En muchos momentos de la Sagrada Escritura podemos leer pasajes como el que se nos presenta por el libro del Éxodo de hoy: Dios que quiere castigar al pueblo por sus infidelidades y el profeta, o, en este caso Moisés, que sale al cruce del Señor para defender al pueblo de la destrucción.
Cuando uno no tiene fuerza interior siempre nada con el más fuerte, y, en este caso, Moisés podría haberle dicho a Dios: ¡Sí! Adelante, ¡destrúyelos! que son un pueblo insufrible. Pero ¡no! Moisés sabió a defender no sólo al Pueblo que Dios se había elegido, sino también la obra que Dios había comenzado a realizar con el Pueblo.
¿Por qué se dan estas situaciones de llevar al límite al profeta o al que es cabeza de ese pueblo? Porque Dios quiere ver nuestras reacciones, quiere conocer si lo que hemos realizado o lo que estamos realizando lo hacemos por voluntad de Él o por voluntad propia, si lo hacemos con conciencia de lo que hacemos o sin ninguna conciencia. Si lo hacemos con amor o por obligación.
Jesús pondrá un ejemplo parecido al hablar del Buen Pastor, el asalariado y de los ladrones, pues el buen pastor da la vida por su rebaño, en cambio el ladrón sólo viene a robar lo que no le pertenece pero no le pertenece, y el asalariado que es pastor sólo cuidará su trabajo pero nada más.
En nuestras vidas muchas veces nos encontramos al límite de las fuerzas, del amor, de la esperanza; a veces, nos parece estar en el borde del precipicio y decimos que Dios nos ha soltado de su mano para dejarnos caer, y no es así. Dios quiere que sepamos contestar a la situación, que sepamos responder, pues Él nos ha ido enseñando con su Vida cómo responder ante cada situación, Él nos ha ido dando los elementos necesarios para poder salir al encuentro de tal o cual situación y dar una respuesta que sea favorable a Su Voluntad.
Tenemos que entender y creer que el Espíritu Santo está en nosotros y que si lo dejamos actuar y lo escuchamos, encontraremos siempre las respuestas a todas la situaciones. En este caso sabemos que tenemos que dejar guiarnos pero también que somos nosotros quienes tenemos que encontrar la respuestas en lo que hemos visto y oído de parte de Dios. No vayamos a Dios sólo con probelmas, sino que ante los problemas que Él deja que se nos presenten presentemos soluciones desde lo que Él ha dejado en nuestros corazones.
Moisés podría haberse cruzado de brazos y decir ¡Vale! Esta bien. Pero no, conociendo a Dios, habiendo escuchado su Palabra y habiendo viesto su Obra, supo responder a lo que Dios le ponía delante de sus ojos, y pudo, con la ayuda del Espíritu que Dios le había concedido, hacer frente a la situación y encontrar un camino de solución para no dejar caer a su Pueblo.
No nos dejemos caer frente a las realidades más difíciles. Puede ser que lleguemos al borde del precipicio, pero la solución no es dejarnos caer, sino darle la espalde y volver a encontrar el Camino que sabemos que tenemos que recorrer.
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