domingo, 25 de marzo de 2018

Comenzamos a vivir su Pasión

Domingo de Ramos, parece un título un poco pobre para el día en que comenzamos a vivir la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Sí, es pobre porque significa que sólo nos quedamos con los Ramos de Olivo y no con lo que realmente significan los Ramos y toda la liturgia de este día. Porque si bien la liturgia de hoy comienza con la bendición de Ramos, es sólo el comienzo de una día en el que con esos mimos ramos que levantamos para darle la bienvenida al Rey de los Cielos, al Hijo de David que viene a salvarnos, después sólo nos queda el recuerdo de lo que ha pasado y volvemos, como en la lectura de la Pasión a traicionarlo con nuestras infidelidades y nos olvidamos de lo que hemos anunciado con nuestros labios: ¡Hossanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
Aunque en realidad, pensándolo bien, esta liturgia nos quiere hacer abrir los ojos ante nuestra realidad cotidiana, ante la urgencia de todas las cosas que nos van aturdiendo constantemente y no nos dejan pensar con claridad, por eso nos dejamos llevar por los gritos de los más fuertes, o por los más fuertes gritos, aunque no sean de los más fuertes e inteligentes.
El pueblo comenzó a gritar, días después: ¡Crucifícalo!, pero quizás no era eso lo que querían, pero como todos los gritaban, y sobre todo lo gritaban aquellos que no querían ver la Verdad, o mejor dicho que, viendo la Verdad no querían reconocerla, y prefirieron matar la Verdad antes que arrepentirse y darle la Razón a la Verdad. Y los demás sin querer o no tener ganas de ponerse a pensar qué y por qué decínan lo que decían, seguieron a los gritos fuertes y se hicieron cómplices de la crucifixión.
Quizás no nos demos cuenta pero cuando no pensamos lo que hacemos, cuando nos dejamos llevar por las voces más fuertes, cuando es el montón quien nos lleva y no somos nosotros quienes tomamos nuestras propias decisiiones, porque simplemente no queremos pensarlas, entonces no podemos culpar a nadie de lo que nos pasa o de lo que no nos pasa porque simplemente yo no he pensado, no he reflexionado, me he dejado llevar, y, hasta en algunos momentos me he hecho cómplice de situaciones que nunca pensé que iba a vivir.
Dios no quiere que no pensemos. Dios no nos pide que lo sigamos a ciegas, sino que nos da, siempre, razones para creer. Y por eso cuando he conocido a Dios y descubierto la grandeza de su Amor, no puedo no aceptar su Voluntad porque lo conozco y se que lo que quiere para mí es la plenitud de mi vida, pues la bienanventuranza que me ofreció su Hijo es lo que anhela mi corazón. Y el Camino para alcanzarla es el Camino que recorrió su Hijo, y aunque en el Camino Él sufrió, también, la soledad, la pasión y la muerte, lo hizo con la mirada puesta en la Resurrección pues ese es el Sentido de todo el Camino: la Vida Nueva en Cristo, la Vida Nueva que no sólo nos espera en el allá, sino la Vida Nueva que comenzamos a vivir aquí, con la Gracia de Dios.
No dejemos que estos días seamos simples espectadores de un espectáculo de desfiles y música, sino que junto a todo lo que vamos a ver, podamos vivir con intensidad los pasos que el Señor, nuestro Hermano recorrió por Amor a nosotros.

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