En el silencio de la Noche se fortalece la Fe, la oscuridad hace que nuestra Fe comience a echar raíces en la Luz del Espíritu, pues ha sido el Espíritu quien mantuvo encendida la esperanza de los apóstoles, quien mantuvo el Corazón de María expectante hasta que llegó La Hora en que el Hijo debía resucitar de entre los muertos, una hora que sólo el Padre y el Hijo conocen.
Así, desde la Hora de la Pasión y la Muerte en Cruz, se ha quedado todo en silencio, un silencio lleno de dolor, de lágrimas, quizás también, de desesperanza porque las palabras de Jesús: "y al tercer día resucitaré de entre los muertos", se perdieron en la oscuridad del dolor de la cruz.
Todos huyeron menos María, Magdalena y la otra María, junto a Juan, que permanecieron junto a La Cruz del Señor para acompañar hasta el último suspiro a quién era su Esperanza, a quién era su Amor, al Hijo de sus entrañas.
Luego lo llevaron al sepulcro y con la piedra quisieron tapar el dolor de la ausencia, el dolor de la entrega a la tierra de todo lo que habían conseguido cambiar en sus corazones, porque Él había sembrado la semilla de una Vida Nueva, de una Esperanza Viva, de una ilusión en un nuevo modo de vivir. Pero su dolorosa muerte había apagado la llama que había comenzdo a crecer.
Sí, se habían olvidado de las mejores palabras de Jesús: "y al tercer día resucitaré de entre los muertos".
El dolor, la oscuridad, la cruz siempre nos ciegan, se oscurece y se endurece el corazón para no dejarnos ver el rayo de Luz que un día alumbró nuestra vida, y pasamos a la oscuridad de la falta de fe, al sinsentido de la religión y a descubrir sólo a un Dios que ha muerto en una Cruz inútil para nuestro dolor.
Pero los apóstoles tuvieron una ayuda extraordinaria, junto a María, se renuían a rezar, porque Ella sí había mantenido la esperanza en las Palabras de Su Hijo, porque a Ella Sus Palabras siempre estuvieron conservadas en su Corazón, y ha sido Ella quien a pesar de las lágrimas y el inmenso dolor que le atravezó el Corazón, pudo seguir creyendo y esperando. Creyendo porque no se olvidó de ninguna de las Palabras de Su Hijo y Esperando porque tenía total confianza en lo que Él había dicho, y, sobre todo, tenía total confianza en la Providencia del Padre que le había dado a Su Hijo y ahora, también, se lo volvería a dar resucitado.
Por eso, en el silencio de la noche y de la oscuridad la Esperanza y la Confianza van encendiendo y fortaleciendo la llama de la Fe que nacerá en el Cirio Pascual, que se hará canto y alegría en la Noche Santa de la Pascua, donde la Luz volverá a iluminar la oscuridad del sinsentido y de la desesperanción, para que el desde lo profundo de nuestro corazón vuelva a nacer la alegría del ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios! porque nos ha elegido para darnos Vida Nueva.
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