"Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron: «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación».
El miedo y la vanidad se juntaron para destruir la confianza en la Providencia, ya no podían llegar a ver la Voluntad de Dios pues sólo buscaban una seguridad humana que no les quitara lo que habían conseguido. Jesús era para ellos no el Mesías Prometido que venía a liberarlos, sino que se había convertido en un estorbo para lo que querían vivir según sus propias normas y leyes.
Es un reflejo del por qué hoy, en este siglo XXI, y desde que nació el cristianismo siempre se quiere quitarlo del medio. ¿Por qué sino por todas partes atacan a la Iglesia de Cristo? ¿Por qué todos buscan constantemente "liquidar" las cosas cristianas? En muchos lugares no sólo se persigue y se da muerte a los cristianos, sino que en otros se quitan las cruces de las plazas, se levantan falsos testimonios y se busca por todos los medios desacreditar lo que Jesús nos ha dejado como herencia para la salvación de nuestras almas.
"Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo".
Siempre hay alguién que está preparado para poder denunciar algo, para poder dar argumentos para poder quitar del medio a Jesús, su Palabra, su figura, los valores de su Vida.
Es cierto que por ser tan humanos seguimos pecando y cometemos miles de errores, pero no por eso somos los peores del mundo y por eso hay que quitarnos del medio, sino que, como dijo Jesús: "si esto hacen con la leña verde ¿qué no harán con la seca?".
Por eso, en este tiempo en que volvemos a vivir junto a Jesús toda su Pasión, recordemos que todo lo vivió para que nosotros, pudiésemos alcanzar una Vida Nueva, que comienza con la conversión del corazón hacia la Voluntad de Dios, confiando en Su Palabra y entregándonos por completo a Él. Él mismo nos lo dijo: "no tengaís miedo a quién puede matar el cuerpo", no tengamos miedo de manifestar nuestra fe, de dar a conocer lo que intentamos, con la Gracia del Espíritu Santo, vivir; pero esforcémonos para que la Vida de Cristo se manifieste en nuestra vida, para que el mandamiento del Amor que nos dejó como testimonio y signo de ser pertenencia de Él lo podamos vivir con total confianza y radicalidad.
Para defender lo que creemos tenemos que vivir lo que predicamos, por eso pidamos al Espíritu la fortaleza para llevar a la Vida lo que Jesús nos dio con su Vida.
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