Hoy por la tarde celebraremos la Memoria de los Dolores de María, Viernes de Dolores, ya próximos a comenzar la Semana Santa. Una hermosa memoria por ponernos tan cerca de María que podemos sentir el latir de su corazón, el dolor de su corazón por comenzar a sufrir junto a su Hijo. Comienza así a cumplirse la profecía de Simeón, el día de la presentación en el Templo:
"y a tí misma una espada te atravesará el corazón".
Desde ese día María conservaba esas palabras en su corazón, sabía que llegaría ese día, aunque, quizás no lo comprendiera en su momento, aunque quizás no quisiera que eso sucediera, pero sabía que no estaría sola en ese momento, como no lo estuvo nunca desde el momento de la Anunciación.
Aprendió, por la Gracia del Espíritu Santo, a "conservar todas esas cosas en su corazón", porque era el lugar especial donde Ella podía encontrarse con Su Padre, con Su Esposo para llevar adelante la vida junto al Hijo. Aprendió en el silencio a aceptar la Voluntad de Dios, pues Ella misma había aceptado ser "la esclava del Señor" pues Él la había colmado con su Gracia, pues Él le había dado el mejor de los regalos que, como mujer e hija de Israel, podía esperar: ser la Madre del Mesías Salvador.
Y en el diálogo silencioso con el Padre fue aceptando, fue comprendiendo cuál era su lugar junto al Hijo, porque no era sólo su madre, sino que era su Fiel Discípula, era la Bienaventurada que había "escuchado y practicado la Palabra de Dios", y por eso, Fiel a esa Palabra se mantenía tras las huellas del Hijo.
Como Fiel discípula de Jesús aceptó y vivió sus Palabras, lo siguió con su corazón por todos los caminos recorridos, lo acompañó con su oración en todos los lugares, y lo abrazó con su amor de madre en los momentos de mayor soledad.
María, mujer, madre, discípula. Hoy su corazón comienza a padecer porque el corazón de la madre siente antes que el hijo lo que va a suceder, sabe que el hijo "sufre una agonía de muerte". Sabe que el Hijo va a cumplir la Palabra del Padre. Sabe que, una vez más, desde el silencio tendrá que abrazarlo con su amor en la noche agónica del Getsemaní. Sabe que tendrá que acompañarlo en el Camino de la Cruz, que tendrá que sostenerlo en el dolor y el agotamiento para poder llegar hasta el final y cumplir con la Voluntad del Padre.
María, la Madre del Gozo y del Dolor, hoy nos espera a nosotros para que la acompañemos, no porque necesite de nuestra compañía sino para que nosotros, como el Hijo, nos sintamos acompañados por Ella en el Camino de la Vida, en el Camino de la aceptación de la Voluntad de Dios, en el Camino de nuestra entrega generosa y fiel al Amor del Padre que, por nosotros, entregó a Su Hijo Único para darnos vida y Vida en Abundancia.
Hoy, Viernes de Dolores, también tiene que ser nuestro deseo estar junto a La Madre para estar junto al Hijo y comenzar, unidos en un sólo corazón y una sola alma, las vivencias de la Semana Santa.
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