"Se decían los impíos, razonando equivocadamente: «Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso: se opone a nuestro modo de actuar, nos reprocha las faltas contra la ley y nos reprende contra la educación recibida; presume de conocer a Dios y se llama a sí mismo hijo de Dios".
"Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso", así es cómo se siente la presencia de una personalidad santa cuando vive realmente la Voluntad de Dios, es para los que quieren vivir al margen de Dios un estorbo en sus vida. Pero no siempre es un estorbo porque vaya juzgando o condenando con su voz o con su dedo amenazador, sino que sus propias obras y formas de vivir, le resultan al impío un juicio constante, y, una molestia inoportuna porque le hacen ver un estilo de vida alegre y pleno, cuando él sin Dios no lo encuentra.
La alegría y el gozo de vivir una vida plena es lo que muchas veces produce una gran envidia que se traduce en revelión contra esa vida, pues quien la busca sin Dios no puede conseguirla.
Es por eso que nuestra vida, como nos lo pidió Jesús, tiene que ser un testimonio claro de una profunda vivencia de una relación personal con Dios, porque el testigo no se muestra a sí mismo, sino que muestra una verdad que está más allá de Él. Y nosotros somos testigos de Cristo, y Cristo lo es del Padre.
Es esa la Luz que despide la vida del cristiano, nuestra vida tiene que tener esa Luz, pues Él mismo nos lo dijo: vosotros sois la Luz del mundo, y una luz no es para meterla debajo de la mesa, sino para que alumbren a todos. Y, muchas veces, a quien le gusta andar en las tinieblas porque sus obras no son buenas desprecia la luz, desprecia cuando se descubre su pecadoo.
"Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: «A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía; a ese vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado». Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora".
Testigo de la Verdad, testigo del Padre, enviado por el Padre a iluminar con la Verdad. Esa es la misión del Hijo, y esa es nuestra misión, pues por el Hijo somos hijos de Dios, y después de Él o, mejor dicho, Él nos concedió esa misma misión: ser testigos de la Verdad. Una verdad que el mundo desconoce y que no quiere conocer, porque quiere seguir caminando en tinieblas, en las tinieblas del error porque sus obras no son buenas, y cuando se acerquen a la Luz serán descubiertos y aborrecidas.
Pero no hay que temer, Jesús mismo tuvo la fuerza del Espíritu para ser Fiel a su misión hasta la muerte y muerte de Cruz, y por eso el Padre le concedió el Nombre que está por encima de todo nombre, y después de su muerte volvió a la Vida para hacernos saber que la muerte no es nuestro fin, sino que es un paso constante y cotidiano que vamos dando para alcanzar la plenitud de la Vida. La muerte de cada día a nosotros mismos nos va fortaleciendo para seguir siendo Fieles a la Verdad, Fieles a la Vida que hemos recibido por la Resurrección de Cristo.
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