Se me ocurría pensar en San José y asemejarlo a Abrahán porque los dos supieron obedecer a Dios sin decir palabra alguna. Los dos siempre supieron aceptar con tranquilidad y esperanza lo que Dios le comunicaba y pedía, y así los dos fueron padres de multitudes.
Hoy San José nos invita a confiar en Dios, pero no es una cnofianza ciega en lo que no creemos o en quien no conocemos, sino que es una confianza total en quien hemos conocido y en quien hemos puesto nuestra esperanza.
Sería contradictorio que confiáramos para pedrile cosas pero que no confiáramos cuando Él nos pide algo. Por eso, la confianza de José viene fortalecida por la esperanza en la Palabra de Dios, por la esperanza sostenida por el conocimiento de Dios.
Porque es cierto que no se puede confiar en quien no se conoce, aunque hoy en día vemos todo lo contrario en la vida humana, pues aceptamos desafíos que nos presenta el Padre de la mentira y no aceptamos los desafíos que nos presenta nuestro Verdadero Padre, aquél que dio la Vida por nosotros.
Siento un hombre justo, como lo define el evangelio, nos da a conocer que ese corazón justo se fue formando por la Gracia, una Gracia que lo fortaleció para aceptar, desde el silencio, la Voluntad de Dios en los momentos de mayor oscuridad, pues no tenía oportunidad de comprobar nada de lo que Dios le decía en sueños: ni la concepción virginal de María por el Espíritu Santo, ni la persecución de Herodes, ni la muerte de Herodes y su hijo. Pero en cada uno de esos momentos rezalizó el pedido de Dios sin poner trabas ni condiciones, sólo obedeció desde el silencio sostenido por la confianza y la esperanza en la Fidelidad de Dios que nunca deja solos a sus hijos, a quienes elige.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.