En el Evangelio pareciera que el Señor está hablando sólo a los maestros de la Ley, lo que hoy serían todos aquellos que enseñan Doctrina cristiana, llámase profesores, catequistas, sacerdotes. Pero en realidad quiere, por un lado decirnos que, aunque pasen los años y los siglos, la Ley de Dios se mantiene, pues no es Él quien ha venido a modificarla, ni tiene el poder de modificarla, pues el Legislador Supremo es quien la escrito y se la ha dado a un Pueblo que la aceptó como Ley de Vida.
El Legislador Supremo, claro está es el Padre Dios, y si el Hijo ha dicho miles de veces: "mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre", no puede modificar algo que el Padre ha escrito o ha pronunciado como Ley de Vida. Aunque hoy en día estamos, casi, acostumbrados a que sean los hijos quienes manden sobre los padres y no al revés, y por eso, hoy que somos hijos de Dios queremos hacer las Leyes de la Vida a nuestra medida, creyendo que Dios es como nosotros, y en lugar del "hágase tu Voluntad en la tierra como en el Cielo", queremos que se haga mi voluntad en el cielo como en la tierra. Y eso, lamentablemente, no va a ocurrir nunca.
Por eso la misión de anunciar la Palabra de Dios tal cual fue escrita y proclamada no sólo es misión de algunos, sino de todos los que hemos aceptado el llamado de Cristo a seguirlo. Y nuestra misión tiene que ser en Fidelidad a lo que la Palabra dice, y no a lo que quiero que la Palabra diga. Porque sólo la Palabra de Dios nos da vida, y es una vida eterna. Una misión de anunciar que comienza con aquellos que han decidido transmitir el Don de la Fe cristiana a sus hijos, y esos son los padres. Sí, papá y mamá que han tomado la decisión de hacer que sus hijos vivan el cristianismo, y por eso los llevan a bautizar son los primeros propagadores de la Fe.
Una Fe que se basa en el conocimiento y aceptación de la Voluntad de Dios que está expresada, primeramente, en los Mandamientos que Él dio a su Pueblo y que su Hijo llevó a plenitud con su vida. Una vida en la que, según el escritor de la carta a los Hebreos, "por el sufrimiento aprendió a obedecer". Y es esa obediencia de Jesús la que nos abrió el Camino y nos marcó el sendero para alcanzar la plenitud de nuestra vida, pero siempre en Fidelidad a la Vida que Él vivió por y para nosotros, igual en todo, menos en el pecado.
Y, como he dicho muchas veces, no andemos buscando atajos ni modifcaciones, como si fueran leyes humanas, porque no las vamos a encontrar. Intentemos, con la Gracia del Espíritu Santo, ser, cada día, más Fieles a la Vida que nos da la Palabra de Dios, y viviéndola dar testimonio de la plenitud que nos otorga.
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