viernes, 23 de marzo de 2018

Junto a la Cruz

Se podría decir que ya entramos en las vivencias propias de la Semana Santa, porque hoy celebramos el Viernes de Dolores, donde recordamos los Dolores de la Virgen María, Madre de Jesús, en un recorrido por toda su vida como unida a la Pasión de su Hijo. Aquella profecía del viejo Simeón, el día en que presentarón María y José a Jesús en el Templo: "y a tí misma una espada te atravesará el alma", se va a comenzar a completar en estos días de la Pasión, pues esa espada comenzó a llegar a María ya desde el momento del nacimiento de Jesús, cuando al poco tiempo tuvo que huir con su pequeño hijo a tierras extrañas, para llegar a hacerse absoluto dolor junto a la Cruz de su Hijo.
Recordar los Dolores de María es poder comprender que nuestra vida, como la de Ella, está asociada a la Cruz de Cristo, una Cruz que libera, que salva, que purifica del pecado y que nos hace, junto con Jesús, constructores de un Hombre Nuevo que puede vivir en la libertad de los Hijos de Dios.
Como dice San Pablo: "Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia", unidos a la Cruz de Cristo continuamos, sin merecerlo, la Obra que Él mismo comenzó, pues aún libre del pacado original seguimos no haciendo lo que debemos sino lo que el pecado, suscita en nosotros. Y ese pecado que aún vive en nosotros es el que nos lleva a no ser verdaderos instrumentos en las Manos del Señor.
Por eso, cuando miramos a María, no sólo vemos a la Madre a quien pedirle cosas, sino que es Ella quien nos invita a renovar, día a día, nuestra Fidelidad a Dios en todo, incluso en la aceptación diaria de nuestra Cruz, para que, junto con Ella, podamos ofrecerle al Padre nuestro dolor y nuestro sacrificio. Pues sabemos que si unimos nuestras cruces a la Cruz de Cristo, todo cobra un sentido redentor pues es Él quien asume nuestra carga y nos acopaña en el Camino, porque Él se hace nuestro Cireneo y nos acompaña para alcanzar la meta.
María, en este Viernes de Dolores, quiere que nos demos cuenta que ninguna Cruz y ningún dolor es tan grande que no podamos aceptarlo y asumirlo y, junto con Jesús, nos ayudan a clamar al Padre: "no se haga mi voluntad sino la tuya".

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