En aquel tiempo, Jesús, profundamente conmovido, dijo:
- «Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
Estando con todos sus discípulos en la Última Cena fue cuando pasó esto. Me sorprende que el diga: "profundamente conmovido", es un sentimiento muy profundo (perdón por repetirlo), algo que le ha llegado al corazón el pensar que uno de los Doce lo iba a entregar, que lo iba a hacer pensando que Él no se iba a dar cuenta.
Y, unos momentos más tarde le dice a Pedro:- «¿Con que darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.»
Muy difícil tiene que haber sido aquella noche, aunque supiera y sintiera el dolor de la muerte cerca, más doloroso es la traición del amigo, de los amigos. Dos traiciones diferentes, pero que las dos duelen y dejan el alma destrozada.
Dos traiciones que terminan las dos en situaciones diferentes, porque diferentes son las reacciones de cada uno de ellos. Judas cuando descubre que su plan no salió como él esperaba se quita la vida. Pedro cuando se acuerda que Jesús ya le había dicho que lo traicionaría se pone a "llorar amargamente" y vuelve a Jesús.
Son muchos los días y muchas las veces que le decimos a Dios que ¡Sí! que vamos a hacer todo lo que Él nos diga. Son muchas las veces que nos proponemos ser Fieles a la Vida que Dios nos ha propuesto, y decididamente queremos dar nuestra vida por Él. Pero, las mismas veces caemos en una traición. Traición a nuestros deseos, traición a la Voluntad de Dios. ¿Por qué lo traicionamos? ¿Porqué nos cansamos de vivir en Dios? Dice Isaías hoy:
"Mientras yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas», en realidad mi derecho lo llevaba el Señor, mi salario lo tenía mi Dios".
Judas pensó que si lo entregaba a los judíos Jesús se mostraría como el Mesías, creyó que esa entrega lo podría obligar a salir al mundo y mostrarse. Judas creía en Jesús pero estaba ansioso para que Él se mostrara como Mesías. Pero no lo consultó, creyó que su plan era el mejor, y metió la pata. Consultar a Dios y a quienes Dios me pone a mi alrededor me ayuda a descubrir si lo que pienso o quiero o proyecto será la mejor solución, pues no siempre mis ocurrencias son las mejores, porque pueden ser las peores. Morir a mis criterios es la mejor solución para permanecer fiel y obediente a la Voluntad del Señor, y seguir disfrutando de la Vida que Él me da.
Pedro confió mucho en su fuerza, en su tesón, en sus convicciones. Y, también se olvidó que nuestra fuerza es el Señor, que nada podemos hacer sin Él. Algo que Jesús más tarde, en el Huerto le diría: "el espíritu está pronto pero la carne es débil". Y Pedro tomó la mejor decisión luego, lloró su pecado y confió en el Señor.
No dejemos que el pecado y la traición nos quiten la vida, el Señor es nuestro abogado y Él nos guía para que volvamos a recobrar el Camino de la Fidelidad en la Obediencia por Amor. Siempre hay perdón cuando lloramos nuestros pecados y traiciones, y recurrimos al que puede perdonarnos.
martes, 31 de marzo de 2015
lunes, 30 de marzo de 2015
Seamos valientes para caminar con Él
«Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.»
Esto que le decía el Señor al Profeta, también nos lo dice a nosotros, porque hemos sido ungidos como profetas el día de nuestro bautismo, es nuestra misión, es el sentido de nuestra vida cristiana. Más adelante nos lo repitió Jesús cuando nos dijo: "vosotros sois la luz del mundo". Creo que tenemos que estar orgullosos porque Dios nos tenga en cuenta de este modo, que Él piense que nosotros podremos, si nos disponemos y confiamos en su Gracia, llegar a ser instrumentos de salvación en sus manos.
Y también, a esto, se le puede sumar algo que dice Dios por medio de la Carta a los Hebreos: "no renunciéis, pues, a vuestra valentía, que tendrá gran recompensa. Os falta constancia para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa. Un poquito de tiempo todavía, y el que viene llegará sin retraso; mi justo vivirá de fe, pero, si se arredra, le retiraré mi favor. Pero nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma".
¿Por qué hemos comenzado a vivir la Semana Santa? Para caminar junto a Jesús, con Jesús. Para que cada paso que Él de sea para nosotros un aliento, una esperanza, la fortaleza que necesitamos para saber que ya Él pasó por que lo podemos llegar a pasar nosotros, y, por eso, Él es nuestra ayuda, nuestro sostén, nuestra fortaleza. Por que ya nos lo dijo: "sin Mí no podéis hacer nada", no podemos hacer como cristianos, como profetas, por que para hacerlo necesitamos de Él, necesitamos escuchar Su Palabra, necesitamos recibir Su Vida, necesitamos seguir sus huellas.
Él recorrió primero el Camino, no sólo el Camino de la Cruz, sino el Camino del Amor, pues por Amor recorrió el Camino de la Cruz hacia la Vida. El mismo Camino que nos llama a recorrer a nosotros, y por eso nos alienta, nos confirma en nuestra misión, nos anima a que lo recorramos sabiendo que en y desde nuestra debilidad seremos fortalecidos y acompañados por Él. No estamos solos, Él nos anima: "“No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”, y si nos ha dado el Reino nos ha dado la capacidad para llegar hasta Él, pero la condición para tener esa capacidad es dejarlo TODO por él, así como Él dejó todo por nosotros.
Vuelvo a pensar lo que nos dice en la carta a los Hebreos: "seamos valientes", no dudemos de lo que Dios nos pide, no dudemos que con Él lo podemos todo, no dudemos que el Camino que Él nos propone es el Camino de nuestra libertad, de nuestra plenitud, el Camino de la Vida: caminémoslo junto a Él.
Esto que le decía el Señor al Profeta, también nos lo dice a nosotros, porque hemos sido ungidos como profetas el día de nuestro bautismo, es nuestra misión, es el sentido de nuestra vida cristiana. Más adelante nos lo repitió Jesús cuando nos dijo: "vosotros sois la luz del mundo". Creo que tenemos que estar orgullosos porque Dios nos tenga en cuenta de este modo, que Él piense que nosotros podremos, si nos disponemos y confiamos en su Gracia, llegar a ser instrumentos de salvación en sus manos.
Y también, a esto, se le puede sumar algo que dice Dios por medio de la Carta a los Hebreos: "no renunciéis, pues, a vuestra valentía, que tendrá gran recompensa. Os falta constancia para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa. Un poquito de tiempo todavía, y el que viene llegará sin retraso; mi justo vivirá de fe, pero, si se arredra, le retiraré mi favor. Pero nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma".
¿Por qué hemos comenzado a vivir la Semana Santa? Para caminar junto a Jesús, con Jesús. Para que cada paso que Él de sea para nosotros un aliento, una esperanza, la fortaleza que necesitamos para saber que ya Él pasó por que lo podemos llegar a pasar nosotros, y, por eso, Él es nuestra ayuda, nuestro sostén, nuestra fortaleza. Por que ya nos lo dijo: "sin Mí no podéis hacer nada", no podemos hacer como cristianos, como profetas, por que para hacerlo necesitamos de Él, necesitamos escuchar Su Palabra, necesitamos recibir Su Vida, necesitamos seguir sus huellas.
Él recorrió primero el Camino, no sólo el Camino de la Cruz, sino el Camino del Amor, pues por Amor recorrió el Camino de la Cruz hacia la Vida. El mismo Camino que nos llama a recorrer a nosotros, y por eso nos alienta, nos confirma en nuestra misión, nos anima a que lo recorramos sabiendo que en y desde nuestra debilidad seremos fortalecidos y acompañados por Él. No estamos solos, Él nos anima: "“No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”, y si nos ha dado el Reino nos ha dado la capacidad para llegar hasta Él, pero la condición para tener esa capacidad es dejarlo TODO por él, así como Él dejó todo por nosotros.
Vuelvo a pensar lo que nos dice en la carta a los Hebreos: "seamos valientes", no dudemos de lo que Dios nos pide, no dudemos que con Él lo podemos todo, no dudemos que el Camino que Él nos propone es el Camino de nuestra libertad, de nuestra plenitud, el Camino de la Vida: caminémoslo junto a Él.
domingo, 29 de marzo de 2015
Su Camino, mi camino
Una vez más comenzamos a recorrer el Camino con Jesús, cada día nos llevará a vivir y a ser protagonistas de su Amor y de su Obediencia, o de su Obediencia por Amor. Como quieran decirlo.
Hoy lo vemos entrando en Jerusalén vitoreado por todo el pueblo, batiendo palmas, gritando Hosannas, reconociéndolo como Señor, Mesías y Rey. Pero ¿qué significa ese reconocimiento para nuestra vida? ¿Quiénes lo vitoreaban? ¿Se habían dado cuenta que Él era Dios? ¿Se habían dado cuenta que su Reino no era de este mundo?
Muchos de los que lo vitoreaban quizás no. Muchos lo hacían porque habían visto sus milagros, sus curaciones, el resucitar muertos, la multiplicación de los panes; y querían un Rey que tuviera todos esos dones, quizás así no tendrían más que preocuparse porque el Rey los salvaría de todos los problemas... Quizás.
Muchos otros lo seguían porque estaban impresionados de su palabra: "habla como quien tiene autoridad y no como los fariseos". Sus palabras llenaban los corazones de los que lo escuchaban, les daba esperanza, confianza, les hacía ver el verdadero rostro del Padre y los llevaba a una Nueva Vida en Dios.
Hoy nosotros lo conocemos más. Sabemos que su Reino no es de este mundo, que su Reino es un Reino Celestial pero que lo pedimos cada día para que venga a nosotros: un reino de personas que se aman, porque viven el Amor. Un Reino donde por Amor escuchamos a nuestro Rey y lo dejamos que reine en nuestras vidas, porque conocemos Su Vida, porque sabemos que por Amor a nosotros se entregó en una Cruz y nos dio su Vida para que nosotros tengamos vida en abundancia.
Pero también sabemos que para llegar a ese Reino, que pedimos diariamente, hay un sólo Camino: que se haga Tu Voluntad en la Tierra como en el Cielo. ¡Hacer Tú Voluntad! Mira que bien, es el paso que nos da más temor, pero no el temor de perder la vida, sino el temor de perder libertad, el temor de no saber para dónde me llevará este Dios, el temor de tener que sacrificarme por Amor.
Jesús, aquél que entró gloriosamente en Jersusalén lo vemos, también hoy, traicionado por esa misma gente, aquellos que lo vitoreaban se dejaron llevar por el cuchicheo de los que no lo querían, y así como gritaron ¡Hossana al Hijo de David! después gritaron ¡Crucifícale!
Cambiamos tanto de opinión. La Voz de Dios, la voz del mundo. La Voluntad de Dios, la voluntad del Príncipe de este mundo.
Hoy comienza un Camino, el Camino de la Obediencia por Amor, el Camino de la Vida, el Camino del Amor que Obedece y nos da la Vida. Caminemos junto a Él, acompañemos y contemplemos el misterio del Amor. Descubramos que junto a Él todo es posible, por que Él recorrió primero Ese Camino, y ahora, en nuestro día a día, quiere recorrerlo junto a nosotros.
Hoy lo vemos entrando en Jerusalén vitoreado por todo el pueblo, batiendo palmas, gritando Hosannas, reconociéndolo como Señor, Mesías y Rey. Pero ¿qué significa ese reconocimiento para nuestra vida? ¿Quiénes lo vitoreaban? ¿Se habían dado cuenta que Él era Dios? ¿Se habían dado cuenta que su Reino no era de este mundo?
Muchos de los que lo vitoreaban quizás no. Muchos lo hacían porque habían visto sus milagros, sus curaciones, el resucitar muertos, la multiplicación de los panes; y querían un Rey que tuviera todos esos dones, quizás así no tendrían más que preocuparse porque el Rey los salvaría de todos los problemas... Quizás.
Muchos otros lo seguían porque estaban impresionados de su palabra: "habla como quien tiene autoridad y no como los fariseos". Sus palabras llenaban los corazones de los que lo escuchaban, les daba esperanza, confianza, les hacía ver el verdadero rostro del Padre y los llevaba a una Nueva Vida en Dios.
Hoy nosotros lo conocemos más. Sabemos que su Reino no es de este mundo, que su Reino es un Reino Celestial pero que lo pedimos cada día para que venga a nosotros: un reino de personas que se aman, porque viven el Amor. Un Reino donde por Amor escuchamos a nuestro Rey y lo dejamos que reine en nuestras vidas, porque conocemos Su Vida, porque sabemos que por Amor a nosotros se entregó en una Cruz y nos dio su Vida para que nosotros tengamos vida en abundancia.
Pero también sabemos que para llegar a ese Reino, que pedimos diariamente, hay un sólo Camino: que se haga Tu Voluntad en la Tierra como en el Cielo. ¡Hacer Tú Voluntad! Mira que bien, es el paso que nos da más temor, pero no el temor de perder la vida, sino el temor de perder libertad, el temor de no saber para dónde me llevará este Dios, el temor de tener que sacrificarme por Amor.
Jesús, aquél que entró gloriosamente en Jersusalén lo vemos, también hoy, traicionado por esa misma gente, aquellos que lo vitoreaban se dejaron llevar por el cuchicheo de los que no lo querían, y así como gritaron ¡Hossana al Hijo de David! después gritaron ¡Crucifícale!
Cambiamos tanto de opinión. La Voz de Dios, la voz del mundo. La Voluntad de Dios, la voluntad del Príncipe de este mundo.
Hoy comienza un Camino, el Camino de la Obediencia por Amor, el Camino de la Vida, el Camino del Amor que Obedece y nos da la Vida. Caminemos junto a Él, acompañemos y contemplemos el misterio del Amor. Descubramos que junto a Él todo es posible, por que Él recorrió primero Ese Camino, y ahora, en nuestro día a día, quiere recorrerlo junto a nosotros.
sábado, 28 de marzo de 2015
Sabemos lo que hacemos?
Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron:
- «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación.»
Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo:
- «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera.»
¿¡Cuantas veces se repite este mismo argumento hoy en día!? Porque molesta la verdad, porque puede hacer mucho bien, porque nos va a quitar adeptos, porque otros creerán en Él...
Cuantos y tantos argumentos lógicos usamos para desprestigiar a alguien, y más de una vez matamos a alguien sólo porque me he dejado llevar por la soberbia de creer que sólo yo tengo la verdad, pero no le damos muerte como a Jesús en una Cruz, sino que lo crucificamos con nuestras palabras, con nuestros chusmeríos, con nuestras mentiras tiradas al aire en medio de la oscuridad.
Muchas veces creemos que somos los valientes que defendemos al más débil, pero en realidad nos defendemos a nosotros mismos, no nos jugamos por la Verdad, no nos jugamos por lo que decimos creer, sino que defendemos el pecado creyendo que defendemos al pecador.
"Os conviene que uno muera por el pueblo..." ¿Quién soy yo para dar muerte ni tan siquiera a uno? ¿Cuál es el criterio que he usado para darle muerte a tal o a cual? ¿Podrían usar ese mismo criterio conmigo? Entonces, por qué yo lo uso con mi hermano.
Aún no comprendemos el por qué Jesús murió por nosotros, porque si lo comprendiéramos buscaríamos la Verdad de Su Vida, porque Su Verdad es Su Vida, y Su Vida es mi vida, por eso digo que soy cristiano, porque soy de Cristo, porque quiero vivir como Cristo, como mi Vida es Cristo, por que mi Camino es Cristo.
Si somos capaces de sacrificar a nuestros hermanos en el patíbulo del chusmerío barato, ¿seremos capaces de dejar que nos sacrifiquen a nosotros mismos en el mismo patíbulo? No, seguro que no me gusta esa clase de sufrimiento, seguro que no me gusta que hablen así de mí, seguro que no me gusta que murmuren y busquen mi muerte. Entonces, piensa, recapacita, no uses esa vara de medir para los demás, si no quieres que la usen contigo.
Jesús hizo todo lo contrario, cuando estaba colgado de la Cruz, casi en sus últimos suspiros le pidió al Padre, casi dándole una orden: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. Ellos, los que lo crucificaron, quizás no sabían lo que hacían. Pero hoy nosotros, los varones y mujeres de este siglo XXI, que nos consideramos cristianos sabemos lo que hacemos o, mejor dicho ¿sabemos lo que hacemos?
- «¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación.»
Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo:
- «Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera.»
¿¡Cuantas veces se repite este mismo argumento hoy en día!? Porque molesta la verdad, porque puede hacer mucho bien, porque nos va a quitar adeptos, porque otros creerán en Él...
Cuantos y tantos argumentos lógicos usamos para desprestigiar a alguien, y más de una vez matamos a alguien sólo porque me he dejado llevar por la soberbia de creer que sólo yo tengo la verdad, pero no le damos muerte como a Jesús en una Cruz, sino que lo crucificamos con nuestras palabras, con nuestros chusmeríos, con nuestras mentiras tiradas al aire en medio de la oscuridad.
Muchas veces creemos que somos los valientes que defendemos al más débil, pero en realidad nos defendemos a nosotros mismos, no nos jugamos por la Verdad, no nos jugamos por lo que decimos creer, sino que defendemos el pecado creyendo que defendemos al pecador.
"Os conviene que uno muera por el pueblo..." ¿Quién soy yo para dar muerte ni tan siquiera a uno? ¿Cuál es el criterio que he usado para darle muerte a tal o a cual? ¿Podrían usar ese mismo criterio conmigo? Entonces, por qué yo lo uso con mi hermano.
Aún no comprendemos el por qué Jesús murió por nosotros, porque si lo comprendiéramos buscaríamos la Verdad de Su Vida, porque Su Verdad es Su Vida, y Su Vida es mi vida, por eso digo que soy cristiano, porque soy de Cristo, porque quiero vivir como Cristo, como mi Vida es Cristo, por que mi Camino es Cristo.
Si somos capaces de sacrificar a nuestros hermanos en el patíbulo del chusmerío barato, ¿seremos capaces de dejar que nos sacrifiquen a nosotros mismos en el mismo patíbulo? No, seguro que no me gusta esa clase de sufrimiento, seguro que no me gusta que hablen así de mí, seguro que no me gusta que murmuren y busquen mi muerte. Entonces, piensa, recapacita, no uses esa vara de medir para los demás, si no quieres que la usen contigo.
Jesús hizo todo lo contrario, cuando estaba colgado de la Cruz, casi en sus últimos suspiros le pidió al Padre, casi dándole una orden: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen. Ellos, los que lo crucificaron, quizás no sabían lo que hacían. Pero hoy nosotros, los varones y mujeres de este siglo XXI, que nos consideramos cristianos sabemos lo que hacemos o, mejor dicho ¿sabemos lo que hacemos?
viernes, 27 de marzo de 2015
De qué lado estoy en la Semana Santa?
En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.
Él les replicó:
- «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?»
Los judíos le contestaron:
- «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios.»
Poniéndome en el lugar de los judíos de aquella época, la de Jesús, a veces pienso que era lógico que quisieran apedrearlo, pues decía cosas que ellos no entendían, que les costaba comprender. No podían entender que ese que se había criado entre ellos fuera Dios, que fuera el Mesías tan esperado, que quisiera darles a comer su carne y tantas cosas más.
Pero sí que querían que hiciera milagros: que resucitara a los muertes, que diera vista a los ciegos, que calmara la tempestad, que multiplicara el pan, que... y que...
Queremos los milagros pero no creemos en quién los hace. Pasó hace dos mil años y sigue pasando aún hoy. Y los milagros sólo se hacen en quien tiene fe, en quien confía, en quien se pone en manos de Él.
Por eso, hoy que ya nos ponemos en clima de Semana Santa con este Viernes de Dolores, tenemos que, también, ponernos en sintonía con el protagonista de la Semana Santa: Jesús, Hombre y Dios, a quien aclamamos por los milagros que hace, pero a quien apedreamos porque nos dice lo que no queremos oír; a quien buscamos para que sea nuestro Rey y Señor, pero que no nos gusta su Ley y Su Voluntad; a quien dejamos que nos sirva a la Mesa y nos lave los pies, pero que no lo invitamos a nuestra vida para servirlo a Él y que nos limpie el alma.
Antes de comenzar el Camino hacia la Resurrección tengo que ponerme a pensar si estoy dispuesto a recorrer el Camino de la Cruz, porque nuestra vida cristiana se forjará a la Luz de la Cruz, pues en la Cruz pongo mi yo para que al morir con Cristo, pueda resucitar como hijo de Dios. Para que en cada paso de Su entrega pueda yo entregar mi vida para madurar mi amor a Dios y a mis hermanos.
Sí, antes de comenzar la Semana Santa tengo que ponerme a pensar de qué lado quiero estar si del lado de aquellos que lo seguían y clamaban por su liberación, o del lado de aquellos que se dejaron influir por los comentarios de la chusma y pidieron su muerte y, dejando libre a un delincuente dieron la muerte al Santo de Dios.
Debo pensar si cuando reciba los Ramos de Olivos voy a clamar desde el corazón por aquél que viene a liberarme del pecado o voy a liberarme de Dios para poder seguir mi propio camino.
El Camino que Dios nos propone es la Vida de Su Hijo, porque Él mismo lo dijo: Yo soy el Camino, un camino que es Vida y un camino que es muerte, pero es una muerte que nos da Vida para que nuestra vida sea perfecta, y así, unidos a su muerte, con Él resucitemos a una Vida Nueva. Pero es lógico que tengamos que recorrer todo el Camino, un Camino que nos invitará a reconocer nuestra verdad y a dar cabida a Su Verdad en nuestra vida, porque sólo Su Verdad que ilumina mi verdad me hará libre, libre para vivir como hijo de Dios, libre para dejarme llevar de Su Mano, libre para ser como María "esclavo de Su Palabra", libre para poder entregarme sin miramientos y ser un instrumento confiable en las Manos del Padre.
Él les replicó:
- «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?»
Los judíos le contestaron:
- «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios.»
Poniéndome en el lugar de los judíos de aquella época, la de Jesús, a veces pienso que era lógico que quisieran apedrearlo, pues decía cosas que ellos no entendían, que les costaba comprender. No podían entender que ese que se había criado entre ellos fuera Dios, que fuera el Mesías tan esperado, que quisiera darles a comer su carne y tantas cosas más.
Pero sí que querían que hiciera milagros: que resucitara a los muertes, que diera vista a los ciegos, que calmara la tempestad, que multiplicara el pan, que... y que...
Queremos los milagros pero no creemos en quién los hace. Pasó hace dos mil años y sigue pasando aún hoy. Y los milagros sólo se hacen en quien tiene fe, en quien confía, en quien se pone en manos de Él.
Por eso, hoy que ya nos ponemos en clima de Semana Santa con este Viernes de Dolores, tenemos que, también, ponernos en sintonía con el protagonista de la Semana Santa: Jesús, Hombre y Dios, a quien aclamamos por los milagros que hace, pero a quien apedreamos porque nos dice lo que no queremos oír; a quien buscamos para que sea nuestro Rey y Señor, pero que no nos gusta su Ley y Su Voluntad; a quien dejamos que nos sirva a la Mesa y nos lave los pies, pero que no lo invitamos a nuestra vida para servirlo a Él y que nos limpie el alma.
Antes de comenzar el Camino hacia la Resurrección tengo que ponerme a pensar si estoy dispuesto a recorrer el Camino de la Cruz, porque nuestra vida cristiana se forjará a la Luz de la Cruz, pues en la Cruz pongo mi yo para que al morir con Cristo, pueda resucitar como hijo de Dios. Para que en cada paso de Su entrega pueda yo entregar mi vida para madurar mi amor a Dios y a mis hermanos.
Sí, antes de comenzar la Semana Santa tengo que ponerme a pensar de qué lado quiero estar si del lado de aquellos que lo seguían y clamaban por su liberación, o del lado de aquellos que se dejaron influir por los comentarios de la chusma y pidieron su muerte y, dejando libre a un delincuente dieron la muerte al Santo de Dios.
Debo pensar si cuando reciba los Ramos de Olivos voy a clamar desde el corazón por aquél que viene a liberarme del pecado o voy a liberarme de Dios para poder seguir mi propio camino.
El Camino que Dios nos propone es la Vida de Su Hijo, porque Él mismo lo dijo: Yo soy el Camino, un camino que es Vida y un camino que es muerte, pero es una muerte que nos da Vida para que nuestra vida sea perfecta, y así, unidos a su muerte, con Él resucitemos a una Vida Nueva. Pero es lógico que tengamos que recorrer todo el Camino, un Camino que nos invitará a reconocer nuestra verdad y a dar cabida a Su Verdad en nuestra vida, porque sólo Su Verdad que ilumina mi verdad me hará libre, libre para vivir como hijo de Dios, libre para dejarme llevar de Su Mano, libre para ser como María "esclavo de Su Palabra", libre para poder entregarme sin miramientos y ser un instrumento confiable en las Manos del Padre.
jueves, 26 de marzo de 2015
Vivir en Dios
Nos dice Jesús:
-«Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre."
¿Qué es morir para siempre? Se podría pensar en que después de la muerte nos espera el infierno, quizás. Se podría pensar que día a día vamos muriendo un poco, también. Pero prefiero pensar en lo contrario: en que la Palabra de Dios, cuando la guardamos en nuestra vida, lo que no quiere decir que la colocamos en una cajita y la dejamos ahí sin para que se llene de polvo, sino que la llevamos en el corazón y la hacemos vida, nos va dando cada día más Vida.
Cuando nos olvidamos de la Palabra de Dios, nos vamos olvidando de lo que da sentido a nuestra vida, de lo que alienta nuestro modo de vivir cristiano. Si no escuchamos a Dios no podremos saber qué quiere, y si no sabemos qué quiere vamos a seguir haciendo nuestra voluntad. Y si hacemos nuestra voluntad sabemos que no siempre es lo mejor, lo bueno, lo justo. Por eso, más de una vez, nos quedamos sin ánimos, sin vida, sin aliento, sin amor, sin esperanza, sin alegría, porque la Palabra de Dios, el disponernos a hacer Su Voluntad, lleva consigo la Gracia del Padre para que podamos ser Fieles a Su Palabra.
Quizás nos preguntemos cómo sabemos cuál es Su Voluntad. Lo más certero y lo primero que tengo que hacer es conocer Su Palabra, y habituarme a meditar y reflexionarla, conocer Su Voz para poder identificarlo en el día a día. Como en un matrimonio de muchos años, sé lo que al otro le agrada, lo que le disgusta, lo que necesita sin que tenga que pedírmelo, y, si el amor aún existe, siempre intento complacer al amor, porque el amor regala amor. Si conozco a Dios y escucho su Palabra sabré si mis actos, lo que pienso o lo que quiero, puede llegar a ser de Dios o no.
Por otro lado, lo que también necesito es estar dispuesto a hacer la Voluntad de Dios. Porque no todos los cristianos estamos dispuestos a hacer la Voluntad de Dios, porque nos hemos habituados a cumplir ciertos "requisitos" pero no a hacer Su Voluntad, porque se que tendré que dejar ciertas cosas, ciertas manera de vivir, cierta manera de actuar. Por eso nos transformamos en cristianos por horas, porque sólo en algunas horas del día vivimos como cristianos. Por eso, si estoy dispuesto a hacer la Voluntad de Dios, el Padre me ayudará a saber cuál es Su Voluntad. Su Palabra me dará la Luz para discernir, y si estoy dispuesto podré tener la Fortaleza del Espíritu para poder llevarla a cabo.
Cuando escuche y decida conseguiré Paz, fortaleza, Gracia, y mi tendré Vida porque la Palabra es Vida, porque él me la Vida para que viva como Él, para que sea Fiel como Él, para que cada día me encuentre más fortalecido, más agraciado por la Vida que Él me dio y que yo, libremente, quiero vivir junto a Él.
Por eso, guardar Su Palabra es vivir con Jesús, es vivir como Jesús, y aunque llegue el momento de la Cruz, como Él diré: Padre, glorifica tu Nombre, y el Padre me dará la Vida Nueva, pues resucitaré cada día en Cristo para vivir en Dios.
-«Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre."
¿Qué es morir para siempre? Se podría pensar en que después de la muerte nos espera el infierno, quizás. Se podría pensar que día a día vamos muriendo un poco, también. Pero prefiero pensar en lo contrario: en que la Palabra de Dios, cuando la guardamos en nuestra vida, lo que no quiere decir que la colocamos en una cajita y la dejamos ahí sin para que se llene de polvo, sino que la llevamos en el corazón y la hacemos vida, nos va dando cada día más Vida.
Cuando nos olvidamos de la Palabra de Dios, nos vamos olvidando de lo que da sentido a nuestra vida, de lo que alienta nuestro modo de vivir cristiano. Si no escuchamos a Dios no podremos saber qué quiere, y si no sabemos qué quiere vamos a seguir haciendo nuestra voluntad. Y si hacemos nuestra voluntad sabemos que no siempre es lo mejor, lo bueno, lo justo. Por eso, más de una vez, nos quedamos sin ánimos, sin vida, sin aliento, sin amor, sin esperanza, sin alegría, porque la Palabra de Dios, el disponernos a hacer Su Voluntad, lleva consigo la Gracia del Padre para que podamos ser Fieles a Su Palabra.
Quizás nos preguntemos cómo sabemos cuál es Su Voluntad. Lo más certero y lo primero que tengo que hacer es conocer Su Palabra, y habituarme a meditar y reflexionarla, conocer Su Voz para poder identificarlo en el día a día. Como en un matrimonio de muchos años, sé lo que al otro le agrada, lo que le disgusta, lo que necesita sin que tenga que pedírmelo, y, si el amor aún existe, siempre intento complacer al amor, porque el amor regala amor. Si conozco a Dios y escucho su Palabra sabré si mis actos, lo que pienso o lo que quiero, puede llegar a ser de Dios o no.
Por otro lado, lo que también necesito es estar dispuesto a hacer la Voluntad de Dios. Porque no todos los cristianos estamos dispuestos a hacer la Voluntad de Dios, porque nos hemos habituados a cumplir ciertos "requisitos" pero no a hacer Su Voluntad, porque se que tendré que dejar ciertas cosas, ciertas manera de vivir, cierta manera de actuar. Por eso nos transformamos en cristianos por horas, porque sólo en algunas horas del día vivimos como cristianos. Por eso, si estoy dispuesto a hacer la Voluntad de Dios, el Padre me ayudará a saber cuál es Su Voluntad. Su Palabra me dará la Luz para discernir, y si estoy dispuesto podré tener la Fortaleza del Espíritu para poder llevarla a cabo.
Cuando escuche y decida conseguiré Paz, fortaleza, Gracia, y mi tendré Vida porque la Palabra es Vida, porque él me la Vida para que viva como Él, para que sea Fiel como Él, para que cada día me encuentre más fortalecido, más agraciado por la Vida que Él me dio y que yo, libremente, quiero vivir junto a Él.
Por eso, guardar Su Palabra es vivir con Jesús, es vivir como Jesús, y aunque llegue el momento de la Cruz, como Él diré: Padre, glorifica tu Nombre, y el Padre me dará la Vida Nueva, pues resucitaré cada día en Cristo para vivir en Dios.
miércoles, 25 de marzo de 2015
Hágase en mí según tu Palabra
María contestó:
-«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra. »
¡Que hermoso gesto! ¡Qué hermosa imagen! ¡Cuánto misterio que encierran esas Palabras!
¿Qué habrá sentido María en ese momento? ¿Cómo sentiría el corazón tan lleno de Dios? ¿Cómo poder entender lo que sentiste María en ese momento? ¿Cómo poder llegar a comprender el gozo de tu corazón? ¿Cómo poder entender el poder de tu "hágase" en nuestra historia?
Nos parece increíble lo que María vivió en ese instante, en ese día y a partir de ese día. Pero me imagino que Ella lo debe haber vivido todo con tanta naturalidad que sólo resplandecía el gozo del encuentro con el Espíritu y la alegría de ser Su Servidora. Porque el Espíritu descendió sobre Ella y la cubrió con su sombra, pero esa Sombra fructificó en su vientre y concibió al Hijo de Dios, a nuestro Señor, a nuestro Salvador.
Y, en ese momento, comenzó a partirse la historia del Hombre en dos, por Dios comenzó a echar sus raíces en nuestra historia.
¿Podemos nosotros volver a vivir ese momento? Sí, que podemos volver a sentir esa misma experiencia, porque nosotros somos hijos de María, porque tenemos el mismo Espíritu que descendió sobre María, porque también a nosotros el Señor nos ha dado la Gracia, porque también a nosotros nos llama a ser portadores de la Vida Nueva que nació con Jesús.
Por que "la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros", pero debe seguir viva en nosotros, por eso en cada Eucaristía Él viene a nosotros, vive en nosotros, nos anima desde dentro nuestro para que lo llevemos a todos los lugares a dónde vayamos, como María que lo llevó a la Casa de Isabel.
Como María hoy Dios nos pide, y al mundo le urge, que nos "hagamos disponibles" para que Dios vuelva a vivir en el mundo. Sí, porque lo hemos quitado de nuestras vidas cotidianas, lo hemos dejado encerrado entre las paredes de los Templos y no lo llevamos en nuestra vida al mundo. Nosotros, como María, somos portadores de la Vida Nueva, pero no la mostramos, no mostramos la alegría de nuestra fe, no mostramos el orgullo de ser cristianos, de ser hijos de María. No damos a conocer al mundo que Jesús nos dio una Vida Nueva que lo mejor que nos ha pasado en la vida.
Sí, no lo mostramos. Tenemos miedo que nos señalen con el dedo por ser cristianos, por eso no nos arriesgamos para decir la Verdad, para defender nuestra Fe, para acercarnos a la Eucaristía.
El Príncipe de este mundo siempre nos brinda excusas para que no seamos portadores de la Verdad, de la Paz, del Amor, en cambio somos portadores de la omisión de cada día de no ser Fieles a la Vida que Él, desde la Cruz nos dio.
No dejemos que la grandeza de este día quede oculta tras los argumentos y las excusas, sino que dejemos que la Alegría del Evangelio inunde nuestras vidas y, así, inundemos el mundo del Gozo de ser cristianos.
Que Dios vuelva a fecundar nuestros corazones porque, como María, también le decimos: "¡Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra!"
-«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra. »
¡Que hermoso gesto! ¡Qué hermosa imagen! ¡Cuánto misterio que encierran esas Palabras!
¿Qué habrá sentido María en ese momento? ¿Cómo sentiría el corazón tan lleno de Dios? ¿Cómo poder entender lo que sentiste María en ese momento? ¿Cómo poder llegar a comprender el gozo de tu corazón? ¿Cómo poder entender el poder de tu "hágase" en nuestra historia?
Nos parece increíble lo que María vivió en ese instante, en ese día y a partir de ese día. Pero me imagino que Ella lo debe haber vivido todo con tanta naturalidad que sólo resplandecía el gozo del encuentro con el Espíritu y la alegría de ser Su Servidora. Porque el Espíritu descendió sobre Ella y la cubrió con su sombra, pero esa Sombra fructificó en su vientre y concibió al Hijo de Dios, a nuestro Señor, a nuestro Salvador.
Y, en ese momento, comenzó a partirse la historia del Hombre en dos, por Dios comenzó a echar sus raíces en nuestra historia.
¿Podemos nosotros volver a vivir ese momento? Sí, que podemos volver a sentir esa misma experiencia, porque nosotros somos hijos de María, porque tenemos el mismo Espíritu que descendió sobre María, porque también a nosotros el Señor nos ha dado la Gracia, porque también a nosotros nos llama a ser portadores de la Vida Nueva que nació con Jesús.
Por que "la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros", pero debe seguir viva en nosotros, por eso en cada Eucaristía Él viene a nosotros, vive en nosotros, nos anima desde dentro nuestro para que lo llevemos a todos los lugares a dónde vayamos, como María que lo llevó a la Casa de Isabel.
Como María hoy Dios nos pide, y al mundo le urge, que nos "hagamos disponibles" para que Dios vuelva a vivir en el mundo. Sí, porque lo hemos quitado de nuestras vidas cotidianas, lo hemos dejado encerrado entre las paredes de los Templos y no lo llevamos en nuestra vida al mundo. Nosotros, como María, somos portadores de la Vida Nueva, pero no la mostramos, no mostramos la alegría de nuestra fe, no mostramos el orgullo de ser cristianos, de ser hijos de María. No damos a conocer al mundo que Jesús nos dio una Vida Nueva que lo mejor que nos ha pasado en la vida.
Sí, no lo mostramos. Tenemos miedo que nos señalen con el dedo por ser cristianos, por eso no nos arriesgamos para decir la Verdad, para defender nuestra Fe, para acercarnos a la Eucaristía.
El Príncipe de este mundo siempre nos brinda excusas para que no seamos portadores de la Verdad, de la Paz, del Amor, en cambio somos portadores de la omisión de cada día de no ser Fieles a la Vida que Él, desde la Cruz nos dio.
No dejemos que la grandeza de este día quede oculta tras los argumentos y las excusas, sino que dejemos que la Alegría del Evangelio inunde nuestras vidas y, así, inundemos el mundo del Gozo de ser cristianos.
Que Dios vuelva a fecundar nuestros corazones porque, como María, también le decimos: "¡Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra!"
martes, 24 de marzo de 2015
No somos del mundo
- «Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis por vuestros pecados: pues, si no creéis que yo soy, moriréis por vuestros pecados.»
Somos de aquí abajo cuando no valoramos lo de allá arriba, cuando vivimos tan inmersos en este mundo que nos olvidamos de elevar nuestro corazón a las cosas del cielo. No siempre nos acordamos que gracias a al Espíritu que nos dio nos transformó en hijos de Dios, y seguimos atados al suelo.
Hace un tiempo salió en facebook una foto de un caballo atado a una silla de plástico con un letrero: "lo que nos ata es sólo la cabeza" (o algo por el estilo) Cuando nuestro pensar es sólo mundano siempre viviremos en el mundo, por más que vayamos todos los días a misa, recemos el rosario o la liturgia de las horas, o hagamos miles de procesiones y peregrinaciones. Al salir de misa o al dejar de rezar ya estaremos pensando en las cosas del mundo.
Sí, es lógico que pensemos en lo que tenemos que hacer para vivir o sobrevivir en este mundo. Pero no tenemos que dejarnos consumir por el mundo, no tenemos que dejarnos llevar de las narices por lo que el mundo nos dice que hagamos, por que así perdemos lo maravillosa que es nuestra vida de hijos de Dios, nuestros valores más altos y nuestra vida de santidad queda atada a la silla del mundo, y nos vamos olvidando de lo que el Padre quiere que hagamos.
Claro, porque al Padre Dios lo dejamos para los momentos de misa, de oración, pero después ya creo que yo lo se todo, que sólo yo puedo manejarme y dejarme llevar por lo que creo que está bien, o por lo que quiero hacer.
«Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada.»
"Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él"
¿Por qué creían en Él? Porque veían que cuanto les decía era lo que hacía, no se dejaba llevar por lo que otros creían o decían, sino por lo que "lo que le agrada al Padre".
Es cierto que lo que le agrada al Padre para que yo haga, Su Voluntad, no siempre está en el mismo camino que he elegido, por eso el Hijo "sufriendo aprendió a obedecer", y esa obediencia le llevó a la Cruz, pero allí no terminó su Vida, sino que resucitó y nos dio Vida Nueva. Y esa es la Vida que nos espera cada día: resucitar como hijos de Dios para que el mundo crea, porque "los hombres viendo vuestras buenas obras glorificarán al Padre que están en los Cielos". Nosotros somos el rostro de Jesús, y el rostro de Jesús mostraba el rostro del Padre.
Somos de aquí abajo cuando no valoramos lo de allá arriba, cuando vivimos tan inmersos en este mundo que nos olvidamos de elevar nuestro corazón a las cosas del cielo. No siempre nos acordamos que gracias a al Espíritu que nos dio nos transformó en hijos de Dios, y seguimos atados al suelo.
Hace un tiempo salió en facebook una foto de un caballo atado a una silla de plástico con un letrero: "lo que nos ata es sólo la cabeza" (o algo por el estilo) Cuando nuestro pensar es sólo mundano siempre viviremos en el mundo, por más que vayamos todos los días a misa, recemos el rosario o la liturgia de las horas, o hagamos miles de procesiones y peregrinaciones. Al salir de misa o al dejar de rezar ya estaremos pensando en las cosas del mundo.
Sí, es lógico que pensemos en lo que tenemos que hacer para vivir o sobrevivir en este mundo. Pero no tenemos que dejarnos consumir por el mundo, no tenemos que dejarnos llevar de las narices por lo que el mundo nos dice que hagamos, por que así perdemos lo maravillosa que es nuestra vida de hijos de Dios, nuestros valores más altos y nuestra vida de santidad queda atada a la silla del mundo, y nos vamos olvidando de lo que el Padre quiere que hagamos.
Claro, porque al Padre Dios lo dejamos para los momentos de misa, de oración, pero después ya creo que yo lo se todo, que sólo yo puedo manejarme y dejarme llevar por lo que creo que está bien, o por lo que quiero hacer.
«Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada.»
"Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él"
¿Por qué creían en Él? Porque veían que cuanto les decía era lo que hacía, no se dejaba llevar por lo que otros creían o decían, sino por lo que "lo que le agrada al Padre".
Es cierto que lo que le agrada al Padre para que yo haga, Su Voluntad, no siempre está en el mismo camino que he elegido, por eso el Hijo "sufriendo aprendió a obedecer", y esa obediencia le llevó a la Cruz, pero allí no terminó su Vida, sino que resucitó y nos dio Vida Nueva. Y esa es la Vida que nos espera cada día: resucitar como hijos de Dios para que el mundo crea, porque "los hombres viendo vuestras buenas obras glorificarán al Padre que están en los Cielos". Nosotros somos el rostro de Jesús, y el rostro de Jesús mostraba el rostro del Padre.
lunes, 23 de marzo de 2015
Mi juicio, mi condena
Tanto el antiguo como el nuevo Testamento nos hablan hoy de juicios, juicios humanos sobre nuestros hermanos, sobre los que, diariamente vemos entre nosotros. Y esto me hacía pensar ¿cuáles son nuestros valores para juzgar? ¿Cuál es el valor de la verdad? o ¿Cuál es la Verdad o la Ley que mueve mis juicios?
Hoy, en tanta locura que vivimos todos pretendemos tener razón. Y lo peor que en nuestras cabezas tenemos razón, porque siempre juzgamos según nuestros criterios y nuestros propios razonamientos. Pero ¿cuál es el parámetro que uso para juzgar o para juzgarme?
Como vemos, siempre los juicios que hago, en un primer momento son subjetivos, es decir parten de mis conceptos, susceptibilidades, deseos y demás cosas que hay dentro de mí. ¿Cuál es el problema? Que muchas (y las más de las veces) no hago una segunda reflexión sobre lo que he pensado. No corroboro mi juicio con la realidad y emito sentencia: condeno.
Por eso Jesús nos decía: la vara que uséis se usará con vosotros. La condena que hago diariamente se usará para mi juicio, la ley que uso para los demás se usará para mí. Pero eso ya lo sabemos, pero nos importa poco, porque estamos inmerso en un mundo donde la ley la quiero a mi medida, que me sirva a mí para juzgar, pero yo seré inmune a todo juicio, porque lo que hoy priva es la Ley de la Libertad, y en libertad cada uno puede hacer lo que se le antoja y nadie puede decir nada.
Por eso nos gusta tanto la frase del evangelio de hoy: "el que esté libre de pecado que tire la primera piedra" sin pensar que yo ya he tirado la primera piedra, y ¿estoy libre de pecado? Nadie en este sentido podría juzgar a nadie, y, así todos podríamos hacer lo que quisiéramos: desde ofender hasta matar, la ley de la selva ¡que se salve el más fuerte! si es que puede.
Y, a diferencia, de la selva no somos animales. Somos hombres, varones y mujeres, seres pensantes que se mueven dentro de un ámbito social, un ámbito social que hacemos y construimos entre todos, a pesar de quién sea el que preside la comunidad, y no hablo sólo de una ciudad o nación, sino de un colegio, de un instituto, de una Iglesia católica, protestante, de un grupo de amigos, de un club social. Todos somos parte y artífices de la comunidad en la que me muevo.
No basta por eso sentirme en el derecho de esconder la mano cuando tire la primera piedra, porque en esa piedra están mis huellas, está mi marca. Cuando arroje la primera piedra me tengo que hacer responsable de lo que lanzado al aire, porque aunque sea piedra, como un boomerang volverá hacia mí.
Necesitamos creer que hay una Ley, un Valor que va más allá de mis razonamientos. Para nosotros, los que creemos en Dios y queremos vivir en cristiano tenemos la Ley y los Profetas, como dijo Jesús, tenemos Su Palabra. Nuestra vida cristiana, nos lo recordaba Jesús en el Evangelio de ayer domingo es seguirlo a Él:
"El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará".
Hoy, en tanta locura que vivimos todos pretendemos tener razón. Y lo peor que en nuestras cabezas tenemos razón, porque siempre juzgamos según nuestros criterios y nuestros propios razonamientos. Pero ¿cuál es el parámetro que uso para juzgar o para juzgarme?
Como vemos, siempre los juicios que hago, en un primer momento son subjetivos, es decir parten de mis conceptos, susceptibilidades, deseos y demás cosas que hay dentro de mí. ¿Cuál es el problema? Que muchas (y las más de las veces) no hago una segunda reflexión sobre lo que he pensado. No corroboro mi juicio con la realidad y emito sentencia: condeno.
Por eso Jesús nos decía: la vara que uséis se usará con vosotros. La condena que hago diariamente se usará para mi juicio, la ley que uso para los demás se usará para mí. Pero eso ya lo sabemos, pero nos importa poco, porque estamos inmerso en un mundo donde la ley la quiero a mi medida, que me sirva a mí para juzgar, pero yo seré inmune a todo juicio, porque lo que hoy priva es la Ley de la Libertad, y en libertad cada uno puede hacer lo que se le antoja y nadie puede decir nada.
Por eso nos gusta tanto la frase del evangelio de hoy: "el que esté libre de pecado que tire la primera piedra" sin pensar que yo ya he tirado la primera piedra, y ¿estoy libre de pecado? Nadie en este sentido podría juzgar a nadie, y, así todos podríamos hacer lo que quisiéramos: desde ofender hasta matar, la ley de la selva ¡que se salve el más fuerte! si es que puede.
Y, a diferencia, de la selva no somos animales. Somos hombres, varones y mujeres, seres pensantes que se mueven dentro de un ámbito social, un ámbito social que hacemos y construimos entre todos, a pesar de quién sea el que preside la comunidad, y no hablo sólo de una ciudad o nación, sino de un colegio, de un instituto, de una Iglesia católica, protestante, de un grupo de amigos, de un club social. Todos somos parte y artífices de la comunidad en la que me muevo.
No basta por eso sentirme en el derecho de esconder la mano cuando tire la primera piedra, porque en esa piedra están mis huellas, está mi marca. Cuando arroje la primera piedra me tengo que hacer responsable de lo que lanzado al aire, porque aunque sea piedra, como un boomerang volverá hacia mí.
Necesitamos creer que hay una Ley, un Valor que va más allá de mis razonamientos. Para nosotros, los que creemos en Dios y queremos vivir en cristiano tenemos la Ley y los Profetas, como dijo Jesús, tenemos Su Palabra. Nuestra vida cristiana, nos lo recordaba Jesús en el Evangelio de ayer domingo es seguirlo a Él:
"El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará".
domingo, 22 de marzo de 2015
Su Hora, nuestra hora
Jesús les contestó:
- «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre".
Hoy cuando pensamos en la gloria de una persona no pensamos en la misma gloria que pensaba Jesús. Hoy todos buscamos el pasarlo bien, estar espléndidos, no tener contratiempos, ni enfermedades, y si es posible ganar la lotería sin comprar el billete. Las glorias mundanas existen, pero son efímeras, flor de un día que mientras dura es hermosa, pero enseguida pierde su brillo.
Tampoco Jesús quiere que pensemos que su Gloria es estar colgado de una Cruz, que su gloria es sólo "sufrir para aprender a obedecer", que su gloria es dejar que lo apedreen o escupan o coronen de espinas o lo flagelen. No, la gloria de Jesús tampoco es el dolor cotidiano.
Y, entonces ¿cuál es su gloria? "Mi alimento es hacer la Voluntad del que me envió", "no hago otra cosa que lo que he visto hacer a mi Padre", "no he venido a que me sirvan sino a servir", "no hay mayor amor que dar la vida por los hermanos" y, finalmente "amaos como Yo os he amado".
La "alcanzar la meta" diría San Pablo, esa es la Gloria de Jesús, pudo llegar hasta el final del Camino que el Padre le había pedido recorrer, no sin pasar por la noche oscura del Getsemaní o de la Cruz, para alcanzar el día glorioso de la Resurrección.
Él sabía cuándo era su Hora. Jesús tenía plena conciencia de cuándo y cómo llegaría esa Hora, y para eso se fue preparando y por eso fue anunciando y predicando. Pero no fue anunciando diariamente su hora y su pasión, sino que día a día fue dando testimonio de la Vida Nueva que alcanzaríamos gracias a que Él viviera esa hora.
Claro que nosotros no sabemos cuándo y cómo llegará nuestra hora, aunque muchos se esfuerzan buscando sus horas en los horóscopos, en el té, en los astros, entre los muertos y tantas otras cosas más, y así se pasan los días sin darse cuenta que nuestra hora es cada hora. Cada hora que vivimos es nuestra hora, pues en esta hora, como Jesús tenemos que decir que Sí a la Voluntad de Dios, en esta hora tenemos que morir a nosotros mismos y resucitar a la Vida en Cristo, porque Él es nuestra Vida, es nuestro Camino, es nuestra Verdad.
Nos pasamos los días buscando nuestra hora, y así nos perdemos vivir el día, porque cuando nos encontramos con el Padre y nos dejamos caer en Sus Manos, Él sólo nos conduce, nos lleva por el Camino que nos trae la paz, nos lleva por el Camino que nos trae la plenitud y la felicidad, porque "aunque pasemos por oscuras quebradas nada tememos porque Tú estas con nosotros". Sabemos en Quién hemos puesto nuestra confianza y a Quién le entregamos la vida, porque nuestra confianza no quedará defraudada y nuestra muerte será nueva Vida.
Esta es nuestra hora, la hora de la Vida Verdadera Caminando con Jesús, no dejes pasar tu hora, vívela como Jesús haciendo lo que Él nos enseñó, lo que Él vivió, por que Su Vida es nuestra Vida, y esa sí que es Vida Verdadera.
- «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre".
Hoy cuando pensamos en la gloria de una persona no pensamos en la misma gloria que pensaba Jesús. Hoy todos buscamos el pasarlo bien, estar espléndidos, no tener contratiempos, ni enfermedades, y si es posible ganar la lotería sin comprar el billete. Las glorias mundanas existen, pero son efímeras, flor de un día que mientras dura es hermosa, pero enseguida pierde su brillo.
Tampoco Jesús quiere que pensemos que su Gloria es estar colgado de una Cruz, que su gloria es sólo "sufrir para aprender a obedecer", que su gloria es dejar que lo apedreen o escupan o coronen de espinas o lo flagelen. No, la gloria de Jesús tampoco es el dolor cotidiano.
Y, entonces ¿cuál es su gloria? "Mi alimento es hacer la Voluntad del que me envió", "no hago otra cosa que lo que he visto hacer a mi Padre", "no he venido a que me sirvan sino a servir", "no hay mayor amor que dar la vida por los hermanos" y, finalmente "amaos como Yo os he amado".
La "alcanzar la meta" diría San Pablo, esa es la Gloria de Jesús, pudo llegar hasta el final del Camino que el Padre le había pedido recorrer, no sin pasar por la noche oscura del Getsemaní o de la Cruz, para alcanzar el día glorioso de la Resurrección.
Él sabía cuándo era su Hora. Jesús tenía plena conciencia de cuándo y cómo llegaría esa Hora, y para eso se fue preparando y por eso fue anunciando y predicando. Pero no fue anunciando diariamente su hora y su pasión, sino que día a día fue dando testimonio de la Vida Nueva que alcanzaríamos gracias a que Él viviera esa hora.
Claro que nosotros no sabemos cuándo y cómo llegará nuestra hora, aunque muchos se esfuerzan buscando sus horas en los horóscopos, en el té, en los astros, entre los muertos y tantas otras cosas más, y así se pasan los días sin darse cuenta que nuestra hora es cada hora. Cada hora que vivimos es nuestra hora, pues en esta hora, como Jesús tenemos que decir que Sí a la Voluntad de Dios, en esta hora tenemos que morir a nosotros mismos y resucitar a la Vida en Cristo, porque Él es nuestra Vida, es nuestro Camino, es nuestra Verdad.
Nos pasamos los días buscando nuestra hora, y así nos perdemos vivir el día, porque cuando nos encontramos con el Padre y nos dejamos caer en Sus Manos, Él sólo nos conduce, nos lleva por el Camino que nos trae la paz, nos lleva por el Camino que nos trae la plenitud y la felicidad, porque "aunque pasemos por oscuras quebradas nada tememos porque Tú estas con nosotros". Sabemos en Quién hemos puesto nuestra confianza y a Quién le entregamos la vida, porque nuestra confianza no quedará defraudada y nuestra muerte será nueva Vida.
Esta es nuestra hora, la hora de la Vida Verdadera Caminando con Jesús, no dejes pasar tu hora, vívela como Jesús haciendo lo que Él nos enseñó, lo que Él vivió, por que Su Vida es nuestra Vida, y esa sí que es Vida Verdadera.
sábado, 21 de marzo de 2015
Escuchemos el Mensaje
En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían:
- «Éste es de verdad el profeta.»
Otros decían: - «Éste es el Mesías.»
Pero otros decían: - «¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?»
Hay quienes están abiertos a Dios y quienes no, hay quienes comprenden y quienes no, pero también hay quienes quieren comprender y quienes no quieren entender. Es lo que ha pasado y siempre pasará. Cuando hay alguien que trae la luz y nos ilumina, muchas veces no queremos ser iluminados, porque no queremos que lo que está oculto salga a la luz, que lo que he tenido guardado por mucho tiempo se conozca, que no me muestren mis errores, pues si los veo tendré que corregirlos.
La Luz siempre ha mostrado más cosas de las que uno quiere ver, y por eso es mejor andar en tinieblas que, aunque tropiece con algo o me golpee el dedo pequeño del pie soportare el dolor, pero es mucho más doloroso que descubran tus errores, tus defectos, tus pecados. Y más doloroso es que me de cuenta que tengo que cambiar y no quiero, porque estoy cómo como estoy. Por eso ¡apaguemos la luz! sigamos en las tinieblas.
Así le pasó a Jesús, y como Él mismo dijo: "si hacéis esto con el leño verde ¡qué no haréis con el leño seco!".
Pero aún nos queda mucho por aprender de Jesús, nos queda mucho camino por recorrer. Por eso tenemos que estar preparados y fortalecidos, seguros de lo que Dios nos pide vivir y seguros de que estamos dispuestos a vivir sobre las huellas de Jesús. Pero esta seguridad y fortaleza no viene de nosotros mismos, sino que viene de Dios, por eso no tenemos confianza en nosotros, sino en en el Padre que me envía y me pide que anuncie, que ilumine, que sane, que transforme.
Quizás no nos sintamos fuertes, seguros o capaces para vivir lo que el Señor nos pide, pero eso no le importa al Padre, porque sabe que la sabiduría, la fortaleza y la gracia vienen de Él. Él necesite hijos disponibles, hijos confiados, hijos que crean en Su Padre y que sepan que el mundo no los va a querer, por que el Príncipe de este mundo no quiere a la Luz, no quiere la Verdad, no quiere el Amor. Así los que son parte de las tinieblas siempre encuentran argumentos para querer ocultar la luz, los que pretenden seguir viviendo en la oscuridad siempre encuentran argumentos para destruir el mensajero pero el Mensaje nunca podrá ser ocultado.
Ya estamos cerca de la Semana Santa, aprovechemos el silencio de estos días para escuchar el mensaje que nos trae el Padre por medio de Su Hijo, no ocultemos Su Luz, no nos ocultemos a Su Luz, abramos el corazón para escuchar Su Palabra porque su Vida iluminará toda nuestra vida y nos dará la fortaleza necesaria para renovar nuestro ¡Sí! al Padre para hacer cada día Su Voluntad y no la nuestra.
- «Éste es de verdad el profeta.»
Otros decían: - «Éste es el Mesías.»
Pero otros decían: - «¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?»
Hay quienes están abiertos a Dios y quienes no, hay quienes comprenden y quienes no, pero también hay quienes quieren comprender y quienes no quieren entender. Es lo que ha pasado y siempre pasará. Cuando hay alguien que trae la luz y nos ilumina, muchas veces no queremos ser iluminados, porque no queremos que lo que está oculto salga a la luz, que lo que he tenido guardado por mucho tiempo se conozca, que no me muestren mis errores, pues si los veo tendré que corregirlos.
La Luz siempre ha mostrado más cosas de las que uno quiere ver, y por eso es mejor andar en tinieblas que, aunque tropiece con algo o me golpee el dedo pequeño del pie soportare el dolor, pero es mucho más doloroso que descubran tus errores, tus defectos, tus pecados. Y más doloroso es que me de cuenta que tengo que cambiar y no quiero, porque estoy cómo como estoy. Por eso ¡apaguemos la luz! sigamos en las tinieblas.
Así le pasó a Jesús, y como Él mismo dijo: "si hacéis esto con el leño verde ¡qué no haréis con el leño seco!".
Pero aún nos queda mucho por aprender de Jesús, nos queda mucho camino por recorrer. Por eso tenemos que estar preparados y fortalecidos, seguros de lo que Dios nos pide vivir y seguros de que estamos dispuestos a vivir sobre las huellas de Jesús. Pero esta seguridad y fortaleza no viene de nosotros mismos, sino que viene de Dios, por eso no tenemos confianza en nosotros, sino en en el Padre que me envía y me pide que anuncie, que ilumine, que sane, que transforme.
Quizás no nos sintamos fuertes, seguros o capaces para vivir lo que el Señor nos pide, pero eso no le importa al Padre, porque sabe que la sabiduría, la fortaleza y la gracia vienen de Él. Él necesite hijos disponibles, hijos confiados, hijos que crean en Su Padre y que sepan que el mundo no los va a querer, por que el Príncipe de este mundo no quiere a la Luz, no quiere la Verdad, no quiere el Amor. Así los que son parte de las tinieblas siempre encuentran argumentos para querer ocultar la luz, los que pretenden seguir viviendo en la oscuridad siempre encuentran argumentos para destruir el mensajero pero el Mensaje nunca podrá ser ocultado.
Ya estamos cerca de la Semana Santa, aprovechemos el silencio de estos días para escuchar el mensaje que nos trae el Padre por medio de Su Hijo, no ocultemos Su Luz, no nos ocultemos a Su Luz, abramos el corazón para escuchar Su Palabra porque su Vida iluminará toda nuestra vida y nos dará la fortaleza necesaria para renovar nuestro ¡Sí! al Padre para hacer cada día Su Voluntad y no la nuestra.
viernes, 20 de marzo de 2015
No somos justos, lo seremos
Dice el libro de la Sabiduría:
"Se dijeron los impíos, razonando equivocadamente:
«Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; declara que conoce a Dios y se da el nombre de hijo del Señor...
Así discurren, y se engañan, porque los ciega su maldad; no conocen los secretos de Dios, no esperan el premio de la virtud ni valoran el galardón de una vida intachable".
¿Quién el es Justo? Si bien la Sabiduría hace esta referencia a Jesús, lo hace también a todos aquellos que buscan e intentan vivir la Fidelidad a Dios, la Fidelidad a la Palabra, la Fidelidad al Llamado que el Padre nos ha hecho: "sed santos porque vuestro Padre celestial es Santo... sed perfectos porque vuestro Padre celestial es Perfecto..."
En nuestro caminar diario vamos buscando el equilibrio de nuestra vida, un equilibrio que no es mitad mundo mitad Dios, sino el equilibrio porque caminamos entre dos mundos: el humano y el divino, y cualquier tropiezo nos lleva hacia el mundo, hacia lo humano, y necesitamos estar cada día más en Dios.
Nuestra Vida es de Dios, nuestros deseos son para Dios, y Dios necesita que seamos Fieles a esa Vida que Él nos ha dado, para que con su Gracia y nuestra Fidelidad, iluminemos el mundo. Y lo iluminamos sencillamente con el gozo de ser sus hijos, lo iluminamos con el gozo de sabernos protegidos y sostenidos por Su Mano, lo iluminamos con el gozo de sentirnos hermanos, lo iluminamos con el gozo de sabernos perdonados.
Es cierto, muchos nos juzgan, como al justo de la Sabiduría y buscan nuestra perdición, pero nosotros sabemos en Quién hemos puesto nuestra confianza, y sabemos que Él que se entregó por nosotros no nos dejará solos, pues siempre estará junto a nosotros.
Quizás nos toque caminar por quebradas oscuras, pasar por situaciones dolorosas, pero siempre estará Él para fortalecer nuestras rodillas vacilantes, para darnos la Gracia de volver a levantarnos del polvo, y sacudiéndonos el pecado seguir caminando, seguir mirando hacia lo alto y poniendo nuestro corazón en Dios, pues en Él está nuestra esperanza y salvación.
No permitamos que el juicio del mundo nos quita la esperanza de alcanzar la santidad que Dios nos pide, pues la vida que anhelamos es al que nos trae la Paz, el sosiego, el Amor. La vida que anhelamos, porque Dios nos llama a vivir en ella, es la que llena nuestro corazón de felicidad y plenitud, que nos da la alegría de la salvación y nos hace luz para iluminar, sal para dar sabor, levadura para fermentar una masa sosa que no sirve para alimentar los deseos de un mundo mejor, de un mundo lleno de Vida.
Es cierto no somos Justos, pero caminamos con la mirada puesta en ese Ideal, porque es ese nuestro llamado y nuestro fin: alcanzar la Justicia de Dios, para vivir en la Verdad, la Paz y el Amor verdadero que sólo nos lo da aquél que nos llamó de la nada a la vida, y nos dio Su Vida para que nosotros la ofrezcamos al mundo.
"Se dijeron los impíos, razonando equivocadamente:
«Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada; declara que conoce a Dios y se da el nombre de hijo del Señor...
Así discurren, y se engañan, porque los ciega su maldad; no conocen los secretos de Dios, no esperan el premio de la virtud ni valoran el galardón de una vida intachable".
¿Quién el es Justo? Si bien la Sabiduría hace esta referencia a Jesús, lo hace también a todos aquellos que buscan e intentan vivir la Fidelidad a Dios, la Fidelidad a la Palabra, la Fidelidad al Llamado que el Padre nos ha hecho: "sed santos porque vuestro Padre celestial es Santo... sed perfectos porque vuestro Padre celestial es Perfecto..."
En nuestro caminar diario vamos buscando el equilibrio de nuestra vida, un equilibrio que no es mitad mundo mitad Dios, sino el equilibrio porque caminamos entre dos mundos: el humano y el divino, y cualquier tropiezo nos lleva hacia el mundo, hacia lo humano, y necesitamos estar cada día más en Dios.
Nuestra Vida es de Dios, nuestros deseos son para Dios, y Dios necesita que seamos Fieles a esa Vida que Él nos ha dado, para que con su Gracia y nuestra Fidelidad, iluminemos el mundo. Y lo iluminamos sencillamente con el gozo de ser sus hijos, lo iluminamos con el gozo de sabernos protegidos y sostenidos por Su Mano, lo iluminamos con el gozo de sentirnos hermanos, lo iluminamos con el gozo de sabernos perdonados.
Es cierto, muchos nos juzgan, como al justo de la Sabiduría y buscan nuestra perdición, pero nosotros sabemos en Quién hemos puesto nuestra confianza, y sabemos que Él que se entregó por nosotros no nos dejará solos, pues siempre estará junto a nosotros.
Quizás nos toque caminar por quebradas oscuras, pasar por situaciones dolorosas, pero siempre estará Él para fortalecer nuestras rodillas vacilantes, para darnos la Gracia de volver a levantarnos del polvo, y sacudiéndonos el pecado seguir caminando, seguir mirando hacia lo alto y poniendo nuestro corazón en Dios, pues en Él está nuestra esperanza y salvación.
No permitamos que el juicio del mundo nos quita la esperanza de alcanzar la santidad que Dios nos pide, pues la vida que anhelamos es al que nos trae la Paz, el sosiego, el Amor. La vida que anhelamos, porque Dios nos llama a vivir en ella, es la que llena nuestro corazón de felicidad y plenitud, que nos da la alegría de la salvación y nos hace luz para iluminar, sal para dar sabor, levadura para fermentar una masa sosa que no sirve para alimentar los deseos de un mundo mejor, de un mundo lleno de Vida.
Es cierto no somos Justos, pero caminamos con la mirada puesta en ese Ideal, porque es ese nuestro llamado y nuestro fin: alcanzar la Justicia de Dios, para vivir en la Verdad, la Paz y el Amor verdadero que sólo nos lo da aquél que nos llamó de la nada a la vida, y nos dio Su Vida para que nosotros la ofrezcamos al mundo.
jueves, 19 de marzo de 2015
Saltos en la fe
Dice san Bernardino de Siena:
"Si es verdad que la Iglesia entera es deudora a la Virgen Madre por cuyo medio recibió a Cristo, después de María es san José a quien debe un agradecimiento y una veneración singular".
Jesús no habría podido nacer en una verdadera familia, si José no hubiese, como María, dicho que Sí a Dios, a Su Voluntad. Porque lo que en un principio fue una respuesta lógica para José, el abandonar a María, se transformó en un salto de fe al recibir el anuncio del Ángel en sueños.
José, el varón justo y hombre de fe, tuvo la Gracia suficiente y necesaria para creer lo incomprensible: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados.»
Para aceptar esa misión se necesitaba no sólo la Gracia, sino también un corazón fuerte y dócil. Fuerte para no dejarse llevar por la lógica humana que le indica otra realidad, fuerte para ir en contra de lo que su yo le decía. Pero a la vez dócil para aceptar sin cuestionamientos lo que le era anunciado de parte de Dios.
José, así nos muestra a cada uno de nosotros cómo vivir aquello que su Hijo después nos enseñaría: "el que quiera venir en pos de mí niéguese a sí mismo". La negación a nosotros mismos es un salto en la fe, un salto que nos lleva a un nivel más alto y profundo en nuestra vida de fe, porque es un salto que nos aleja de la lógica humana y nos hace aceptar la Voluntad de Dios.
Comienza ahí para José una nueva vida, no sólo porque comienza la vida matrimonial con María y constituyen una Familia, sino que la vida de fe que vivía hasta ese momento se hace más fuerte, más profunda, más llena de Gracia porque ha aceptado su Misión. Una misión que le ha dado el Padre Dios, y por eso lleva consigo toda la Gracia Necesaria y Suficiente que día a día hay que actualizar aceptando el Camino del Señor.
Así, María y José, en este nuevo caminar tuvieron que ir guardando en su corazón todo aquello que no comprendían, que no entendía, pero que aceptaban porque confiaban, porque amaban a Su Dios y Señor, con todo su corazón, con toda su mente, con todo su ser. Y en ese silencio el misterio fue produciendo fortaleza y Luz, fortaleza para aceptar el Camino, y el camino más difícil; y Luz para ver hacia dónde caminaban, y para enseñar a su hijo a caminar ese mismo Camino.
"Si es verdad que la Iglesia entera es deudora a la Virgen Madre por cuyo medio recibió a Cristo, después de María es san José a quien debe un agradecimiento y una veneración singular".
Jesús no habría podido nacer en una verdadera familia, si José no hubiese, como María, dicho que Sí a Dios, a Su Voluntad. Porque lo que en un principio fue una respuesta lógica para José, el abandonar a María, se transformó en un salto de fe al recibir el anuncio del Ángel en sueños.
José, el varón justo y hombre de fe, tuvo la Gracia suficiente y necesaria para creer lo incomprensible: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados.»
Para aceptar esa misión se necesitaba no sólo la Gracia, sino también un corazón fuerte y dócil. Fuerte para no dejarse llevar por la lógica humana que le indica otra realidad, fuerte para ir en contra de lo que su yo le decía. Pero a la vez dócil para aceptar sin cuestionamientos lo que le era anunciado de parte de Dios.
José, así nos muestra a cada uno de nosotros cómo vivir aquello que su Hijo después nos enseñaría: "el que quiera venir en pos de mí niéguese a sí mismo". La negación a nosotros mismos es un salto en la fe, un salto que nos lleva a un nivel más alto y profundo en nuestra vida de fe, porque es un salto que nos aleja de la lógica humana y nos hace aceptar la Voluntad de Dios.
Comienza ahí para José una nueva vida, no sólo porque comienza la vida matrimonial con María y constituyen una Familia, sino que la vida de fe que vivía hasta ese momento se hace más fuerte, más profunda, más llena de Gracia porque ha aceptado su Misión. Una misión que le ha dado el Padre Dios, y por eso lleva consigo toda la Gracia Necesaria y Suficiente que día a día hay que actualizar aceptando el Camino del Señor.
Así, María y José, en este nuevo caminar tuvieron que ir guardando en su corazón todo aquello que no comprendían, que no entendía, pero que aceptaban porque confiaban, porque amaban a Su Dios y Señor, con todo su corazón, con toda su mente, con todo su ser. Y en ese silencio el misterio fue produciendo fortaleza y Luz, fortaleza para aceptar el Camino, y el camino más difícil; y Luz para ver hacia dónde caminaban, y para enseñar a su hijo a caminar ese mismo Camino.
miércoles, 18 de marzo de 2015
Su Amor nos transforma para transformar
Sión decía: "Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado." ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.»
Me parece la frase más conmovedora y penetrante de Dios hacia su Pueblo, hacia nosotros. Mostrarnos de esa manera su Amor por nosotros nos ha de llenar de orgullo, de consuelo, de esperanza por que no hay mayor amor que este, y nos los ha demostrado con Su Hijo. Aunque, una muestra de amor de Dios hacia nosotros es la confianza que Él deposita en nosotros al decirnos:
«En tiempo de gracia te he respondido, en día propicio te he auxiliado; te he defendido y constituido alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir heredades desoladas, para decir a los cautivos: "Salid", a los que están en tinieblas: "Venid a la luz."
Cuando se ama realmente se confía, y cuando se confía se otorgan al amado "grandes poderes", poderes que no son reconocidos muchas veces por el que es amado. Pero, en este caso, el Señor nos ha dado a conocer no sólo el amor que nos tiene, su confianza hacia nosotros, sino también el poder que nos ha dado: transformar el mundo, nuestro mundo interior, nuestro mundo exterior, nuestras relaciones, nuestra sociedad, todo podría ser mejor si volvemos nuestra mirada a quienes somos en realidad.
Por eso el Hijo nos da muestras de que Él tiene muy en claro quién Es, cuál es Su Misión y Quién es su Modelo de Vida:
"Jesús tomó la palabra y les dijo:
- «Os lo aseguro: El Hijo no puede hacer por su cuenta nada que no vea hacer al Padre. Lo que hace éste, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que ésta, para vuestro asombro".
Aún no nos damos cuenta de quiénes somos los cristianos, porque nos hemos acostumbrado a no vivir según lo que somos, pero los hijos de las tinieblas sí se han dado cuenta, por eso quieren quitarnos del medio de sus vidas, y creen que lo están logrando: nos matan, nos insultan, nos condenan, nos persiguen... ¡De cuántas y de tantas maneras quieren quitarnos de en medio! Pero no lograrán que la Luz del Sol se apague tapándola con una mano, no lograrán que la Luz del Espíritu siga brillando y mostrando los errores del mundo sin Dios que se pretende construir.
Y vuelvo hacia lo que el Padre decía hace miles de años: "te he defendido y constituido alianza del pueblo, para restaurar el país", de nosotros depende que lo que anhelamos porque Dios lo ha escrito en nuestro corazón lo podamos realizar, no por nuestras fuerzas, sino por que confiamos en la Gracia del Espíritu que actúa en nosotros, porque "el Poderoso ha hecho obra grandes por mí; su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación". Sólo basta que creamos y que vivamos nuestra fe.
Me parece la frase más conmovedora y penetrante de Dios hacia su Pueblo, hacia nosotros. Mostrarnos de esa manera su Amor por nosotros nos ha de llenar de orgullo, de consuelo, de esperanza por que no hay mayor amor que este, y nos los ha demostrado con Su Hijo. Aunque, una muestra de amor de Dios hacia nosotros es la confianza que Él deposita en nosotros al decirnos:
«En tiempo de gracia te he respondido, en día propicio te he auxiliado; te he defendido y constituido alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir heredades desoladas, para decir a los cautivos: "Salid", a los que están en tinieblas: "Venid a la luz."
Cuando se ama realmente se confía, y cuando se confía se otorgan al amado "grandes poderes", poderes que no son reconocidos muchas veces por el que es amado. Pero, en este caso, el Señor nos ha dado a conocer no sólo el amor que nos tiene, su confianza hacia nosotros, sino también el poder que nos ha dado: transformar el mundo, nuestro mundo interior, nuestro mundo exterior, nuestras relaciones, nuestra sociedad, todo podría ser mejor si volvemos nuestra mirada a quienes somos en realidad.
Por eso el Hijo nos da muestras de que Él tiene muy en claro quién Es, cuál es Su Misión y Quién es su Modelo de Vida:
"Jesús tomó la palabra y les dijo:
- «Os lo aseguro: El Hijo no puede hacer por su cuenta nada que no vea hacer al Padre. Lo que hace éste, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que ésta, para vuestro asombro".
Aún no nos damos cuenta de quiénes somos los cristianos, porque nos hemos acostumbrado a no vivir según lo que somos, pero los hijos de las tinieblas sí se han dado cuenta, por eso quieren quitarnos del medio de sus vidas, y creen que lo están logrando: nos matan, nos insultan, nos condenan, nos persiguen... ¡De cuántas y de tantas maneras quieren quitarnos de en medio! Pero no lograrán que la Luz del Sol se apague tapándola con una mano, no lograrán que la Luz del Espíritu siga brillando y mostrando los errores del mundo sin Dios que se pretende construir.
Y vuelvo hacia lo que el Padre decía hace miles de años: "te he defendido y constituido alianza del pueblo, para restaurar el país", de nosotros depende que lo que anhelamos porque Dios lo ha escrito en nuestro corazón lo podamos realizar, no por nuestras fuerzas, sino por que confiamos en la Gracia del Espíritu que actúa en nosotros, porque "el Poderoso ha hecho obra grandes por mí; su nombre es santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación". Sólo basta que creamos y que vivamos nuestra fe.
martes, 17 de marzo de 2015
Aguas nuevas para purificar el mundo
Me dijo: «Estas aguas fluyen hacia la comarca levantina, bajarán hasta la estepa, desembocarán en el mar de las aguas salobres, y lo sanearán. Todos los seres vivos que bullan allí donde desemboque la corriente, tendrán vida; y habrá peces en abundancia. Al desembocar allí estas aguas, quedará saneado el mar y habrá vida dondequiera que llegue la corriente..."
Una hermosa visión que yo la comparo con cada uno de nosotros. Sí, porque el agua sale del templo y llega a lugares que necesitaban del agua pura para volver a tener vida. Cada uno de nosotros ha recibido el agua del bautismo que lo purificó y cuando vamos al templo nos renovamos con el Pan de la Eucaristía, que nos purifica y nos fortalece para que al salir seamos esas aguas caudalosas que llegan a todos los sitios para llevar la Gracia y la Vida del Agua Bautismal que se renueva en cada Eucaristía.
Es una visión que nos hace tomar conciencia de la importancia que tiene nuestra vida en el mundo, si nos dejamos purificar y santificar seremos capaces de transformar la realidad por donde pasamos, no por nuestra perfección, sino por la Gracia de Dios que llevamos con nosotros.
Somos instrumentos en manos de Dios para poder sanear y purificar la realidad, no dejemos que nuestra desesperanza, incredulidad o inconsciencia le impidan al Padre realizar su Plan de Salvación.
Hoy sabemos que cuesta ser verdadero cristiano, porque las aguas del mundo cubren nuestra realidad, y la fuerza de su caudal muchas veces nos lleva hacia donde no deberíamos. Por eso en el año 2000 el Santo Juan Pablo II nos decía: tenéis que ser mártires de remar contra la corriente del mundo. Y ese martirio hoy se hace más evidente porque cada día la fuerza de las aguas del mundo son más fuertes, y se llevan con ellas todo lo que encuentran.
Pero también miremos nuestros hermanos de Pakistán, Irak y tantos otros países, ellos son capaces de resistir, con la Gracia del Espíritu Santo, la fuerza del mal y van purificando el caudal del mundo con su propia sangre. A nosotros hoy no se nos pide nuestra sangre, pero sí nuestra vida, porque es nuestra vida entregada en la Manos del Padre la que será el instrumento para llevar el Agua Nueva al mundo, serán nuestras palabras, nuestras acciones, también nuestros silencios y nuestro compromiso social los frutos nuevos del agua bautismal que muestre que es posible remar contra la corriente y alcanzar la felicidad que tanto anhelamos.
Una hermosa visión que yo la comparo con cada uno de nosotros. Sí, porque el agua sale del templo y llega a lugares que necesitaban del agua pura para volver a tener vida. Cada uno de nosotros ha recibido el agua del bautismo que lo purificó y cuando vamos al templo nos renovamos con el Pan de la Eucaristía, que nos purifica y nos fortalece para que al salir seamos esas aguas caudalosas que llegan a todos los sitios para llevar la Gracia y la Vida del Agua Bautismal que se renueva en cada Eucaristía.
Es una visión que nos hace tomar conciencia de la importancia que tiene nuestra vida en el mundo, si nos dejamos purificar y santificar seremos capaces de transformar la realidad por donde pasamos, no por nuestra perfección, sino por la Gracia de Dios que llevamos con nosotros.
Somos instrumentos en manos de Dios para poder sanear y purificar la realidad, no dejemos que nuestra desesperanza, incredulidad o inconsciencia le impidan al Padre realizar su Plan de Salvación.
Hoy sabemos que cuesta ser verdadero cristiano, porque las aguas del mundo cubren nuestra realidad, y la fuerza de su caudal muchas veces nos lleva hacia donde no deberíamos. Por eso en el año 2000 el Santo Juan Pablo II nos decía: tenéis que ser mártires de remar contra la corriente del mundo. Y ese martirio hoy se hace más evidente porque cada día la fuerza de las aguas del mundo son más fuertes, y se llevan con ellas todo lo que encuentran.
Pero también miremos nuestros hermanos de Pakistán, Irak y tantos otros países, ellos son capaces de resistir, con la Gracia del Espíritu Santo, la fuerza del mal y van purificando el caudal del mundo con su propia sangre. A nosotros hoy no se nos pide nuestra sangre, pero sí nuestra vida, porque es nuestra vida entregada en la Manos del Padre la que será el instrumento para llevar el Agua Nueva al mundo, serán nuestras palabras, nuestras acciones, también nuestros silencios y nuestro compromiso social los frutos nuevos del agua bautismal que muestre que es posible remar contra la corriente y alcanzar la felicidad que tanto anhelamos.
lunes, 16 de marzo de 2015
Constructores de un mundo nuevo
«Mirad: yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva: de lo pasado no habrá recuerdo ni vendrá pensamiento, sino que habrá gozo y alegría perpetua por lo que voy a crear".
Siguiendo con el gozo del domingo, el Señor nos invita a la esperanza, a una esperanza cierta en Su Palabra, en que aquello que dijo y prometió se cumplirá: cielos nuevos, tierra nueva.
Hoy más que nunca todos tenemos esa esperanza de encontrar un mundo nuevo, de alcanzar una tierra nueva donde se terminen todos los males, donde reine la paz, la justicia, la verdad.
Sí, es una esperanza, una promesa que no se cumplirá sin nuestro compromiso y entrega. Dios no podrá construir un cielo nuevo y una tierra nueva, con un hombre viejo pues, como dijo Jesús: "no se pone un remiendo nuevo en un vestido nuevo, ni se pone vino nuevo en odres viejos".
Para que alcancemos un mundo nuevo tenemos que ser Hombres Nuevos, hombres de fe, de entrega, de profundas convicciones en lo que somos y en lo que hemos de hacer. Pero como en el evangelio, seguimos pidiendo signos y milagros para convencernos de lo que tenemos que hacer, para convencernos de hacia dónde caminar. Y no se nos darán más milagros que los que ya se nos han dado.
Somos hijos de Dios, y se nos ha mostrado el poder del Señor, se nos ha mostrado su Amor, "porque aún siendo pecadores Él entregó su vida por nosotros, para que nosotros muertos al pecado resucitemos con Él a una vida nueva". Y este es el tiempo de resucitar, de convertirnos, de decidirnos a dar un ¡SÍ! íntegro, total a una nueva forma de vivir. No es un sí a una doctrina, sino un ¡SÍ! a un estilo de vida: Cristo, pues Jesús no vino a darnos normas nuevas, sino que vino a darnos Vida y Vida en abundancia. Nos toca ahora a nosotros mover ficha, comenzar a jugar la partida en la que somos constructores de un mundo nuevo, porque hemos aceptado el desafío de Dios a dejarnos transformar por su Espíritu y ser así instrumentos de su Paz.
Siguiendo con el gozo del domingo, el Señor nos invita a la esperanza, a una esperanza cierta en Su Palabra, en que aquello que dijo y prometió se cumplirá: cielos nuevos, tierra nueva.
Hoy más que nunca todos tenemos esa esperanza de encontrar un mundo nuevo, de alcanzar una tierra nueva donde se terminen todos los males, donde reine la paz, la justicia, la verdad.
Sí, es una esperanza, una promesa que no se cumplirá sin nuestro compromiso y entrega. Dios no podrá construir un cielo nuevo y una tierra nueva, con un hombre viejo pues, como dijo Jesús: "no se pone un remiendo nuevo en un vestido nuevo, ni se pone vino nuevo en odres viejos".
Para que alcancemos un mundo nuevo tenemos que ser Hombres Nuevos, hombres de fe, de entrega, de profundas convicciones en lo que somos y en lo que hemos de hacer. Pero como en el evangelio, seguimos pidiendo signos y milagros para convencernos de lo que tenemos que hacer, para convencernos de hacia dónde caminar. Y no se nos darán más milagros que los que ya se nos han dado.
Somos hijos de Dios, y se nos ha mostrado el poder del Señor, se nos ha mostrado su Amor, "porque aún siendo pecadores Él entregó su vida por nosotros, para que nosotros muertos al pecado resucitemos con Él a una vida nueva". Y este es el tiempo de resucitar, de convertirnos, de decidirnos a dar un ¡SÍ! íntegro, total a una nueva forma de vivir. No es un sí a una doctrina, sino un ¡SÍ! a un estilo de vida: Cristo, pues Jesús no vino a darnos normas nuevas, sino que vino a darnos Vida y Vida en abundancia. Nos toca ahora a nosotros mover ficha, comenzar a jugar la partida en la que somos constructores de un mundo nuevo, porque hemos aceptado el desafío de Dios a dejarnos transformar por su Espíritu y ser así instrumentos de su Paz.
domingo, 15 de marzo de 2015
En el silencio nos revela su Infinito Amor
Nicodemo, con quien está dialogando Jesús en este evangelio, era un doctor de la Ley que lo seguía en secreto y, generalmente, los diálogos con él se realizaban cuando no había gente u otros judíos a su alrededor. Nicodemo tenía intención de conocer en profundidad a Jesús y su doctrina, aunque no comprendía intentaba creer y, para no tener presión de los demás, lo buscaba en secreto, en el silencio de la noche. En ese momento Jesús le respondía lo que él quería saber, y se lo respondía como a nadie, porque sentía la intención sincera de querer entender y aceptar esa nueva vida que Jesús le proponía.
En este diálogo íntimo Jesús nos ha dado los mejores argumentos o las noticias más maravillosas de parte de Dios, y hoy, en este Cuarto Domingo de Cuaresma nos revela lo más hermoso y grande del Padre y del Hijo:
"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna".
Porque no sólo nos revela el infinito Amor del Padre por nosotros, sino que también nos revela el infinito Amor del Hijo por el Padre y por nosotros. Porque sólo por Amor se pueden realizar los más grandes sacrificios, como nos dice San Pablo:
"Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo - por pura gracia estáis salvados -, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él".
Por esto hoy es el Domingo del gozo, de la alegría, no sólo por la proximidad de la Pascua, sino por lo que en la Semana Santa vamos a vivir: ¡el infinito Amor del Padre y de Jesús por cada uno de nosotros! Cada uno de los días de la Semana Santa reviviremos ese Amor, un Amor que es entrega, que es fortaleza, que es esperanza, que es gozo porque el dolor de la Cruz sólo se entiende con la Luz de la Resurrección, pues "si Jesús no hubiese resucitado vana sería nuestra fe".
En este Camino de Entrega por Amor vamos a descubrir el secreto de nuestra vida, vamos a poder percibir en cada paso de Jesús un momento de nuestra vida, porque Él vivió todo lo que nosotros hemos vivido, todo lo que viviremos, menos el pecado, y lo vivió con la mirada puesta en el Amor, porque el Amor al Padre lo hizo obediente, porque el Amor a nosotros lo hizo fuerte en la entrega, porque el Amor de la Madre lo sostuvo en la soledad. Y el Amor del Padre le dio la Vida en la muerte.
Y es ese mismo Amor el que nosotros hemos de conquistar, para que en tanta muerte a nuestro alrededor demos vida, para que en cada momento de nuestras vidas cuando las fuerzas, las alegría y las esperanzas nos flaqueen podamos volver a resucitar y ser así instrumentos de Vida para nuestros hermanos.
No miremos sólo las espinas del tallo, sino miremos la rosa que brilla y el culmen de la hermosa planta que, gracias a sus profundas raíces, transforma todo lo que encuentra en frutos de belleza y hermoso aroma de santidad.
En este diálogo íntimo Jesús nos ha dado los mejores argumentos o las noticias más maravillosas de parte de Dios, y hoy, en este Cuarto Domingo de Cuaresma nos revela lo más hermoso y grande del Padre y del Hijo:
"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna".
Porque no sólo nos revela el infinito Amor del Padre por nosotros, sino que también nos revela el infinito Amor del Hijo por el Padre y por nosotros. Porque sólo por Amor se pueden realizar los más grandes sacrificios, como nos dice San Pablo:
"Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo - por pura gracia estáis salvados -, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él".
Por esto hoy es el Domingo del gozo, de la alegría, no sólo por la proximidad de la Pascua, sino por lo que en la Semana Santa vamos a vivir: ¡el infinito Amor del Padre y de Jesús por cada uno de nosotros! Cada uno de los días de la Semana Santa reviviremos ese Amor, un Amor que es entrega, que es fortaleza, que es esperanza, que es gozo porque el dolor de la Cruz sólo se entiende con la Luz de la Resurrección, pues "si Jesús no hubiese resucitado vana sería nuestra fe".
En este Camino de Entrega por Amor vamos a descubrir el secreto de nuestra vida, vamos a poder percibir en cada paso de Jesús un momento de nuestra vida, porque Él vivió todo lo que nosotros hemos vivido, todo lo que viviremos, menos el pecado, y lo vivió con la mirada puesta en el Amor, porque el Amor al Padre lo hizo obediente, porque el Amor a nosotros lo hizo fuerte en la entrega, porque el Amor de la Madre lo sostuvo en la soledad. Y el Amor del Padre le dio la Vida en la muerte.
Y es ese mismo Amor el que nosotros hemos de conquistar, para que en tanta muerte a nuestro alrededor demos vida, para que en cada momento de nuestras vidas cuando las fuerzas, las alegría y las esperanzas nos flaqueen podamos volver a resucitar y ser así instrumentos de Vida para nuestros hermanos.
No miremos sólo las espinas del tallo, sino miremos la rosa que brilla y el culmen de la hermosa planta que, gracias a sus profundas raíces, transforma todo lo que encuentra en frutos de belleza y hermoso aroma de santidad.
sábado, 14 de marzo de 2015
El orgullo de aspirar a la santidad
Nos dice Dios por medio del profeta Oseas:
"Vuestra piedad es como nube mañanera, como rocío de madrugada que se evapora. Por eso os herí por medio de los profetas, os condené con la palabra de mi boca. Quiero misericordia, y no sacrificios; conocimiento de Dios, más que holocaustos.»
Si nos damos cuenta y, como este tiempo nos invita, nuestra piedad (nuestra actitud religiosa) es débil, es pasajera, es efímera, no tiene la fuerza que da el haberse decidido a vivir una vida santa. Nuestra piedad es como una pegatina de esas que te dan en las colectas anuales, las llevas en sobre tu ropa, pero cuando te quitas la prenda o se le termina el pegamento, la pegatina se cae, la tiras o simplemente la pierdes.
En cambio si nuestra piedad nos condujera a enraizarnos en Dios, nuestra vida cambiaría, pero tenemos miedo de ser demasiado religiosos, o como algunos llaman a los que van a la Iglesia: "demasiados beatos". ¿Por qué tenemos miedo que nos llamen beatos? Ser Beato significa el paso anterior a ser Santo, entonces es un buen apodo, aunque algunos lo usen para insultarnos. Pero debemos usar los insultos para construir nuestra vida, pues si nos insultan por profesar nuestra fe, mucho más hicieron con Jesús por vivir en Dios, por hacer la Voluntad de Su Padre.
Sí, lo se, no llegaremos a vivir como Jesús, pero tampoco tenemos que dejar de hacerlo o de intentarlo simplemente porque a algunos les moleste lo que vivimos. Siempre habrá a alguien que le moleste algo de alguien. Siempre habrá algún "pero" que nos hagan ver.
Tenemos que ser orgullosos de ser cristianos, porque sintiéndonos orgullosos de lo que somos podremos seguir pidiendo la Gracia para seguir creciendo. Porque cuanto más orgullosos de la vida que nos llamó a vivir nuestro Padre Dios, más necesitaremos el Espíritu para continuar porque cuanto más crecemos más notamos nuestros pecados, debilidades y faltas, pues cuanto más cerca de la Luz más se ven las imperfecciones, cuanto más cerca del Señor más descubrimos nuestra pequeñez, y cuanto más pequeños más hijos, y cuanto más hijos más abrazados por el Amor del Padre y de la Madre que nos conducirán a la meta soñada: vivir en Su Amor, vivir para Su Amor, vivir con Su Amor.
El orgullo puede llevarnos a la soberbia también es cierto. A la soberbia de creernos mejores que los demás por lo que hacemos. Por eso siempre tenemos "la espina del pecado clavada en nuestra carne" para recordarnos que, como todos los mortales, también necesitamos del Amor del Padre para que "perdone nuestras faltas y ofensas así como nosotros también perdonamos a los que nos ofenden", porque "la vara con que mida a mis hermanos será la vara con que me midan a mí".
"Cuidaos de la levadura de los fariseos", le decía el Señor a los discípulos, no dejemos que la soberbia del mundo nos separe del camino de la humildad, pero que tampoco nos impida estar orgullos de haber sido llamados a ser santos como nuestro Padre Celestial es santo.
"Vuestra piedad es como nube mañanera, como rocío de madrugada que se evapora. Por eso os herí por medio de los profetas, os condené con la palabra de mi boca. Quiero misericordia, y no sacrificios; conocimiento de Dios, más que holocaustos.»
Si nos damos cuenta y, como este tiempo nos invita, nuestra piedad (nuestra actitud religiosa) es débil, es pasajera, es efímera, no tiene la fuerza que da el haberse decidido a vivir una vida santa. Nuestra piedad es como una pegatina de esas que te dan en las colectas anuales, las llevas en sobre tu ropa, pero cuando te quitas la prenda o se le termina el pegamento, la pegatina se cae, la tiras o simplemente la pierdes.
En cambio si nuestra piedad nos condujera a enraizarnos en Dios, nuestra vida cambiaría, pero tenemos miedo de ser demasiado religiosos, o como algunos llaman a los que van a la Iglesia: "demasiados beatos". ¿Por qué tenemos miedo que nos llamen beatos? Ser Beato significa el paso anterior a ser Santo, entonces es un buen apodo, aunque algunos lo usen para insultarnos. Pero debemos usar los insultos para construir nuestra vida, pues si nos insultan por profesar nuestra fe, mucho más hicieron con Jesús por vivir en Dios, por hacer la Voluntad de Su Padre.
Sí, lo se, no llegaremos a vivir como Jesús, pero tampoco tenemos que dejar de hacerlo o de intentarlo simplemente porque a algunos les moleste lo que vivimos. Siempre habrá a alguien que le moleste algo de alguien. Siempre habrá algún "pero" que nos hagan ver.
Tenemos que ser orgullosos de ser cristianos, porque sintiéndonos orgullosos de lo que somos podremos seguir pidiendo la Gracia para seguir creciendo. Porque cuanto más orgullosos de la vida que nos llamó a vivir nuestro Padre Dios, más necesitaremos el Espíritu para continuar porque cuanto más crecemos más notamos nuestros pecados, debilidades y faltas, pues cuanto más cerca de la Luz más se ven las imperfecciones, cuanto más cerca del Señor más descubrimos nuestra pequeñez, y cuanto más pequeños más hijos, y cuanto más hijos más abrazados por el Amor del Padre y de la Madre que nos conducirán a la meta soñada: vivir en Su Amor, vivir para Su Amor, vivir con Su Amor.
El orgullo puede llevarnos a la soberbia también es cierto. A la soberbia de creernos mejores que los demás por lo que hacemos. Por eso siempre tenemos "la espina del pecado clavada en nuestra carne" para recordarnos que, como todos los mortales, también necesitamos del Amor del Padre para que "perdone nuestras faltas y ofensas así como nosotros también perdonamos a los que nos ofenden", porque "la vara con que mida a mis hermanos será la vara con que me midan a mí".
"Cuidaos de la levadura de los fariseos", le decía el Señor a los discípulos, no dejemos que la soberbia del mundo nos separe del camino de la humildad, pero que tampoco nos impida estar orgullos de haber sido llamados a ser santos como nuestro Padre Celestial es santo.
viernes, 13 de marzo de 2015
"Yo soy la Verdad"
¿Será propio de nuestra naturaleza poner a prueba a Dios y a la gente?
En realidad no ponemos a prueba a quienes no queremos, sino a quienes queremos; pero tampoco lo hacemos porque desconfiemos de ellos, sino para ver si, al encontrarlos en el error, podemos librarnos de su autoridad.
Así le pasaba a los fariseos y doctores de la Ley, querían ver si podían desautorizar, de un modo u otro, a Jesús; buscar un pretexto para que su palabra no tenga el peso de la autoridad: "de quien habla con autoridad".
Y lo mismo hacemos o hemos hecho con nuestros padres, con nuestros hermanos, con nuestros amigos; buscar un pretexto que nos sirva para que ellos no tengan autoridad sobre mí, o, mejor dicho, para que no tenga que escuchar lo que me dicen, porque sino tendré que hacer caso a lo que me dicen, o, simplemente negar su existencia.
Y eso lo vemos en todos lados también. En los tiempos de elecciones vemos como cada uno tira los peores argumentos hacia el otro partido, y no para ayudar a un crecimiento sino para poder eliminarlos de la carrera por medio de la duda o de sus malas acciones.
En estos tiempos que vivimos la duda sobre la persona o la vida del otro es algo de todos los días, porque es la duda lo que sale a la luz, y no la verdad, pues la verdad la hemos dejado de lado y ya no la buscamos, pues no sabemos cuál es la verdad, qué es la verdad, o, quizás, ¿para qué sirve la verdad? Pues la verdad ya es un concepto subjetivo que lo hago a mi antojo, y lo digo a mi gusto, sin importar si realmente es algo que existe.
Por eso a Jesús no le podían encontrar defecto, ni argumento para condenarlo. Tuvieron que inventarse argumentos en contra y falsos testigos para condenarlo a muerte, porque Él mismo lo dijo, y sin ningún problema: "Yo soy la Verdad". Y Su Vida es la Verdad, Su Camino es la Verdad, Su Amor es Verdad.
"No se puede ocultar una ciudad en lo alto de un monte", nos decía Jesús, y es cierto porque cuando uno se va a acercando al monte ya se ve la ciudad y sólo puede ocultarla dándole la espalda, tapándote los ojos o mintiendo sobre lo que estás viendo. Y así le sucede al que se ha encontrado con Jesús, con el Dios Verdadero, no se puede ocultar que lo hemos encontrado, como no se puede ocultar que nos hemos encontrado con el Amor.
En realidad no ponemos a prueba a quienes no queremos, sino a quienes queremos; pero tampoco lo hacemos porque desconfiemos de ellos, sino para ver si, al encontrarlos en el error, podemos librarnos de su autoridad.
Así le pasaba a los fariseos y doctores de la Ley, querían ver si podían desautorizar, de un modo u otro, a Jesús; buscar un pretexto para que su palabra no tenga el peso de la autoridad: "de quien habla con autoridad".
Y lo mismo hacemos o hemos hecho con nuestros padres, con nuestros hermanos, con nuestros amigos; buscar un pretexto que nos sirva para que ellos no tengan autoridad sobre mí, o, mejor dicho, para que no tenga que escuchar lo que me dicen, porque sino tendré que hacer caso a lo que me dicen, o, simplemente negar su existencia.
Y eso lo vemos en todos lados también. En los tiempos de elecciones vemos como cada uno tira los peores argumentos hacia el otro partido, y no para ayudar a un crecimiento sino para poder eliminarlos de la carrera por medio de la duda o de sus malas acciones.
En estos tiempos que vivimos la duda sobre la persona o la vida del otro es algo de todos los días, porque es la duda lo que sale a la luz, y no la verdad, pues la verdad la hemos dejado de lado y ya no la buscamos, pues no sabemos cuál es la verdad, qué es la verdad, o, quizás, ¿para qué sirve la verdad? Pues la verdad ya es un concepto subjetivo que lo hago a mi antojo, y lo digo a mi gusto, sin importar si realmente es algo que existe.
Por eso a Jesús no le podían encontrar defecto, ni argumento para condenarlo. Tuvieron que inventarse argumentos en contra y falsos testigos para condenarlo a muerte, porque Él mismo lo dijo, y sin ningún problema: "Yo soy la Verdad". Y Su Vida es la Verdad, Su Camino es la Verdad, Su Amor es Verdad.
"No se puede ocultar una ciudad en lo alto de un monte", nos decía Jesús, y es cierto porque cuando uno se va a acercando al monte ya se ve la ciudad y sólo puede ocultarla dándole la espalda, tapándote los ojos o mintiendo sobre lo que estás viendo. Y así le sucede al que se ha encontrado con Jesús, con el Dios Verdadero, no se puede ocultar que lo hemos encontrado, como no se puede ocultar que nos hemos encontrado con el Amor.
jueves, 12 de marzo de 2015
Con El o en contra de El
Dice Jesus;
"El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama.»
No hay términos medios en el que evangelio, aunque los busquemos desde el principio al fin, no los encontraremos, ni siquiera si lo leemos al revés, porque Jesus ha sido demasiado claro, pues hablaba para los sencillos de corazón.
Por eso cuando nos creemos inteligentes intentamos hacer un evangelio según nuestros propios intereses e ideas, pero siempre la Palabra nos sale al cruce en el Camino y nos trae a la realidad.
Y esto nos lo demostró el mismo Jesus cuando al joven rico, quien quería alcanzar la vida eterna y le preguntó a Jesus que hacer, no le gusto la respuesta y se alejó de Jesus con tristeza.
Más de una vez nos ha pasado que las exigencias y consejos evangélicos creemos que no podemos vivirlos, porque pensamos que no tenemos la fuerza para hacerlo. Y es cierto: no tenemos la fuerza para hacerlo, pero si aceptamos la llamada de Jesus (como en un cobro revertido) será El quien nos fortalezca con Su Gracia para vivir en Fidelidad.
Nos toca a nosotros buscar día a día Su Gracia: en la oración, la reflexión de la Palabra, en los sacramentos y en el amor fraterno. Porque cada día debemos renovar nuestro Si al Señor, no porque El se olvide, sino para que sintamos cada día que estamos junto a El.
Porque sintiéndonos junto al Señor podremos lograr todo lo que El nos pida y permita vivir, porque no confiamos en nosotros sino en El "porque ha mirado la pequeñez de sus servidores", y nuestro corazón sentirá no el peso de la tarea sino el gozo de Su Espíritu que viene en nuestra ayuda.
martes, 10 de marzo de 2015
Perdonar como Dios nos perdona
Cada día (si es que rezamos cada día) decimos: "perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden". ¿Partimos de ahí?
En muchas ocasiones perdonar no es fácil, y pedir perdón menos. Pero lo tenemos que hacer si queremos ser perdonados por el Padre Celestial, ahora si no queremos ser perdonados por Dios, no lo hagamos. Y si no creemos en Él tampoco lo hagamos. Más ahora en este tiempo que dicen que el Papa dijo que no existe el infierno, entonces ¿para qué nos vamos a portar bien?
(Ante estas cosas hay que cerciorarse bien, ¿puede decirme alguien que ha posteado esa barbaridad qué día dijo eso el Papa? ¿En qué alocución lo dijo? Porque el Papa no puede contradecir los Evangelio en los cuales Jesús habla de que existe el infierno, el fuego de la gehena... Y no es porque quiera meter miedo, pero es lo que hay)
Seguimos. ¿Por qué Dios puede perdonar tantas veces? Porque ama con amor infinito, por eso puede perdonar. Y por eso mismo nos invita a perdonar no sólo 7 veces sino hasta 70 veces siete (no saquéis la cuenta tan rápido) que significa siempre. Sí, siempre, porque yo también necesito que siempre me perdonen, pero claro que existe una condición para que sea perdonado, o, mejor dicho dos condiciones. La primera y más importante que pida perdón, porque nadie puede ser perdonado si antes no pide perdón, sea a Dios o a los hombres.
Porque para pedir perdón, y esta es la segunda condición (que es doble) tengo que estar arrepentido de lo que hice y no querer volver a hacerlo. Claro, porque pedir perdón por pedirlo no tiene sentido, es como pedir la cena pero no querer comerla. Quizás en una relación humana puedo hacerlo y quedo bien con la otra persona y, quizás, conmigo mismo. Pero Dios que conoce los secretos de nuestro corazón sabrá que no tengo la intenciòn de hacerlo y por eso la Gracia del Perdón no llega a mi corazón.
Y ¿qué hacemos cuando no podemos perdonar? Pedir mucho al Señor la gracia de la conversión, pero más que nada que nos ayude a crecer en el amor, sí ese amor de la Carta de San Pablo a los Corintios, que recordamos todos, pero que nos cuesta lleva a la práctica. Ese amor nos ayudará a arrepentirnos, a pedir perdón, y también a dar mi perdón a quién me ha ofendido.
Y, por último, no creas que perdonando te vas a olvidar. Fíjate que en la parábola el Rey no se olvida que ha perdonado al que le debía, ni cuánto le había perdonado. Pero si no hubiese sido tan cruel el Rey hubiese mantenido su perdón, pero al no haber perdonado el Rey le hizo pagar la deuda.
El rencor sólo nos cambia el corazón convirtiéndolo en frío y distante, el amor lo hace cálido y cercano, como el de nuestro Padre Dios que siempre nos regala días hermosos para quienes buscan su Amor y su Justicia, que es la base del Reino en la tierra.
En muchas ocasiones perdonar no es fácil, y pedir perdón menos. Pero lo tenemos que hacer si queremos ser perdonados por el Padre Celestial, ahora si no queremos ser perdonados por Dios, no lo hagamos. Y si no creemos en Él tampoco lo hagamos. Más ahora en este tiempo que dicen que el Papa dijo que no existe el infierno, entonces ¿para qué nos vamos a portar bien?
(Ante estas cosas hay que cerciorarse bien, ¿puede decirme alguien que ha posteado esa barbaridad qué día dijo eso el Papa? ¿En qué alocución lo dijo? Porque el Papa no puede contradecir los Evangelio en los cuales Jesús habla de que existe el infierno, el fuego de la gehena... Y no es porque quiera meter miedo, pero es lo que hay)
Seguimos. ¿Por qué Dios puede perdonar tantas veces? Porque ama con amor infinito, por eso puede perdonar. Y por eso mismo nos invita a perdonar no sólo 7 veces sino hasta 70 veces siete (no saquéis la cuenta tan rápido) que significa siempre. Sí, siempre, porque yo también necesito que siempre me perdonen, pero claro que existe una condición para que sea perdonado, o, mejor dicho dos condiciones. La primera y más importante que pida perdón, porque nadie puede ser perdonado si antes no pide perdón, sea a Dios o a los hombres.
Porque para pedir perdón, y esta es la segunda condición (que es doble) tengo que estar arrepentido de lo que hice y no querer volver a hacerlo. Claro, porque pedir perdón por pedirlo no tiene sentido, es como pedir la cena pero no querer comerla. Quizás en una relación humana puedo hacerlo y quedo bien con la otra persona y, quizás, conmigo mismo. Pero Dios que conoce los secretos de nuestro corazón sabrá que no tengo la intenciòn de hacerlo y por eso la Gracia del Perdón no llega a mi corazón.
Y ¿qué hacemos cuando no podemos perdonar? Pedir mucho al Señor la gracia de la conversión, pero más que nada que nos ayude a crecer en el amor, sí ese amor de la Carta de San Pablo a los Corintios, que recordamos todos, pero que nos cuesta lleva a la práctica. Ese amor nos ayudará a arrepentirnos, a pedir perdón, y también a dar mi perdón a quién me ha ofendido.
Y, por último, no creas que perdonando te vas a olvidar. Fíjate que en la parábola el Rey no se olvida que ha perdonado al que le debía, ni cuánto le había perdonado. Pero si no hubiese sido tan cruel el Rey hubiese mantenido su perdón, pero al no haber perdonado el Rey le hizo pagar la deuda.
El rencor sólo nos cambia el corazón convirtiéndolo en frío y distante, el amor lo hace cálido y cercano, como el de nuestro Padre Dios que siempre nos regala días hermosos para quienes buscan su Amor y su Justicia, que es la base del Reino en la tierra.
lunes, 9 de marzo de 2015
Nuestros profetas cotidianos
¿Por qué su gente no quería escuchar a Jesús? ¿Por qué ningún profeta es escuchado en su tierra?
Más de una vez nos ha pasado que, para muchos, somos lo mejor del mundo... hasta que decimos algo que no le gusta. A partir de ese momento ya no somos los mejores, porque no hemos dicho lo que los demás querían escuchar.
Por lo general nos gusta, como se dice habitualmente, "decir la verdad", pero, la mayoría de las veces (aunque no lo expresamos) no nos gusta escuchar la verdad que tienen que decirme.
Y es ese el fundamento del por qué no se escucha a un profeta, porque el profeta no habla de parte suya, sino que habla de parte de Dios, y Dios siempre nos va a decir lo que nos haga mejor para nuestra vida, y no lo que queramos escuchar para seguir haciendo lo que nosotros queramos.
Y menos voy a escuchar a ese profeta cuando lo he visto crecer, cuando creo conocer toda su vida, porque siempre encontraré el pelo en la leche para mostrar su error, su mala vida, sus injusticias, sus imperfecciones, todo argumento será válido para desautorizar sus palabras. Incluso, como en el caso de Jesús, esos argumentos me servirán para quitarlo del medio de mi vida.
Aunque esa persona haya sido lo mejor que me pasó en mi vida, pero ahora ya no es importante, porque señaló mi error, me mostró mi pecado y eso no lo tolero, porque yo no tengo error, y si lo tengo no me gusta que me lo muestren.
En cambio, cuando tenemos el corazón abierto y dispuesto a la humildad podemos llegar a ver en cualquier gesto, por pequeño que sea, la belleza de aquél que habla en nombre de Dios, porque necesito de Dios, necesito de Su Palabra, necesito de su cercanía, y, sobre todo, necesito, que, aunque sea duro, me indique el camino que debo seguir, el camino de la conversión para lograr así la Fidelidad a la Vida que Él me regaló y me llamó a vivir.
Más de una vez nos ha pasado que, para muchos, somos lo mejor del mundo... hasta que decimos algo que no le gusta. A partir de ese momento ya no somos los mejores, porque no hemos dicho lo que los demás querían escuchar.
Por lo general nos gusta, como se dice habitualmente, "decir la verdad", pero, la mayoría de las veces (aunque no lo expresamos) no nos gusta escuchar la verdad que tienen que decirme.
Y es ese el fundamento del por qué no se escucha a un profeta, porque el profeta no habla de parte suya, sino que habla de parte de Dios, y Dios siempre nos va a decir lo que nos haga mejor para nuestra vida, y no lo que queramos escuchar para seguir haciendo lo que nosotros queramos.
Y menos voy a escuchar a ese profeta cuando lo he visto crecer, cuando creo conocer toda su vida, porque siempre encontraré el pelo en la leche para mostrar su error, su mala vida, sus injusticias, sus imperfecciones, todo argumento será válido para desautorizar sus palabras. Incluso, como en el caso de Jesús, esos argumentos me servirán para quitarlo del medio de mi vida.
Aunque esa persona haya sido lo mejor que me pasó en mi vida, pero ahora ya no es importante, porque señaló mi error, me mostró mi pecado y eso no lo tolero, porque yo no tengo error, y si lo tengo no me gusta que me lo muestren.
En cambio, cuando tenemos el corazón abierto y dispuesto a la humildad podemos llegar a ver en cualquier gesto, por pequeño que sea, la belleza de aquél que habla en nombre de Dios, porque necesito de Dios, necesito de Su Palabra, necesito de su cercanía, y, sobre todo, necesito, que, aunque sea duro, me indique el camino que debo seguir, el camino de la conversión para lograr así la Fidelidad a la Vida que Él me regaló y me llamó a vivir.
domingo, 8 de marzo de 2015
Limpiemos nuestro propio templo
Le dice San Pablo a los Corintios:
"Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría..." y nosotros ¿qué buscamos? ¿Qué es lo que queremos? Para muchos no será lo mismo que San Pablo que sigue diciendo:
"pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para lo judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados - judíos o griegos -, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios".
Claro no es lo que buscamos a un Jesús Crucificado, pero sí que lo predicamos, y lo predicamos porque sabemos que Él es el Camino por el que encontramos la Vida, y Vida en abundancia. ¿En abundancia de qué? De todo lo que busco, pero de todo lo que busco desde mi yo hijo de Dios, de todo lo que necesito para vivir y recorrer ese Camino de Vida.
Sí, la Cruz no es lo que buscamos, pero es lo que encontramos al comenzar el Camino, porque el Camino de la Vida comienza en la Cruz, en la Cruz de la obediencia al Padre, en la Cruz de la muerte a nuestro yo pecador y mundano, en la Cruz del Amor a nuestros enemigos, en la Cruz de dejarnos conducir por el Señor, en la Cruz del "hágase tu Voluntad".
Y hoy nos propone que veamos nuestra vida desde este Templo que es nuestro propio cuerpo en el que habita el Espíritu Santo, ese mismo Espíritu que llenaba la tierra al comienzo de los tiempos, el mismo Espíritu que iluminó a los profetas, el que fecundó el seno virginal de María, el que descendió en forma de paloma sobre Jesús, el mismo Espíritu que descendió como lenguas de fuego sobre los apóstoles, es el mismo Espíritu que descendió a nosotros el día de nuestro bautismo y nos transformó en Templos vivos y Piedras vivas, siendo así parte del Cuerpo Místico de Cristo.
De este, nuestro propio Templo, tenemos que echar a los mercaderes que no permiten ver el verdadero rostro del Señor, que no permiten el silencio para la oración, que no permiten el silencio para escuchar Su Palabra, que nos invitan a un constante compra y venta del amor.
Sí, hoy nos hemos igualado a aquellos mercaderes que creían que con unas palomas o unas monedas podíamos comprar o hacer cambiar la Voluntad de Dios.
Porque yo te doy si tu me das, porque lo hago si tú lo haces, te hablo si me hablas, te perdono si me perdonas; así son casi todas nuestras relaciones humanas, sobre todo con quienes queremos: porque no me llamó y yo lo llamé varias veces, porque no vino a decirme tal cosa y yo le conté tal otra, porque esto y porque lo otro, y siempre sacamos cuentas para saber quién ama más o quién ama menos. Y esa misma relación la tenemos con Dios: yo que he rezado tanto y ¿me pides esto?; voy a hacer tal cosa para ver si Dios hace tal otra...
"En el amor no existen la matemáticas" decía una buena santa, porque cuando amamos sólo amamos, no nos interesa cuánto amamos o a quién amamos, porque tenemos que amar a todos, y más a quienes no nos aman, porque Jesús nos amó sin que nosotros fuéramos perfectos y puros, y por amor entregó su Vida en la Cruz, y por amor nos pidió "amaos los unos a otros así como Yo os he amado". Y ahí está la sabiduría de la Cruz: amar como Jesús nos amó, nos invita a crucificar todo lo que no es amor en su Cruz, a dejar entre sus clavos y espinas todo lo que me impide amar, lo que me impide ser fiel, lo que no me deja alcanzar la verdadera meta de mi vida: la santidad.
Por eso limpia tu Templo de los mercaderes modernos y deja que sólo quede el vacío para que lo llene la plenitud del Amor del Espíritu Santo.
"Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría..." y nosotros ¿qué buscamos? ¿Qué es lo que queremos? Para muchos no será lo mismo que San Pablo que sigue diciendo:
"pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para lo judíos, necedad para los gentiles; pero, para los llamados - judíos o griegos -, un Mesías que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios".
Claro no es lo que buscamos a un Jesús Crucificado, pero sí que lo predicamos, y lo predicamos porque sabemos que Él es el Camino por el que encontramos la Vida, y Vida en abundancia. ¿En abundancia de qué? De todo lo que busco, pero de todo lo que busco desde mi yo hijo de Dios, de todo lo que necesito para vivir y recorrer ese Camino de Vida.
Sí, la Cruz no es lo que buscamos, pero es lo que encontramos al comenzar el Camino, porque el Camino de la Vida comienza en la Cruz, en la Cruz de la obediencia al Padre, en la Cruz de la muerte a nuestro yo pecador y mundano, en la Cruz del Amor a nuestros enemigos, en la Cruz de dejarnos conducir por el Señor, en la Cruz del "hágase tu Voluntad".
Y hoy nos propone que veamos nuestra vida desde este Templo que es nuestro propio cuerpo en el que habita el Espíritu Santo, ese mismo Espíritu que llenaba la tierra al comienzo de los tiempos, el mismo Espíritu que iluminó a los profetas, el que fecundó el seno virginal de María, el que descendió en forma de paloma sobre Jesús, el mismo Espíritu que descendió como lenguas de fuego sobre los apóstoles, es el mismo Espíritu que descendió a nosotros el día de nuestro bautismo y nos transformó en Templos vivos y Piedras vivas, siendo así parte del Cuerpo Místico de Cristo.
De este, nuestro propio Templo, tenemos que echar a los mercaderes que no permiten ver el verdadero rostro del Señor, que no permiten el silencio para la oración, que no permiten el silencio para escuchar Su Palabra, que nos invitan a un constante compra y venta del amor.
Sí, hoy nos hemos igualado a aquellos mercaderes que creían que con unas palomas o unas monedas podíamos comprar o hacer cambiar la Voluntad de Dios.
Porque yo te doy si tu me das, porque lo hago si tú lo haces, te hablo si me hablas, te perdono si me perdonas; así son casi todas nuestras relaciones humanas, sobre todo con quienes queremos: porque no me llamó y yo lo llamé varias veces, porque no vino a decirme tal cosa y yo le conté tal otra, porque esto y porque lo otro, y siempre sacamos cuentas para saber quién ama más o quién ama menos. Y esa misma relación la tenemos con Dios: yo que he rezado tanto y ¿me pides esto?; voy a hacer tal cosa para ver si Dios hace tal otra...
"En el amor no existen la matemáticas" decía una buena santa, porque cuando amamos sólo amamos, no nos interesa cuánto amamos o a quién amamos, porque tenemos que amar a todos, y más a quienes no nos aman, porque Jesús nos amó sin que nosotros fuéramos perfectos y puros, y por amor entregó su Vida en la Cruz, y por amor nos pidió "amaos los unos a otros así como Yo os he amado". Y ahí está la sabiduría de la Cruz: amar como Jesús nos amó, nos invita a crucificar todo lo que no es amor en su Cruz, a dejar entre sus clavos y espinas todo lo que me impide amar, lo que me impide ser fiel, lo que no me deja alcanzar la verdadera meta de mi vida: la santidad.
Por eso limpia tu Templo de los mercaderes modernos y deja que sólo quede el vacío para que lo llene la plenitud del Amor del Espíritu Santo.
sábado, 7 de marzo de 2015
El gozo de la experiencia vivida
El padre le dijo:
"Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Son las palabras que dice Jesús que el padre le dijo al hijo mayor, al que no se había ido de casa, el que no se alegró de la fiesta que le hizo el padre al hijo pródigo. Si lo miramos desde el hijo mayor es lógico que se haya enfadado, porque él nunca despilfarró los bienes de su padre, y su hermano, quien tomó su herencia y la despilfarró, ahora viene y le hacen una fiesta ¡qué injusticia! diríamos.
Es que como hijos, como hermanos, siempre miramos desde el mismo nivel, desde el nuestro. Pero aquí Jesús nos quiere hacer ver la vida desde los ojos y el corazón del Padre. Es el Padre quien había perdido a un hijo, aunque tenía el otro, es cierto, pero no es lo mismo tener a alguien todos los días, que haber perdido a alguien y no tenerlo más junto a tí. Y eso le sucede al Padre, lloró la pérdida de su hijo menor, para él no sólo se había perdido sino que parecía muerto. Por eso, al recobrarlo con vida y arrepentido se alegra tanto que hace una fiesta en acción de gracias por haberlo recobrado, no porque había gastado todo, sino porque "estaba muerto y ha revivido, estaba perdido, y lo hemos encontrado".
Pero ¿cómo hacemos para mirar la vida desde los ojos del Padre? Es cierto, es algo difícil, pues es muy difícil ponernos en el lugar del otro, para cualquier cosa. Por eso tenemos que aprender de las experiencias de los demás, de las palabras y de las vidas de los que están a nuestro lado, y con la Luz del Espíritu poder sacar nuestras propias conclusiones y tomar nuestras propias decisiones.
Por ejemplo en esta parábola Jesús nos habla de tres experiencias que tenemos que rescatar: la del padre, la del hijo mayor y la del hijo menor. Porque los tres tienen algo para decirnos en cada etapa de nuestra vida.
¿Cómo es la relación del padre con los hijos? ¿Cómo es la vida y las decisiones que toman cada uno de los hijos? ¿Cómo esas decisiones repercuten en sus vidas?
Claro que siempre miramos, también, esta parábola desde pocos sentidos: la misericordia de Dios hacia los pecadores arrepentidos, el arrepentimiento del hijo pródigo, el rencor del hermano mayor. Pero también, desde el lado humano Jesús nos quiere hacer ver algo que puede llegar a mover nuestras vidas, porque todos pasamos o pasaremos por alguna de las etapas de los personajes de esta parábola, y por eso tenemos que estar abiertos a que esos personajes nos cuenten sus vidas y con sus experiencias nos ayuden a no cometer los mismos errores.
¿Te has identificado con alguno de ellos? ¿Qué te ha enseñado?
Pídele al Espíritu Santo que te muestre sin miedos el camino de la conversión, verás que al descubrir el error y encontrar la solución hallarás el gozo del re-encuentro con la Gracia, con el Amor y la alegría del perdón y de la vida nueva.
"Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Son las palabras que dice Jesús que el padre le dijo al hijo mayor, al que no se había ido de casa, el que no se alegró de la fiesta que le hizo el padre al hijo pródigo. Si lo miramos desde el hijo mayor es lógico que se haya enfadado, porque él nunca despilfarró los bienes de su padre, y su hermano, quien tomó su herencia y la despilfarró, ahora viene y le hacen una fiesta ¡qué injusticia! diríamos.
Es que como hijos, como hermanos, siempre miramos desde el mismo nivel, desde el nuestro. Pero aquí Jesús nos quiere hacer ver la vida desde los ojos y el corazón del Padre. Es el Padre quien había perdido a un hijo, aunque tenía el otro, es cierto, pero no es lo mismo tener a alguien todos los días, que haber perdido a alguien y no tenerlo más junto a tí. Y eso le sucede al Padre, lloró la pérdida de su hijo menor, para él no sólo se había perdido sino que parecía muerto. Por eso, al recobrarlo con vida y arrepentido se alegra tanto que hace una fiesta en acción de gracias por haberlo recobrado, no porque había gastado todo, sino porque "estaba muerto y ha revivido, estaba perdido, y lo hemos encontrado".
Pero ¿cómo hacemos para mirar la vida desde los ojos del Padre? Es cierto, es algo difícil, pues es muy difícil ponernos en el lugar del otro, para cualquier cosa. Por eso tenemos que aprender de las experiencias de los demás, de las palabras y de las vidas de los que están a nuestro lado, y con la Luz del Espíritu poder sacar nuestras propias conclusiones y tomar nuestras propias decisiones.
Por ejemplo en esta parábola Jesús nos habla de tres experiencias que tenemos que rescatar: la del padre, la del hijo mayor y la del hijo menor. Porque los tres tienen algo para decirnos en cada etapa de nuestra vida.
¿Cómo es la relación del padre con los hijos? ¿Cómo es la vida y las decisiones que toman cada uno de los hijos? ¿Cómo esas decisiones repercuten en sus vidas?
Claro que siempre miramos, también, esta parábola desde pocos sentidos: la misericordia de Dios hacia los pecadores arrepentidos, el arrepentimiento del hijo pródigo, el rencor del hermano mayor. Pero también, desde el lado humano Jesús nos quiere hacer ver algo que puede llegar a mover nuestras vidas, porque todos pasamos o pasaremos por alguna de las etapas de los personajes de esta parábola, y por eso tenemos que estar abiertos a que esos personajes nos cuenten sus vidas y con sus experiencias nos ayuden a no cometer los mismos errores.
¿Te has identificado con alguno de ellos? ¿Qué te ha enseñado?
Pídele al Espíritu Santo que te muestre sin miedos el camino de la conversión, verás que al descubrir el error y encontrar la solución hallarás el gozo del re-encuentro con la Gracia, con el Amor y la alegría del perdón y de la vida nueva.
viernes, 6 de marzo de 2015
Celos y envidias impiden crecer
En este párrafo del Génesis que nos comienza a relatar la vida de José, seguramente nos encontraremos reflejados más de uno. Y no porque hayamos matado a nuestros hermanos o porque los hayamos tirado en un aljibe o los vendimos a mercaderes (quizás, no tuvimos tiempo) Pero sobre todo es una escena que nos habla de los celos y la envidia.
Sí, los hermanos mayores de José tenían muchos celos porque su padre le favorecía mucho, por ser el más pequeños; pero, además, tenía otra diferencia con sus hermanos: era un soñador, tenía el don de poder interpretar los sueños (pero no al estilo Freud).
Cuando nos dejamos llevar por los celos y la envidia nuestra cabeza comienza a tramar y a pensar fuera de lo que es lo bueno para mi hermano, y, por supuesto, para mí. Aunque al principio no nos damos cuenta que los celos nos hacen pensar mal, porque siempre nos llevan a pensar en términos de "justicia" porque "no es justo que él tenga esto y yo no", "no es justo que a él le den esta posibilidad y no a mí". Y esos equivocados pensamientos nos invitan a ir en contra de la "justicia" que tanto quiero conseguir.
Sí, porque finalmente me vuelvo injusto, no valoro justamente lo que poseo, lo que soy, lo que tengo, y, sobre todo lo que puedo y debo anhelar. Miro tanto al de al lado que me olvido de mí y de muchos otros que están cerca mío. Mi mirada se centra el foco de mis celos y envidias, y voy hacia esa meta: la destrucción de aquél o aquella que me quita el sueño. Quizás nunca llegue a quitarle la vida, pero intento quitarle lo que más pueda, para que no sea la causa de mis pensamientos y me produzca dolor en el alma.
Y, en realidad, el camino es mucho más fácil: debo aprovechar el impulso de los celos y la envidia para gestionar mi propia vida, aprender de la vida de mi hermano para darme cuenta que yo también, utilizando mis propios valores y virtudes, puedo alcanzar grandes metas. Compararme con los demás, con cómo viven, qué tienen, qué pueden o qué no pueden, no me sirve, me hace daño, me lleva a vivir pendiente de sus logros y no de lo que Dios me está mostrando y pidiendo que viva.
Por que al final me voy a dar cuenta que no utilicé todo lo que tenía como bueno y valioso, y fui perdiendo el tiempo y la vida en alcanzar algo que no era parte de mí, perdí la piedra angular en la que hacer pie para comenzar una gran obra.
Hoy es un día especial para descubrir de qué cosas tenemos que purificarnos, hoy viernes de cuaresma es un día para buscar la Luz del Espíritu que nos ayude a librarnos de todos los celos y envidias, y disponer nuestro corazón para comenzar a construir el mejor edificio: mi vida en santidad, pues la Gracia estará conmigo y me guiará para poder utilizar todo lo que el Señor me ha dado, y así alcanzaré la tan ansiada meta de la felicidad pues he encontrado el Camino para Ser.
Sí, los hermanos mayores de José tenían muchos celos porque su padre le favorecía mucho, por ser el más pequeños; pero, además, tenía otra diferencia con sus hermanos: era un soñador, tenía el don de poder interpretar los sueños (pero no al estilo Freud).
Cuando nos dejamos llevar por los celos y la envidia nuestra cabeza comienza a tramar y a pensar fuera de lo que es lo bueno para mi hermano, y, por supuesto, para mí. Aunque al principio no nos damos cuenta que los celos nos hacen pensar mal, porque siempre nos llevan a pensar en términos de "justicia" porque "no es justo que él tenga esto y yo no", "no es justo que a él le den esta posibilidad y no a mí". Y esos equivocados pensamientos nos invitan a ir en contra de la "justicia" que tanto quiero conseguir.
Sí, porque finalmente me vuelvo injusto, no valoro justamente lo que poseo, lo que soy, lo que tengo, y, sobre todo lo que puedo y debo anhelar. Miro tanto al de al lado que me olvido de mí y de muchos otros que están cerca mío. Mi mirada se centra el foco de mis celos y envidias, y voy hacia esa meta: la destrucción de aquél o aquella que me quita el sueño. Quizás nunca llegue a quitarle la vida, pero intento quitarle lo que más pueda, para que no sea la causa de mis pensamientos y me produzca dolor en el alma.
Y, en realidad, el camino es mucho más fácil: debo aprovechar el impulso de los celos y la envidia para gestionar mi propia vida, aprender de la vida de mi hermano para darme cuenta que yo también, utilizando mis propios valores y virtudes, puedo alcanzar grandes metas. Compararme con los demás, con cómo viven, qué tienen, qué pueden o qué no pueden, no me sirve, me hace daño, me lleva a vivir pendiente de sus logros y no de lo que Dios me está mostrando y pidiendo que viva.
Por que al final me voy a dar cuenta que no utilicé todo lo que tenía como bueno y valioso, y fui perdiendo el tiempo y la vida en alcanzar algo que no era parte de mí, perdí la piedra angular en la que hacer pie para comenzar una gran obra.
Hoy es un día especial para descubrir de qué cosas tenemos que purificarnos, hoy viernes de cuaresma es un día para buscar la Luz del Espíritu que nos ayude a librarnos de todos los celos y envidias, y disponer nuestro corazón para comenzar a construir el mejor edificio: mi vida en santidad, pues la Gracia estará conmigo y me guiará para poder utilizar todo lo que el Señor me ha dado, y así alcanzaré la tan ansiada meta de la felicidad pues he encontrado el Camino para Ser.
jueves, 5 de marzo de 2015
Un puente de amor
"Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males...", le dijo Jesús al hombre rico. Pero no son los bienes los que hacen mal al hombre, sino que es el hombre quien usa mal de sus bienes. Por eso, más de una vez los bienes vuelven al hombre (varón o mujer) un ser despreciable, por lo tornan egoísta, individualista, vanidoso, soberbio; cuando en verdad los bienes tendrían que transformar a la persona en un ser agradecido, que sabe compartir, que se sabe entregar, que es humilde y desde la humildad utiliza lo que Dios le ha dado para ayudar a otros a vivir con dignidad.
Pero también al ausencia de bienes, puede tornarnos malos, porque envidiamos, buscamos intensamente lo que no tenemos, y por eso se llega a vivir en la desesperanza, en la amargura, y despotricamos contra los que tienen.
Y Jesús no ha querido generar una guerra entre ricos y pobres, no ha querido levantar esa pared infranqueable para dividir a aquellos que tienen bienes y los que no los tienen. Sino que buscar hacernos ver cómo utilizamos lo que tenemos, en qué nos convierten los bienes que poseemos o que no poseemos.
Si bien es cierto que la pobreza es un valor evangélico, pero es sobre todo la pobreza del espíritu que me hace valorar lo que Dios me ha dado, sea pobreza o riqueza material o espiritual. Y serán mis obras las que hablen de la abundancia de mi corazón, y de cómo he gestionado lo que Dios me ha dado.
Por que si fuera cierto que la pobreza es un valor que tenemos que cultivar (como muchas veces he dicho) ¿Por qué quitarles la pobreza material a los pobres? Porque la pobreza material no es un bien, sino que afecta a la dignidad de la persona. Por eso, cuando los bienes que poseemos los usamos de acuerdo a la Voluntad de Dios, esos bienes nos vuelven hijos y hermanos generosos que saben compartir, que no atesoran sólo en la tierra sino que al compartir sus bienes logran el tesoro de la eternidad, pues hacen la vida de sus hermanos dignos, no porque les ofrecen bienes materiales sino porque comparten como hermanos.
Pues no son los bienes materiales los que nos dan más o menos dignidad, sino que son los bienes espirituales los que nos hacen mejores personas, mejores hijos de Dios, más hermanos entre nosotros. Pues si sólo tenemos ojos y corazón para los bienes espirituales, nunca podremos ver las necesidades del que tengo a mi lado, pero si tengo los ojos puestos en mis hermanos y puedo ver sus necesidades, tendré la fuerza del Espíritu para compartir con ellos lo que más necesiten, y así nuestros bienes nos harán bien y haremos el bien a nuestro prójimo, sea quien sea.
Una Patria de Hermanos, un Reino de Personas que se aman se construye con varones y mujeres, hijos de Dios que tienen los ojos y el corazón vueltos hacia afuera de ellos mismos y descubren, en el andar diario, lo que sus hermanos necesitan de ellos, pues nosotros somos el Puente por el que Dios desciende a nuestros hermanos. No dejemos que la vida diaria destruya ese puente, sino que día a día sigamos dejándonos utilizar por el Padre para que Su Amor llegue a quienes más lo necesitan.
Pero también al ausencia de bienes, puede tornarnos malos, porque envidiamos, buscamos intensamente lo que no tenemos, y por eso se llega a vivir en la desesperanza, en la amargura, y despotricamos contra los que tienen.
Y Jesús no ha querido generar una guerra entre ricos y pobres, no ha querido levantar esa pared infranqueable para dividir a aquellos que tienen bienes y los que no los tienen. Sino que buscar hacernos ver cómo utilizamos lo que tenemos, en qué nos convierten los bienes que poseemos o que no poseemos.
Si bien es cierto que la pobreza es un valor evangélico, pero es sobre todo la pobreza del espíritu que me hace valorar lo que Dios me ha dado, sea pobreza o riqueza material o espiritual. Y serán mis obras las que hablen de la abundancia de mi corazón, y de cómo he gestionado lo que Dios me ha dado.
Por que si fuera cierto que la pobreza es un valor que tenemos que cultivar (como muchas veces he dicho) ¿Por qué quitarles la pobreza material a los pobres? Porque la pobreza material no es un bien, sino que afecta a la dignidad de la persona. Por eso, cuando los bienes que poseemos los usamos de acuerdo a la Voluntad de Dios, esos bienes nos vuelven hijos y hermanos generosos que saben compartir, que no atesoran sólo en la tierra sino que al compartir sus bienes logran el tesoro de la eternidad, pues hacen la vida de sus hermanos dignos, no porque les ofrecen bienes materiales sino porque comparten como hermanos.
Pues no son los bienes materiales los que nos dan más o menos dignidad, sino que son los bienes espirituales los que nos hacen mejores personas, mejores hijos de Dios, más hermanos entre nosotros. Pues si sólo tenemos ojos y corazón para los bienes espirituales, nunca podremos ver las necesidades del que tengo a mi lado, pero si tengo los ojos puestos en mis hermanos y puedo ver sus necesidades, tendré la fuerza del Espíritu para compartir con ellos lo que más necesiten, y así nuestros bienes nos harán bien y haremos el bien a nuestro prójimo, sea quien sea.
Una Patria de Hermanos, un Reino de Personas que se aman se construye con varones y mujeres, hijos de Dios que tienen los ojos y el corazón vueltos hacia afuera de ellos mismos y descubren, en el andar diario, lo que sus hermanos necesitan de ellos, pues nosotros somos el Puente por el que Dios desciende a nuestros hermanos. No dejemos que la vida diaria destruya ese puente, sino que día a día sigamos dejándonos utilizar por el Padre para que Su Amor llegue a quienes más lo necesitan.
miércoles, 4 de marzo de 2015
El poder de ser santos
Este es un evangelio que siempre me ha impresionado y no sólo porque Jesús habla de su pronto martirio, sino por la reacción de la madre de los Zebedeos y de la misma respuesta que da Jesús a los apóstoles. Y de ahí vemos que, aunque estemos muy por la misión, muchas veces, se nos cuela el apetito de poder que nos dejó el pecado original en el alma, ese apetito de o tener el poder o de estar cerca de él. Y es, lamentablemente, una espina que todos llevamos más o menos clavada en nuestra carne.
Pero fijaos que Jesús no les habla del apetito del poder, ni les da un sermón sobre no haber prestado atención a lo que Él venía relatando, sino que les dice:
«No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?»
Mas de una vez o valoramos las consecuencias de lo que pedimos, de lo que queremos, de lo que buscamos con tanto fervor cuando no lo hacemos desde la Voluntad de Dios.
Si, vosotros pedís esto pero ¿sois capaces de llevarlo a cabo? ¿sois capaces de que este poder no os dañe? ¿sois tan fuertes como para vivir esto desde la entrega total haciendo de este poder un servicio y no un peldaño para subir cada día más alto?
Y aquí me acuerdo de Efraín. El día de su toma de hábito Efraín decía:
"No nos vamos a granjearnos una posición, porque alguno de aquí, hay dos profesionales que se van, que tienen una función granjeada, una posición granjeada; de modo que no nos vamos buscando eso. No nos vamos buscando la felicidad tampoco; sabemos que la felicidad se nos va a dar por añadidura, no la buscamos nosotros".
Aunque esto sea para una vida religiosa, lo es también para cualquier vida cristiana, porque en el lugar que estamos y donde vivimos, seamos consagrados o laicos, todos hemos sido llamados a vivir desde el Evangelio la entrega de nuestra vida al Señor y al servicio de nuestros hermanos,"igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»
Nos pasa que al estar tan inmersos en este mundo de competitividad buscamos siempre sobresalir por el poder que nos dan (o que creemos tener) antes que sobresalir por la santidad de nuestra vida, que, si en santidad tenemos una posición de poder la vivamos como servicio y no como un lugar desde donde marcamos la diferencia con nuestros hermanos. Porque el Señor puede pedirnos estar en lugares con mucho "poder", pero sólo si ese "poder" es servicio y lo utilizo como Camino de Santidad a la Luz del Evangelio fructificará en mi vida y en la vida de mis hermanos, lo que implica un esfuerzo cotidiano para invocar la Luz del Espíritu que no dañe el corazón del hombre y lo vuelva duro como la piedra.
Es por ello que el Señor nos invita una y otra vez a vivir un camino de conversión constante, porque los vicios y males del mundo se nos pegan pronto en nuestra vida, pero las virtudes y bondades del camino de santidad cuesta preservarlas.
Pero fijaos que Jesús no les habla del apetito del poder, ni les da un sermón sobre no haber prestado atención a lo que Él venía relatando, sino que les dice:
«No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?»
Mas de una vez o valoramos las consecuencias de lo que pedimos, de lo que queremos, de lo que buscamos con tanto fervor cuando no lo hacemos desde la Voluntad de Dios.
Si, vosotros pedís esto pero ¿sois capaces de llevarlo a cabo? ¿sois capaces de que este poder no os dañe? ¿sois tan fuertes como para vivir esto desde la entrega total haciendo de este poder un servicio y no un peldaño para subir cada día más alto?
Y aquí me acuerdo de Efraín. El día de su toma de hábito Efraín decía:
"No nos vamos a granjearnos una posición, porque alguno de aquí, hay dos profesionales que se van, que tienen una función granjeada, una posición granjeada; de modo que no nos vamos buscando eso. No nos vamos buscando la felicidad tampoco; sabemos que la felicidad se nos va a dar por añadidura, no la buscamos nosotros".
Aunque esto sea para una vida religiosa, lo es también para cualquier vida cristiana, porque en el lugar que estamos y donde vivimos, seamos consagrados o laicos, todos hemos sido llamados a vivir desde el Evangelio la entrega de nuestra vida al Señor y al servicio de nuestros hermanos,"igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.»
Nos pasa que al estar tan inmersos en este mundo de competitividad buscamos siempre sobresalir por el poder que nos dan (o que creemos tener) antes que sobresalir por la santidad de nuestra vida, que, si en santidad tenemos una posición de poder la vivamos como servicio y no como un lugar desde donde marcamos la diferencia con nuestros hermanos. Porque el Señor puede pedirnos estar en lugares con mucho "poder", pero sólo si ese "poder" es servicio y lo utilizo como Camino de Santidad a la Luz del Evangelio fructificará en mi vida y en la vida de mis hermanos, lo que implica un esfuerzo cotidiano para invocar la Luz del Espíritu que no dañe el corazón del hombre y lo vuelva duro como la piedra.
Es por ello que el Señor nos invita una y otra vez a vivir un camino de conversión constante, porque los vicios y males del mundo se nos pegan pronto en nuestra vida, pero las virtudes y bondades del camino de santidad cuesta preservarlas.
martes, 3 de marzo de 2015
Aroma de santidad
«Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien...
Entonces, venid y litigaremos - dice el Señor-.
Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana".
El consuelo del Señor nunca se deja esperar, siempre está ahí esperándonos para que podamos resolver nuestros conflictos, para limpiar nuestro pecados, para sanar nuestras heridas. Siempre espera.
Siempre espera que nos demos cuenta de que hemos equivocado el camino, que hemos dejado de lado la gracia, el amor, la verdad, la justicia, la fidelidad; porque cuando reconocemos nuestro error y nuestra debilidad, y con un "corazón contrito y humillado" vamos a Él, Él nos perdona, nos purifica y Su Gracia nos renueva y fortalece para poder volver al Camino de Su Voluntad.
Muchas veces no comprendemos el valor de una real y verdadera confesión, porque hemos perdido el gusto de recibir su Gracia y Fortaleza, y creemos que confesarnos es sólo un mero trámite que, por lo menos, tenemos que hacer una vez al año. Pero también los hay quienes creen que es un pasar por debajo del grifo de agua y salir limpio para volver a ensuciarnos, y por eso abusan de la confesión.
La confesión es mucho más que eso y por eso no podemos dejar de encontrarnos con el Señor en ese hermoso (aunque nos cueste) momento, porque a pesar de que cuando voy a confesarme veo a un hombre pecador como yo, mi fe me dice que ahí está Jesús, esperándome para escuchar, esperándome para aconsejar, esperándome para lavar mi corazón y mi alma, y quitarme el peso que me agobiaba, y con Su Gracia devolver la frescura y la belleza original a mi alma.
¿Por qué digo verdadera y real confesión? Porque muchas veces parece que no sé qué confesar, voy como un autómata a decir cosas ciertas pero no desde el corazón, y a Jesús tengo que darle el dolor de mis pecados, la angustia de que me duele haber dejado de lado el Amor de Dios y haber tomado una camino que no era Su Camino, haber vivido momentos que no eran propios de un hijo de Dios, momentos que no me ayudaban a crecer en santidad. Porque cuando sentimos el dolor de nuestros pecados es cuando más necesitamos del médico que nos alivie, que nos cure, que nos salve.
Es en ese momento en el que la Gracia vuelve a mi vida; es el momento en que el Espíritu Santo al lavar mis pecados me perfuma con el suave olor de sus dones y me envuelve con perfume de la santidad. No dejemos que esos momentos pasen por nuestra vida sin vivirlos intensamente, sino pidamos al Señor la Gracia de que cada confesión sea un momento de encuentro extraordinario con Él, para que nuestra vida no caiga en la rutina de lo ordinario, sino que en lo ordinario de nuestros días sea una vida extraordinaria que vaya dejando a su paso el hermoso aroma de la santidad.
Entonces, venid y litigaremos - dice el Señor-.
Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana".
El consuelo del Señor nunca se deja esperar, siempre está ahí esperándonos para que podamos resolver nuestros conflictos, para limpiar nuestro pecados, para sanar nuestras heridas. Siempre espera.
Siempre espera que nos demos cuenta de que hemos equivocado el camino, que hemos dejado de lado la gracia, el amor, la verdad, la justicia, la fidelidad; porque cuando reconocemos nuestro error y nuestra debilidad, y con un "corazón contrito y humillado" vamos a Él, Él nos perdona, nos purifica y Su Gracia nos renueva y fortalece para poder volver al Camino de Su Voluntad.
Muchas veces no comprendemos el valor de una real y verdadera confesión, porque hemos perdido el gusto de recibir su Gracia y Fortaleza, y creemos que confesarnos es sólo un mero trámite que, por lo menos, tenemos que hacer una vez al año. Pero también los hay quienes creen que es un pasar por debajo del grifo de agua y salir limpio para volver a ensuciarnos, y por eso abusan de la confesión.
La confesión es mucho más que eso y por eso no podemos dejar de encontrarnos con el Señor en ese hermoso (aunque nos cueste) momento, porque a pesar de que cuando voy a confesarme veo a un hombre pecador como yo, mi fe me dice que ahí está Jesús, esperándome para escuchar, esperándome para aconsejar, esperándome para lavar mi corazón y mi alma, y quitarme el peso que me agobiaba, y con Su Gracia devolver la frescura y la belleza original a mi alma.
¿Por qué digo verdadera y real confesión? Porque muchas veces parece que no sé qué confesar, voy como un autómata a decir cosas ciertas pero no desde el corazón, y a Jesús tengo que darle el dolor de mis pecados, la angustia de que me duele haber dejado de lado el Amor de Dios y haber tomado una camino que no era Su Camino, haber vivido momentos que no eran propios de un hijo de Dios, momentos que no me ayudaban a crecer en santidad. Porque cuando sentimos el dolor de nuestros pecados es cuando más necesitamos del médico que nos alivie, que nos cure, que nos salve.
Es en ese momento en el que la Gracia vuelve a mi vida; es el momento en que el Espíritu Santo al lavar mis pecados me perfuma con el suave olor de sus dones y me envuelve con perfume de la santidad. No dejemos que esos momentos pasen por nuestra vida sin vivirlos intensamente, sino pidamos al Señor la Gracia de que cada confesión sea un momento de encuentro extraordinario con Él, para que nuestra vida no caiga en la rutina de lo ordinario, sino que en lo ordinario de nuestros días sea una vida extraordinaria que vaya dejando a su paso el hermoso aroma de la santidad.
lunes, 2 de marzo de 2015
Seguir amando
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»
Un pequeño párrafo del Evangelio que condensa todo un estilo de vida, un estilo de vida marcado por la semejanza a nuestro Padre Celestial, y nuestra aceptación del Camino que nos lleva a la Vida. Además, al comenzar esta segunda semana de Cuaresma es un buen tema para tenerlo en cuenta: las obras de misericordia, pues compasión y misericordia van por el mismo camino.
También es cierto que muchas veces esperamos que lo bueno que hacemos por los demás, lo podamos recibir en agradecimiento, en buenos tratos, etc. Pero nos olvidamos que también tratamos con personas que no siempre tienen esas reacciones, que, como nosotros, tienen el pecado original incorporado y no se dan cuenta de que pueden ser agradecidos, comprensivos, compasivos. Y, así, la falta de generosidad o de gratitud de nuestros más cercanos (o lejanos) nos decepciona, nos crea desesperanza y, más de una vez, dejamos de ser compasivos y misericordiosos, ya que con nosotros no lo es nadie.
Pero nos olvidamos el más importante pues a Dios nadie le gana en generosidad, y Él será quien nos devuelva todo aquello que hemos dado, y nos pague de acuerdo a la medida que hemos usado para dar, o para no dar.
Si bien es cierto que todos necesitamos de los gestos de compasión, comprensión, cariño, misericordia, gratitud de nuestros hermanos, sabemos que los mejores y más grandes gestos los tenemos de parte de nuestro Padre del Cielo, porque conocemos que su Amor es Infinito y siempre nos brinda más de lo que necesitamos. Claro está que no siempre llegamos a ver, sentir o apreciar lo que Dios Padre hace por nosotros, porque estamos muy ocupados en otras cosas, o con otros sentimientos que nuestro corazón está cerrado a los pequeños gestos, no sólo de Dios, sino también de nuestros hermanos.
Lo se, se que es difícil estar atentos a los pequeños gestos, a las pequeñas caricias. Es por eso que no debemos medir lo que hacemos, no pensemos si hemos dado esto o lo otro, o cuántas veces hemos perdonado. Sólo vivamos en una actitud constante de amor que nos libere de toda opresión de esperar devolución, de esperar algo a cambio, porque sabemos que nuestro Padre que ve en lo secreto nos recompensará más de lo que pueden darnos los hombres, y así el corazón descansa tranquilo y seguro porque ha intentado ser Fiel al Amor.
Y cuando se ama de verdad el mejor regalo es seguir amando.
- «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»
Un pequeño párrafo del Evangelio que condensa todo un estilo de vida, un estilo de vida marcado por la semejanza a nuestro Padre Celestial, y nuestra aceptación del Camino que nos lleva a la Vida. Además, al comenzar esta segunda semana de Cuaresma es un buen tema para tenerlo en cuenta: las obras de misericordia, pues compasión y misericordia van por el mismo camino.
También es cierto que muchas veces esperamos que lo bueno que hacemos por los demás, lo podamos recibir en agradecimiento, en buenos tratos, etc. Pero nos olvidamos que también tratamos con personas que no siempre tienen esas reacciones, que, como nosotros, tienen el pecado original incorporado y no se dan cuenta de que pueden ser agradecidos, comprensivos, compasivos. Y, así, la falta de generosidad o de gratitud de nuestros más cercanos (o lejanos) nos decepciona, nos crea desesperanza y, más de una vez, dejamos de ser compasivos y misericordiosos, ya que con nosotros no lo es nadie.
Pero nos olvidamos el más importante pues a Dios nadie le gana en generosidad, y Él será quien nos devuelva todo aquello que hemos dado, y nos pague de acuerdo a la medida que hemos usado para dar, o para no dar.
Si bien es cierto que todos necesitamos de los gestos de compasión, comprensión, cariño, misericordia, gratitud de nuestros hermanos, sabemos que los mejores y más grandes gestos los tenemos de parte de nuestro Padre del Cielo, porque conocemos que su Amor es Infinito y siempre nos brinda más de lo que necesitamos. Claro está que no siempre llegamos a ver, sentir o apreciar lo que Dios Padre hace por nosotros, porque estamos muy ocupados en otras cosas, o con otros sentimientos que nuestro corazón está cerrado a los pequeños gestos, no sólo de Dios, sino también de nuestros hermanos.
Lo se, se que es difícil estar atentos a los pequeños gestos, a las pequeñas caricias. Es por eso que no debemos medir lo que hacemos, no pensemos si hemos dado esto o lo otro, o cuántas veces hemos perdonado. Sólo vivamos en una actitud constante de amor que nos libere de toda opresión de esperar devolución, de esperar algo a cambio, porque sabemos que nuestro Padre que ve en lo secreto nos recompensará más de lo que pueden darnos los hombres, y así el corazón descansa tranquilo y seguro porque ha intentado ser Fiel al Amor.
Y cuando se ama de verdad el mejor regalo es seguir amando.
domingo, 1 de marzo de 2015
El encuentro nos hace fuertes en la fe
"Dios le dijo:
-«Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré.»
La relación de Abrahám con Dios era tan fuerte, tan real que no dudó Abrahám, en todo momento de su vida, obedecer, porque sabía a quién escuchaba y en quién confiaba.
Hoy le diríamos que estaba loco, que esas decisiones no se toman, no se puede hacer semejante sacrificio. Pero él lo hizo, porque sabía en quién había puesto su confianza, y que aquello que Dios le había prometido a lo largo de su vida jamás se lo quitaría, sino que le daría lo necesario para conservarlo.
Y así fue. En el momento justo Dios mandó a su ángel para que Abraham no sacrificase a Isaac, y en cambio por ese acto heroico de fe la promesa fue mucho mayor, y Dios cumplió con su promesa.
¡¿Cuánto nos falta aún para poder llegar a tener la fe de Abraham?! O mejor, cuánto nos falta para vivir la fe como Abraham. Porque no es que no tengamos la fe de Abraham, sino que no hemos madurado en la relación con Dios como Abraham, no hemos madurado nuestra fe en la aceptación de la Voluntad de Dios como Abraham.
Seguro que muchos han tenido que aceptar la Cruz que Dios les pedía vivir, pero ¿cuándo la aceptaron? Porque, muchas veces, en el momento en que Dios nos presenta un sacrificio no decimos ¡Sí, Señor acepto! Sino que nos planteamos el ¿por qué a mí, Señor?
Sabiendo esta realidad Jesús, luego de mostrarles a los apóstoles cuál iba a ser su final los llevó a la cima del monte y se transfiguró delante de ellos, se mostró tal cuál era Él, con toda su gloria y dignidad, y el Padre confirmaba con su Voz que Él era su Hijo amado. Pero no les bastó a los apóstoles conocer la divinidad de Jesús, pues en el momento de la Cruz ninguno de ellos estaba junto a Jesús, todo habían escapado al Sacrificio de la Cruz. Aún el Espíritu no estaba en ellos.
Si unimos estas dos podríamos pensar que aún necesitamos más experiencia de Dios para poder aceptar, como una fe heroica, todo aquello que el Padre quiera o permita en nuestras vidas. Y somos nosotros, cada uno de nosotros, los que tenemos la decisión de ponernos en marcha para madurar nuestra relación con Dios, para meditar su Palabra, para escuchar a Su Hijo, para experimentar el Gran Amor y Su Gloria, para experimentar el deseo de no apartarnos nunca de su lado, experimentar el deseo de hacer un lugar en dónde Él se pueda quedar cerca porque "¡qué bien estamos aquí, Señor! Hagamos tres tiendas".
Sí, necesitamos nuestras subidas constantes al Monte del Señor para aprender a estar con Él en la soledad de la cima, en la soledad de la oración, para que no sólo se transfigure frente a nosotros, sino que nos transforme a nosotros a su imagen, según su Corazón.
-«Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré.»
La relación de Abrahám con Dios era tan fuerte, tan real que no dudó Abrahám, en todo momento de su vida, obedecer, porque sabía a quién escuchaba y en quién confiaba.
Hoy le diríamos que estaba loco, que esas decisiones no se toman, no se puede hacer semejante sacrificio. Pero él lo hizo, porque sabía en quién había puesto su confianza, y que aquello que Dios le había prometido a lo largo de su vida jamás se lo quitaría, sino que le daría lo necesario para conservarlo.
Y así fue. En el momento justo Dios mandó a su ángel para que Abraham no sacrificase a Isaac, y en cambio por ese acto heroico de fe la promesa fue mucho mayor, y Dios cumplió con su promesa.
¡¿Cuánto nos falta aún para poder llegar a tener la fe de Abraham?! O mejor, cuánto nos falta para vivir la fe como Abraham. Porque no es que no tengamos la fe de Abraham, sino que no hemos madurado en la relación con Dios como Abraham, no hemos madurado nuestra fe en la aceptación de la Voluntad de Dios como Abraham.
Seguro que muchos han tenido que aceptar la Cruz que Dios les pedía vivir, pero ¿cuándo la aceptaron? Porque, muchas veces, en el momento en que Dios nos presenta un sacrificio no decimos ¡Sí, Señor acepto! Sino que nos planteamos el ¿por qué a mí, Señor?
Sabiendo esta realidad Jesús, luego de mostrarles a los apóstoles cuál iba a ser su final los llevó a la cima del monte y se transfiguró delante de ellos, se mostró tal cuál era Él, con toda su gloria y dignidad, y el Padre confirmaba con su Voz que Él era su Hijo amado. Pero no les bastó a los apóstoles conocer la divinidad de Jesús, pues en el momento de la Cruz ninguno de ellos estaba junto a Jesús, todo habían escapado al Sacrificio de la Cruz. Aún el Espíritu no estaba en ellos.
Si unimos estas dos podríamos pensar que aún necesitamos más experiencia de Dios para poder aceptar, como una fe heroica, todo aquello que el Padre quiera o permita en nuestras vidas. Y somos nosotros, cada uno de nosotros, los que tenemos la decisión de ponernos en marcha para madurar nuestra relación con Dios, para meditar su Palabra, para escuchar a Su Hijo, para experimentar el Gran Amor y Su Gloria, para experimentar el deseo de no apartarnos nunca de su lado, experimentar el deseo de hacer un lugar en dónde Él se pueda quedar cerca porque "¡qué bien estamos aquí, Señor! Hagamos tres tiendas".
Sí, necesitamos nuestras subidas constantes al Monte del Señor para aprender a estar con Él en la soledad de la cima, en la soledad de la oración, para que no sólo se transfigure frente a nosotros, sino que nos transforme a nosotros a su imagen, según su Corazón.
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