viernes, 2 de marzo de 2018

Pecamos de omisión o nos jugamos por salvar a nuestros hermanos?

El comienzo de la vida de José nos ayuda a ver algunas cosas que, también, forman parte de la vida diaria en la que nos movemos. José un hombre privilegiado, con un don extraordinario de parte de Dios, pero también con muchos ideales en su corazón, contaba también con el la privilegio de su padre por ser el hijo más pequeño de su familia. Son muchos dones y mucho cariño el que posee y por eso a sus hermanos le comenzó a "picar" el bichito de la envidia.
Un defecto y pecado que si no lo frenamos a tiempo se hace imposible detenerlo y, aunque a veces nos parece algo normal poseerlo, no nos damos cuenta el daño que va causando en nuestro corazón, pues no nos deja disfrutar de lo que tenemos sino que siempre estamos comparándonos con los demás.
Así fue que los hermanos de José comenzaron a planear su muerte, para poder dejar de "sufrir" por su presencia. En lugar de integrarlo en sus vidas o de poder vivir ellos mismos los mismos sueños de José, ¡no! mejor nos lo quitamos del medio y así podremos tener nosotros lo que él tiene.
Cuando vemos estas situaciones en nuestra vida tenemos, clara es, que hacer algo, pues no podemos quedarnos de brazos cruzados. Y ¿qué es lo que hacemos? ¿Cómo nos enfrentamos a una situación así? Algunos tomamos parte en preparar la venganza y nos sumamos al odio que hay en los corazones y nos hacemos cómplices de la misma situación. Otros, creen que con el silencio se libran de ser cómplices, pero igualmente somos cómplices pues no hemos hecho nada para impedir que alguien ataque a otra persona, de un modo u otro.
El pecado de omisión es uno de los más habituales en nuestras vidas, pues sabiendo cómo tenemos que actuar nos quedamos de manos cruzadas dejando que los demás hagan lo que quieran sin decir ni hacer nada para mostrar la voluntad de Dios. Pues aunque yo no haga sabiendo que tengo que hacerlo, eso se llama pecado de omisión, y habiendo podido evitar algo he dejado que suceda.
En cambio Rubén, uno de los hermanos, tomó partido en la conversación y evitó la muerte la José. No dudó en decir lo que le parecía, aunque eso le costara, también a él, el rechazo del resto de sus hermanos. Pero fue una intervención desde el amor al otro, desde el valor y esa intervención ayudó a que Dios pudiera obrar con José como lo tenía previsto.
Y así llegamos a la parábola de Jesús: Él nos ha dado una viña para trabajar, pero vendrá a buscar los frutos de la viña. Y ¿qué le diremos? ¿Cómo hemos trabajado en su viña? ¿Hemos dado los frutos que Él esperaba? ¿Hemos sido fieles a lo que Él quería de nosotros? O como los arrendatarios ¿iremos matando a los que vengan en su nombre para no tener que escucar lo que Él nos tenga que decir o pedir? ¿Cómo actuará Jesús con nosotros si nosotros no actuamos como Él con nuestros hermanos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.