir y ser del mundo, sin darnos cuenta que "no somos del mundo", porque el Señor nos dio la Vida Divina para que estando en el mundo llevemos al mundo hacia Dios.
Por eso, nosotros todos, como pastores en medio del mundo no conducimos al resto de nuestros hermanos por el Camino de la Salvación, sino que somos lobos con piel de cordero, o mejor, somos lobos con uniforme de pastor, porque al no vivir lo que Dios quiere para nosotros damos una falsa imagen de lo que debemos ser, por eso la Luz que debemos llevar al mundo es una luz falsa; el camino que recorremos no nos conduce a la Salvación; la vida que vivimos no es la nos da Vida en abundancia.
Y así vamos sembrando odio en lugar de amor, vamos sembrando guerras en lugar de paz, somos instrumentos de discordia y no de unión, portadores de mentiras y no de verdad, porque el espíritu del mundo está infectado por el espíritu del Príncipe de este mundo, y no por el Espíritu de Dios.
Y si, todos somos pastores y todos somos ovejas, pertenecemos al mismo Rebaño y si nos dejamos conducir por el Único Buen Pastor, si escuchamos su Voz, si nos alimentamos con los Verdaderos y Verdes Pastos de la Gracia y del Espíritu, si escuchamos Su Voz y seguimos Su Palabra, entonces seremos de las ovejas que, por el ejemplo de su vida, se transforman en pastores de sus hermanos porque "los hombres viendo sus buenas obras glorificarán a Dios" y viendo como en el Rebaño se aman unos a otros comprenderán con son el Rebaño de Dios.
-«Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.»
Se podría decir que el Evangelista hace un breve resumen de lo que es la oración en nuestras vidas: un encuentro con Jesús para contarle lo que hemos vivido y descansar en Él.
En los tiempos que vivimos, para muchos, detener la marcha en el día ya es algo que no se piensa, porque detener la marcha y descansar es perder el tiempo. Y si a este tiempo le sumamos el sentido de la oración y la reflexión de la Palabra, ¡eso no es para mí! ¡Eso es para los que tienen tiempo!
Y así van muchos cristianos gastando día tras día la Gracia recibida, sin volver a recargar el espíritu en Jesús, en Su Palabra, en sus Sacramentos. Se nos va gastando el combustible espiritual y ¿con qué abastecemos nuestro espíritu? Con lo primero que encontramos: combustibles alternativos; así como cuando te prohíben comer sal por la tensión alta y elegimos sales que no son sal, pero que satisfacen nuestra ansiedad, de la misma manera hacemos con nuestro espíritu: nos conformamos con el espíritu del mundo, y nos alimentamos con palabras fáciles que calman nuestra ansiedad, pero que nos convierten en cristianos sin sabor, Sal que no sala, Luz que no ilumina, Levadura que no fermenta.
Pero sobre todo nos van adormeciendo la conciencia y vamos aceptando los valores del mundo como valores propios de los cristianos; nos vamos permitiendo vivir y ser del mundo, sin darnos cuenta que "no somos del mundo", porque el Señor nos dio la Vida Divina para que estando en el mundo llevemos al mundo hacia Dios.
Por eso, nosotros todos, como pastores en medio del mundo no conducimos al resto de nuestros hermanos por el Camino de la Salvación, sino que somos lobos con piel de cordero, o mejor, somos lobos con uniforme de pastor, porque al no vivir lo que Dios quiere para nosotros damos una falsa imagen de lo que debemos ser, por eso la Luz que debemos llevar al mundo es una luz falsa; el camino que recorremos no nos conduce a la Salvación; la vida que vivimos no es la nos da Vida en abundancia.
Y así vamos sembrando odio en lugar de amor, vamos sembrando guerras en lugar de paz, somos instrumentos de discordia y no de unión, portadores de mentiras y no de verdad, porque el espíritu del mundo está infectado por el espíritu del Príncipe de este mundo, y no por el Espíritu de Dios.
Y si, todos somos pastores y todos somos ovejas, pertenecemos al mismo Rebaño y si nos dejamos conducir por el Único Buen Pastor, si escuchamos su Voz, si nos alimentamos con los Verdaderos y Verdes Pastos de la Gracia y del Espíritu, si escuchamos Su Voz y seguimos Su Palabra, entonces seremos de las ovejas que, por el ejemplo de su vida, se transforman en pastores de sus hermanos porque "los hombres viendo sus buenas obras glorificarán a Dios" y viendo como en el Rebaño se aman unos a otros comprenderán con son el Rebaño de Dios.
sábado, 18 de julio de 2015
Sin protestar ni discutir: Sed Santos
En la lectura breve del Oficio leemos a San Pablo que le escribe a los Filipenses:
"Cualquier cosa que hagáis, sea sin protestas ni discusiones: así seréis irreprochables y límpidos, hijos de Dios sin tacha, en medio de una gente torcida y depravada, entre la cual brilláis como lumbreras del mundo".
"Sea sin protestas ni discusiones", ¡cuánto nos falta para llegar a este primer escalón de nuestra vida de fe! Sí, seguro que muchas cosas las hacemos sin protestar ni discutir, pero son las cosas que más nos gustan, o aquellas que no nos exigen renunciar a nada porque van en la línea de nuestro gusto o querer. Pero cuando Dios nos pide hacer algo que no está dentro de lo que queremos... ¡ahí sí que protestamos, discutimos, nos enfadamos, y muchas veces, como niños pequeños pedimos ¿por qué no lo hace mi hermano, siempre yo?!
Muchas veces pensamos que lo que nos pide Dios es muy difícil ¡y claro que lo es! porque Dios quiere, como Padre que es de nosotros, lo mejor, y de lo mejor lo más alto. Por eso nos dio el valor humano de la magnanimidad: la aspiración no sólo por lo alto, sino por lo más alto. Claro que este valor humano si lo usamos solamente desde lo humano sucede lo que sucede en el mundo: cada uno busca la manera de cómo estar más arriba que el de al lado, aunque sea pisándole la cabeza. La búsqueda de tener más, una despiadada carrera por acaparar y tener para aparentar ser que nos lleva a una pelea despiadada con nuestros hermanos.
En cambio en el orden de lo sobre natural, en el orden de lo cristiano, ese buscar no sólo lo alto sino lo más alto, nos lo dice Jesús: "Sed perfectos porque vuestro Padre Celestial es perfecto, sed santos porque vuestro Padre Celestial es santo", y san Pablo nos recuerda: "nos eligió en la persona de Cristo, antes de la fundación del mundo, para que seamos santos e irreprochables por el amor".
Sí, para nosotros, hombres pequeños, imperfectos y pecadores, alcanzar esa altura del espíritu es un camino difícil, pero como le dijo el Ángel a María: "lo que es imposible para el hombre no lo es para Dios". Por eso, cuando aceptamos este camino del cristianismo aceptamos alcanzar el Ideal de vida: ser santos e irreprochables ante Él por el amor. No hay otro Ideal en nuestra vida que el que nos pide Jesús vivir, porque Él sabe que caminar hacia esa meta es vivir en Dios, es caminar en compañía constante del Padre, del Hijo y del Espíritu que son quienes se comprometen con nosotros para que lleguemos a la meta.
Es así que, cuando no sólo aceptamos el desafío de ir hacia esa meta, sino cuando nos decidimos a caminar "sin protestar sin discutir" recibimos Gracia sobre Gracia, para que podamos alcanzar la meta final "sin perder la fe".
Abandonemos ya esa conducta adolescente de protestar y discutir por todo, para no vivir nada de lo que Dios nos propone, aceptemos el Camino y descubramos que al caminar se va haciendo la Luz sobre la oscuridad de nuestras dudas, y se va fortaleciendo nuestra debilidad para llegar a la meta.
"Cualquier cosa que hagáis, sea sin protestas ni discusiones: así seréis irreprochables y límpidos, hijos de Dios sin tacha, en medio de una gente torcida y depravada, entre la cual brilláis como lumbreras del mundo".
"Sea sin protestas ni discusiones", ¡cuánto nos falta para llegar a este primer escalón de nuestra vida de fe! Sí, seguro que muchas cosas las hacemos sin protestar ni discutir, pero son las cosas que más nos gustan, o aquellas que no nos exigen renunciar a nada porque van en la línea de nuestro gusto o querer. Pero cuando Dios nos pide hacer algo que no está dentro de lo que queremos... ¡ahí sí que protestamos, discutimos, nos enfadamos, y muchas veces, como niños pequeños pedimos ¿por qué no lo hace mi hermano, siempre yo?!
Muchas veces pensamos que lo que nos pide Dios es muy difícil ¡y claro que lo es! porque Dios quiere, como Padre que es de nosotros, lo mejor, y de lo mejor lo más alto. Por eso nos dio el valor humano de la magnanimidad: la aspiración no sólo por lo alto, sino por lo más alto. Claro que este valor humano si lo usamos solamente desde lo humano sucede lo que sucede en el mundo: cada uno busca la manera de cómo estar más arriba que el de al lado, aunque sea pisándole la cabeza. La búsqueda de tener más, una despiadada carrera por acaparar y tener para aparentar ser que nos lleva a una pelea despiadada con nuestros hermanos.
En cambio en el orden de lo sobre natural, en el orden de lo cristiano, ese buscar no sólo lo alto sino lo más alto, nos lo dice Jesús: "Sed perfectos porque vuestro Padre Celestial es perfecto, sed santos porque vuestro Padre Celestial es santo", y san Pablo nos recuerda: "nos eligió en la persona de Cristo, antes de la fundación del mundo, para que seamos santos e irreprochables por el amor".
Sí, para nosotros, hombres pequeños, imperfectos y pecadores, alcanzar esa altura del espíritu es un camino difícil, pero como le dijo el Ángel a María: "lo que es imposible para el hombre no lo es para Dios". Por eso, cuando aceptamos este camino del cristianismo aceptamos alcanzar el Ideal de vida: ser santos e irreprochables ante Él por el amor. No hay otro Ideal en nuestra vida que el que nos pide Jesús vivir, porque Él sabe que caminar hacia esa meta es vivir en Dios, es caminar en compañía constante del Padre, del Hijo y del Espíritu que son quienes se comprometen con nosotros para que lleguemos a la meta.
Es así que, cuando no sólo aceptamos el desafío de ir hacia esa meta, sino cuando nos decidimos a caminar "sin protestar sin discutir" recibimos Gracia sobre Gracia, para que podamos alcanzar la meta final "sin perder la fe".
Abandonemos ya esa conducta adolescente de protestar y discutir por todo, para no vivir nada de lo que Dios nos propone, aceptemos el Camino y descubramos que al caminar se va haciendo la Luz sobre la oscuridad de nuestras dudas, y se va fortaleciendo nuestra debilidad para llegar a la meta.
viernes, 17 de julio de 2015
El sacrificio del amor
"Si comprendierais lo que significa "quiero misericordia y no sacrificio", no condenaríais a los que no tienen culpa".
¿Qué es la misericordia? Por supuesto que no significa que por misericordia dejemos pasar nuestros errores y pecados o los errores y pecados de los demás. Jesús no quiere que por misericordia perdamos la vida, pues el pecado y el error nos quitan vida, sino que cuando miremos nuestra vida y la vida de los demás, apliquemos, junto a la Ley, el Amor.
El Amor no quita el peso de la Ley pero sí nos hace ver la debilidad del hombre, la dificultad que tenemos todos de hacer lo que debemos, y en cambio hacemos lo que no queremos. Porque un juicio sin misericordia y sin amor, puede llegar a ser un juicio injusto. Que es lo que nos pasa habitualmente, tanto hacia nosotros mismo como hacia los demás, como le pasó a los fariseos del evangelio, se atan tanto a la letra de la ley, y sobre todo, mirando la vida de los demás desde esa letra, que se olvidan de la misericordia y el amor. Porque la Ley de Dios está para servir al hombre, y no, como dice San Pablo, para darle muerte.
Por eso Jesús, en un momento, cuando lo acusaron de querer abolir la Ley y los Profetas, dijo:
"no vengo a abolir la Ley y los Profetas, sino a darles cumplimientos".
¿Cómo se les da cumplimiento? Con la misericordia, con el amor, porque lo esencial de la Ley y los Profetas es el Amor del Padre Dios por sus hijos, a quienes les dio la Vida y quiere que cuiden y maduren esa vida. Si no miramos los límites que nuestro Padre nos pone desde la perspectiva de un Padre que Ama a sus hijos, sólo vamos a ver, como simples adolescentes, que tenemos un Padre autoritario que sólo quiere hacernos sufrir.
Y, como a los adolescentes, nos pasa lo mismo cuando crecemos: cuando nos toca ser padres también deberemos poner límites a la vida de nuestros hijos para que ellos aprendan a cuidar su vida, para que esta llegue a su plenitud.
Ahora, en la medida en que vamos creciendo en nuestra Vida de Fe, sabemos que los sacrificios que hacemos día a día son para ayudarnos a crecer en el amor, para que sea el Amor el que ilumine todos nuestros juicios y actos, el que nos ayude no a condenar, sino a salvar; no a acusar sino a perdonar.
Porque "el amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia. El amor es no es presumido ni se envanece: no es grosero ni egoísta; no se irrita ni guarda rencor, no se alegra con la injusticia, sino que goza con la verdad".
El mayor de nuestros sacrificios es lo mejor que nos pidió Jesús y el más importante de nuestros mandamientos:
"Un mandamiento nuevo os doy: amaos unos a otros como Yo os he amado".
¿Qué es la misericordia? Por supuesto que no significa que por misericordia dejemos pasar nuestros errores y pecados o los errores y pecados de los demás. Jesús no quiere que por misericordia perdamos la vida, pues el pecado y el error nos quitan vida, sino que cuando miremos nuestra vida y la vida de los demás, apliquemos, junto a la Ley, el Amor.
El Amor no quita el peso de la Ley pero sí nos hace ver la debilidad del hombre, la dificultad que tenemos todos de hacer lo que debemos, y en cambio hacemos lo que no queremos. Porque un juicio sin misericordia y sin amor, puede llegar a ser un juicio injusto. Que es lo que nos pasa habitualmente, tanto hacia nosotros mismo como hacia los demás, como le pasó a los fariseos del evangelio, se atan tanto a la letra de la ley, y sobre todo, mirando la vida de los demás desde esa letra, que se olvidan de la misericordia y el amor. Porque la Ley de Dios está para servir al hombre, y no, como dice San Pablo, para darle muerte.
Por eso Jesús, en un momento, cuando lo acusaron de querer abolir la Ley y los Profetas, dijo:
"no vengo a abolir la Ley y los Profetas, sino a darles cumplimientos".
¿Cómo se les da cumplimiento? Con la misericordia, con el amor, porque lo esencial de la Ley y los Profetas es el Amor del Padre Dios por sus hijos, a quienes les dio la Vida y quiere que cuiden y maduren esa vida. Si no miramos los límites que nuestro Padre nos pone desde la perspectiva de un Padre que Ama a sus hijos, sólo vamos a ver, como simples adolescentes, que tenemos un Padre autoritario que sólo quiere hacernos sufrir.
Y, como a los adolescentes, nos pasa lo mismo cuando crecemos: cuando nos toca ser padres también deberemos poner límites a la vida de nuestros hijos para que ellos aprendan a cuidar su vida, para que esta llegue a su plenitud.
Ahora, en la medida en que vamos creciendo en nuestra Vida de Fe, sabemos que los sacrificios que hacemos día a día son para ayudarnos a crecer en el amor, para que sea el Amor el que ilumine todos nuestros juicios y actos, el que nos ayude no a condenar, sino a salvar; no a acusar sino a perdonar.
Porque "el amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia. El amor es no es presumido ni se envanece: no es grosero ni egoísta; no se irrita ni guarda rencor, no se alegra con la injusticia, sino que goza con la verdad".
El mayor de nuestros sacrificios es lo mejor que nos pidió Jesús y el más importante de nuestros mandamientos:
"Un mandamiento nuevo os doy: amaos unos a otros como Yo os he amado".
jueves, 16 de julio de 2015
Me llamarán Bienaventurada todas las generaciones
"Mi alma canta la grandeza del Señor,
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador.
Porque el miró con bondad la pequeñez de su servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!"
No sólo es hermoso comenzar un día con una celebración mariana, con un día dedica a María, Nuestra Madre, sino, sobre todo, comenzarlo con sus mismas palabras de alabanza, de gozo, de gratitud a Dios. Por que sus palabras han sido dejadas en el papel, por los siglos de los siglos, para que sus hijos pueden volver a repetirlas, sintiendo en nuestros corazones el gran gozo de María al recibir la hermosa noticia, al saberse la elegida del Señor para tal misión.
Lo podemos llegar a imaginar, pero no se si podremos llegar a experimentar esa sensación que tuvo María ante el anuncio del Ángel, porque tal ha sido su gozo que puede decir: mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador. Una expresión tan llena de asombro como de amor verdadero, que nos lleva a dirigir nuestra mirada a ese día perfecto y lleno de Luz de la Anunciación. Un día en el que una adolescente es invadida por el Amor de Dios por todos los hombres de todos los tiempos, y ese Amor, gracias a su Sí se hace Hombre-Dios Dios-Hombre para venir a salvarnos.
Y María nos deja una ayuda más, necesaria en nuestra vida, saber que, a pesar de nuestra pequeñez, si lo dejamos actuar es el Señor quien hace maravillas. Es verdad que nosotros no podemos hacer, por nosotros mismos grandes cosas; es verdad que nos parece que el Señor nos pide demasiado; es verdad que, más de una vez la vida nos pilla por sorpresa y nos hace caer en un bajón por que no nos sentimos capaces de asumir tal o cual cosa o realidad, por eso María nos hace repetir: "por que Él miró con bondad la pequeñez de su servidora".
Es Dios quien nos permite o quiere que vivamos esas situaciones, pero es también Él quien nos da la Gracia para poder vivirlas, la Fortaleza para poder superarlas, el Amor para poder transformarlas en raíces de sabiduría y ofrecimiento, y nos tiende Su Mano Paternal y Protectora para que en ningún momento me caigo o para que me levante y ponga en pié.
"Por que el Todopoderosos ha hecho en mí grande cosas... me llamarán Bienaventurada todas las generaciones...."
Día a Día, hora a hora, si miramos nuestra vida con el corazón de niño pequeño, confiado y disponible al Amor del Padre, como María, podremos ver, más allá de las cruces y oscuridades, ¡cuánto ha hecho el Padre por nosotros! y podremos sentirnos, como María, bienaventurados por que Él ha hecho por nosotros, en nosotros y para nosotros grande cosas.
y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador.
Porque el miró con bondad la pequeñez de su servidora.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,
porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:
¡su Nombre es santo!"
No sólo es hermoso comenzar un día con una celebración mariana, con un día dedica a María, Nuestra Madre, sino, sobre todo, comenzarlo con sus mismas palabras de alabanza, de gozo, de gratitud a Dios. Por que sus palabras han sido dejadas en el papel, por los siglos de los siglos, para que sus hijos pueden volver a repetirlas, sintiendo en nuestros corazones el gran gozo de María al recibir la hermosa noticia, al saberse la elegida del Señor para tal misión.
Lo podemos llegar a imaginar, pero no se si podremos llegar a experimentar esa sensación que tuvo María ante el anuncio del Ángel, porque tal ha sido su gozo que puede decir: mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador. Una expresión tan llena de asombro como de amor verdadero, que nos lleva a dirigir nuestra mirada a ese día perfecto y lleno de Luz de la Anunciación. Un día en el que una adolescente es invadida por el Amor de Dios por todos los hombres de todos los tiempos, y ese Amor, gracias a su Sí se hace Hombre-Dios Dios-Hombre para venir a salvarnos.
Y María nos deja una ayuda más, necesaria en nuestra vida, saber que, a pesar de nuestra pequeñez, si lo dejamos actuar es el Señor quien hace maravillas. Es verdad que nosotros no podemos hacer, por nosotros mismos grandes cosas; es verdad que nos parece que el Señor nos pide demasiado; es verdad que, más de una vez la vida nos pilla por sorpresa y nos hace caer en un bajón por que no nos sentimos capaces de asumir tal o cual cosa o realidad, por eso María nos hace repetir: "por que Él miró con bondad la pequeñez de su servidora".
Es Dios quien nos permite o quiere que vivamos esas situaciones, pero es también Él quien nos da la Gracia para poder vivirlas, la Fortaleza para poder superarlas, el Amor para poder transformarlas en raíces de sabiduría y ofrecimiento, y nos tiende Su Mano Paternal y Protectora para que en ningún momento me caigo o para que me levante y ponga en pié.
"Por que el Todopoderosos ha hecho en mí grande cosas... me llamarán Bienaventurada todas las generaciones...."
Día a Día, hora a hora, si miramos nuestra vida con el corazón de niño pequeño, confiado y disponible al Amor del Padre, como María, podremos ver, más allá de las cruces y oscuridades, ¡cuánto ha hecho el Padre por nosotros! y podremos sentirnos, como María, bienaventurados por que Él ha hecho por nosotros, en nosotros y para nosotros grande cosas.
miércoles, 15 de julio de 2015
La respuesta está en la Mano del Señor
"En aquel tiempo, exclamó Jesús:
-«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor".
¿Qué cosas ha escondido Dios a los sabios y entendidos? Siempre escuchamos esta exclamación de Jesús, y nos referimos a la sencillez y la infancia espiritual. Pero ¿qué cosas escondió Dios? Y creo que no hay una lista de las cosas escondidas, sino que, seguramente, cada uno de nosotros tenemos una cosa que buscamos, y los sabios y entendidos tendrán muchas más.
Hay en la vida de cada uno muchas preguntas, muchos interrogantes sobre muchas cosas, pero no buscamos todas las respuestas a todas las cosas. Quizás en los días de angustia, dolor, oscuridad o melancolía comencemos a hacernos preguntas sobre muchas cosas, pero ¿cuáles de todas esas son importantes para mi vida cotidiana, para mi vida de fe?
Gente hay de sobra que constantemente se está preguntando millones de cosas, pero no todas las preguntas son necesarias (parafraseando a Jesús) sino que una sola es importante. Claro que nunca nos cansaremos de preguntar, por que en el sentido intelectual y espiritual nunca llegaremos a respondernos todas las preguntas que nos surgen, porque tanto en el tiempo como en el espíritu no todo está respondido, y, seguramente, cada uno tiene una respuesta distinta dependiendo del lugar en qué se busque la respuesta.
Pero fijaos que dice Jesús que "Dios lo ha revelado a la gente sencilla" por que los sencillos son los que sólo preguntan lo imprescindible, lo necesario, lo esencial, lo que les es necesario para vivir. Los sencillos de corazón y de espíritu no necesitan demasiadas respuestas para vivir, les basta con saber lo justo y necesario porque no buscan complicarse la vida, ni complicarle la vida a los demás. Por que tampoco Dios quiere complicarnos la vida, sino que quiere que tengamos una vida plena, digna, llena de Gracia y por eso de paz, armonía, amor, y gozo en el Espíritu.
Ante esto surgirá la duda: ¿no puedo preguntarme nada? ¿no puedo cuestionar lo que vivo o lo que no entiendo? Sí que puedo, es más debo preguntarme y cuestionarme lo que vivo o lo que Dios me pide, porque soy un ser racional. Pero no puedo dejar que lo racional empañe o impida que viva lo espiritual, por que muchas veces si no tengo todas las respuestas que busco me quedo estático, sin hacer nada, sin vivir. Creo que en la oscuridad no se puede caminar y no es así, nuestra vida de fe es un caminar en la oscuridad de la razón, dejándonos guiar por la Luz del Amor que brota del Corazón de Jesús.
"Aunque pase por oscuras quebradas nada temo, porque Tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me sostienen".
Siempre tendremos respuestas cuando, a pesar de las preguntas, sigamos andando de la Mano del Señor.
-«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor".
¿Qué cosas ha escondido Dios a los sabios y entendidos? Siempre escuchamos esta exclamación de Jesús, y nos referimos a la sencillez y la infancia espiritual. Pero ¿qué cosas escondió Dios? Y creo que no hay una lista de las cosas escondidas, sino que, seguramente, cada uno de nosotros tenemos una cosa que buscamos, y los sabios y entendidos tendrán muchas más.
Hay en la vida de cada uno muchas preguntas, muchos interrogantes sobre muchas cosas, pero no buscamos todas las respuestas a todas las cosas. Quizás en los días de angustia, dolor, oscuridad o melancolía comencemos a hacernos preguntas sobre muchas cosas, pero ¿cuáles de todas esas son importantes para mi vida cotidiana, para mi vida de fe?
Gente hay de sobra que constantemente se está preguntando millones de cosas, pero no todas las preguntas son necesarias (parafraseando a Jesús) sino que una sola es importante. Claro que nunca nos cansaremos de preguntar, por que en el sentido intelectual y espiritual nunca llegaremos a respondernos todas las preguntas que nos surgen, porque tanto en el tiempo como en el espíritu no todo está respondido, y, seguramente, cada uno tiene una respuesta distinta dependiendo del lugar en qué se busque la respuesta.
Pero fijaos que dice Jesús que "Dios lo ha revelado a la gente sencilla" por que los sencillos son los que sólo preguntan lo imprescindible, lo necesario, lo esencial, lo que les es necesario para vivir. Los sencillos de corazón y de espíritu no necesitan demasiadas respuestas para vivir, les basta con saber lo justo y necesario porque no buscan complicarse la vida, ni complicarle la vida a los demás. Por que tampoco Dios quiere complicarnos la vida, sino que quiere que tengamos una vida plena, digna, llena de Gracia y por eso de paz, armonía, amor, y gozo en el Espíritu.
Ante esto surgirá la duda: ¿no puedo preguntarme nada? ¿no puedo cuestionar lo que vivo o lo que no entiendo? Sí que puedo, es más debo preguntarme y cuestionarme lo que vivo o lo que Dios me pide, porque soy un ser racional. Pero no puedo dejar que lo racional empañe o impida que viva lo espiritual, por que muchas veces si no tengo todas las respuestas que busco me quedo estático, sin hacer nada, sin vivir. Creo que en la oscuridad no se puede caminar y no es así, nuestra vida de fe es un caminar en la oscuridad de la razón, dejándonos guiar por la Luz del Amor que brota del Corazón de Jesús.
"Aunque pase por oscuras quebradas nada temo, porque Tú estás conmigo, tu vara y tu cayado me sostienen".
Siempre tendremos respuestas cuando, a pesar de las preguntas, sigamos andando de la Mano del Señor.
martes, 14 de julio de 2015
Mucho me dará, mucho tendré que dar
Siempre las comparaciones me han resultado un poco odiosas, e incluso aquellas preguntas: ¿a quien quieres mas: a mamá o a papá? Pero, también es cierto que, a veces, son necesarias poder hacerlas. No para hacer sentir al otro mal porque "tuve hermano es mas inteligente que tu" o "mira lo que hace Fulanito y tu nada", sino para poder descubrir, como en es este caso del evangelio lo que se ha hecho por mi y en qué medida he respondido a lo que me han regalado o pedido.
Jesús no solo quiere reprimir a Corozain y Betsaida lo que he hecho. Sino hacer ver que no han respondido a los dones que se les han otorgado, y que, por justicia, si en otras ciudades se hubiera hecho lo mismo habrían respondido de mejor manera, pero ellas ya fueron destruidas, o tuvieron otra suerte.
Siempre exigimos para nosotros mucho mas de lo que damos, siempre, como ñoños caprichosos queremos todo para nosotros, pero no respondemos en la misma forma de lo que pedimos o recibimos.
Esto nos pasa en el plano civil, familiar, religioso y, en este siglo de los "derechos", todos queremos tener derecho a todo pero ninguno ninguna obligación.
Por eso Jesus pone en nuestra mira el valor de las cosas, y el sentido de la justicia: dar a cada uno lo justo, y llevado al plano espiritual, dar a cada uno lo que necesita según su disponibilidad de actuar. Recordemos en este momento aquello de: "al que tiene se le dará aun mas de lo que tiene, pero al que no tiene se le quitará aun lo que no tiene", es decir que si no tienes disponibilidad para actuar según la Voluntad de Dios, no se te dará nada de lo que necesites pues no lo vas a usar, en cambio a aquel que quiera ser Fiel a la Vida que el Señor le invita a vivir, a ese se le darán Gracias abundantes.
Las comparaciones valen solo para nosotros mismos, si realmente he sido hoy mejor que ayer, si hoy estoy mas dispuesto que ayer a vivir, a ser Fiel, para que las Gracias que el Señor quiera darme redunde en alabanza suya y para el bien de mis hermanos. Por que el Señor quiere darme mucho. Pero ¿estoy dispuesto a entregarme sin medida?
Jesús no solo quiere reprimir a Corozain y Betsaida lo que he hecho. Sino hacer ver que no han respondido a los dones que se les han otorgado, y que, por justicia, si en otras ciudades se hubiera hecho lo mismo habrían respondido de mejor manera, pero ellas ya fueron destruidas, o tuvieron otra suerte.
Siempre exigimos para nosotros mucho mas de lo que damos, siempre, como ñoños caprichosos queremos todo para nosotros, pero no respondemos en la misma forma de lo que pedimos o recibimos.
Esto nos pasa en el plano civil, familiar, religioso y, en este siglo de los "derechos", todos queremos tener derecho a todo pero ninguno ninguna obligación.
Por eso Jesus pone en nuestra mira el valor de las cosas, y el sentido de la justicia: dar a cada uno lo justo, y llevado al plano espiritual, dar a cada uno lo que necesita según su disponibilidad de actuar. Recordemos en este momento aquello de: "al que tiene se le dará aun mas de lo que tiene, pero al que no tiene se le quitará aun lo que no tiene", es decir que si no tienes disponibilidad para actuar según la Voluntad de Dios, no se te dará nada de lo que necesites pues no lo vas a usar, en cambio a aquel que quiera ser Fiel a la Vida que el Señor le invita a vivir, a ese se le darán Gracias abundantes.
Las comparaciones valen solo para nosotros mismos, si realmente he sido hoy mejor que ayer, si hoy estoy mas dispuesto que ayer a vivir, a ser Fiel, para que las Gracias que el Señor quiera darme redunde en alabanza suya y para el bien de mis hermanos. Por que el Señor quiere darme mucho. Pero ¿estoy dispuesto a entregarme sin medida?
lunes, 13 de julio de 2015
La radicalidad del Evangelio
Las instrucciones que Jesus le da a los apóstoles en el Evangelio de hoy no son las que os gusta oír. Hoy Jesus nos presenta la parte mas fuerte y radical del ser cristiano, las exigencias que nos pide vivir porque lo que nos va dar es lo mas valioso que tenemos.
Jesus no vino al mundo para que pudiéramos estar bien, vino a renovar al Hombre para que el Nuevo Hombre de Vida Nueva al Mundo. Y ¿cómo da Vida Nueva? Matando la vida vieja. Asume en su carne nuestro pecado y con su muerte muere en la Cruz el hombre esclavo del pecado. Y en su resurrección somos redimidos.
¿No puede entonces exigirnos radicalidad en nuestra vida si Él entrego la suya para que nosotros tuviéramos la nuestra?
Dios no nos exige ser cristianos, pero si queremos serlo debemos saber que para serlos tenemos que ser exigentes en nuestra entrega, en nuestra aceptación de Su Palabra, de Su Voluntad. Por que nunca nos engañó cuando nos invito a seguirlo: "quien quiera venir detrás de Mi niéguese a sí mismo, cargue su Cruz de cada día y sígame". Y la Cruz de cada día no es la enfermedad, los dolores, la edad, la muerte, es la aceptación total de la Voluntad de Dios, por sobre todas las cosas, incluida nuestra propia vida:
"El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mi; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mi no es digno de mi; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mi. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mi la encontrará".
No significa no amarlos, sino no poder los deseos ni la voluntad de nadie antes que la Voluntad de Dios, porque Jesus nos enseño en su vida que la obediencia al Padre es lo que nos da vida y Vida en abundancia.
Jesus no vino al mundo para que pudiéramos estar bien, vino a renovar al Hombre para que el Nuevo Hombre de Vida Nueva al Mundo. Y ¿cómo da Vida Nueva? Matando la vida vieja. Asume en su carne nuestro pecado y con su muerte muere en la Cruz el hombre esclavo del pecado. Y en su resurrección somos redimidos.
¿No puede entonces exigirnos radicalidad en nuestra vida si Él entrego la suya para que nosotros tuviéramos la nuestra?
Dios no nos exige ser cristianos, pero si queremos serlo debemos saber que para serlos tenemos que ser exigentes en nuestra entrega, en nuestra aceptación de Su Palabra, de Su Voluntad. Por que nunca nos engañó cuando nos invito a seguirlo: "quien quiera venir detrás de Mi niéguese a sí mismo, cargue su Cruz de cada día y sígame". Y la Cruz de cada día no es la enfermedad, los dolores, la edad, la muerte, es la aceptación total de la Voluntad de Dios, por sobre todas las cosas, incluida nuestra propia vida:
"El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mi; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mi no es digno de mi; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mi. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mi la encontrará".
No significa no amarlos, sino no poder los deseos ni la voluntad de nadie antes que la Voluntad de Dios, porque Jesus nos enseño en su vida que la obediencia al Padre es lo que nos da vida y Vida en abundancia.
domingo, 12 de julio de 2015
Profetas de la Vida
"Respondió Amós:
- «No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos.
El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: 'Ve y profetiza a mi pueblo de Israel."»
Quizás a muchos nos ha pasado que cuando hemos descubierto qué es lo que Dios quería de nuestras vidas, hemos respondido como Amós: "no soy profeta ni hijo de profeta, soy pastor...", como para darle a Dios argumentos (para nosotros) válidos y sin decirle que no quedar libres de ataduras con lo que Él quería para nosotros.
Claro que cuando le damos a Dios argumentos (para nosotros) válidos y legítimos, Dios nos responde (aunque no lo dice literalmente) ¡a mí no me importan tus argumentos!: Ve y profetiza.
Cuando Dios llama, Dios llama. Y a cada uno de nosotros Dios nos ha llamado desde que cayó la primera gota de agua bautismal sobre nuestras cabezas. Desde ese mismo momento Dios nos está llamando. A veces los escuchamos y nos hacemos los sordos, otras intentamos querer ganar la discusión, y otras le cerramos la puerta e intentamos olvidarnos de Él.
Pero ¿por qué si soy un pastor e hijo de pastor Dios quiere que sea profeta? "Señor, soy muy joven y no se hablar", le respondió otro Profeta. Pero al Señor no le interesa quién es uno o hijo de quién soy, le interesa lo que Él tiene para darnos para llevar a cabo esa misión.
Y ¿cuál es hoy nuestra misión como profetas? Nos lo aclara San Pablo:
"Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor".
Sí, hoy el Profeta no es un profeta de muchas palabras, sino un profeta de mucha vida, una vida santa e irreprochable por el amor.
Hoy ya no queremos escuchar palabras, palabras hay muchas y muy variadas, palabras vacía, palabras mentirosas, palabras malas y palabras buenas, es ¡tan difícil discernir las palabras que escuchamos todos los días! Por eso lo que hoy necesitamos son testimonios claros de vida, y, para nosotros el mejor testimonio de vida es una vida "santa e irreprochable en el amor"
Así como lo dice Dios en los Hechos de los Apóstoles:
"los paganos decían: ¡mirad cómo se aman!, y Dios enviada a esas comunidad a quienes debían salvarse"
Hoy el profeta se alimenta de la Palabra, y la Palabra ha de hacerse Vida en el profeta, para que la Vida de Amor sea el testimonio vivo y verdadero que demuestre al mundo que es posible y gozoso vivir el Evangelio. La Fidelidad a la Vida de la Palabra de Dios es el testimonio claro y eficaz que debemos brindar los profetas de estos tiempos.
- «No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos.
El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: 'Ve y profetiza a mi pueblo de Israel."»
Quizás a muchos nos ha pasado que cuando hemos descubierto qué es lo que Dios quería de nuestras vidas, hemos respondido como Amós: "no soy profeta ni hijo de profeta, soy pastor...", como para darle a Dios argumentos (para nosotros) válidos y sin decirle que no quedar libres de ataduras con lo que Él quería para nosotros.
Claro que cuando le damos a Dios argumentos (para nosotros) válidos y legítimos, Dios nos responde (aunque no lo dice literalmente) ¡a mí no me importan tus argumentos!: Ve y profetiza.
Cuando Dios llama, Dios llama. Y a cada uno de nosotros Dios nos ha llamado desde que cayó la primera gota de agua bautismal sobre nuestras cabezas. Desde ese mismo momento Dios nos está llamando. A veces los escuchamos y nos hacemos los sordos, otras intentamos querer ganar la discusión, y otras le cerramos la puerta e intentamos olvidarnos de Él.
Pero ¿por qué si soy un pastor e hijo de pastor Dios quiere que sea profeta? "Señor, soy muy joven y no se hablar", le respondió otro Profeta. Pero al Señor no le interesa quién es uno o hijo de quién soy, le interesa lo que Él tiene para darnos para llevar a cabo esa misión.
Y ¿cuál es hoy nuestra misión como profetas? Nos lo aclara San Pablo:
"Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor".
Sí, hoy el Profeta no es un profeta de muchas palabras, sino un profeta de mucha vida, una vida santa e irreprochable por el amor.
Hoy ya no queremos escuchar palabras, palabras hay muchas y muy variadas, palabras vacía, palabras mentirosas, palabras malas y palabras buenas, es ¡tan difícil discernir las palabras que escuchamos todos los días! Por eso lo que hoy necesitamos son testimonios claros de vida, y, para nosotros el mejor testimonio de vida es una vida "santa e irreprochable en el amor"
Así como lo dice Dios en los Hechos de los Apóstoles:
"los paganos decían: ¡mirad cómo se aman!, y Dios enviada a esas comunidad a quienes debían salvarse"
Hoy el profeta se alimenta de la Palabra, y la Palabra ha de hacerse Vida en el profeta, para que la Vida de Amor sea el testimonio vivo y verdadero que demuestre al mundo que es posible y gozoso vivir el Evangelio. La Fidelidad a la Vida de la Palabra de Dios es el testimonio claro y eficaz que debemos brindar los profetas de estos tiempos.
sábado, 11 de julio de 2015
Una elección sensata y prudente
"Hijo mío, si aceptas mis palabras y conservas mis consejos, prestando oído a la sensatez y prestando atención a la prudencia; si invocas a la inteligencia y llamas a la prudencia; si la procuras como el dinero y la buscas como un tesoro, entonces comprenderás el temor del Señor y alcanzarás el conocimiento de Dios".
Hermosas palabras nos dirige el Señor desde el Libro de los Proverbios, hermosas palabras que nos llevan a meditar y a pensar en nuestro vivir en Dios. Aunque el Temor de Dios es uno de los Dones del Espíritu Santo, pero como todo Don que se nos entrega, debemos conservarlo y madurarlo, pues aquí tenemos la fórmula para ello.
Fijaos que dice: "si aceptas mis palabras", no es una orden, es una elección personal el vivir en Dios. No nos obliga el creador a creer en Él, ni a vivir en Él, como todo lo que Él nos dice y nos pide nos lo presenta como algo para elegir, tiene que ser una elección personal y libre, pues de nada nos sirve que aceptemos Su Palabra por obligación, porque eso sería una falsedad en nuestra vida. Porque no llegaríamos a entender ni a poder profundizar lo que Él nos presenta como estilo de vida, sino que nos quedaríamos con una simple apariencia de cumplir algo en lo que no creemos.
¿Por qué sigue diciendo prestando oído a la sensatez y prestando atención a la prudencia? Por que se supone que si acepto Su Palabra es porque sé lo que dice, es por que la he leído sensatamente y prudentemente, como para que después no diga "¡Ah no! esto no es lo que me había dicho". No, Señor, yo ya te lo dije de antemano, nos dirá el Señor, tenía que saber lo que aceptabas.
Y no, no es como los contratos de este mundo que tienen letra pequeña que se nos hace imposible leer. La Palabra de Dios tiene una letra clara y explícita y no deja de decirnos lo exigente que será el Señor si aceptamos Su Palabra. Por eso, también nos dice: "si invocas a la inteligencia y llamas a la prudencia", pues no quiere el Señor que nuestra elección sea una elección "alocada", simplemente por que me pareció algo lindo, o porque de repente se me antojó seguir a Dios. No. Que nuestra elección de seguirle sea algo conscientemente elegido, discernido y asumido, porque en los apuros de la vida, más de una vez, decimos que Sí a algo que queríamos decir que No, o decimos que No a algo que queríamos decir que Sí, y es Él mismo quien nos dice: "que tú Sí sea Sí y que tu No sea No".
Para que sabiendo lo que elegimos sepamos que es lo que vamos a recibir:
"Jesús les dijo:
-«Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel.
El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. »
Hermosas palabras nos dirige el Señor desde el Libro de los Proverbios, hermosas palabras que nos llevan a meditar y a pensar en nuestro vivir en Dios. Aunque el Temor de Dios es uno de los Dones del Espíritu Santo, pero como todo Don que se nos entrega, debemos conservarlo y madurarlo, pues aquí tenemos la fórmula para ello.
Fijaos que dice: "si aceptas mis palabras", no es una orden, es una elección personal el vivir en Dios. No nos obliga el creador a creer en Él, ni a vivir en Él, como todo lo que Él nos dice y nos pide nos lo presenta como algo para elegir, tiene que ser una elección personal y libre, pues de nada nos sirve que aceptemos Su Palabra por obligación, porque eso sería una falsedad en nuestra vida. Porque no llegaríamos a entender ni a poder profundizar lo que Él nos presenta como estilo de vida, sino que nos quedaríamos con una simple apariencia de cumplir algo en lo que no creemos.
¿Por qué sigue diciendo prestando oído a la sensatez y prestando atención a la prudencia? Por que se supone que si acepto Su Palabra es porque sé lo que dice, es por que la he leído sensatamente y prudentemente, como para que después no diga "¡Ah no! esto no es lo que me había dicho". No, Señor, yo ya te lo dije de antemano, nos dirá el Señor, tenía que saber lo que aceptabas.
Y no, no es como los contratos de este mundo que tienen letra pequeña que se nos hace imposible leer. La Palabra de Dios tiene una letra clara y explícita y no deja de decirnos lo exigente que será el Señor si aceptamos Su Palabra. Por eso, también nos dice: "si invocas a la inteligencia y llamas a la prudencia", pues no quiere el Señor que nuestra elección sea una elección "alocada", simplemente por que me pareció algo lindo, o porque de repente se me antojó seguir a Dios. No. Que nuestra elección de seguirle sea algo conscientemente elegido, discernido y asumido, porque en los apuros de la vida, más de una vez, decimos que Sí a algo que queríamos decir que No, o decimos que No a algo que queríamos decir que Sí, y es Él mismo quien nos dice: "que tú Sí sea Sí y que tu No sea No".
Para que sabiendo lo que elegimos sepamos que es lo que vamos a recibir:
"Jesús les dijo:
-«Os aseguro: cuando llegue la renovación, y el Hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, también vosotros, los que me habéis seguido, os sentaréis en doce tronos para regir a las doce tribus de Israel.
El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. »
viernes, 10 de julio de 2015
¿Quién dijo fácil?
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
-«Mirad que os mando como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas.
Pero no os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles".
¿Quién dijo que era fácil ser cristiano? No, no es fácil. Pero tampoco es imposible, "pues nada es imposible para Dios". Claro que será imposible si queremos ser cristianos sin Dios, sin Cristo. Por que cuando Jesús nos pide imposible no lo hace porque confía en nuestra fuerza, sino que confía en el Espíritu de Su Padre que nos ha dado y que renueva cada día con Su Gracia.
Hoy, más que nunca, Dios nos está pidiendo radicalidad en la vivencia de nuestra vida cristiana, porque hoy más que nunca se pretende que todo sea tinieblas, que todo esté oculto y haya confusión, para que cualquiera pueda vivir cualquier cosa, y todo lo que se haga sea válido.
Sabemos que, para nosotros, no todo es válido vivirlo, que no todo lo que el mundo quiere que sea "legal" es posible, porque la Ley y los Profetas no han sido derogados ni modificados, y ese poder no lo tuvo ni siquiera el Hijo Único de Dios.
Por eso, no sólo si nos llegan a arrestar, sino que si nos llega a "arrestar" el espíritu del mundo, si nos llega a "arrestar" el miedo, la oscuridad, o las tinieblas Jesús nos dice:
"Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros".
Para eso tenemos que tener conciencia de quiénes somos y de lo que el Padre quiere de nosotros, y para qué el Padre necesita de nosotros:
"os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles".
La vida del cristiano, la Fidelidad a la Vida del cristiano no es un bien personal, sino que hemos sido llamados a ser instrumentos de salvación para los hombres que buscan salvarse, por eso si sólo buscamos "estar bien", sentirnos bien, vamos por un camino que no es el que queremos, porque nuestro Camino es Fidelidad a la Vida que nos dio Jesús desde la Cruz, nuestro Camino es iluminar con la Verdad que nos fue infundida por el Espíritu Santo que nos hace creer en la Palabra de Dios, nuestro Camino, nuestra Verdad, nuestra Vida es Cristo, y somos de Cristo, y Cristo vive en aquellos que abren su Corazón al Espíritu y cada día renuevan su Fe, su Amor y su Esperanza en Cristo, por Cristo y para Cristo.
-«Mirad que os mando como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas.
Pero no os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles".
¿Quién dijo que era fácil ser cristiano? No, no es fácil. Pero tampoco es imposible, "pues nada es imposible para Dios". Claro que será imposible si queremos ser cristianos sin Dios, sin Cristo. Por que cuando Jesús nos pide imposible no lo hace porque confía en nuestra fuerza, sino que confía en el Espíritu de Su Padre que nos ha dado y que renueva cada día con Su Gracia.
Hoy, más que nunca, Dios nos está pidiendo radicalidad en la vivencia de nuestra vida cristiana, porque hoy más que nunca se pretende que todo sea tinieblas, que todo esté oculto y haya confusión, para que cualquiera pueda vivir cualquier cosa, y todo lo que se haga sea válido.
Sabemos que, para nosotros, no todo es válido vivirlo, que no todo lo que el mundo quiere que sea "legal" es posible, porque la Ley y los Profetas no han sido derogados ni modificados, y ese poder no lo tuvo ni siquiera el Hijo Único de Dios.
Por eso, no sólo si nos llegan a arrestar, sino que si nos llega a "arrestar" el espíritu del mundo, si nos llega a "arrestar" el miedo, la oscuridad, o las tinieblas Jesús nos dice:
"Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros".
Para eso tenemos que tener conciencia de quiénes somos y de lo que el Padre quiere de nosotros, y para qué el Padre necesita de nosotros:
"os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles".
La vida del cristiano, la Fidelidad a la Vida del cristiano no es un bien personal, sino que hemos sido llamados a ser instrumentos de salvación para los hombres que buscan salvarse, por eso si sólo buscamos "estar bien", sentirnos bien, vamos por un camino que no es el que queremos, porque nuestro Camino es Fidelidad a la Vida que nos dio Jesús desde la Cruz, nuestro Camino es iluminar con la Verdad que nos fue infundida por el Espíritu Santo que nos hace creer en la Palabra de Dios, nuestro Camino, nuestra Verdad, nuestra Vida es Cristo, y somos de Cristo, y Cristo vive en aquellos que abren su Corazón al Espíritu y cada día renuevan su Fe, su Amor y su Esperanza en Cristo, por Cristo y para Cristo.
miércoles, 8 de julio de 2015
Protagonistas de la historia
Una de las historias que más me gusta del AT es la historia de José, el hijo de Jacob. Me gusta por muchas cosas, por todas las vivencias y situaciones por las que tuvo atravesar y cómo conservó su fe. Pero sobre todo por mostrarnos cómo Dios va actuando en nuestras vidas y, a pesar de nuestros pecados y errores, va enderezando "a su tiempo" la historia para brindarnos todo lo que necesitamos.
Claro que, cuando no lo escuchamos y hacemos nuestra voluntad, no sabemos cuándo la historia se volverá a "acomodar", porque somos nosotros los que torcemos la historia al escribirla, cada día, según nuestros antojos y no según el Querer de Dios. Por eso tampoco sabemos cuándo la historia volverá a su lugar, o, usando palabras de San Pablo, cuando "llegará la plenitud de los tiempos" para que Dios nos envíe alguien que nos ayude a encontrar el camino de la Salvación.
En esta etapa de la vida de José vemos cómo él le pide cuentas a sus hermanos del pecado que habían cometido, del pecado de haberse dejado llevar por la envidia hacia José y por eso lo habían vendido como esclavo a los Egipcios. Pero Dios usó esa situación para que José llegará a poder, en el tiempo apropiado, calmar el hambre de su propio pueblo.
Muchas veces, puede ser, que nos confiemos en que Dios solucionará los errores que nosotros cometemos, pero no sabemos cuándo ni cómo, por eso Él nos muestra la historia para que aprendamos de los errores de otros, para que viendo lo que ha sucedido no cometamos los mismos errores, no nos dejemos engañar por nosotros mismos, por nuestros pecados y nuestros providencialismos, porque Dios nos ha puesto a nosotros como protagonistas de esta historia, pero el guionista es Él.
Es cierto que somos los protagonistas, que somos quienes realizamos, día a día, nuestra propia historia pero ¿cuál es el guión que seguimos? ¿Nos damos cuenta que, más de una vez, tropezamos con la misma piedra, cometemos los mismos errores que nuestros antepasados?
Claro que, cuando no lo escuchamos y hacemos nuestra voluntad, no sabemos cuándo la historia se volverá a "acomodar", porque somos nosotros los que torcemos la historia al escribirla, cada día, según nuestros antojos y no según el Querer de Dios. Por eso tampoco sabemos cuándo la historia volverá a su lugar, o, usando palabras de San Pablo, cuando "llegará la plenitud de los tiempos" para que Dios nos envíe alguien que nos ayude a encontrar el camino de la Salvación.
En esta etapa de la vida de José vemos cómo él le pide cuentas a sus hermanos del pecado que habían cometido, del pecado de haberse dejado llevar por la envidia hacia José y por eso lo habían vendido como esclavo a los Egipcios. Pero Dios usó esa situación para que José llegará a poder, en el tiempo apropiado, calmar el hambre de su propio pueblo.
Muchas veces, puede ser, que nos confiemos en que Dios solucionará los errores que nosotros cometemos, pero no sabemos cuándo ni cómo, por eso Él nos muestra la historia para que aprendamos de los errores de otros, para que viendo lo que ha sucedido no cometamos los mismos errores, no nos dejemos engañar por nosotros mismos, por nuestros pecados y nuestros providencialismos, porque Dios nos ha puesto a nosotros como protagonistas de esta historia, pero el guionista es Él.
Es cierto que somos los protagonistas, que somos quienes realizamos, día a día, nuestra propia historia pero ¿cuál es el guión que seguimos? ¿Nos damos cuenta que, más de una vez, tropezamos con la misma piedra, cometemos los mismos errores que nuestros antepasados?
martes, 7 de julio de 2015
La batalla continúa...
Esta pelea de Jacob que nos relata el Génesis me hace pensar en las peleas que solemos tener con nosotros mismos o con Dios, entre nuestro querer y Su Voluntad. Hay quienes se pasan la vida luchando para hacer lo que quieren sin hacer caso a la Voluntad de Dios, y hay quienes se pasan la vida luchando contra Dios para decir que no lo conocen o no le creen, para poder no escucharlo y amarlo. Y hay quienes se pasan la vida luchando contra el mundo para poder vivir en Dios.
¿Por qué luchamos? ¿Para qué luchamos? Porque es nuestra propia realidad, no siempre estamos conformes con lo que somos o con lo que tenemos y por eso luchamos para conseguir lo que anhelamos, pues creemos que todo debemos conseguirlo con nuestro esfuerzo, por que seguimos creyendo que "querer es poder", y no nos damos cuenta que no es cierto. O mejor dicho que, a veces, alcanzamos lo que queremos pero que, cuando lo alcanzamos, no es lo que habíamos pensado que lograríamos.
Nos olvidamos que siempre, en una lucha el que gana es el más fuerte, el que tiene mayor fortaleza o mayor capacidad de lucha, o más técnica. Por eso, antes de enfrentarnos a alguien tenemos pensar el por qué, el quién y el para qué.
Aquí, en el relato bíblico Jacob lucha con alguien que lo vence por tener una buena técnica y mayor fortaleza. Pero al perder el que gana le da un premio porque supo enfrentarse y supo perder la batalla. Así Dios le cambio el nombre a Jacob por el de Israel.
¿Cuántas veces hemos luchado contra Dios? ¿Cuántas veces hemos ganado? ¿Cuántas veces hemos reconocido nuestra derrota?
"He combatido el buen combate, he conservado la fe", dice San Pablo. "Hay una lucha constante en mí, mi espíritu que lucha contra mi carne y mi carne contra mi espíritu", sigue diciendo. Porque somos conscientes que hay dos realidades en mí, pues una vez que hemos conocido la Verdad, el Camino y la Vida, sabemos qué es lo que nos conviene, pero también sabemos qué es lo que queremos. Lo que nos conviene está en el orden espiritual y lo que queremos en el orden "carnal", de lo meramente humano. Por eso hay siempre una lucha interna.
¿Cómo ganamos la batalla? ¿Dejaremos alguna vez de luchar con nosotros mismos, con nuestro Dios? El combate interno continuará hasta que podamos librarnos del peso de nuestra humanidad, pero mientras tanto sabemos que podemos dejarnos ganar porque "sabemos en quién hemos puesto nuestra esperanza", "sabemos en Quién confiamos", y por eso dejamos que nos gane el combate y aceptamos Su Voluntad, porque ese es nuestro Camino, y cada batalla perdida a favor de Dios es una batalla ganada para alcanzar la plenitud de nuestra Vida, para alcanzar la concreción de nuestra vocación, la realización del sueño de Dios en nosotros.
¿Por qué luchamos? ¿Para qué luchamos? Porque es nuestra propia realidad, no siempre estamos conformes con lo que somos o con lo que tenemos y por eso luchamos para conseguir lo que anhelamos, pues creemos que todo debemos conseguirlo con nuestro esfuerzo, por que seguimos creyendo que "querer es poder", y no nos damos cuenta que no es cierto. O mejor dicho que, a veces, alcanzamos lo que queremos pero que, cuando lo alcanzamos, no es lo que habíamos pensado que lograríamos.
Nos olvidamos que siempre, en una lucha el que gana es el más fuerte, el que tiene mayor fortaleza o mayor capacidad de lucha, o más técnica. Por eso, antes de enfrentarnos a alguien tenemos pensar el por qué, el quién y el para qué.
Aquí, en el relato bíblico Jacob lucha con alguien que lo vence por tener una buena técnica y mayor fortaleza. Pero al perder el que gana le da un premio porque supo enfrentarse y supo perder la batalla. Así Dios le cambio el nombre a Jacob por el de Israel.
¿Cuántas veces hemos luchado contra Dios? ¿Cuántas veces hemos ganado? ¿Cuántas veces hemos reconocido nuestra derrota?
"He combatido el buen combate, he conservado la fe", dice San Pablo. "Hay una lucha constante en mí, mi espíritu que lucha contra mi carne y mi carne contra mi espíritu", sigue diciendo. Porque somos conscientes que hay dos realidades en mí, pues una vez que hemos conocido la Verdad, el Camino y la Vida, sabemos qué es lo que nos conviene, pero también sabemos qué es lo que queremos. Lo que nos conviene está en el orden espiritual y lo que queremos en el orden "carnal", de lo meramente humano. Por eso hay siempre una lucha interna.
¿Cómo ganamos la batalla? ¿Dejaremos alguna vez de luchar con nosotros mismos, con nuestro Dios? El combate interno continuará hasta que podamos librarnos del peso de nuestra humanidad, pero mientras tanto sabemos que podemos dejarnos ganar porque "sabemos en quién hemos puesto nuestra esperanza", "sabemos en Quién confiamos", y por eso dejamos que nos gane el combate y aceptamos Su Voluntad, porque ese es nuestro Camino, y cada batalla perdida a favor de Dios es una batalla ganada para alcanzar la plenitud de nuestra Vida, para alcanzar la concreción de nuestra vocación, la realización del sueño de Dios en nosotros.
lunes, 6 de julio de 2015
Casa de Dios puerta del Cielo
"Cuando Jacob despertó dijo:
-Realmente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía.
Y, sobrecogido, añadió:
-Qué terrible es este lugar: no es sino la casa de Dios y la puerta del cielo".
No siempre tenemos la oportunidad, como Jacob, para encontrarnos con el Señor, o, mejor dicho el Señor no nos habla tan directamente como a Jacob.
Seguro que nos gustaría tener uno de esos encuentros con Él, poder sentarnos, mano a mano, para un diálogo sereno, sincero, en donde Él pueda hablarme y yo pueda hablarle, también.
Muchos de nosotros hemos tenido esa oportunidad mas de una vez, y más de dos veces, seguramente, hemos experimentado un encuentro muy cercano con el Señor. Claro que no hemos levantado un altar y, menos aún, hemos construido un templo alrededor del lugar donde se produjo el encuentro. Sobre todo porque no es necesario hacerlo, pues el templo está construido.
Si, cada día, cada hora estamos en el templo construido por el Señor, porque Él de manera particular habita en un Templo construido no por el hombre sino por el Él mismo. Ese templo somos cada uno de nosotros, pues el día de nuestro bautismo fuimos consagrados como templos vivos del Espíritu Santo, en el que habita el Señor.
Por eso Jesus le decía a aquella mujer junto al Pozo de Jacob: "llegará el día en que Dios no habitara en el Templo de Jerusalén ni Samaria, sino que habita en espíritu y en verdad". Por eso cuando necesitamos de Él podemos encontrarle en el silencio de nuestro corazón, hacer ese peregrinaje constante a nuestro corazón para hablar con Él, escuchar sus palabras, aceptar su Voluntad, presentarle nuestras quejas y pedido y acción de gracias, para que Él pueda acompañarme a vivir en Él, por Él y con Él.
Si, cada uno de nosotros somos casa de Dios y puerta del Cielo, porque Él está con nosotros y en nosotros, y por nosotros llega a nuestros hermanos que lo buscan y necesitan. Somos, como en la imagen de Jacob, esa escalera por medio de la cual llega la Palabra, el Amor, la Esperanza de Dios a aquellos que no lo conocen, pero que los buscan h lo necesitan.
No dejemos que nuestra vida deje de ser un lugar, para mi y para mis hermanos, donde poder encontrarnos y encontrarse con el Señor, nuestro Dios.
-Realmente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía.
Y, sobrecogido, añadió:
-Qué terrible es este lugar: no es sino la casa de Dios y la puerta del cielo".
No siempre tenemos la oportunidad, como Jacob, para encontrarnos con el Señor, o, mejor dicho el Señor no nos habla tan directamente como a Jacob.
Seguro que nos gustaría tener uno de esos encuentros con Él, poder sentarnos, mano a mano, para un diálogo sereno, sincero, en donde Él pueda hablarme y yo pueda hablarle, también.
Muchos de nosotros hemos tenido esa oportunidad mas de una vez, y más de dos veces, seguramente, hemos experimentado un encuentro muy cercano con el Señor. Claro que no hemos levantado un altar y, menos aún, hemos construido un templo alrededor del lugar donde se produjo el encuentro. Sobre todo porque no es necesario hacerlo, pues el templo está construido.
Si, cada día, cada hora estamos en el templo construido por el Señor, porque Él de manera particular habita en un Templo construido no por el hombre sino por el Él mismo. Ese templo somos cada uno de nosotros, pues el día de nuestro bautismo fuimos consagrados como templos vivos del Espíritu Santo, en el que habita el Señor.
Por eso Jesus le decía a aquella mujer junto al Pozo de Jacob: "llegará el día en que Dios no habitara en el Templo de Jerusalén ni Samaria, sino que habita en espíritu y en verdad". Por eso cuando necesitamos de Él podemos encontrarle en el silencio de nuestro corazón, hacer ese peregrinaje constante a nuestro corazón para hablar con Él, escuchar sus palabras, aceptar su Voluntad, presentarle nuestras quejas y pedido y acción de gracias, para que Él pueda acompañarme a vivir en Él, por Él y con Él.
Si, cada uno de nosotros somos casa de Dios y puerta del Cielo, porque Él está con nosotros y en nosotros, y por nosotros llega a nuestros hermanos que lo buscan y necesitan. Somos, como en la imagen de Jacob, esa escalera por medio de la cual llega la Palabra, el Amor, la Esperanza de Dios a aquellos que no lo conocen, pero que los buscan h lo necesitan.
No dejemos que nuestra vida deje de ser un lugar, para mi y para mis hermanos, donde poder encontrarnos y encontrarse con el Señor, nuestro Dios.
domingo, 5 de julio de 2015
Hablamos de parte de Dios
- «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí? .»
Cuando Dios nos llama a ser profetas, como en la primera lectura, y nos unge como profetas (en el día de nuestro bautismo) nos da su Espíritu para que nos enseñe, nos guíe, nos fortalezca y nos de la sabiduría necesaria para poder anunciar el mensaje de Salvación a todos los hombres. La Palabra no es nuestra es de Dios, Él nos la da y nosotros la volvemos a repetir, una y otra vez, para que "quien quiera oirla que la escuche", y quien quiera vivirla que la viva.
Claro que, cuando descubrimos que podemos hablar, que podemos señalar, que podemos juzgar, el pecado nos va engañando y nos torna soberbios, hace que el orgullo de ser enviados, de ser profetas se nos suba a la cabeza y creamos que somos los mejores, que no hay nadie como nosotros, que por eso Dios nos eligió y ¡tantas otras cosas más que vemos cuando la soberbia se hace cargo de nuestra vida!
Por eso San Pablo nos ayuda a descubrir que, por un lado, todo estamos contagiados del pecado original y que la soberbia es parte de ese pecado que hay en nosotros, y que ninguno está libre de caer. Y nos da la "receta" para poder, cada día, combatir la soberbia en nuestra vida: descubrir que hay una espina clavada en nuestra carne, que yo también como el resto de la humanidad tengo pecado, y que si Dios me ha elegido no es porque soy el más perfecto, sino porque Él tiene la Gracia para poder perfeccionarme, siempre y cuando yo reconozca mi debilidad y me deje conducir por Dios.
Pero es que la soberbia, cuando no me doy cuenta que existe en mí, no me permite darle lugar ni a Dios ni a nadie para que me indiquen el camino a recorrer. Me gusta ser yo quien corrija y dirija la vida de los demás, me siento fuerte, seguro, autosuficiente, y el único con capacidad para poder llevar adelante todo lo que quiero. Y así nunca quiero ayuda de nadie. La soberbia me ha engañado y me hace sentir tan fuerte que no necesito a nadie ni nada.
En cambio, aquél que se sabe débil y llamado, necesita constantemente de Aquél que lo llamó para que lo fortalezca en la debilidad, para Sus Palabras estén siempre en sus labios, para que su misericordia limpie su pecado, y pueda así, con labios y corazón puro anunciar la Palabra de Vida.
Por que un profeta no se anuncia a sí mismo, sino que es un instrumento fiel de la Palabra de Aquél que lo ha elegido desde el seno materno para llevar la Buena Noticia a los hombres. No dejemos que la soberbia nos impida anunciar la Buena Nueva, porque La Palabra de Dios es la que da Vida, nuestra palabra no lo hace.
Cuando Dios nos llama a ser profetas, como en la primera lectura, y nos unge como profetas (en el día de nuestro bautismo) nos da su Espíritu para que nos enseñe, nos guíe, nos fortalezca y nos de la sabiduría necesaria para poder anunciar el mensaje de Salvación a todos los hombres. La Palabra no es nuestra es de Dios, Él nos la da y nosotros la volvemos a repetir, una y otra vez, para que "quien quiera oirla que la escuche", y quien quiera vivirla que la viva.
Claro que, cuando descubrimos que podemos hablar, que podemos señalar, que podemos juzgar, el pecado nos va engañando y nos torna soberbios, hace que el orgullo de ser enviados, de ser profetas se nos suba a la cabeza y creamos que somos los mejores, que no hay nadie como nosotros, que por eso Dios nos eligió y ¡tantas otras cosas más que vemos cuando la soberbia se hace cargo de nuestra vida!
Por eso San Pablo nos ayuda a descubrir que, por un lado, todo estamos contagiados del pecado original y que la soberbia es parte de ese pecado que hay en nosotros, y que ninguno está libre de caer. Y nos da la "receta" para poder, cada día, combatir la soberbia en nuestra vida: descubrir que hay una espina clavada en nuestra carne, que yo también como el resto de la humanidad tengo pecado, y que si Dios me ha elegido no es porque soy el más perfecto, sino porque Él tiene la Gracia para poder perfeccionarme, siempre y cuando yo reconozca mi debilidad y me deje conducir por Dios.
Pero es que la soberbia, cuando no me doy cuenta que existe en mí, no me permite darle lugar ni a Dios ni a nadie para que me indiquen el camino a recorrer. Me gusta ser yo quien corrija y dirija la vida de los demás, me siento fuerte, seguro, autosuficiente, y el único con capacidad para poder llevar adelante todo lo que quiero. Y así nunca quiero ayuda de nadie. La soberbia me ha engañado y me hace sentir tan fuerte que no necesito a nadie ni nada.
En cambio, aquél que se sabe débil y llamado, necesita constantemente de Aquél que lo llamó para que lo fortalezca en la debilidad, para Sus Palabras estén siempre en sus labios, para que su misericordia limpie su pecado, y pueda así, con labios y corazón puro anunciar la Palabra de Vida.
Por que un profeta no se anuncia a sí mismo, sino que es un instrumento fiel de la Palabra de Aquél que lo ha elegido desde el seno materno para llevar la Buena Noticia a los hombres. No dejemos que la soberbia nos impida anunciar la Buena Nueva, porque La Palabra de Dios es la que da Vida, nuestra palabra no lo hace.
sábado, 4 de julio de 2015
La vida de los demás no es mi Vida
No siempre nos contentamos con lo que tenemos, es como si tuviéramos un ojo siempre mirando la vida de los demás para ver si es mejores o peores que nosotros. Si la vida del otro es peor no nos interesa más que para criticarlo, pero si es mejor nos interesa para ver cómo poder estropearla o poder tener lo que el otro tiene. Y otra vez con la envidia.
Es lo que le pasó a Rebeca con Jacob y Esaú, es lo que le pasó a los discípulos de Juan Bautista y los de Jesús. Rebeca quería que su hijo Esaú sea el bendecido por su padre, pero eso le correspondía al primogénito y no lo era él, por eso imaginó y llevó a cabo un engaño a Isaac para que bendijera a Esaú, aprovechándose de la ceguera de Isaac.
Y los discípulos de Juan que ven que ellos por el estilo de vida que había elegido hacían muchos ayunos, pero los discípulos de Jesús no lo hacían.
Está claro que siempre podemos crecer, es más debemos crecer y madurar, perfeccionarnos; pero nunca lo hagamos queriendo imitar lo que hacen los demás, nunca lo hagamos queriendo suplantar la vida de los otros, nunca lo planifiquemos queriendo suplantar a otros o queriendo vivir la vida de otros en nuestras vidas. Es un gran error.
Dios nos ha dado una vida para vivirla, y quien sabe cómo poder vivirla es aquél que me la dio. Por eso el buscar la Voluntad de Dios me ayuda a encontrar mi propio Camino de plenitud, mi propio Camino de crecimiento, de perfección. Por que Él tendrá todo dispuesto para ayudarme a recorrer mi Camino, pero no para recorrer el camino de otro en mi vida, y menos para poder hundir la vida del otro para que yo tenga su lugar, su puesto.
Por más que Jacob recibiera la bendición de Isaac, nunca llegaría a ser como Esaú, porque Esaú es único e irrepetible, como cada uno de nosotros. Gracias a Dios todos somos único se irrepetibles, no hay nadie (gracias a Dios) igual que yo, porque a mí, como persona única y llamada a vivir un único Camino, me ha dado ciertos talentos y dones, que podrán ser parecidos a otros, pero no son iguales, porque son míos. Y con estos talentos yo tengo que crecer, tengo que hacerlos fructificar. Sí, seguro que me encantaría tener los talentos de otros, pero no los tengo.
Cuando dejo de lado ese defecto que está innato en nosotros, puedo llegar a alegrarme y gozar de todo lo que Dios me ha dado, realmente el descubrir todo lo que tengo, porque me ha sido regalado, me ayudará a encontrar el camino para hacerlo crecer, madurar y fructificar. Porque el esfuerzo que realice para hacer crecer mis talentos lo veré enseguida, pero cuando quiero hacer crecer talentos que no son míos, nunca llego a hacerlos fructificar y me agobia el esfuerzo de nunca poder encontrar aquello que no existe en mi, sin embargo hay un gran tesoro que queda oculto bajo el mando de la envidia por la vida de los otros.
Es lo que le pasó a Rebeca con Jacob y Esaú, es lo que le pasó a los discípulos de Juan Bautista y los de Jesús. Rebeca quería que su hijo Esaú sea el bendecido por su padre, pero eso le correspondía al primogénito y no lo era él, por eso imaginó y llevó a cabo un engaño a Isaac para que bendijera a Esaú, aprovechándose de la ceguera de Isaac.
Y los discípulos de Juan que ven que ellos por el estilo de vida que había elegido hacían muchos ayunos, pero los discípulos de Jesús no lo hacían.
Está claro que siempre podemos crecer, es más debemos crecer y madurar, perfeccionarnos; pero nunca lo hagamos queriendo imitar lo que hacen los demás, nunca lo hagamos queriendo suplantar la vida de los otros, nunca lo planifiquemos queriendo suplantar a otros o queriendo vivir la vida de otros en nuestras vidas. Es un gran error.
Dios nos ha dado una vida para vivirla, y quien sabe cómo poder vivirla es aquél que me la dio. Por eso el buscar la Voluntad de Dios me ayuda a encontrar mi propio Camino de plenitud, mi propio Camino de crecimiento, de perfección. Por que Él tendrá todo dispuesto para ayudarme a recorrer mi Camino, pero no para recorrer el camino de otro en mi vida, y menos para poder hundir la vida del otro para que yo tenga su lugar, su puesto.
Por más que Jacob recibiera la bendición de Isaac, nunca llegaría a ser como Esaú, porque Esaú es único e irrepetible, como cada uno de nosotros. Gracias a Dios todos somos único se irrepetibles, no hay nadie (gracias a Dios) igual que yo, porque a mí, como persona única y llamada a vivir un único Camino, me ha dado ciertos talentos y dones, que podrán ser parecidos a otros, pero no son iguales, porque son míos. Y con estos talentos yo tengo que crecer, tengo que hacerlos fructificar. Sí, seguro que me encantaría tener los talentos de otros, pero no los tengo.
Cuando dejo de lado ese defecto que está innato en nosotros, puedo llegar a alegrarme y gozar de todo lo que Dios me ha dado, realmente el descubrir todo lo que tengo, porque me ha sido regalado, me ayudará a encontrar el camino para hacerlo crecer, madurar y fructificar. Porque el esfuerzo que realice para hacer crecer mis talentos lo veré enseguida, pero cuando quiero hacer crecer talentos que no son míos, nunca llego a hacerlos fructificar y me agobia el esfuerzo de nunca poder encontrar aquello que no existe en mi, sin embargo hay un gran tesoro que queda oculto bajo el mando de la envidia por la vida de los otros.
viernes, 3 de julio de 2015
¡Atrapa el Cielo!
No me cansaré de repetir una y otra vez lo que hoy San Pablo le dice a los Efesios:
"Hermanos:
Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios".
"Ciudadanos de os santos y miembros de la familia de Dios", menudo título nos ha dado San Pablo, o mejor dicho, menuda realidad que no nos alcanza el pensamiento para imaginar lo que somos y a dónde pertenecemos. Esta simple frase, que no es sólo una frase, sino que es una realidad plena la hemos recibido gratuitamente, pero no es gratuito el conservarla.
Al escribir esto me vino a la cabeza la imagen del programa de TV "Atrapa un millón" (¿qué tendrá que ver, no?) Pues bien, en este programa tienes delante tuyo 1.000.000 de Euros (o pesos si lo ves en argentina) y en cada pregunta puedes ir perdiendo parte o no, depende si aciertas o no la respuesta.
En nuestra vida pasa lo mismo: somos santos y ciudadanos del cielo, pero en cada respuesta que damos en nuestra vida podemos crecer o no, podemos seguir siendo santos o podemos perder nuestra santidad; podemos acercarnos más al cielo al que pertenecemos o podemos alejarnos por otros caminos. Todo depende de la respuesta que vayamos dándole a Dios en cada día.
A medida que avanza el programa las preguntas son más difíciles, porque lo que me están dando es cada vez más grande, y necesito estar siempre atento y preparado para saber qué responder, y en qué momento. Por que para cada pregunta y cada respuesta tengo un tiempo determinado, pasado ese tiempo por más que me sepa la respuesta ya he perdido algo.
Claro que en el programa de la vida contamos con la Misericordia de Dios que, en el programa de TV no existe, pero tampoco Dios tiene ni quiere perder demasiado tiempo con aquellos que no están dispuestos a arriesgar. Pero cuando nos ve arriesgado y decididos a seguir luchando por el premio, Él siempre usa de la misericordia y nos envía las respuestas por medio de alguien o algo, por eso tengo que aprender a estar atento. No tengo que estar con miedo ni con inseguridades, sino con la mirada puesta en Dios y la confianza en su misericordia, porque Él no quiere que perdamos lo que nos ha dado, sino que su deseo es que conservemos la vida que nos dio y la llevemos a plenitud.
Somos nosotros los que muchas veces nos olvidamos de quienes somos y a dónde pertenecemos, y nos quedamos colgados de las maravillas del mundo y nos hacemos uno con el mundo, olvidándonos de las maravillas de los Dones que Dios nos ha dado para vivir en santidad y vivir en la tierra las maravillas del Cielo.
"Hermanos:
Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios".
"Ciudadanos de os santos y miembros de la familia de Dios", menudo título nos ha dado San Pablo, o mejor dicho, menuda realidad que no nos alcanza el pensamiento para imaginar lo que somos y a dónde pertenecemos. Esta simple frase, que no es sólo una frase, sino que es una realidad plena la hemos recibido gratuitamente, pero no es gratuito el conservarla.
Al escribir esto me vino a la cabeza la imagen del programa de TV "Atrapa un millón" (¿qué tendrá que ver, no?) Pues bien, en este programa tienes delante tuyo 1.000.000 de Euros (o pesos si lo ves en argentina) y en cada pregunta puedes ir perdiendo parte o no, depende si aciertas o no la respuesta.
En nuestra vida pasa lo mismo: somos santos y ciudadanos del cielo, pero en cada respuesta que damos en nuestra vida podemos crecer o no, podemos seguir siendo santos o podemos perder nuestra santidad; podemos acercarnos más al cielo al que pertenecemos o podemos alejarnos por otros caminos. Todo depende de la respuesta que vayamos dándole a Dios en cada día.
A medida que avanza el programa las preguntas son más difíciles, porque lo que me están dando es cada vez más grande, y necesito estar siempre atento y preparado para saber qué responder, y en qué momento. Por que para cada pregunta y cada respuesta tengo un tiempo determinado, pasado ese tiempo por más que me sepa la respuesta ya he perdido algo.
Claro que en el programa de la vida contamos con la Misericordia de Dios que, en el programa de TV no existe, pero tampoco Dios tiene ni quiere perder demasiado tiempo con aquellos que no están dispuestos a arriesgar. Pero cuando nos ve arriesgado y decididos a seguir luchando por el premio, Él siempre usa de la misericordia y nos envía las respuestas por medio de alguien o algo, por eso tengo que aprender a estar atento. No tengo que estar con miedo ni con inseguridades, sino con la mirada puesta en Dios y la confianza en su misericordia, porque Él no quiere que perdamos lo que nos ha dado, sino que su deseo es que conservemos la vida que nos dio y la llevemos a plenitud.
Somos nosotros los que muchas veces nos olvidamos de quienes somos y a dónde pertenecemos, y nos quedamos colgados de las maravillas del mundo y nos hacemos uno con el mundo, olvidándonos de las maravillas de los Dones que Dios nos ha dado para vivir en santidad y vivir en la tierra las maravillas del Cielo.
jueves, 2 de julio de 2015
El sacrificio de Abrahám es nuestro sacrificio?
Nos parece increíble, cuando leemos el texto del sacrificio de Abrahám, ver la disponibilidad de Abrahám a Dios, el sólo pensar que obediente a la Voluntad de Dios llevó a su hijo al sacrificio. Algo que, hoy por hoy, casi nadie está dispuesto a realizar.
Pero si miramos un poco más profundo en nuestras vidas vamos a descubrir cómo hemos sacrificado muchas cosas en favor de otras que, quizás, no han sido tan valiosas.
Es que en los días que vivimos sacrificamos más de lo que creemos, pero como lo hacemos, muchas veces, sin pensar, sin reflexionar, sin ver el sentido de lo que hacemos, lo que sacrificamos no tiene sentido en nuestras vidas.
Y, creo, que lo primero que sacrificamos es nuestra familia. Sí, porque en pos de un futuro mejor o de un presente más tranquilo, invertimos mucho tiempo en trabajos, en actividades y dejamos de lado el tiempo que podemos estar junto a los que queremos.
También sacrificamos nuestros deseos o gustos en función de otras actividades que pueden ser mejores, pero que me quitan tiempo para llenar mi vida de sentido. Hoy, muchos viven pendientes de su cuerpo y pasan muchas horas en el gym o de largas caminatas o ... y son horas que no les dedicamos a quienes más queremos.
Y así, día tras día, vamos sacrificando a nuestros seres queridos por cosas que creemos que son buenas (y en sí mismas son buenas) pero, cuando quiero acordar, mis hijos son grandes y no los he disfrutado, se han criado junto a otras personas y no junto a sus padres, han recibido enseñanzas de parte de otros y no de sus padres. Pero lo más importante que la familia que soñaba para mi vida, casi no fue parte de mi vida porque le dediqué más horas de mi vida a otras cosas en lugar de estar en familia.
Dios no nos pide que, como Abrahám, sacrifiquemos a nuestros hijos en el altar de la montaña, pero nos dejamos arrastrar por el Príncipe de este mundo que nos lleva a no darle tiempo a nuestras familias sacrificándolas a vivir en la ausencia de sus padres, a vivir en la falta del cariño, del amor, del estar juntos y ser familia.
Hoy Dios nos pide que volvamos a mirar nuestra vida, a descubrir en qué usamos nuestro tiempo y si, en verdad, hacemos sacrificios que son verdaderos, o hacemos sacrificios sin sentido, dejando de lado lo mejor que tenemos o sacrificando aquello que habíamos soñado.
Por que nuestra felicidad y plenitud no están en todo lo que puedo hacer por los que quiero, sino en todo lo que puedo vivir junto a los que más quiero.
Pero si miramos un poco más profundo en nuestras vidas vamos a descubrir cómo hemos sacrificado muchas cosas en favor de otras que, quizás, no han sido tan valiosas.
Es que en los días que vivimos sacrificamos más de lo que creemos, pero como lo hacemos, muchas veces, sin pensar, sin reflexionar, sin ver el sentido de lo que hacemos, lo que sacrificamos no tiene sentido en nuestras vidas.
Y, creo, que lo primero que sacrificamos es nuestra familia. Sí, porque en pos de un futuro mejor o de un presente más tranquilo, invertimos mucho tiempo en trabajos, en actividades y dejamos de lado el tiempo que podemos estar junto a los que queremos.
También sacrificamos nuestros deseos o gustos en función de otras actividades que pueden ser mejores, pero que me quitan tiempo para llenar mi vida de sentido. Hoy, muchos viven pendientes de su cuerpo y pasan muchas horas en el gym o de largas caminatas o ... y son horas que no les dedicamos a quienes más queremos.
Y así, día tras día, vamos sacrificando a nuestros seres queridos por cosas que creemos que son buenas (y en sí mismas son buenas) pero, cuando quiero acordar, mis hijos son grandes y no los he disfrutado, se han criado junto a otras personas y no junto a sus padres, han recibido enseñanzas de parte de otros y no de sus padres. Pero lo más importante que la familia que soñaba para mi vida, casi no fue parte de mi vida porque le dediqué más horas de mi vida a otras cosas en lugar de estar en familia.
Dios no nos pide que, como Abrahám, sacrifiquemos a nuestros hijos en el altar de la montaña, pero nos dejamos arrastrar por el Príncipe de este mundo que nos lleva a no darle tiempo a nuestras familias sacrificándolas a vivir en la ausencia de sus padres, a vivir en la falta del cariño, del amor, del estar juntos y ser familia.
Hoy Dios nos pide que volvamos a mirar nuestra vida, a descubrir en qué usamos nuestro tiempo y si, en verdad, hacemos sacrificios que son verdaderos, o hacemos sacrificios sin sentido, dejando de lado lo mejor que tenemos o sacrificando aquello que habíamos soñado.
Por que nuestra felicidad y plenitud no están en todo lo que puedo hacer por los que quiero, sino en todo lo que puedo vivir junto a los que más quiero.
El sacrificio de Abrahám es nuestro sacrificio?
Nos parece increíble, cuando leemos el texto del sacrificio de Abrahám, ver la disponibilidad de Abrahám a Dios, el sólo pensar que obediente a la Voluntad de Dios llevó a su hijo al sacrificio. Algo que, hoy por hoy, casi nadie está dispuesto a realizar.
Pero si miramos un poco más profundo en nuestras vidas vamos a descubrir cómo hemos sacrificado muchas cosas en favor de otras que, quizás, no han sido tan valiosas.
Es que en los días que vivimos sacrificamos más de lo que creemos, pero como lo hacemos, muchas veces, sin pensar, sin reflexionar, sin ver el sentido de lo que hacemos, lo que sacrificamos no tiene sentido en nuestras vidas.
Y, creo, que lo primero que sacrificamos es nuestra familia. Sí, porque en pos de un futuro mejor o de un presente más tranquilo, invertimos mucho tiempo en trabajos, en actividades y dejamos de lado el tiempo que podemos estar junto a los que queremos.
También sacrificamos nuestros deseos o gustos en función de otras actividades que pueden ser mejores, pero que me quitan tiempo para llenar mi vida de sentido. Hoy, muchos viven pendientes de su cuerpo y pasan muchas horas en el gym o de largas caminatas o ... y son horas que no les dedicamos a quienes más queremos.
Y así, día tras día, vamos sacrificando a nuestros seres queridos por cosas que creemos que son buenas (y en sí mismas son buenas) pero, cuando quiero acordar, mis hijos son grandes y no los he disfrutado, se han criado junto a otras personas y no junto a sus padres, han recibido enseñanzas de parte de otros y no de sus padres. Pero lo más importante que la familia que soñaba para mi vida, casi no fue parte de mi vida porque le dediqué más horas de mi vida a otras cosas en lugar de estar en familia.
Dios no nos pide que, como Abrahám, sacrifiquemos a nuestros hijos en el altar de la montaña, pero nos dejamos arrastrar por el Príncipe de este mundo que nos lleva a no darle tiempo a nuestras familias sacrificándolas a vivir en la ausencia de sus padres, a vivir en la falta del cariño, del amor, del estar juntos y ser familia.
Hoy Dios nos pide que volvamos a mirar nuestra vida, a descubrir en qué usamos nuestro tiempo y si, en verdad, hacemos sacrificios que son verdaderos, o hacemos sacrificios sin sentido, dejando de lado lo mejor que tenemos o sacrificando aquello que habíamos soñado.
Por que nuestra felicidad y plenitud no están en todo lo que puedo hacer por los que quiero, sino en todo lo que puedo vivir junto a los que más quiero.
Pero si miramos un poco más profundo en nuestras vidas vamos a descubrir cómo hemos sacrificado muchas cosas en favor de otras que, quizás, no han sido tan valiosas.
Es que en los días que vivimos sacrificamos más de lo que creemos, pero como lo hacemos, muchas veces, sin pensar, sin reflexionar, sin ver el sentido de lo que hacemos, lo que sacrificamos no tiene sentido en nuestras vidas.
Y, creo, que lo primero que sacrificamos es nuestra familia. Sí, porque en pos de un futuro mejor o de un presente más tranquilo, invertimos mucho tiempo en trabajos, en actividades y dejamos de lado el tiempo que podemos estar junto a los que queremos.
También sacrificamos nuestros deseos o gustos en función de otras actividades que pueden ser mejores, pero que me quitan tiempo para llenar mi vida de sentido. Hoy, muchos viven pendientes de su cuerpo y pasan muchas horas en el gym o de largas caminatas o ... y son horas que no les dedicamos a quienes más queremos.
Y así, día tras día, vamos sacrificando a nuestros seres queridos por cosas que creemos que son buenas (y en sí mismas son buenas) pero, cuando quiero acordar, mis hijos son grandes y no los he disfrutado, se han criado junto a otras personas y no junto a sus padres, han recibido enseñanzas de parte de otros y no de sus padres. Pero lo más importante que la familia que soñaba para mi vida, casi no fue parte de mi vida porque le dediqué más horas de mi vida a otras cosas en lugar de estar en familia.
Dios no nos pide que, como Abrahám, sacrifiquemos a nuestros hijos en el altar de la montaña, pero nos dejamos arrastrar por el Príncipe de este mundo que nos lleva a no darle tiempo a nuestras familias sacrificándolas a vivir en la ausencia de sus padres, a vivir en la falta del cariño, del amor, del estar juntos y ser familia.
Hoy Dios nos pide que volvamos a mirar nuestra vida, a descubrir en qué usamos nuestro tiempo y si, en verdad, hacemos sacrificios que son verdaderos, o hacemos sacrificios sin sentido, dejando de lado lo mejor que tenemos o sacrificando aquello que habíamos soñado.
Por que nuestra felicidad y plenitud no están en todo lo que puedo hacer por los que quiero, sino en todo lo que puedo vivir junto a los que más quiero.
El sacrificio de Abrahám es nuestro sacrificio?
Nos parece increíble, cuando leemos el texto del sacrificio de Abrahám, ver la disponibilidad de Abrahám a Dios, el sólo pensar que obediente a la Voluntad de Dios llevó a su hijo al sacrificio. Algo que, hoy por hoy, casi nadie está dispuesto a realizar.
Pero si miramos un poco más profundo en nuestras vidas vamos a descubrir cómo hemos sacrificado muchas cosas en favor de otras que, quizás, no han sido tan valiosas.
Es que en los días que vivimos sacrificamos más de lo que creemos, pero como lo hacemos, muchas veces, sin pensar, sin reflexionar, sin ver el sentido de lo que hacemos, lo que sacrificamos no tiene sentido en nuestras vidas.
Y, creo, que lo primero que sacrificamos es nuestra familia. Sí, porque en pos de un futuro mejor o de un presente más tranquilo, invertimos mucho tiempo en trabajos, en actividades y dejamos de lado el tiempo que podemos estar junto a los que queremos.
También sacrificamos nuestros deseos o gustos en función de otras actividades que pueden ser mejores, pero que me quitan tiempo para llenar mi vida de sentido. Hoy, muchos viven pendientes de su cuerpo y pasan muchas horas en el gym o de largas caminatas o ... y son horas que no les dedicamos a quienes más queremos.
Y así, día tras día, vamos sacrificando a nuestros seres queridos por cosas que creemos que son buenas (y en sí mismas son buenas) pero, cuando quiero acordar, mis hijos son grandes y no los he disfrutado, se han criado junto a otras personas y no junto a sus padres, han recibido enseñanzas de parte de otros y no de sus padres. Pero lo más importante que la familia que soñaba para mi vida, casi no fue parte de mi vida porque le dediqué más horas de mi vida a otras cosas en lugar de estar en familia.
Dios no nos pide que, como Abrahám, sacrifiquemos a nuestros hijos en el altar de la montaña, pero nos dejamos arrastrar por el Príncipe de este mundo que nos lleva a no darle tiempo a nuestras familias sacrificándolas a vivir en la ausencia de sus padres, a vivir en la falta del cariño, del amor, del estar juntos y ser familia.
Hoy Dios nos pide que volvamos a mirar nuestra vida, a descubrir en qué usamos nuestro tiempo y si, en verdad, hacemos sacrificios que son verdaderos, o hacemos sacrificios sin sentido, dejando de lado lo mejor que tenemos o sacrificando aquello que habíamos soñado.
Por que nuestra felicidad y plenitud no están en todo lo que puedo hacer por los que quiero, sino en todo lo que puedo vivir junto a los que más quiero.
Pero si miramos un poco más profundo en nuestras vidas vamos a descubrir cómo hemos sacrificado muchas cosas en favor de otras que, quizás, no han sido tan valiosas.
Es que en los días que vivimos sacrificamos más de lo que creemos, pero como lo hacemos, muchas veces, sin pensar, sin reflexionar, sin ver el sentido de lo que hacemos, lo que sacrificamos no tiene sentido en nuestras vidas.
Y, creo, que lo primero que sacrificamos es nuestra familia. Sí, porque en pos de un futuro mejor o de un presente más tranquilo, invertimos mucho tiempo en trabajos, en actividades y dejamos de lado el tiempo que podemos estar junto a los que queremos.
También sacrificamos nuestros deseos o gustos en función de otras actividades que pueden ser mejores, pero que me quitan tiempo para llenar mi vida de sentido. Hoy, muchos viven pendientes de su cuerpo y pasan muchas horas en el gym o de largas caminatas o ... y son horas que no les dedicamos a quienes más queremos.
Y así, día tras día, vamos sacrificando a nuestros seres queridos por cosas que creemos que son buenas (y en sí mismas son buenas) pero, cuando quiero acordar, mis hijos son grandes y no los he disfrutado, se han criado junto a otras personas y no junto a sus padres, han recibido enseñanzas de parte de otros y no de sus padres. Pero lo más importante que la familia que soñaba para mi vida, casi no fue parte de mi vida porque le dediqué más horas de mi vida a otras cosas en lugar de estar en familia.
Dios no nos pide que, como Abrahám, sacrifiquemos a nuestros hijos en el altar de la montaña, pero nos dejamos arrastrar por el Príncipe de este mundo que nos lleva a no darle tiempo a nuestras familias sacrificándolas a vivir en la ausencia de sus padres, a vivir en la falta del cariño, del amor, del estar juntos y ser familia.
Hoy Dios nos pide que volvamos a mirar nuestra vida, a descubrir en qué usamos nuestro tiempo y si, en verdad, hacemos sacrificios que son verdaderos, o hacemos sacrificios sin sentido, dejando de lado lo mejor que tenemos o sacrificando aquello que habíamos soñado.
Por que nuestra felicidad y plenitud no están en todo lo que puedo hacer por los que quiero, sino en todo lo que puedo vivir junto a los que más quiero.
miércoles, 1 de julio de 2015
No cambiemos los cerdos por el que nos da la Vida
Los gerasenos echaron a Jesús de su ciudad, ¿por qué? Por que los demonios que había expulsado se metieron dentro de la piara de cerdos y se mataron todos arrojándose del acantilado. Claro que no vieron o no quisieron ver que había dejado libre al que estaba endemoniado. Quizás no conocían la fama de Jesús y sus milagros. Siempre hay muchos argumentos y excusas para poder salvar lo que quiero, pero de una u otra forma la Verdad siempre sale a la Luz.
Quizás muchos estén a favor de haber expulsado a Jesús, porque la piara de cerdos era lo únicos que tenían los gerasenos para vivir, y, entonces, era justo expulsar a aquél que había matado a todos sus cerdos.
Pero, para el hombre que, después de tantos años de vivir excluido y marginado en el cementerio, haber sido liberado de los demonios y poder volver a su familia, eso no tenía precio. Y, seguramente, no entendió la actitud de la gente de su pueblo de expulsar a Aquél que lo había salvado.
Hoy nos sigue afectando que nos quiten nuestros cerdos, que nos dejen sin aquello que para nosotros era importante, y cuando alguien hace algo que no nos gusta lo expulsamos de nuestra vida. Creemos que con un click lo podemos borrar de nuestra lista de contactos y sacarlo del Face o de cualquier red social.
¿Cuáles son nuestros cerdos que hoy cuidamos más que la Verdad, más que la Vida?
Sí, todos cuidamos más lo que nos da poder que lo que nos hace ser, en esta sociedad tan consumista y materialista, parece que no nos damos cuenta que no todo es poder y ni todo es poseer, si no que lo importante es el ser. Por eso cuando alguien nos toca "nuestros cerditos" cambiamos, nos rebelamos contra aquél que tiró por el acantilado aquello que me daba confianza, aquello que me sostenía, aquello que hacía que fuera respetado, pero que, en definitiva no era, ni es, lo que soy.
Nos quedamos sin nada, nos quedamos sin nuestros cerditos y parece que la vida se nos ha perdido, porque hemos vivido para nuestros cerdos, y no para la Vida, hemos vivido acumulando tesoros en la tierra y no hemos crecido como personas, como lo que realmente somos. Por eso, cuando nos tocan los cerdos nos enfadamos, sacamos las garras y vamos contra el mundo porque ya no tenemos a qué aferrarnos, y sobre todo, sin esos cerdos miro hacia dentro de mí y no encuentro nada más a lo que aferrarme, he perdido la fuente de mi poder, he quedado expuesto ante el mundo.
Busquemos la Verdad, crezcamos en la Verdad, que, aunque nos duela es la única que nos libera y nos hace crecer, nos permite ser en verdad lo que realmente somos, y descubriendo qué nos falta poder pedir con seguridad y confianza los dones necesarios para ser en verdad lo que anhelamos. No dejemos que los cerditos de este mundo nos quiten la esperanza y la alegría de llegar a Ser lo que Dios ha querido que seamos sus hijos.
Quizás muchos estén a favor de haber expulsado a Jesús, porque la piara de cerdos era lo únicos que tenían los gerasenos para vivir, y, entonces, era justo expulsar a aquél que había matado a todos sus cerdos.
Pero, para el hombre que, después de tantos años de vivir excluido y marginado en el cementerio, haber sido liberado de los demonios y poder volver a su familia, eso no tenía precio. Y, seguramente, no entendió la actitud de la gente de su pueblo de expulsar a Aquél que lo había salvado.
Hoy nos sigue afectando que nos quiten nuestros cerdos, que nos dejen sin aquello que para nosotros era importante, y cuando alguien hace algo que no nos gusta lo expulsamos de nuestra vida. Creemos que con un click lo podemos borrar de nuestra lista de contactos y sacarlo del Face o de cualquier red social.
¿Cuáles son nuestros cerdos que hoy cuidamos más que la Verdad, más que la Vida?
Sí, todos cuidamos más lo que nos da poder que lo que nos hace ser, en esta sociedad tan consumista y materialista, parece que no nos damos cuenta que no todo es poder y ni todo es poseer, si no que lo importante es el ser. Por eso cuando alguien nos toca "nuestros cerditos" cambiamos, nos rebelamos contra aquél que tiró por el acantilado aquello que me daba confianza, aquello que me sostenía, aquello que hacía que fuera respetado, pero que, en definitiva no era, ni es, lo que soy.
Nos quedamos sin nada, nos quedamos sin nuestros cerditos y parece que la vida se nos ha perdido, porque hemos vivido para nuestros cerdos, y no para la Vida, hemos vivido acumulando tesoros en la tierra y no hemos crecido como personas, como lo que realmente somos. Por eso, cuando nos tocan los cerdos nos enfadamos, sacamos las garras y vamos contra el mundo porque ya no tenemos a qué aferrarnos, y sobre todo, sin esos cerdos miro hacia dentro de mí y no encuentro nada más a lo que aferrarme, he perdido la fuente de mi poder, he quedado expuesto ante el mundo.
Busquemos la Verdad, crezcamos en la Verdad, que, aunque nos duela es la única que nos libera y nos hace crecer, nos permite ser en verdad lo que realmente somos, y descubriendo qué nos falta poder pedir con seguridad y confianza los dones necesarios para ser en verdad lo que anhelamos. No dejemos que los cerditos de este mundo nos quiten la esperanza y la alegría de llegar a Ser lo que Dios ha querido que seamos sus hijos.
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