martes, 15 de marzo de 2016

No perder la paciencia

"Pero en el camino, el pueblo perdió la paciencia y comenzó a hablar contra Dios y contra Moisés: «¿Por qué nos hicieron salir de Egipto para hacernos morir en el desierto? ¡Aquí no hay pan ni agua, y ya estamos hartos de esta comida miserable!»
¡Cuántas veces perdemos la paciencia! ¡Cuántas veces perdemos la paz ante las situaciones difíciles, dolorosas!
El pueblo de Israel perdía constantemente la paciencia y se rebelaba contra Dios y Moisés, ¿el motivo? los largos años en el desierto, la falta de alimento, de agua y ¡tantas cosas que tuvieron que vivir!
A nosotros también nos pasa que cuando las cosas no van como nos gusta, que cuando los tiempos no son los que esperábamos, que cuando... siempre hay una excusa que nos hace perder la paciencia, y no sólo contra Dios sino también contra nuestros hermanos.
Uno de los motivos de la pérdida de paciencia es nuestra ansiedad. Vivimos en un mundo en donde, cada día que pasa, todo es más rápido, más intenso, más espontáneo y así pretendemos que sean todas las cosas. Hay cosas que pueden ser así: las noticias, las comunicaciones... Pero en el orden vital o sobrenatural todo tiene su tiempo, y eso nos pone mal.
Muchas veces me han escuchado decir que el problema es que Dios tiene toda la eternidad, y nosotros vivimos en el tiempo; Él sabe cuándo es el momento ideal y nosotros idealizamos nuestro tiempo.
¿Cuál es la solución para la paciencia? Claro que no hay una fórmula clara y específica, pues cada uno somos diferentes y Dios actúa diferente con cada uno. Y una muestra es el evangelio de hoy. Sí, porque si lo leéis bien para algunos será difícil de entender, otros lo comprenderán y otros lo pasarán por alto. Por que Dios habla de manera difícil, no es directo, sino que busca que le dediquemos tiempo al diálogo, a la reflexión, porque sabe que si realmente queremos encontrar paciencia, primero tenemos que buscar la Paz. Y la Paz del alma la encontramos en Él.
Y, el primer paso es no desesperarnos por no comprender de entrada su Palabra, sino saber esperar a que Su Palabra nos hable al corazón, por eso necesitamos tiempo y silencio, para que su Espíritu nos encuentre preparados para hablarnos, sin prisas.
En estos días aprovechemos la imagen de Cristo en la Cruz, para que así podamos entender lo que Jesús le decía a su gente, y que primero se dio en el desierto con el pueblo de Israel:
«Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada.»
Mientras hablaba así, muchos creyeron en él".

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