jueves, 22 de marzo de 2018

No correr, vivir el tiempo

Vivimos en un mundo y en una realidad que nos hace (como se dice aquí) "ir a toda pastilla", es decir, vamos muy rápido por esta vida y pretendemos que todo sea no sólo para mañana sino para ayer, no nos alcanzan las horas del día para hacer todo lo que queremos y no nos alcanzan los años de la vida para vivir todo lo que anhelamos. Y ¿cuál es el problema? Lo pensaba al recordar la promesa de Dios a Abrán, quien luego pasó a llamarse Abrahán:
"Ya no te llamarás Abrán, sino Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre de pueblos. Te haré fecundo sobremanera: sacaré pueblos de ti, y reyes nacerán de ti".
Y Abrahán se fue poniendo viejo al igual que Sara, su mujer, y no podían tener hijos. Y la ansiedad lo hizo tener un hijo, Ismael, con la criada. Pero ese no era el hijo de la Promesa, hasta que llegó Isaac.
¿Cuál es el problema? Dios sabe que su Palabra es Verdad y su Alianza es eterna, y que siempre la cumplirá, pero como dice San Pablo "llegada la plenitud de los tiempos". Cuando Dios cree que el tiempo es el propio entonces cumple sus promesas, pues Él tiene la eternidad como tiempo y en esa eternidad sabe cuándo es el mejor tiempo para que se realice lo que necesitamos, y cuándo estamos mejor preparados para poder aceptar y vivir esa Promesa.
Y ¿cuál es el problema? Que al ir corriendo por la vida en contra del tiempo, nos parece que nunca tenemos tiempo para nada, y que, en muchos casos, vamos perdiendo el tiempo y que así nunca vemos cumplir las promesas de Dios, y, por lo tanto sentimos que no nos escucha, que no me tiene en cuenta, que... y la ansiedad va apoderándose de mi alma y así voy perdiendo la paz necesaria para poder "ver" todo lo que va sucediendo a mi alrededor y las pequeñas "migas de pan" que el Señor va dejando para que pueda alcanzar la Promesa.
En el día a día, si fuésemos más despacio y pudiéramos dejar iluminarnos por el Espíritu, veríamos los signos y las pistas que el Señor nos va dando para que descubramos su Voluntad. Además en cada momento Él siempre dispone de su Gracia para que me ayude a discernir no sólo qué es lo bueno y lo malo, sino cuál es su voluntad y qué no, para que viviendo en Su Voluntad vea realizada la Promesa de Él en mi vida.
Pero, para todo eso, tengo que luchar contra el ritmo del mundo, como dice alguna canción: paren el mundo que me quiero bajar. En este caso yo tengo que detener mi mundo, descubrir que por más que corro no agrego horas al día ni días al año, ni años a mi vida, sino todo lo contrario: voy gastando más rápidamente las horas y los días sin poder disfrutar de lo que tengo y de lo que Dios me va regalando en cada momento, porque la Promesa de Dios se va realizando en cada instante que le digo que Sí a su Voluntad.

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