"Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
– «Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él les dijo:
– «¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
¡Cuántas veces hemos querido que nos suceda esto: tener frente a nosotros a Jesús vivo y resucitado!? Muchas veces se nos ha presentado esta idea de necesitar ver, tocar, palpar el cuerpo vivo de Jesús, porque necesitamos signos, gestos.
Pero no siempre nos ocurre aquello que queremos. No siempre sucede como lo habíamos planeado o como lo deseamos. No siempre Dios responde del modo que se lo pedimos.
Así les sucedió también a los apóstoles. Cuando Jesús se presenta entre ellos no pueden creer lo que ven, y se les nubla el entendimiento, se asustan, pero es Jesús quién les da la paz para que puedan comenzar a comprender.
Y así nos sucede a nosotros: muchas veces tenemos a Jesús delante nuestro, que nos habla, que nos indica el camino, pero no lo vemos, porque hemos pensado tantas otras cosas y hemos querido tantas otras maneras de encontrarnos con Él, que no lo podemos ver porque estamos cerrados a verlo. Y, para poder encontrarnos con Él necesitamos paz.
Necesitamos momentos de paz, necesitamos estar en paz para poder discernir, para poder escuchar, para poder descubrir Su Voluntad. Los ruidos externos e internos no nos permiten disponernos a lo sobrenatural, a lo espiritual; por eso buscamos métodos extraños para alcanzar la serenidad del alma, recurrimos a otras realidades que no son las propias de nuestra fe, y, finalmente no encontramos lo que buscamos.
Y lo que necesitamos lo tenemos siempre al alcance de nuestro corazón: Jesús vivo y verdadero, presente en la Eucaristía que está esperando que me acerque a Él, que está escondido en el Pan Eucarístico y me espera, cada día está esperando que me encuentre con Él, que disponga de tiempo para el diálogo, para el silencio, para recibir todo lo que mi corazón necesita.
¿Aún no lo ves? Dedicamos muchos tiempo a métodos especiales de concentración, de relajación, de lectura, de esto de aquello, pero no dedicamos tiempo al silencio frente a Dios, y es el mejor método para encontrarnos con Él para encontrar el sosiego, la Luz, la claridad del corazón y de la mente para entender y aceptar lo que Él me está pidiendo vivir.
"Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo:
– «Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras".
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.