viernes, 30 de septiembre de 2016

Me siento pequeño ¿qué replicaré?

"Job respondió al Señor: «Me siento pequeño, ¿qué replicaré? Me taparé la boca con la mano. Hablé una vez, no insistiré, dos veces, nada añadiré.»
Hermoso final en el diálogo de Job con el Señor, pues en el diálogo descubrimos nuestra pequeñez frente a Dios, y no porque Él quiera humillarnos, sino que es un reconocimiento de su grandeza y de nuestra pequeñez. Un reconocimiento que, en definitiva, nos engrandece pues nos da la seguridad que casi nada está en nuestras manos, sino que todo depende de Su Gracia y Poder.
Es cierto que el hombre hoy puede medir la dimensión del mundo, llegar, quizás, a lo hondo de los océanos y alcanzar la altura de Marte. Pero no alcanzar el fondo del alma, ni conocer las oscuridades de un corazón. No puede aún detener su propia maldad, ni aumentar el amor en su corazón. No puede darse a sí mismo la vida eterna, ni conocer los misterios del amor.
Así, cuando nos descubrimos pequeños y nos dejamos educar, enseñar y conducir descubrimos un inmenso mar de Amor que brota del Corazón del Señor que nos invade y nos seduce, y nos da el regalo de la Paz, la Fortaleza, la Esperanza y su propio Amor. No nos quita ninguno de los males o cruces por los que podemos llegar a pasar o vivir, pero sí nos fortalece para llegar al final del camino fuertes, en paz, y con el gozo de haber sabido amar a pesar de todas las dificultades, con el gozo de haber sido amados en cada momento de nuestra vida.
La pequeñez que descubre Job es la pequeñez que nos regala la capacidad de dejarnos sorprender, constantemente, por el Amor de Dios. La capacidad que nos permite reconocer en todo momento los pequeños regalos, las palabras, los signos y gestos que el Padre va dándonos por el Camino, para que podamos alegrarnos y fortalecernos con su Palabra, con su Gracia, con su Amor.
Corozaín y Betsaida no pudieron reconocer los gestos y los signos del Señor, y por eso le pedían más signos y prodigios, y así lograron el enfado de Jesús:
« ¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidas de sayal y sentadas en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras".
La infancia espiritual nos permite reconocer al Señor en los pequeños gestos, nos ayuda a escuchar al Señor en el susurro de la brisa, y nos conforta saber que Él siempre está a nuestro lado. Así nuestro caminar será siempre de Su Mano pues nos sabemos pequeños y sin conocimiento del Camino, por eso, cuando más nos aferramos a Su Mano más seguros estamos y más Gracia de Él recibimos.

jueves, 29 de septiembre de 2016

Nuestra fe en los ángeles del Señor

"Jesús le contestó: -«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: -«Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre»
El Don de la Fe, es el mejor de los dones que hemos podido recibir, pues, para mí, es el Don, el regalo, que nos permite hacernos pequeñitos ante Dios, nos permite abrir el corazón y la mente para creer aquello que no logramos ver o entender, pero que, gracias a la Fe, confiamos que el Padre nos ha transmitido todo lo necesario para nuestra vida.
Por el Don de la Fe creemos en los ángeles, seres celestiales, que contemplan a Dios cara a cara, que reciben de Él Su Palabra para que puedan, en ciertos momentos transmitirla a nosotros. Seres espirituales que contemplando a Dios acompañan nuestras vidas y nos susurran al oído su Palabra.
¿Cuándo veremos el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre? No importa cuando, importa que existen, que están y que Él nos lo ha revelado. Y es lo que nosotros creemos y porque lo creemos sabemos que existen y están, son las verdades de nuestra fe y como tales nos alientan cada día en el caminar, sabiendo que no estamos solos aunque no haya nadie a nuestro lado, nos parece que no nos escuchan pero siempre están atentos a nuestras voces, no sentimos su presencia pero sabemos que nunca nos abandonan, no vemos su rostro pero nos iluminan con su presencia.
Los ángeles del Señor siempre están entre los hijos de Dios, siempre están entre los hijos de los hombres, aunque nunca nos quitan libertad, aunque nunca nos obligan con su voz, aunque siempre respetan nuestras decisiones. Los conocemos? No, quizás no conocemos su importancia en nuestras vidas. No conocemos su rostro, ni su nombre, pero siempre que pensamos en ellos nos atraviesa el alma una sensación de paz y serenidad pues sabemos que estando junto a nosotros estamos junto al Señor.
Son los ángeles que suben y bajan, pero que siempre están. Es nuestra Fe que nos regala el creer y saber que si crecemos como niños ante Dios, ellos seguirán nuestros pasos y un día, de sus manos, llegaremos a contemplar lo que ellos contemplan, a vivir lo que ellos viven, a gozar lo que ellos gozan. La Fe nos habla de ellos y nuestro corazón los siente cada día más cerca.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Las exigencias de vivir y creer

"Job respondió a sus amigos, diciendo:
Sí, yo sé muy bien que es así: ¿cómo un mortal podría tener razón contra Dios? Si alguien quisiera disputar con él, no podría responderle ni una vez entre mil. Su corazón es sabio, su fuerza invencible: ¿quién le hizo frente y se puso a salvo?"
Realmente me parece muy interesante la respuesta de Job a sus amigos, descubrir que en toda nuestra sabiduría no podríamos llegar a hacerle frente a Dios, es una respuesta muy sabia y de mucha humildad. Sin embargo ¿cuántas veces nos ponemos en contra de Dios o pretendemos refutarle sus argumentos? Esas grandes discusiones que tenemos dentro de nosotros con Dios por un lado nos van abriendo el corazón, si es que estamos dispuestos, a creer y a descubrir que, aunque, tengamos todas las razones Él nos supera en sabiduría. Y si estamos dispuestos a creer, como Job, encontraremos el camino de la Verdad si dejamos que Él sea quien nos ilumine a nosotros, y no nosotros a Él.
Esa lucha continua que tenemos, algunas veces, contra Dios nos van dañando lentamente hasta llegar un día a creer que hemos ganado la batalla y le hemos ganado a Él, pero ese día será cuando nos demos cuenta que hemos perdido la fe, la confianza, la esperanza y el amor; pues nos hemos convencido a nosotros mismos que Dios no es superior a nosotros. Y es ahí cuando han comenzado los "nuevos argumentos" humanos acerca de la existencia o no de Dios, acerca de sus mandamientos y leyes, acerca de lo que somos y podemos hacer. Y como hemos creído que tenemos mejores argumentos que Dios, nos hemos convertido en nuestros propios dioses, y ¿el hombre ha mejorado? ¿el mundo está mejor?
Y seguidamente Jesús nos llama a seguirle. Pero también Él pone sus condiciones para seguirlo: la disponibilidad de corazón para dejar todo y seguirlo; la prontitud para responder a su llamado; el seguirlo sin excusas.
Desde hace mucho creemos que el evangelio son palabras que yo puedo volver a definir, que puedo modificar su significado y hacer que lo único que me diga es que Él vendrá a sanar y curar mis heridas, pero que no me exige nada para vivir junto a Él, que puedo seguir haciendo mis propios planes, tomando mis propias decisiones y si en algún momento necesito de Dios, voy y lo busco en el mostrador de la Fe, y pido el milagro que necesito. Claro que si el milagro no viene, me busco otro dios mejor dado que en mi corazón hay varios dioses, de diferentes nacionalidad y colores.
"Otro le dijo:
-«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia».
Jesús le contestó:
-«El que echa mano al arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».
Este llamado no sólo es para los que consagran su vida, sino para todo el que siente el llamado de Dios a ser cristiano, a vivir desde su bautismo la fe cristiana. Mirar hacia atrás es signo de querer seguir viviendo como si no conociera el evangelio, como si no supiera los mandamientos, ni conociera el mandamiento del Amor. Mirar hacia atrás es suponer que lo que me exige el evangelio es sólo para los demás, pero yo puedo vivir a mi manera. Las exigencias evangélicas son para todos y cada uno de los que hemos puesto la mirada en Cristo y, gracias al Espíritu Santo que se nos ha dado en el bautismo, "no sólo nos llamamos sino que somos, en verdad, hijos de Dios".

martes, 27 de septiembre de 2016

Seguir a pesar del dolor

Hoy el libro de Job nos muestra la parte más oscura de nuestro corazón y, también, la más amarga: la rebeldía contra lo que nos sucede y la angustia por sentir que "Dios nos cerró la salida". Al leer esto pensaba que todos tendríamos que leer más el libro de Job, pues en él se revelan los aspectos de nuestra vida, aspecto que, nos parecen muchas veces lógicos y otras una locura de poder vivirlos, pero que, al final, si nuestra vida de fe está bien arraigada alcanzamos a ver la "la luz al final del camino", pues siempre el Señor está a nuestro lado esperando que le tendamos, nosotros a Él, la mano para que nos saque del pozo en el que hemos caído.
La oscuridad del dolor y de la Cruz, no es el final del camino, sino que es un momento en nuestras vidas que puede ser más largo o más corto, pero nunca la oscuridad vence a la Luz. Job nos invita a seguir caminando a buscar respuestas y descubrir en el diálogo con los demás cómo nos pueden ayudar o cómo nos van a querer quitar lo poco que tenemos: el don de la fe.
Pero hoy hay otro aspecto que me gusta más, en el evangelio. Cuando Jesús toma la decisión de subir a Jerusalén, junto a sus discípulos, dice el evangelio:
"Puestos en camino, entraron en una aldea de samaritanos para hacer los preparativos. Pero no lo recibieron, porque su aspecto era el de uno que caminaba hacia Jerusalén".
Los samaritanos se odiaban con los de Jerusalén, y la disputa venía por si Dios estaba en el Templo de Jerusalén o en el de Samaria. Por eso, al ver que estos iban al Templo de Jerusalén no quisieron hospedarlos. Siempre tenemos esos pre-juicios y juicios sobre las personas, y no sólo sobre personas desconocidas, sino que pasa habitualmente que "porque fulanito va a la casa de menganito, y no viene a la mía", "que porque va a tal lugar y no viene a este", y cosas por el estilo que van perjudicando la vida de los demás y van cortando relaciones que podrían ser muy buenas, y de las que después me arrepiento por haber sido tan.... pero ya no puedo solucionar lo que he dicho o hecho.
Pero también está la reacción de los apóstoles y de Jesús:
"Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le dijeron:
«Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».
Él se volvió y los regañó. Y se encaminaron hacia otra aldea".
La venganza es lo primero que se nos cruza por la cabeza, en cambio Jesús tenía otros planes. No le gusta la venganza, cada uno tiene su propio pago por los actos que realiza, y cuando esos actos son producto del dolor y o de una mala acción, siempre nos dan ganas de hacer bajar el fuego sobre ellos. En cambio Jesús no se preocupa por eso, sino que se ocupa de lo que debe hacer: seguir camino pues lo que Él debe hacer es cumplir con la Voluntad del Padre. No le afectan los desprecios pues "el Padre que ve en lo secreto" sabrá recompensarlo.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Hay muchos Job a nuestro lado

"Entonces Job se levantó, se rasgó el manto, se rapó la cabeza, se echó por tierra y dijo:
«Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó, bendito sea el nombre del Señor».
Muchos que estudian Sagradas Escrituras pueden decir que esta historia es una leyenda, que Job no existió verdaderamente, y tantas otras cosas más. Pero, en realidad, no necesitamos a Job cuando alrededor nuestro podemos ver esta misma historia vivida en otros hermanos o hermanas que tienen la misma respuesta al Señor: ¡bendito sea el nombre del Señor!
Cuando uno a profundizado en la relación con el Señor, a pesar de sufrir, muchas veces, el gran dolor del puñal en el corazón, sabe y confía en el Amor del Padre, pues, a pesar de tanto dolor, como María siguen aún de pie junto a la Cruz.
Es cierto que los dolores del corazón son los que más se sufren, y sobre todo, porque son los que se sufren en soledad, por eso es que en esa soledad sólo hay una compañía suficiente y constante: la presencia de Dios en nuestras vidas.
El desierto de la Cruz nos hace buscar al que sólo puede consolarnos y a aquella que lo vivió en su propia carne, y, desde la oración y el diálogo con Ellos, poder encontrar la fuerza para seguir adelante, pues sus Manos y sus Corazones acompañan y sostienen nuestras propias vidas.
Es así que la lecturas de ayer domingo donde el Señor nos mostraba a uno que en dentro de sus riquezas no podía mirar el dolor del que estaba a su lado, ilumina la realidad de estas de hoy. Sí, porque muchos de nosotros tiene la riqueza de no tener, quizás, una cruz tan dolorosa y por eso seguimos mirando nuestro ombligo y no somos capaces de mirar el dolor de nuestro hermano. Seguro que no seremos capaces de dar una palabra que lo fortalezca, pero sí podemos rezar por ellos, darles un abrazo, acompañarlos en su vida; porque no siempre hay palabras para suavizar el dolor del corazón, sólo el silencio del amor ayuda a fortalecer a quien sufre en su interior.
Sí, mira a tu alrededor vas a ver que hay quienes necesitan de tí, de tu cariño, de tu abrazo, de tu sonrisa, de tu oración. Aunque seas un nuevo Job verás que al compartir tu dolor y donar tu amor encontrarás descanso y reposo en las Manos del Señor. El continuar como Job alabando al Señor e intentando seguir en Fidelidad a Él, nos mantiene fuertes y seguros en el Camino de la Vida, pues nuestra fuerza viene de Él que por nosotros se entregó en la Cruz y con su Resurrección nos dio la Vida Nueva.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Estais salvados por la Gracia

Comienza la carta de san Policarpo, obispo y mártir, a los Filipenses
 
    Policarpo y los presbíteros que están con él a la Iglesia de Dios que vive como forastera en Filipos. Que la misericordia y la paz de parte de Dios todopoderoso y de Jesucristo, nuestro salvador, os sean dadas con toda plenitud. Sobremanera me he alegrado con vosotros, en nuestro Señor Jesucristo, al enterarme de que recibisteis a quienes son imágenes vivientes de la verdadera caridad y de que asististeis, como era conveniente, a quienes estaban cargados de cadenas dignas de los santos, verdaderas diademas de quienes han sido escogidos por nuestro Dios y Señor. Me he alegrado también al ver cómo la raíz vigorosa de vuestra fe, celebrada desde tiempos antiguos, persevera hasta el día de hoy y produce abundantes frutos en nuestro Señor Jesucristo, quien, por nuestros pecados, quiso salir al encuentro de la muerte, y Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte. En él creéis ahora, aunque no lo veis, con un gozo inefable y radiante, gozo que muchos desean alcanzar, sabiendo como saben que estáis salvados por la gracia y no se debe a las obras, sino a la voluntad de Dios en Cristo Jesús.
    Por eso, con ánimo dispuesto y vigilante, servid al Señor con temor y con verdad, abandonando la vana palabrería y los errores del vulgo y creyendo en aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos y lo glorificó, colocándolo a su derecha; a él le fueron sometidas todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, y a él obedecen todos cuantos tienen vida, pues él ha de venir como juez de vivos y muertos y Dios pedirá cuenta de su sangre a quienes no quieren creer en él.
    Aquél qué lo resucitó de entre los muertos nos resucitará también a nosotros si cumplimos su voluntad y caminamos según sus mandatos, amando lo que él amó y absteniéndonos de toda injusticia, de todo fraude, del amor al dinero, de la maldición y de los falsos testimonios, no devolviendo mal por mal, ni insulto por insulto, ni golpe por golpe, ni maldición por maldición, sino recordando más bien aquellas palabras del Señor que nos enseña. No juzguéis y no seréis juzgados, perdonad y seréis perdonados, compadeced y seréis compadecidos; con la medida con que midiereis a los demás se os medirá también a vosotros. Y: Dichosos los pobres y los que padecen persecución por razón del bien, porque de ellos es el reino de Dios.

sábado, 24 de septiembre de 2016

Toda pasa, pero Dios permanece en nuestras vidas

Se podría llegar a pensar que el Eclesiastés, en este párrafo de hoy, nos presenta una visión pesimista de nuestra vida, pues nos va mostrando la precariedad de todo lo que vivimos: los ciclos de la vida son tan cortos y efímeros, que nos hace ver la pobreza de nuestro vida. Pero sin embargo, el Señor, en su Palabra no quiere darnos un espíritu pesimista, sino hacernos ver que la eternidad de las cosas está en Él, en Él que vino a nosotros y se hizo uno de nosotros, en todo menos en el pecado, para que nuestra vida siempre tuviera, a partir de ese momento, un poco de la eternidad de Dios.
Así, el libro del eclesiastés, mostrándonos la precariedad de nuestra vida nos ayuda a lanzarnos a la búsqueda de la eternidad de Dios, pues la niñez, la adolescencia, la juventud, e incluso la vejez, son etapas que pasan en nuestra vida, pero en todas ellas está la posibilidad de dejar una huella marcada: la huella de Dios en nuestra vida, y nuestra huella en la historia.
Aunque, como dice la gente de las palabras de Jesús: estas palabras son oscuras, y no las podamos comprender, tenemos que esforzarnos por dejarnos iluminar por el Espíritu que es Quien tiene los Dones necesarios quizás no para entender, pero sí para asumir una mejor conducta de vida, buscando en la Palabra de Dios, Su Voluntad; la fortaleza para saber que no sabemos nada de nuestra vida y que necesitamos que sea Él quien nos ayude a descubrir el Camino, a sostenernos en el caminar y a fortalecernos para caminar.
Quizás en cada etapa de la vida tengamos la inteligencia y las capacidades suficientes y necesarias para entender las cosas del mundo, pero muchas veces esas capacidades nos juegan en contra porque de virtud pasan a ser vanidad de vanidades en nuestra vida, pues nos alejan de lo Dios nos pide vivir, pues ya, como hemos llegado a la edad adulta, creemos que lo sabemos todo y no necesitamos de nadie, y nos erigimos en maestros y señores de nuestras vidas. Sin embargo el Eclesiastés nos dice:
"Ese día temblarán los guardianes de la casa, y los valientes se encorvarán; las que muelen serán pocas y se pararán, los que miran por las ventanas se ofuscarán, las puertas de la calle se cerrarán y el ruido del molino será solo un eco; se debilitará el canto de los pájaros, las canciones se irán apagando; darán miedo las alturas y en las calles rondarán los terrores; cuando florezca el almendro y se arrastre la langosta y sea ineficaz la alcaparra; porque el hombre va a la morada de su eternidad y el cortejo fúnebre recorre las calles.
Antes de que se rompa el hilo de planta, y se destroce la copa de oro, y se quiebre el cántaro en la fuente, y se raje la polea del pozo, y el polvo vuelva a la tierra que fue, y el espíritu vuelva al Dios que lo dio.
Vanidad de vanidades, dice Qohelet, vanidad de vanidades, todo es vanidad".

viernes, 23 de septiembre de 2016

Los tiempos de Dios

Finaliza hoy el texto del Eclesiastés:
"¿Qué saca el obrero de sus fatigas? Comprobé la tarea que Dios encomendado a los hombres para que se ocupen en ella: todo lo hizo bueno a su tiempo, y les proporcionó el sentido del tiempo, pero el hombre no puede llegar a comprender la obra que hizo Dios, de principio a fin".
Si "todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo" ¿por qué nos preocupamos tanto de adelantar los tiempos? ¿por qué nos preocupamos tanto de querer tener más horas en el día para poder ocuparlas todas igualmente? ¿por qué no aprendemos a disfrutar de cada hora, de cada día? ¿Qué conseguimos de tantas fatigas?
Al no comprender la Obra de Dios, al no dejarnos conducir de Su Mano según su Obra, vamos a nuestro ritmo, al ritmo del mundo y el mundo lo que busca no es la plenitud del hombre sino su destrucción, porque en el mundo no reina el Señor sino el Príncipe de este mundo, como lo llama Jesús.
Sino echemos una mirada a nuestro alrededor: el hombre cada día tiene más ambiciones, cada día tiene más tecnología, cada día viaja más lejos de la tierra, pero cada día hay más hambre, cada día hay más muertes, cada día hay más peleas entre nosotros mismos. ¿Qué ganamos con tanta tecnología, tanto modernización si no podemos mirarnos a la cara y decirnos "te quiero", "te perdono"?
Necesita el hombre volver a su origen, necesitamos volver a descubrirnos hijos pequeños que a pesar de saber tanto no conocen nada, pues si conocieran la Obra de Dios no se distanciarían tanto de Él y menos de ir contra su mejor Obra: el hombre mismo.
"Todo tiene su tiempo bajo el sol", si es así démonos tiempo para la Luz del Sol que es el Espíritu de Dios nos ilumine para poder iluminar el camino y los tiempos de los hombres, pues viviendo nosotros el Tiempo de Dios en nuestras vidas, podemos ayudar a nuestros hermanos a vivir en Dios y conocer su hermosa Obra, para que la podamos disfrutar, y vivir cada día con mayor intensidad.

jueves, 22 de septiembre de 2016

Seamos originales. Seamos Fieles a nuestro origen

Dice el libro del Eclesiastés:
"Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír.
Lo que pasó volverá a pasar; lo que ocurrió volverá a ocurrir: nada hay nuevo bajo el sol.
De algunas cosas se dice:«Mira, esto es nuevo». Sin embargo, ya sucedió en otros tiempos mucho antes de nosotros".
No hay nada nuevo bajo el sol, aunque muchas veces nos creemos los más geniales del mundo porque hemos realizado algo diferente, o porque cada día buscamos hacer algo distinto, pero, en realidad todo ya está hecho, o se hizo en algún tiempo diferente. Pero nuestra vanidad nos lleva a querer creernos los más listos del mundo y por eso nos "arriesgamos" con cosas que nunca habíamos hecho, como salir del "común" de los mortales y dejar una huella en el camino.
Queremos ser originales haciendo lo que todos hacen y lo que muchos, antes que nosotros también hicieron. Pero ¿qué es ser original? En realidad es ser fiel al origen, ser fiel a lo que soy, no creer que soy más que otros, pero tampoco menos que nadie. Dios me ha creado con valores, con virtudes y en mi humanidad también hay defectos que perfeccionar: soy un todo individual y diferente a los demás, porque, Gracias a Dios, no hay nadie como yo, con mi historia, con mis cualidades y defectos, con mis proyectos y sueños.
Por eso mi originalidad está en la fidelidad a lo que Dios quiere de mí, en saber buscar cuál es Su Voluntad en mi vida, y poner todo mi ser a su disposición para llegar a ser lo que realmente soy, ni más ni menos. Cuando sea capaz de llevar a plenitud mis cualidades, cuando pueda vencer mis defectos y vivir, con tranquilidad y honestidad, lo que Dios quiere para mí, entonces sí seré original, porque nadie va a vivir mi vida, ni nadie va a tener lo que yo tengo, pues Dios sólo pensó un proyecto para mí, y ese proyecto sólo yo lo realizo. Y ahí sí, si yo no realizo esa idea, si yo no realizo lo que a mi me corresponde, quedará un vacío en la historia. Y lo mismo si sólo me limito a "copiar" la vida de los demás.
Todo es pasajero, todo es vanidad. Pero mi vida es importante para mí, para Dios y para el mundo para el que Él me ha creado y llamado a vivir. Por eso ser realmente original le aportará al mundo y a la historia un poco de eternidad, que ha sido lo que Dios ha sembrado en mi alma con los dones que me ha regalado, y con la Gracia que día a día tiene para mí. Si somos Fieles mi vida permanecerá, y mi huella quedará marcada en la historia.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Fieles al llamado

Le dice San Pablo a los Efesios:
"Hermanos:
Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados".
¿Cuál la vocación a la que he sido llamado? Vocación significa llamado, y en este caso se refiere al llamado que Dios nos hace a cada uno. En nuestro caso nos ha llamado a la vida y a una vida en santidad: "os ha elegido desde antes de la creación del mundo para que fuesen santos e irreprochables ante Él por el amor". Esta es nuestra primera vocación, nuestro primer llamado de Dios al darnos la Vida Nueva por medio del bautismo.
Y no eligió a los mejores, a los más puros, a los más inmaculados, sino que nos llamó a todos para vivir el espíritu de Cristo en la santidad. "Andad, aprended lo que significa “misericordia quiero y no sacrificios”: que no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».
Y ¿cómo vivir según la vocación? El mismo San Pablo nos lo sugiere: Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobre llevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vinculo de la paz.
No importa que en nuestra vocación personal cada uno sea diferente, lo que importa es que estemos unidos en un sólo ideal: la fidelidad a Dios, "...para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud".
Hoy en esta Fiesta de San Mateo, el Señor nos vuelve a recordar que es Él quien nos ha llamado, y como Mateo, nos pide que dejemos lo que estamos haciendo para seguirlo, para seguir el Camino que él nos muestra, por eso necesitamos tomar conciencia y confianza en el llamado para poder alcanzar la Bienaventuranza que Él nos ha prometido.

martes, 20 de septiembre de 2016

Los que hacen la voluntad de Dios

Dice el libro de los Proverbios:
"El hombre juzga recto su camino, pero el Señor pesa los corazones".
Al leer esta frase me acorde de una pintura (que tengo en casa) que está en un papiro egipcio, es lo que ellos llamaban el juicio para entrar o no en el cielo, el juicio a los muertos. En este juicio al muerto se le quitaba el corazón y lo ponía en una báscula, en la cual en uno de los platillos había una pluma y en el otro se colocaba el corazón; si el corazón pesaba menos que la pluma lo venían a recoger unos ángeles, si pesaba más que la pluma no entraba en el cielo. Había un Juez que miraba ese hecho y dictaba la sentencia. La respuesta era que si el corazón pesaba menos que la pluma era porque esa persona había sido buena y había entregado su vida en servicio, del otro modo había sido egoísta y por eso su corazón estaba tan pesado.
Si lo miramos en cristiano, podemos entender la frase de Santa Teresita de Lisieux: "en el atardecer de mi vida me presentaré ante Tí con las manos vacías".
No se trata de si lo que hago para mí está bien o no, ese es un primer paso, buscar siempre el bien, sino que, para nosotros los cristianos, la pregunta es: ¿es voluntad de Dios lo que quiero hacer? Por que muchas veces las cosas me pueden parecer muy buenas, pero sólo vistas desde mi y no desde los demás, y menos desde Dios. Por eso Jesús no ve necesario dignificar a su madre y a sus parientes por el simple hecho que hay un lazo de sangre con ellos, sino que, además del lazo de sangre hay un deseo de vivir lo que Él estaba predicando:
"Él respondió diciéndoles:
«Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen».
Es que si solamente pensamos las cosas desde nosotros mismos, aunque tengamos los mejores pensamientos, siempre van a ser pensamiento casi egoístas, pero si intentamos buscar la Voluntad de Dios, esos deseos serán los que me ayuden a la santidad pues hay una renuncia a mí mismo. Y ése es nuestro martirio constante: renunciar a nosotros mismos para hacer la Voluntad de Dios.
Y ¿cómo sé cuando algo es Voluntad de Dios?


Sintéticamente: Primero y lo más importante que no esté en contra de los consejos evangélicos ni de los mandamientos, por eso la reflexión de la Palabra de Dios siempre será nuestro parámetro mejor. Segundo mantener siempre una vida de oración y reflexión, una vida sacramental que me ayude a estar en relación con Dios para que el Espíritu siempre pueda iluminarme y yo lo deje guiarme. Tercero poder tener un consejero (o un hermano que no me diga lo que quiero escuchar, sino lo que debo escuchar) que en situaciones más difíciles me ayude a discernir, claro que él no me va a decir lo que tengo que hacer, pero sí me va a aconsejar para poder ver mejor, y así poder tomar la decisión más correcta. Por último, aunque la decisión sea muy difícil para mí el Señor me regalará la paz del alma, de saber que lo que he realizado o lo que estoy por hacer es lo que me llena el alma de paz. Y así su Gracia siempre me fortalecerá en el Camino de la Santidad, que es en definitiva el camino que tenemos que recorrer.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Una luz en el barro

Nos guste o no todos somos seres sociales, vivimos en sociedad, en comunidad, aunque a muchos no les guste estar con gente, o no les guste que los miren o que los critiquen. Todos estamos siempre expuestos a las miradas de los demás y, por eso, a los juicios de todos. Algunos nos juzgarán bondadosamente otros no. Y así también somos nosotros, miramos a los demás y los juzgamos, a veces, con amor, otras veces sin amor. Por eso nos recomienda el Señor por el libro de los Proverbios:
"No trames daños contra tu prójimo, mientras vive confiado contigo a tu lado; no pleitees con nadie sin motivo, si no te ha hecho daño alguno..."
¿Por que somos todos malos? No, porque en todos está la espina del pecado original y todos tenemos la tendencia al mal juicio, a la envidia, al orgullo, la vanidad y a las 7 plagas de Egipto. Pero, sobre todo esto, el mismo Señor nos dice:
"Nadie que ha encendido una lámpara, la tapa con una vasija o lo mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que los que entran tengan luz.
Pues nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada secreto que no llegue a saberse y hacerse público".
También, desde que el Espíritu Santo tomó posesión de nuestra vida el día de nuestro bautismo, él es la Luz en nuestra vida, y Él es quien quiere guiar nuestra conducta por el camino de la virtud, de la Gracia, del espíritu de Cristo. Y esa es la lucha constante que hemos de llevar a cabo: la lucha entre la carne y el espíritu, como dice San Pablo. Es, como él mismo dice: el tesoro que llevamos en vasijas de barro. Muchas veces lo único que tiene dominio en nosotros es el barro, pero cuando somos conscientes de lo que tenemos que hacer y le dejamos lugar al Espíritu Santo, su Luz ilumina la vida de nuestros hermanos (aunque algunos no quieran verla)
Así pues, al ser seres sociales, que viven en comunidad, en sociedad, nuestra vida, nuestro hacer y nuestro hablar, repercuten en la vida de los demás; por eso el Señor nos pide que dejemos actuar al Espíritu Santo que habita en nosotros para que en nuestra vida, palabra y obras, se manifieste su la Luz de su Gracia y no sólo las tinieblas de nuestro barro.

domingo, 18 de septiembre de 2016

La astucia de los hijos de Dios

Si lo pensamos bien, desde el Evangelio, siempre tenemos un buen argumento para no hacer la Voluntad de Dios, somos muy astutos para encontrar razones para decir que lo que Dios nos pide o quiere de nosotros no es actual, no está dentro de nuestras posibilidades, es una locura o tantas otras cosas más, como para quedar nosotros tranquilos y con la conciencia limpia para hacer lo que tengamos ganas aunque sepamos que está mal hecho, que hemos hecho daño a nuestro hermano o que hemos cometido o vivimos en situación de pecado. Para eso siempre somos muy astutos y audaces.
Pero para vivir e intentar vivir en la Luz, para llevar una vida en la virtud, en la caridad, en el perdón, buscando la obediencia y la fidelidad al evangelio, no estamos tan preparados; nunca encontramos tiempo, no sabemos cómo hacerlo, nos faltan fuerzas.
"Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz".
No quiere Jesús que seamos corruptos e infieles, pero sí pretende que la astucia que tenemos para unas cosas también la tengamos para lo mejor, para lo bueno, para lo santo. Porque somos hijos de la Luz y no de las tinieblas, somos hijos de Dios y no del mundo, hemos sido llamados a vivir en la Gracia y no en el pecado.
Por eso, lo importante es saber que te se nos ha confiado una gran riqueza y que la tenemos que administrar de la mejor manera para que nosotros alcancemos la Vida, y para que los demás encuentren el Camino hacia esa Vida. Nuestro tesoro es la Vida que nos dio Jesús con su muerte y resurrección, una Vida de Fe, Esperanza y Amor, una Vida en la que tenemos una Madre que nos ampara, nos guía, nos consuela y nos guía de su Mano para llegar hasta el Hijo, y por Él al Padre. Una Vida en la que el Espíritu Santo nos santifica constantemente, nos ilumina para poder discernir el bien y el mal, lo que es justo y lo que es injusto, que nos anima, nos alienta.
Sí, como dice San Pablo: llevamos un tesoro en vasijas de barro, y por eso tenemos que saber cómo lo administramos, si sólo lo administramos para nuestro bien egoísta o lo administramos para el bien de todos los que me rodean, si lo administramos según la Voluntad de Dios o si lo hacemos según la voluntad del mundo.
No dejemos que la astucia del mundo sea mayor que la astucia de los hijos de la Luz, dejémonos guiar por la Mano del Padre para que el tesoro que llevamos cada día aumente más y pueda, así, dar Vida a todos los que la necesiten.

sábado, 17 de septiembre de 2016

Sembradores de la Palabra del Señor

¿Por qué Dios quiere sembrar su Palabra en nuestros corazones? ¿Cómo está nuestro corazón para la siembra de la Palabra de Dios? Pues tanto San Pablo como el Señor nos hablan del sentido de la semilla sembrada en el hombre, una semilla que quiere crecer y dar fruto; pues somos tierra, somos barro, pero en el centro de este barro hay sembrada una hermosa semilla: la filiación divina, para que nos vaya transformando desde adentro del corazón y convirtiendo en lo que realmente somos: hijos de Dios.
"Efectivamente, así está escrito: el primer hombre, Adán, se convirtió en viviente. El último Adán, un espíritu vivificante. Pero no fue primero lo espiritual, sino primero lo material. y después lo espiritual. El primer hombre, que proviene de la tierra, es terrenal; el segundo hombre es del cielo. Como el hombre terrenal, así son los de la tierra; como el celestial, así son los del cielo. Y lo mismo que hemos llevado la imagen del hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial".
En medio de este mundo terrenal somos la luz que viene a traer claridad, somos los hijos de Dios que pueden hablar del Cielo y construirlo en la tierra, somos el barro que se ha convertido en tesoro para dar vida por la Palabra. Hemos sido elegidos "desde antes de la creación del mundo para ser santos e irreprochables ante Él por el Amor", y es ese Amor Divino el que está en nuestros corazón por el Espíritu que nos fue dado, y es ese Espíritu el que se nutre, día a día, con la Palabra de Dios, y se alimenta y fortalece con el Pan de la Vida que se nos da en el Altar de la Eucaristía.
Somos los Hombres Nuevos llamados a ser sembradores de la Palabra de Dios en los corazones de los hombres, somos la semilla de la Esperanza, de la Fe y del Amor para que "venga a nosotros el Reino" de los Cielos, pero será con nuestra entrega, con nuestra fidelidad constante, con nuestra oración y nuestra perseverancia para superar todos los obstáculos que el mundo nos ponga en el camino, será con el amor con que asumamos la cruz de cada día, será con la alegría que expresemos al vivir el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo.
Sí, la semilla ya ha sido sembrada en nuestra tierra, el sembrador día a día viene a regarla con su Gracia, hagamos que crezca en nuestro interior y florezca en nuestro corazón y en nuestros labios, con palabras y obras que siempre hablen del Señor.

viernes, 16 de septiembre de 2016

Hay mezclas que quitan vida

Como vemos en la carta de Pablo a los Corintios nos damos cuenta que siempre han habido aquellos que creen que tienen la verdad, que ha habido gente que se dedicaba a entender lo que quería y a profetizar lo que se le venia a boca, generando así división entre unos y otros. Por eso San Pablo busca, siempre, iluminar desde la Fe, desde lo revelado, desde lo que Él creía. Sus razonamientos brotan desde una fuerte convicción de aquello que le fue revelado desde la fe, pues si bien antes creía una cosa, con la revelación de Jesús pudo completar un proceso de conversión que lo llevó a entregar su vida por la Vida en Cristo.
Hoy son muchos los cristianos que mezclan las verdades de fe cristianas con otras verdades, como por ejemplo el tema de la reencarnación que nada tiene que ver con nuestra fe cristiana. O acaso podemos llegar a pensar que Cristo se ha reencarnado en alguien o algo más? Porque si todos nos reencarnamos también Él lo ha podido hacer, no? Pero no nos metamos en este berenjenal pues sólo es un ejemplo. Y como este hay muchos más.
Con este ejemplo nos damos cuenta que no tenemos muy claras las razones de de nuestra fe, no hemos profundizado mucho en lo que creemos y en por qué creemos lo que creemos; y por eso a lo que hemos creído de toda la vida le vamos agregando lo que otros nos dicen que creamos, sobre todo para que la fe se haga a nuestra voluntad, y no nuestra voluntad a la fe que tenemos.
Por que si lo pensamos bien, vamos a ver que en muchos cristianos hay tantas cosas que se creen que, finalmente, no se cree en nada, o mejor dicho, lo que se cree no tiene nada que ver con lo que se vive, porque lo que se vive es cualquier cosa menos la fe que nos fue transmitida desde los apóstoles.
Y mirando el evangelio me pongo a pensar: ¿por qué los discípulos y las mujeres seguían a Jesús? Y me acuerdo de aquellas palabras de Pedro, cuando Jesús les preguntó si también ellos querían seguirlo: "Señor ¿a quién iremos? Sólo tú tienes palabras de vida eterna". Y ahí esta la razón de nuestra fe: su Palabra es Palabra de Vida, pues en esa Palabra hemos de creer y no en tantas otras cosas que, para nosotros, no son de Vida Eterna. Solamente Su Palabra nos da Vida, por eso no dejemos que otras palabras nos digan algo diferente a lo que Él nos está diciendo.
"Hágase en mí según tu palabra".

jueves, 15 de septiembre de 2016

Unidos a María en la obediencia al Padre

De la Secuencia a la Virgen de los Dolores rescato estos versos:
"¡ Oh dulce fuente de amor!, hazme sentir tu dolor para que llore contigo. Y que, por mi Cristo amado, mi corazón abrasado más viva en él que conmigo.

Y, porque a amarle me anime, en mi corazón imprime las llagas que tuvo en sí. Y de tu Hijo, Señora, divide conmigo ahora las que padeció por mí.

Hazme contigo llorar y de veras lastimar de sus penas mientras vivo; porque acompañar deseo en la cruz, donde le veo, tu corazón compasivo".
Versos que nos hacen pedirle a María que nos una a su dolor para que, junto a Ella, poder, también, nosotros abrazar el leño de la Cruz, sufrir con Cristo por los pecados del mundo y los nuestros personales. Unir nuestro corazón y nuestra alma a los padecimientos de Jesús, como María, no es una misión simple sino que es una decisión costosa, de mucho en nuestra vida y de mucho valor para el hombre, pues mantenernos en pie como lo hizo María hasta el último momento no es fácil. Pero Dios nunca nos ha dicho que fuera fácil, sino que con su ayuda no sería imposible.
María, desde un primer momento se dejó llenar del Espíritu Santo y se dejó conducir por la Mano del Padre, por eso desde el gozo de Nazaret hasta el dolor del Calvario siempre pudo permanecer firme en la obediencia al Padre, y de pie en la Fidelidad a la palabra dada: he aquí la esclava del Señor ¡hágase en mí según tu Palabra!.
¿Por qué pudo hacerlo? Porque Ella nunca confió en sí misma, sino en Aquél que la llamó, en Aquél que le dirigió su Palabra y le confió una misión, y que, además, se lo anunció de antemano: "lo que es imposible para el hombre es posible para Dios". Y fueron palabras que siempre ha mantenido en su corazón, tanto en momentos Luz como en momentos de oscuridad, pues cuando no comprendía algo o cuando algo superaba sus capacidades "guardaba todo y lo meditaba en su corazón", pues en el silencio del corazón Dios la fortalecía para seguir avanzando, para continuar de pie en todo momento y sentir el gozo y la esperanza de la Fidelidad de Dios.
Hoy no sólo es un día para contemplar el dolor de María al pie de la Cruz, sino que es un día para asociar nuestro corazón al Corazón de María, para que como Ella y junto a Ella, también nosotros asociemos realmente nuestras vidas a la Vida del Hijo, y podamos vivir en Fidelidad su Palabra, y como lo hizo el Hijo "aprendamos a obedecer al Padre", pues ese es el Camino que Él nos dejó señalado y que Ella recorrió junto con Jesús.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Asumir como el Hijo la cruz de cada día

La Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, no es una fiesta de la exaltación de la tortura que sufrió Nuestro Señor Jesucristo, sino que es la Fiesta del Gran Amor de Dios que se mostró en la obediencia del Hijo hasta la muerta en Cruz. Porque por Amor a nosotros el Padre envió a su Hijo Único nacido de mujer, para que nos diera una Vida Nueva, y ea Vida Nueva nos la compró al precio de su sangre.
Pero tampoco fue la Cruz el fin último de la vida de Jesús, sino que fue el instrumento por el cual nos recuperó la Gracia de la Filiación Divina, pues debía, en la Cruz, asumiendo nuestra condición humana destruir el pecado y con su resurrección darnos la Vida Nueva. Por eso la Cruz no es el sentido de nuestra vida, sino que la Cruz le da sentido a lo que nos toca vivir en la Vida, pues asumiendo la Cruz de cada día seguimos el proyecto de Dios: la redención del hombre, pues unimos a la Santa Cruz de Cristo nuestras pequeñas cruces de cada día.
"Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él".


No le tengamos miedo a la Cruz como hacen los que no tienen fe, sino que aceptemos y pidamos el Espíritu de fortaleza para abrazar con amor lo que Dios nos pide vivir, pues en la Camino de la Cruz Él nos dará todo lo necesario para llegar hasta el final, así como lo hizo con Jesús en el mismo Camino de la Cruz.

martes, 13 de septiembre de 2016

Nuestros dones y nuestra vida

"Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu".
La hermosa imagen que nos presenta San Pablo, no es sólo eso: una hermosa imagen de lo que es la Iglesia, sino lo que debería ser una hermosa y bien vivida realidad en la Iglesia. Aún nos falta mucho madurar en esta realidad de que cada uno tenemos un Don particular y que hemos de compartirlo con los demás sin envidias, rencores, egoísmos y vanidades. Pero claro, el pecado original nos sigue invadiendo y confundiendo a la hora de darnos cuenta de lo que debemos hacer, porque tampoco hemos descubierto bien quienes somos, cada uno.
Hay una realidad con la que vamos creciendo: compararnos con los demás, o comparar a los demás con uno mismo, si tal es mejor que el otro o si el otro es mejor que yo, y, como siempre, las comparaciones son malísimas para la convivencia y el buen vivir. Pero no nos damos cuenta de lo que tenemos entre manos, no nos damos cuenta del "tesoro que llevamos en vasijas de barro" y en lugar de hacerlo brillar lo llenamos de barro.
Conocer nuestros talentos, conocer el proyecto de Dios en nuestras vidas nos da, a cada uno, la tranquilidad del saber vivir y la seguridad de la confianza de que lo que hago lo hago porque Dios me lo ha mostrado así. Y en ese saber puedo compartir sin mirar a los lados lo que los demás hacen, porque la responsabilidad sobre los talentos que me han dado es sólo mía y de nadie más. No puedo culpar a los demás de no poder usar mis talentos, y no puedo culpar a los demás porque no aprecien mis talentos. Yo, y sólo yo frente a Dios tengo que saber el para qué me han sido otorgados.
Tomando la misma metáfora de San Pablo: el hígado no le pregunta al corazón cómo actuar, sólo actúa porque tiene una estructura particular para hacerlo. Así, como lo leemos en Santa Teresita de Lisieux, nuestro deseo será completado por Dios si dejamos que Dios nos ayude a ver cuál es nuestra misión. Quizás nos guste, como ella, ser todo y hacer todo, pero no todo lo puedo hacer y, tampoco tengo los dones para ser todo, pero sí puedo y debo ser lo que Dios quiere que sea, pues para ello me ha dado los dones que me ha dado.
Su Palabra es la que me ayudará a encontrar un sentido a mi vida, un Camino para vivirla y regará con su Gracia los dones para que vayan fructificando a su tiempo y alcance así la alegría que da saber que "todo se ha cumplido", que he sido fiel y que "he corrido hasta el final y no he perdido la fe".

lunes, 12 de septiembre de 2016

Una sola oración y una sola esperanza

De la carta de san Ignacio de Antioquía, obispo y mártir, a los Magnesios.


 Como en las personas de vuestra comunidad que tuve la suerte de ver, os contemplé en la fe a todos vosotros y a todos cobré amor, yo os exhorto a que pongáis empeño por hacerlo todo en la concordia de Dios, bajo la presidencia del obispo, que ocupa el lugar de Dios; y de los presbíteros, que representan al colegio de los apóstoles; desempeñando los diáconos, para mí muy queridos, el ejercicio que les ha sido confiado del ministerio de Jesucristo, el cual estaba junto al Padre antes de los siglos y se manifestó en estos últimos tiempos.
    Así pues, todos, conformándoos al proceder de Dios, respetaos mutuamente y nadie mire a su prójimo bajo un punto de vista meramente humano, sino amaos unos a otros en Jesucristo en todo momento. Que nada haya en vosotros que pueda dividiros, antes bien, formad un solo cuerpo con vuestro obispo y con los que os presiden, para que seáis modelo y ejemplo de inmortalidad.
    Por consiguiente, a la manera que el Señor nada hizo sin contar con su Padre, ya que formaba una sola cosa con él -nada, digo, ni por sí mismo ni por sus apóstoles-, así también vosotros, nada hagáis sin contar con vuestro obispo y con los presbíteros, ni tratéis de colorear como laudable algo que hagáis separadamente, sino que, reunidos en común, haya una sola oración, una sola esperanza en la caridad y en la santa alegría, ya que uno solo es Jesucristo, mejor que el cual nada existe. Corred todos a una como a un solo templo de Dios, como a un solo altar, a un solo Jesucristo que procede de un solo Padre, que en un solo Padre estuvo y a él solo ha vuelto.
    No os dejéis engañar por doctrinas extrañas ni por cuentos viejos que no sirven para nada. Porque si hasta el presente seguimos viviendo según la ley judaica, confesamos no haber recibido la gracia. En efecto, los santos profetas vivieron según Jesucristo. Por eso justamente fueron perseguidos, inspirados que fueron por su gracia para convencer plenamente a los incrédulos de que hay un solo Dios, el cual se habría de manifestar a sí mismo por medio de Jesucristo, su Hijo, que es su Palabra que procedió del silencio, y que en todo agradó a aquel que lo había enviado.
    Ahora bien, si los que se habían criado en el antiguo orden de cosas vinieron a una nueva esperanza, no guardando ya el sábado, sino considerando el domingo como el principio de su vida, pues en ese día amaneció también nuestra vida gracias al Señor y a su muerte, ¿cómo podremos nosotros vivir sin aquel a quien los mismos profetas, discípulos suyos ya en espíritu, esperaban como a su. Maestro? Y por eso, el mismo a quien justamente esperaban, una vez llegado, los resucitó de entre los muertos.

domingo, 11 de septiembre de 2016

El otro Hijo Pródigo

Quizás vuelva a repetirme con estas reflexiones pero me parece que aún no acabamos de comprender la diferencia entre la parábola de la oveja perdida y del Hijo Pródigo. Pero pensándolo mejor me voy a quedar con algo que, hace un tiempo, me hicieron reflexionar sobre esta parábola: el hijo pródigo como imagen de Jesús. Sí, seguro que os parecerá extraño, pero no es extraño porque pródigo viene de prodigar, de dar, de entregar. Y ¿quién ha entregado más que el Hijo Único de Dios?
Por razón de la parábola siempre pensamos en que el hijo pródigo es sólo aquél que después de andar despilfarrando la herencia del padre, vuelve arrepentido a la casa paterna. Es así, pero es sólo una manera de ver esta parábola.
Jesús el Hijo del Padre sale de la Casa Paterna con la Herencia que le otorga el Padre y comienza, aquí en la tierra, a "prodigarnos" (a regalarnos) todos los bienes que el Padre le dio. Y, al final de su recorrido (y no por estar arrepentido) por haber "cumplido todo", vuelve a la Casa del Padre.
Quizás los que nos "creemos hijos mayores" al verlo volver a la Casa Paterna y que sea recibido con tantos honores no entendemos el por qué. Quizás los que nos "creemos hijos mayores" no nos sintamos abrazados de la misma manera por el Padre, y sintamos que no podemos compartir los mismos bienes que compartió el Hijo. Y por eso mismo el Hijo nos dejó su Cuerpo para que nosotros pudiéramos gozar de toda la herencia paterna haciéndonos hijos en el Hijo, pudiéramos gozar de todos los derechos de la filiación que el mismo Hijo tenía y tiene.
El Hijo de Dios vuelve a la Casa Paterna y quiere que nosotros también podamos gozar de los mismos derechos y de la misma herencia, por eso nos pide constantemente que no nos detengamos en el camino a esperar que nos vengan a buscar, pues a diferencia de la oveja perdida, tenemos la capacidad de razones y darnos cuenta, como el hijo de la parábola que tenemos que pedir perdón y volver al re-encuentro con el Padre y con los hermanos.
Miremos al Hijo Pródigo como aquél que ha sabido prodigarse a los demás, como el Hijo del Padre, para que también nosotros podamos tener la misma alegría.