Siempre me ha resultado algo interesante el ver cómo Dios cuando elige a alguien para una misión grande modifica o cambia su nombre. Lo hizo con Abrán por Abrahán. También lo vemos en Jesús con los apóstoles. Y me resulta interesante porque al responder que ¡Sí! al Señor se nos transforma la vida, y el nombre es el signo más claro de nuestra transformación, sí, quizás sea un signo externo, pero es evidente que ese signo externo nos recuerda lo que internamente vamos viviendo.
Así lo vemos hoy también en muchos casos: religiosos y religiosas, y de manera particular en los Papas. Hay un cambio radical en la vida, se pasa a ser un llamado de Dios y se responde afirmativamente a su llamado.
En nosotros, los simples cristianos (por decirlo así) no pasa ese cambio en nuestro nombre, pero sí (espero que sí) ha de suceder en nuestro interior. En algún tiempo yo lo he llamado un "lavado de cerebro", sí porque cuando aceptamos el llamado de Jesús y decidimos seguir su Camino, tenemos que despojarnos de todos los conceptos mundanos de vivir y comenzar a pensar en cristiano. Porque no hay otra forma de entender el lenguaje de Cristo si no pensamos como Él, pues si seguimos pensando como piensa el mundo nunca podremos entenderlo.
Esto lo vemos claro en el evangelio de hoy, cuando Jesús le dice:
«En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».
¡Cómo no iban a tratarlo de loco o de endemoniado! Si ellos veían que todos morían, ¿cómo alguien iba a no poder morir? Ellos pensaban en terrenal y Jesús en celestial, dos planos diferentes que no se entienden. Lo mismo nos pasa a nosotros cuando no dejamos de pensar en mundano: no comprendemos a Jesús, no entendemos a Dios. Y, lo que es mucho más complicado es que no podemos llegar a vivir lo que Ellos nos piden porque no estamos junto a Ellos.
Fijaos qué más dice:
"Si yo me glorificara a mi mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra".
Y no es que quisiera decirles mentirosos a los judíos, sino que no sólo se trata de hablar de Dios, sino de vivir en Dios, de estar en Dios, y eso sólo lo podemos comenzar a realizar si dejamos de pensar en terrenal. Vivimos muy metidos en el mundo y toda nuestra vida pasa por lo mundano, y sólo dejamos momentos (a veces sólo minutos) para vivir cristianamente.
Y no es porque no queramos (quizás sí) pero es que no nos hemos convertido aún, no hemos purificado nuestra manera de pensar, de ser, de vivir. Sí hablamos de Dios, de Cristo pero no vivimos cristianamente. Y aquí podemos unir lo que dice San Juan en su carta:
"Quien dice que ama a Dios a quien no ve, y no ama a su hermano a quien ve, es un mentiroso". Porque es fácil amar lo que no se ve, hacer cosas por quién no tengo a mi lado, pero a aquél que tengo a mi lado todos los días o a aquél a quién tengo que perdonar o pedir perdón... lo aparto de mi vida y para mí está muerto...
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