martes, 30 de abril de 2019

Un solo corazóon y una sola alma

"El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común.
Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y se los miraba a todos con mucho agrado".
"El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma", que hermosa frase para hacerla realidad en nuestras comunidades cristianas, porque ese es el Ideal que tenemos que alcanzar: ser un sólo corazón y una sola alma. Sí, es lo que se dice de los matrimonios cuando se casan: sean un sólo corazón y una sola alma, y, sin embargo, Dios lo ha dejado escrito porque era lo que vivían los primeros cristianos, y es lo que Jesús quiso que quede como Ideal de vida para nosotros: "sed Uno, como el Padre y yo somos uno, para que el mundo crea".
Pero ¿cómo poder alcanzar tal unidad entre personas tan diferentes y con tantos pecados y errores? Jesús mismo nos lo dice cuando se lo dice a Nicodemo:
«Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».
Nacer de lo alto, hacer un cambio radical en nuestras vidas al sabernos hijos de Dios. Necesitamos cambiar nuestra manera de pensar y de vivir porque ya no somos sólo hombres, varones y mujeres, sino que somos hijos de Dios en los que no hay distinción de colores, razas o lenguas, sino que todos hemos sido redimidos y configurados, por el bautismo, como hijos de Dios.
Cuando descubrimos esa realidad de que todos somos Uno en el Señor, ya tendríamos que dejar de pensar que uno es más que otro, o que este o aquél tienen que ser así o asá, o... porque las diferencias y los recelos entre nosotros los provoca el espíritu de este mundo, y el Príncipe de este mundo que es Satanás, y cuando dejamos que las divisiones y la mentira entren en nuestros corazones y en nuestras comunidades, entonces ya no somos un solo corazón y una sola alma, sino que somos un conjunto de personas que no saben qué es lo que tienen que vivir.
«¿Tú eres maestro en Israel, y no lo entiendes? En verdad, en verdad re digo; hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os hablo de las cosas terrenas y no me creéis, ¿cómo creeréis si os hable de las coas celestiales? Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre".
A veces nos creemos los más sabios e inteligentes porque hemos aprendido y sabemos muchas cosas, pero lo más importante que tenemos que vivir no sabemos cómo: amarnos unos a otros como Jesús nos ha amado. Esa parte del evangelio se nos pasa de largo y se nos olvida muy frecuentemente, por eso nunca llegamos al Ideal de las primeras comunidades cristianas. Será cuestión no de aprender tantas cosas, sino de comenzar a vivir lo que el Señor nos dejó por escrito...

lunes, 29 de abril de 2019

Gusté y ví

Del Diálogo de santa Catalina de Siena, virgen, Sobre la divina providencia

    ¡Oh Divinidad eterna, oh eterna Trinidad, que por la unión con tu divina naturaleza hiciste de tan gran precio la sangre de tu Hijo unigénito! Tú, Trinidad eterna, eres como un mar profundo, en el que cuanto más busco más encuentro, y cuanto más encuentro más te busco. Tú sacias el alma de una manera en cierto modo insaciable, ya que siempre queda con hambre y apetito, deseando con avidez que tu luz nos haga ver la luz, que eres tú misma.
    Gusté y vi con la luz de mi inteligencia, ilustrada con tu luz, tu profundidad insondable, Trinidad eterna, y la belleza de tus creaturas: por esto, introduciéndome en ti, ví que era imagen tuya, y esto por un don que tú me has hecho, Padre eterno, don que procede de tu poder y de tu sabiduría, sabiduría que es atribuida por apropiación a tu Unigénito. y el Espíritu Santo, que procede de ti, Padre, y de tu Hijo, me dio una voluntad capaz de amar.
    Porque tú, Trinidad eterna, eres el hacedor, y yo la hechura: por esto he conocido con la luz que tú me has dado, al contemplar cómo me has creado de nuevo por la sangre del Hijo único, que estás enamorado de la belleza de tu hechura.
    ¡Oh abismo, oh Trinidad eterna, oh Divinidad, oh mar profundo!: ¿qué don más grande podías otorgarme que el de ti mismo? Tú eres el fuego que arde constantemente sin consumirse; tú eres quien consumes con tu calor todo amor del alma a sí misma. Tú eres, además, el fuego que aleja toda frialdad, e iluminas las mentes con tu luz, esta luz con la que me has dado a conocer tu verdad.
    En esta luz, como en un espejo, te veo reflejado u ti, sumo bien, bien sobre todo bien, bien dichoso, bien in. comprensible, bien inestimable, belleza sobre toda belleza, sabiduría sobre toda sabiduría: porque tú eres la misma sabiduría, tú el manjar de los ángeles, que por tu gran amor te has comunicado a los hombres.
    Tú eres la vestidura que cubre mi desnudez, tú sacias nuestra hambre con tu dulzura, porque eres dulce sin mezcla de amargor, ¡oh Trinidad eterna!

domingo, 28 de abril de 2019

Dichoso por creer

La incredulidad, muchas veces, nos obliga a obligar a otros a encontrar pruebas de lo que están diciendo o de lo que quieren decir. Y eso es un riesgo para el incrédulo, pues cuando esas pruebas lleguen tendría que creer, o por lo menos abrirse a la posibilidad de creer. Por eso, cuando alguien dice que no cree en Dios (lo pongo como ejemplo) en realidad está creyendo, porque para decir que algon o existe tengo que saber que existe, porque ¿cómo niego lo que no existe? Si no existe no tengo necesidad de negarlo... pero bueno.. eso es para generar lío...
Pero así le pasó a Tomás, no le creyó a los discípulos que Jesús estaba resucitado y pidió una prueba: "si no meto los dedos en los agujeros de las manos y la mano en el costado, no lo creeré". Y así lo obligó a Jesús mostrarse. Pero también hubo para él una breve represalia: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Porque es fácil creer cuando todo es evidente, en realidad cuando algo es evidente no tengo que creer, no necesito fe, sino que lo estoy viendo, pero sí necesitamos fe los que hemos creído en Jesús Resucitado sin verlo, porque hemos creído en la palabra de aquellos que lo vieron. Por eso, la bienaventuranza que le dijo Jesús a Tomás, es en realidad para cada uno de nosotros:
«¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto»
Y ¿por qué somos dichosos por creer? ¿Qué ha representaado en nuestras vida el creer en Jesús Resucitado? ¿Nuestra vida puede seguir siendo la misma aunque pierda la fe? ¿Si me dijeran que todo esto es mentira, seguiría creyendo?
Sí, son cosas que surgen en la cabeza a medida que voy escribiendo. Pero son preguntas que la gente se hace, también, sobre nosotros los creyentes, porque, en realidad, hay algunos que no aparentamos creer en Cristo Resucitado ¿por qué? Porque nuestra vida no es Vida Nueva, no es Vida de Discípulo de Cristo, sino que vivimos mundanamente nuestra fe, o, mejor dicho, nos dejamos llevar por las cosas del mundo, y tenemos como un "plus" el ser cristianos.
La Resurrección de Cristo cambió por completo la vida de los discípulos, cambió por completo la vida en el mundo, pero, a veces, parece que no cambia por completo nuestra vida. Por eso ¿es verdad que soy dichoso por creer en Cristo Resucitado? ¿Soy bienaventurado por ser cristiano? ¿En qué se nota la alegría pascual en mi vida?

sábado, 27 de abril de 2019

Obediencia a Dios

"Pero Pedro y Juan les replicaron diciendo:
«¿Es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a él? Juzgadlo vosotros. Por nuestra parte no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído».
La obediencia a Dios es un aspecto de nuestra vida cristiana que no siempre ponemos en práctica, y no porque Jesús no nos haya enseñado a vivirla, sino porque no lo vemos como algo propio de nuestra vida porque nos basta el "cumplir" con formas, y no con lo más profundo y esencial que Jesús vivió y enseñó: "por medio del sufrimiento, siendo hijo, aprendió lo que significa obedecer".
Y ¿qué es obedecer? Es, primero, saber escuchar. Sí, parece algo sencillo, pero no lo es. Porque para saber escuchar tengo que estar con todo mis sentidos puestos ante quien me está hablando, en este caso, saber que Dios es mi Padre y que es Él quien me está diciendo algo que debo poner en práctica en mi vida. Pero no siempre estoy dispuesto a escuchar, porque, como dice el refrán, "no hay peor sordo que el que no quiere oir". Muchas veces no escuchamos porque estamos escuchándonos a nosotros mismos, a nuestro querer o no querer, a nuestras ganas, a nuestros instintos... Y por eso, no siempre estamos con los sentidos puestos en quien nos está hablando, porque, como dicen, a veces, nuestros padres: "hablo yo o pasa un tren...".
Saber que soy hijo y que Dios es Padre, es el primer paso para decidirme a renunciar a mi YO para poder aceptar Su Voluntad. Y es en ese momento cuando "apunto" mis oídos a Su Palabra y me dispongo a ser Fiel a Su Palabra. Y ahí viene el segundo paso: habiendo escuchado Su Palabra, sabiendo cúal es Su Voluntad, es ese el momento en que me decido a decir que Sí o No. Y ese el momento más difícil de nuestra vida de fe, cuando tengo que decidir si soy Fiel o no, si soy Obediente a Dios o no. Pero es una decisión totalmente personal y libre. Dios no me obliga a ser obediente, pero sí me pide que sea "coherente" en mi vida, pues si digo que soy hijo de Dios ¿a quién he de obedecer?
Por eso, Jesús nos enseñó a ser Hijo, y los apóstoles, después de Pentecostés, nos enseñaron, también, que, primero, está la obediencia a Dios para poder ser Fieles testigos de la Resurrección de Jesús.
No es tarea fácil, pero tenemos que dar una respuesta clara: "que tu sí sea sí y que tu no sea no" no dice el Señor en el evangelio, porque la tibieza de los cristianos es lo que hace que la imagen de Dios vaya desapareciendo de la vida cotidiana, pues somos los cristianos quienes mostramos al mundo el verdadero rostro de Dios.

viernes, 26 de abril de 2019

Revestidos de Cristo

De las Catequesis de Jerusalén

    Bautizados en Cristo y habiéndoos revestido de Cristo, habéis adquirido una condición semejante a la del Hijo de Dios. Pues Dios, que nos predestinó a la adopción de hijos suyos, nos hizo conformes al cuerpo glorioso de Cristo. Por esto, hechos partícipes de Cristo (que significa Ungido), no sin razón sois llamados ungidos; y es refiriéndose a vosotros que dijo el Señor: No toquéis a mis ungidos.
    Fuisteis hechos cristos (o ungidos) cuando recibisteis el signo del Espíritu Santo; todo se realizó en vosotros en imagen, ya que sois imagen de Cristo. Él, en efecto, al ser bautizado en el río Jordán, salió del agua, después de haberle comunicado a ella el efluvio fragante de su divinidad, y entonces bajó sobre él el Espíritu Santo en persona, y se posó sobre él como sobre su semejante.
    De manera similar vosotros, después que subisteis de la piscina bautismal, recibisteis el crisma, símbolo del Espíritu Santo con que fue ungido Cristo. Respecto a lo cual, Isaías, en una profecía relativa a sí mismo, pero en cuanto que representaba al Señor, dice: El Espíritu del Señor está sobre mi, porque el Señor me ha ungido; me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres.
    Cristo no fue ungido por los hombres con aceite o ungüento material, sino que el Padre, al señalarlo como salvador de todo el mundo, lo ungió con el Espíritu Santo. Como dice Pedro: Dios ungió a Jesús de Nazaret con poder del Espíritu Santo; y en los salmos de David hallamos estas palabras: Tu trono, ¡oh Dios!, permanece para siempre; cetro de rectitud es tu cetro real; has amado la justicia y odiado la impiedad: por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros.
    El Señor fue ungido con un aceite de júbilo espiritual, esto es, con el Espíritu Santo, el cual es llamado aceite de júbilo porque es el autor del júbilo espiritual; pero vosotros, al ser ungidos materialmente, habéis sido hechos partícipes de la naturaleza de Cristo.
    Por lo demás. no pienses que es éste un ungüento común y corriente. Pues, del mismo modo que el pan eucarístico, después de la invocación del Espíritu Santo, no es pan corriente, sino el cuerpo de Cristo, así también este santo ungüento, después de la invocación, ya no es un ungüento simple o común, sino el don de Cristo y del Espíritu Santo, ya que realiza, por la presencia de la divinidad, aquello que significa. Tu frente y los sentidos de tu cuerpo son ungidos simbólicamente y, por esta unción visible de tu cuerpo, el alma es santificada por el Espíritu Santo, dador de vida.

jueves, 25 de abril de 2019

Somos testigos

"Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.
Ahora bien, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer".
Cuando Pedro le habla a la gente de su tiempo le reprocha el haber entregado a Jesús en las manos de las autoridades para darle muerte, pero también les habla de la ignorancia que tenían para actuar de esa manera. Una ignorancia que utiliza Dios Padre para llevar adelante "Su Plan" de Salvación, un plan de salvación que ya había anunciado desde los Profetas pero que, también a los apóstoles, se les había olvidado que debía ocurrir.
Pedro cuando les reprocha la ignorancia que tuvo el pueblo lo hace desde su propia conciencia de haber sido capaz de traicionar a Jesús con sus negaciones, pero, también, seguramente, recordando que él mismo se había olvidado de lo que Jesús les había anunciado varias veces:
"Y les dijo:
«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí»
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y les dijo:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».
Nos toca, muchas veces, ayudar a los demás a entender cosas o situaciones que nosotros mismos no habíamos comprendido o recordado, pero cuando el Señor nos "abre el entendimiento" para aceptar tal o cual situación, es para que podamos ser testigos y ayudar a los demás a encontrar el Camino. No nos abre el entendimiento para hacer superiores a los demás, sino para servir a los demás y ayudarlos a comprender.
"Vosotros sois testigos de esto". Sí, somos testigos del Plan de Salvación del Padre, somos testigos del Amor de Dios por nosotros, somos testigos del misterio de la Fe... y tenemos la misión de anunciar a todos los hombres para que los que quieran encuentren el Camino hacia Dios. Haciéndoles ver que un día, también nosotros, estuvimos ciegos ante la Verdad y pudimos reconocer nuestro error y pecado y alcanzamos la alegría de la Salvación.

miércoles, 24 de abril de 2019

El tesoro de la FE

"Pero Pedro le dijo:
«No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y anda».
"Llevamos un tesoro en vasijas de barro", es lo que diría san Pablo, y es cierto, el Don de la Fe que llevamos en nuestro corazón es un tesoro para muchos, aunque nosotros, a veces, no lo reconozcamos. En este pasaje de los Hechos de los Apóstoles vemos cómo Pedro lo único que tiene para ofrecerle al lisiado es la fe en Jesucristo, y es esa fe la que obra el milagro.
Es cierto que nosotros ya no haremos los milagros que hacían los apóstoles: no resucitaremos a los muertos, no daremos a los ciegos la vista, no sanaremos a los lisiados; pero sí podemos dar luz a los que no encuentran el camino, ni el sentido de sus vidas; sembrar la esperanza en aquellos que la han perdido; sanar los corazones heridos por la envidia, el orgullo o el pecado; y tantos milagros que podemos hacer si somos capaces de compartir nuestra fe. Y, sobre todo, no dejándo que el pecado del mundo penetre en nuestros corazones, ser, en definitiva sembrados de fe, esperanza y caridad, que es lo que necesita el mundo de hoy.
Pero nuestra siembra tiene que ser en Verdad, porque el Padre de la mentira sigue sembrando, constantemente, la semilla de la maldad en todos los corazones, sigue contagiando con la mentira, y todos los pecados a todos los corazones, y, muchas veces, nos dejamos llevar por los "cuentos" que nos llegan y en lugar de iluminar oscurecemos, en lugar de llevar paz sembramos discordia, en lugar de dar esperanza la negamos. Y así los hijos de la Luz que somos los cristianos no iluminamos el Camino hacia la Vida, la Verda y la Luz, sino que indicamos erróneamente el camino.
No nos dejemos invadir por la desesperanza, como le pasó a los discípulos de Emaús, que por no creer a los que les contaban la verdad del resucitado se volvían a sus casas con la oscuridad de la amargura, y, por eso, no podían descubrir a Jesús que caminaba junto a ellos. Por eso mismo Jesús les dice: «¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrará así en su gloria?»
La vida de fe es capaz de iluminar hasta la mayor oscuridad de la muerte, pero para ello tenemos que saber entender y creer en la Sagrada Escritura, en lo que nos fue anunciado y en lo que Jesús mismo vivió y nos pidió vivir. No cerremos nuestro corazón a la Luz del Espíritu, sino dejémonos iluminar por aquellos que nos traen buenas noticias, y no sólo tengamos oídos para aquellos que nos traen la maldad, la mentira y nos muestran el camino para alejarnos del Señor.
No somos como Tomás que no sabemos el Camino, sino que sabemos Quién es el que nos llamó a recorrer este Camino, y sabemos que Él camina con nosotros, entonces, valoremos como es debido el tesoro de fe que llevamos, que nos dejó en nuestro corazón y sepamos compartirlo con aquellos que más lo necesiten.

martes, 23 de abril de 2019

Las lágrimas no dejan ver

El dolor de la Cruz, y el escándalo de la muerte en Cruz, hizo que los apóstoles y los discípulos no se acordaran de las Palabras de Jesús, que, muchas veces antes les había anunciado: "el Hijo del Hombre será entregado en mano de los hombres y los crucificarán y al tercer día resucitará".
Y así sigue sucediendo: el escándalo de la Cruz, el miedo al dolor nos hace perder el contexto de nuestra fe, la fuerza de la esperanza, y nos ciegan las lágrimas para ver lo que el Señor tiene para decirnos y nos impide ver la realidad que eso implica en nuestras vidas.
Las lágrimas no le permitieron a María ver a los ángeles en el sepulcro, ni reconocer a Jesús resucitado que le estaba hablando, sino hasta el momento en que Jesús la llama por su nombre.
Aunque el dolor nos traspase el corazón y el escándalo de la Cruz no nos deje ver, no permitamos que las lágrimas nos impidan descubrir el mensaje que el Señor tiene para nosotros, porque en ese momento es cuando llegamos a encontrar el sentido del misterio de la Fe, porque la Luz de la Fe nos ayudará a salir de nosotros mismos y buscar un sentido a lo que estamos viviendo, para que lo que el Señor nos enseñó nos ayude para volver a confiar, a tener esperanzas en que lo que estamos viviendo ya había sido anunciado, y ahora, confiando en Su Palabra podremos encontrar un nuevo Camino para seguir adelante.
Dios nos ha hablado por medio de los Profetas, y en el último tiempo por medio de Su Hijo, pero no siempre escuchamos Su Palabra porque vamos agobiados por nuestro propios planes y proyectos, porque creemos que lo nuestro siempre es más importante que la maduración en la FE, y así, cuando llega el momento de tener que poner en práctica La Palabra del Señor no podemos, porque no tenemos la fortaleza de la fe, ni la luz de la esperanza que el Señor había querido darnos y cómo nos había dicho que iban a ser las cosas.
Igualmente, si estamos atentos, siempre Él vendrá a nuestro auxilio, pero, debemos escucharlo, prestar atención a los gestos y signos que día a día nos va dando, para poder renocer en ellos lo que es para nosotros mismos. No permitir que la oscuridad de la Cruz nos ciegue de tal manera que no podamos entender el mensaje de salvación que Él ha querido darnos, sino estar abiertos a Su Palabra para alcanzar la conversión y la salvación.

lunes, 22 de abril de 2019

Ecomio de Cristo

De la Homilía de Melitón de Sardes, obispo, Sobre la Pascua

    Entendedlo, queridos hermanos: el misterio pascual es algo a la vez nuevo y antiguo, eterno y temporal, corruptible e incorruptible, mortal e inmortal.
    Antiguo según la ley, pero nuevo según la Palabra encarnada; temporal en la figura, eterno en la gracia; corruptible en cuanto a la inmolación del cordero, incorruptible en la vida del Señor; mortal por su sepultura bajo tierra, inmortal por su resurrección de entre los muertos.
    La ley, en efecto, es antigua, pero la Palabra es nueva; la figura es temporal, la gracia es eterna; el cordero es corruptible, pero incorruptible es el Señor, que fue inmolado como un cordero y resucitó como Dios.
    Dice la Escritura: Era como cordero llevado al matadero, y sin embargo no era ningún cordero; era como oveja muda, y sin embargo no era ninguna oveja. La figura ha pasado y ha llegado la realidad: en lugar del cordero está Dios, y en lugar de la oveja está un hombre, y en este hombre está Cristo, que lo abarca todo.
    Por tanto, la inmolación del cordero, la celebración de la Pascua y el texto de la ley tenían como objetivo final a Cristo Jesús, pues todo cuanto acontecía en la antigua ley se realizaba en vistas a él, y mucho más en la nueva ley.
    La ley, en efecto, se ha convertido en Palabra, y de antigua se ha convertido en nueva (y una y otra han salido de Sión y de Jerusalén); el precepto se ha convertido en gracia, la figura en realidad, el cordero en el Hijo, la oveja en un hombre y este hombre en Dios.
    El Señor, siendo Dios, se revistió de naturaleza humana, sufrió por nosotros, que estábamos sujetos al dolor, fue atado por nosotros, que estábamos cautivos, fue condenado por nosotros, que éramos culpables, fue sepultado por nosotros, que estábamos bajo el poder del sepulcro, resucitó de entre los muertos y clamó con voz potente: «¿Quién me condenará? Que se me acerque. Yo he librado a los que estaban condenados, he dado la vida a los que estaban muertos, he resucitado a los que estaban en el sepulcro. ¿Quién pleiteará contra mí? Yo soy Cristo -dice-, el que he destruido la muerte, el que he triunfado del enemigo, el que he pisoteado el infierno, el que he atado al fuerte y he arrebatado al hombre hasta lo más alto de los cielos: yo, que soy el mismo Cristo.
    Venid, pues, los hombres de todas las naciones, que os habéis hecho iguales en el pecado, y recibid el perdón de los pecados. Yo soy vuestro perdón, yo la Pascua de salvación, yo el cordero inmolado por vosotros, yo vuestra purificación, yo vuestra vida, yo vuestra resurrección, yo vuestra luz, yo vuestra salvación, yo vuestro rey. Yo soy quien os hago subir hasta lo alto de los cielos, yo soy quien os resucitaré y os mostraré el Padre que está en los cielos, yo soy quien os resucitaré con el poder de mi diestra.»

domingo, 21 de abril de 2019

Resucitemos como Niños

¡Feliz Pascua de Resurrección! ¡El Señor ha resucitado! ¡Cristo Vive!
Son las frases con las que hemos amanecido hoy. Son los saludos que otra vez volvemos a decir y volvemos a escuchar en nuestros oídos, y queremos que resuenen en nuestros corazones. Pero ¿qué significa para nosotros que resucitó? Como nos decía el evangelio de anoche y como lo dice el de hoy, los apóstoles no creyeron hasta que no vieron la tumba vacía. Nosotros que no hemos visto nada ¿creemos en la resurrección?
Anoche finalizaba la homilía diciendo que para creer en la Resurrección tenemos que tener un espíritu de niños, porque como lo dijo Jesús: "te alabo Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las has revelado a los pequeños de corazón. Sí, Padre, porque así lo has querido". Creer en Jesús resucitado es tener un corazón de niños, es haber crecido en una fe adulta que nos lleva, cada día, a ser más pequeños ante Dios, porque los misterios de la Fe no son cosa de adultos, no son cosa de autosuficientes que siempre quieren saber más y por eso, en ese saber más, descartan la posibilidad de tener un Padre Dios Todopoderoso.
Sí, hay que ser muy fuertes par ser ñiños en la fe porque eso implica tener que dejar de pensar como adulto, implica saber maravillarse por las pequeñas cosas y los pequeños gestos que Dios va obrando a nuestro alrededor, es creer sin ver, esperar sin saber, confiar sin tener más respuesta que el Amor del Padre.
Hoy y cada día tenemos que resucitara como Niños ante Dios, morir cada noche al adulto que vamos siendo y resucitar como niños en la Fe para que la Mano del Padre nos sostenga, para que el Amor del Hijo nos de esperanza y para que el Fuego del Espíritu nos encienda en una entrega total y radical para poder vivir en Fidelidad a la Vida Nueva que nos regaló el Padre por la muerte y resurrección del Hijo.
Sí, ¡Feices Pascuas! si hemos comprendido que no debemos dejar que los años nos vayan "matando" al niño que tiene que seguir madurando en la Fe para poder dejarse conducir por la Mano del Padre en el Camino de la Santidad.
¡Felices Pascuas de Resurrección! ¡Que nuestro Niño renazca a la Vida Nueva de Cristo!

sábado, 20 de abril de 2019

El descenso a la región de los muertos

De una antigua Homilía sobre el santo y grandioso Sábado

    ¿Qué es lo que pasa? Un gran silencio se cierne hoy sobre la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey está durmiendo; la tierra está temerosa Y no se atreve a moverse, porque el Dios hecho hombre se ha dormido Y ha despertado a los que dormían desde hace siglos. El Dios hecho hombre ha muerto y ha puesto en movimiento a la región de los muertos.
    En primer lugar, va a buscar a nuestro primer padre, como a la oveja perdida. Quiere visitar a los que yacen sumergidos en las tinieblas y en las sombras de la muerte; Dios y su Hijo van a liberar de los dolores de la muerte a Adán, que está cautivo, y a Eva, que está cautiva con él.
    El Señor hace su entrada donde están ellos, llevando en sus manos el arma victoriosa de la cruz. Al verlo, Adán, nuestro primer padre, golpeándose el pecho de estupor, exclama, dirigiéndose a todos: «Mi Señor está con todos vosotros.» Y responde Cristo a Adán: «y con tu espíritu.» Y, tomándolo de la mano, lo levanta, diciéndole: «Despierta, tú que duermes, Y levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo.
    Yo soy tu Dios, que por ti me hice hijo tuyo, por ti y por todos estos que habían de nacer de ti; digo, ahora, y ordeno a todos los que estaban en cadenas: "Salid", y a los que estaban en tinieblas: "Sed iluminados", Y a los que estaban adormilados: "Levantaos."
    Yo te lo mando: Despierta, tú que duermes; porque yo no te he creado para que estuvieras preso en la región de los muertos. Levántate de entre los muertos; yo soy la vida de los que han muerto. Levántate, obra de mis manos; levántate, mi efigie, tú que has sido creado a imagen mía. Levántate, salgamos de aquí; porque tú en mí y yo en ti somos una sola cosa.
    Por ti, yo, tu Dios, me he hecho hijo tuyo; por ti, siendo Señor, asumí tu misma apariencia de esclavo; por ti, yo, que estoy por encima de los cielos, vine a la tierra, y aun bajo tierra; por ti, hombre, vine a ser como hombre sin fuerzas, abandonado entre los muertos; por ti, que fuiste expulsado del huerto paradisíaco, fui entregado a los judíos en un huerto y sepultado en un huerto.
    Mira los salivazos de mi rostro, que recibí, por ti, para restituirte el primitivo aliento de vida que inspiré en tu rostro. Mira las bofetadas de mis mejillas, que soporté para reformar a imagen mía tu aspecto deteriorada. Mira los azotes de mi espalda, que recibí para quitarte de la espalda el peso de tus pecados. Mira mis manos, fuertemente sujetas con clavos en el árbol de la cruz, por ti, que en otro tiempo extendiste funestamente una de tus manos hacia el árbol prohibido.
    Me dormí en la cruz, y la lanza penetró en mi costado, por ti, de cuyo costado salió Eva, mientras dormías allá en el paraíso. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te sacará del sueño de la muerte. Mi lanza ha reprimido la espada de fuego que se alzaba contra ti.
    Levántate, vayámonos de aquí. El enemigo te hizo salir del paraíso; yo, en cambio, te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celestial. Te prohibí comer del simbólico árbol de la vida; mas he aquí que yo, que soy la vida, estoy unido a ti. Puse a los ángeles a tu servicio, para que te guardaran; ahora hago que te adoren en calidad de Dios.
    Tienes preparado un trono de querubines, están dispuestos los mensajeros, construido el tálamo, preparado el banquete, adornados los eternos tabernáculos y mansiones, a tu disposición el tesoro de todos los bienes, y preparado desde toda la eternidad el reino de los cielos.»

viernes, 19 de abril de 2019

El valor de la sangre de Cristo

De las Catequesis de san Juan Crisóstomo, obispo

    ¿Deseas conocer el valor de la sangre de Cristo? Remontémonos a las figuras que la profetizaron y recordemos los antiguos relatos de Egipto.
    Inmolad -dice Moisés- un cordero de un año; tomad su sangre y rociad las dos jambas y el dintel de la casa. «¿Qué dices, Moisés? La sangre de un cordero irracional ¿puede salvar a los hombres dotados de razón?» «Sin duda -responde Moisés-: no porque se trate de sangre, sino porque en esta sangre se contiene una profecía de la sangre del Señor.»
    Si hoy, pues, el enemigo, en lugar de ver las puertas rociadas con sangre simbólica, ve brillar en los labios de los fieles, puertas de los templos de Cristo, la sangre del verdadero Cordero, huirá todavía más lejos.
    ¿Deseas descubrir aún por otro medio el valor de esta sangre? Mira de dónde brotó y cuál sea su fuente. Empezó a brotar de la misma cruz y su fuente fue el costado del Señor. Pues muerto ya el Señor, dice el Evangelio, uno de los soldados se acercó con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió agua y sangre: agua, como símbolo del bautismo; sangre, como figura de la eucaristía. El soldado le traspasó el costado, abrió una brecha en el muro del templo santo, y yo encuentro el tesoro escondido y me alegro con la riqueza hallada. Esto fue lo que ocurrió con el cordero: los judíos sacrificaron el cordero, y yo recibo el fruto del sacrificio.
    Del costado salió sangre y agua. No quiero, amado oyente, que pases con indiferencia ante tan gran misterio, pues me falta explicarte aún otra interpretación mística. He dicho que esta agua y esta sangre eran símbolos del bautismo y de la eucaristía. Pues bien, con estos dos sacramentos se edifica la Iglesia: cón el agua de la regeneración y con la renovación del Espíritu Santo, es decir, con el bautismo y la eucaristía, que han brotado, ambos, del costado. Del costado de Jesús se formó, pues, la Iglesia, como del costado de Adán fue formada Eva.
    Por esta misma razón, afirma san Pablo: Somos miembros de su cuerpo, formados de sus huesos, aludiendo con ello al costado de Cristo. Pues del mismo modo que Dios formó a la mujer del costado de Adán, de igual manera Jesucristo nos dio el agua y la sangre salidas de su costado, para edificar la Iglesia. Y de la misma manera que entonces Dios tomó la costilla de Adán, mientras éste dormía, así también nos dio el agua y la sangre después que Cristo hubo muerto.
    Mirad de qué manera Cristo se ha unido a su esposa, considerad con qué alimento la nutre. Con un mismo alimento hemos nacido y nos alimentamos. De la misma manera que la mujer se siente impulsada por su misma naturaleza a alimentar con su propia sangre y con su leche a aquel a quien ha dado a luz, así también Cristo alimenta siempre con su sangre a aquellos a quienes él mismo ha hecho renacer.

jueves, 18 de abril de 2019

Haced lo mismo

"Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes".
"Hagan lo mismo que yo hice con ustedes", es una frase que nos queda siempre en la memoria y en el corazón, pero que, a la vez, es tan difícil de llevarla a cabo. No siempre podemos hacer lo que Jesús hizo, no siempre podemos servir al hermano como Él nos sirvió a nosotros y nos sirve a nosotros. No siempre... y es otra frase que se repite mucho en nuestra vida: no siempre podemos... Y es bueno que lo tengamos presente que no somos todopoderosos como lo es el Señor, y por eso recurrimos a Él, por eso Él se quedó en la Eucaristía para que podamos alimentarnos constantemente y "reforzar" el deseo y la intención de hacerlo todo bien.
Y lo que también tenemos que recordar es otra frase de Jesús: "sin mí no podeis hacer nada". ¿Por qué? Porque muchas veces creemos que vivir el Evangelio y alcazar la santidad (que tiene que ser nuestra intenciónd de todos los días) lo podemos hacer sin Él, sin Su Palabra, sin Su Cuerpo y Sangre, sin Su Gracia.
Hoy, Jueves Santo, nos disponemos a vivir una de las Celebraciones más bonitas del Triduo Pascual, porque en ella encontramos lo esencial de nuestra vida cristiana: una entrega, por amor, al servicio de los hermanos. El Amor de Jesús se hace testimonio, se hace Vida en la Eucaristía y se realiza en el servicio a los demás, un servicio que dignifica y fortalece, un servicio que enaltece y santifica, porque, como Él dijo: "ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros", es el mejor ejemplo de amor acerca de la humilad y del servicio.
No creernos tan grandes, sino hacernos grandes en el servicio a los demás. No creer que porque sí tenemos que estar por encima de los demás y hacer que los demás "sientan" que nosotros somos mejores, sino saber que para ser grandes, debemos hacernos pequeños; que para ser Maestros tenemos que enseñar.

miércoles, 17 de abril de 2019

Soy yo acaso, Señor?

"Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
«En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar».
Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
«¿Soy yo acaso, Señor?»
¿Cómo saber si seré yo quien lo entregue al Señor a la maldad de los hombres sin fe? ¿Cómo saber si no he sido yo quien lo ha entregado al Señor, quien lo ha traicionado?
¿Cómo no saber si seré yo quien lo vaya a traicionar una y otra vez al Señor? ¿Cómo no voy a saber si tengo en mi mente y en mi corazón traicionar mi fe, el amor de Jesús por mí?
Es la pregunta que, cada noche, tenemos que hacernos para saber cómo hemos vivido el día, pero también es una pregunta que nos tenemos que hacer al comenzar el día para tomar fuerzas para no traicionar al Señor. Porque la traición al Señor no es sólo de Judas, sino que muchas veces le damos la espalda y lo vendemos al Señor por mucho menos que Judas.
¿Soy yo acaso Señor? Eso no se lo puedo preguntar al Señor, soy yo quien lo tiene que saber. Soy yo quien sabe si he faltado a los mandamientos, si he faltado al amor, si he sido infiel a la Voluntad de Dios.
Y pensando en esto me surge algo que siempre ocurre, cuando nos vamos a confesar, algunos decimos: ¡ay padre! ayúdeme usted porque no sé qué decir... Pero... ¿cómo no voy a saber si he sido infiel, si he desobedecido a Dios, si he faltado al amor con los demás...? Y si no lo se es porque no he formado mi conciencia en función del evangelio, o soy tan inconsciente que me da lo mismo actuar de una forma que de otra.... ¿Soy yo acaso Señor?
Ya esa pregunta es una falta al Señor, y si el Señor me responde, como le dijo a Judas: "Tú lo has dicho", ¿qué responderé? ¿Qué actitud he de tomar frente a esa respuesta? ¿Lo has pensado? Porque siempre que hago una pregunta recibiré una respuesta ¿estoy dispuesto a escuchar lo que me respondan?

martes, 16 de abril de 2019

Con quién me identifico?

Un breve relato de la Última Cena, preparándonos para los días de mayor reflexión sobre la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, pero, sobre todo, relfexión sobre nuestra vida de apóstoles, de cristianos. Y aquí encontramos 4 personajes que nos pueden ayudar a espejar nuestra vida: Jesús, Juan, Pedro y Judas Iscariote.
Es claro que todos tenemos que espejarnos en Jesús, pues Él es el Camino, la Verdad y la Vida; él es nuestro mayor referente para saber si vamos caminando por el verdadero sendero o si nos hemos desnorteado y caminamos para dónde queremos y cómo queremos. Por eso los otres tres personas nos ayudarán a descubrir, también, algunas de nuestras formas de actuar.
San Juan, el discípulo amado, con la cabeza recostada sobre el pecho de Jesús, escuchando Su Palabra, y sobre todo, escuchando los latidos de su corazón, siendo acreedor del cariño del Señor y, sobre todo, de la confianza. Pero abusa de esta confianza cuando le hace caso a Pedro para "sacarle" al Señor quién es el traidor. Y ¿qué hace con esa información? ¿Ahora que sabe quién va a traicionar al Señor, qué actitiud toma? ¿Defiendo al Señor? ¿Ayuda a Judas? Ni una cosa ni la otra. No hizo nada.
Podemos parecernos a él en algún aspecto: gozamos de la confianza de alguien, pero nunca hacemos nada para defenderlo, o nunca hacemos nada para ayudar a otros de los que me he enterado que necesitaban ayuda para mejorar, para no equivocarse...
San Pedro, muy enérgico, pero también muy cotillas. Usa de San Juan para enterarse de algo que no se dio cuenta. Tanta energía y tanto valor, pero sin embargo no se enteró de lo que estaba planeando Judas Iscariote. Y ahora que sabía que era él quien iba a traicionar al Señor ¿qué hizo? Nada. Sin embargo, lleno de valor, le dijo al Señor: ¡yo nunca te traicionaré! Sin embargo cuando tuvo que dar la cara se calló y lo negó tres veces.
¿Nos parecemos en algo a este Pedro: muy valiente, pero también muy cobarde a la hora de actuar?
Judas Iscariote, seducido por Satanás actuó de una forma arbitraria. Tantas veces escuchó a Jesús decir: "mi alimento es hacer la Voluntad de mi Padre", que no pudo preguntarse cuál era la Voluntad de Dios, y actuó según su propia voluntad. Y aunque se equivocó igual hizo lo que Dios había planeado desde siempre. Pero, sobre todo, no tuvo confianza en el Señor para hablar con Él y preguntarle, pedirle ayuda para saber qué tenía que hacer.
¿Nos parecemos en algo a Judas? ¿Actuamos según nuestro criterio porque confiamos que siempre es un buen criterio? ¿Dejamos de lado la Voluntad de Dios esperando que sea Él quien siempre nos solucione los problemas?
Estos días son para meditar en la parte humana de los personajes, personajes que después de la resurrección y de pentecostés, revestidos del Espíritu Santo, serán verdaderos apóstoles discípulos del Señor.

lunes, 15 de abril de 2019

Judas o María? Gratitud o juicio?

"María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice:
«¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los pobres?».
Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando".
La avaricia, la vanidad o el orgullo nos juegan, muchas veces, malas pasadas. Creyendo que defendemos una verdad estamos defendiendo nuestros propios intereses. Es que nos creemos tan sabios y honestos porque estamos al lado de Jesús, que pensamos que ya somos tan justos como Él. Y no nos damos cuenta que nuestro pecado siempre se cuela en determinados momentos.
Así le ha pasado a Judas Iscariote, quiso "hacer quedar mal" a María por gastar tanto dinero que no se dio cuenta que estaba pensando sólo en él mismo. Y así su comentario se le volvió en su contra.
Hay argumentos que usamos para culpar a otros de malos actos que son los mismos que se podrían utilizar para juzgarnos a nosotros mismos. No somos nosotros quienes podemos ver las intenciones del corazón del hombre, sino que es Dios quien puede juzgar nuestras intenciones.
¿Qué le damos nosotros a Jesús? ¿Qué le ofrecemos en el día a día? Creemos que por ponernos a juzgar a todo el mundo de cómo vive y lo que hace ¿es lo que nos hace verdaderos discípulos del Señor?
"Jesús dijo:
«Déjala; lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
La actitud de Jesús fue muy diferente a la de Judas, miró al corazón de María, y al corazón de Judas, y tomó una decisión, porque el corazón de María estaba lleno de amor por Jesús, de agradecimiento por todo lo que le había dado, y, quizás, ese perfume caro era lo único que ella tenía para ofrecerle como acto de amor y gratitud.
A veces nosotros nos creemos los listos porque miramos las cosas que hacen otros, pero no nos damos cuenta que por tanto mirar a los otros nosotros no estamos haciendo nada por Jesús. Jesús no nos ha pedido que seamos los jueces de la humanidad, sino que seamos apóstoles, mensajeros del Mensaje de Salvación, instrumentos de paz en manos de Dios, que sepamos discernir entre el pecado y el pecador, que condenemos el pecado pero que salvemos al pecador, así como Él lo hizo. Ser jueces como el Señor es quizás lo más fácil, pero tener el corazón misericordioso que Él tiene no es tan fácil para nosotros. Forjemos un corazón como el de Jesús y luego podremos juzgar y discernir como Él lo hizo.

domingo, 14 de abril de 2019

Creo verdaderamente?

En las lecturas de hoy, Domingo de Ramos, podemos observar una diferencia en la vida de fe de los hombres, varones y mujeres, de aquél tiempo y de nuestro tiempo.
En el Evangelio de la bendición de ramos vamos a escuchar cómo la gente lo aclamaba a Jesús, al entrar en Jerusalen: ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosana al que viene el hijo de David!. Pero ¿porqué lo alababan tanato? ¿Porqué esa alegría de que llegaba Jesús? ¿Ya sabían que Él era el Mesías? No, no sabían que era el Mesías Salvador, lo habían conocido por la fama que se había extendido: había multiplicado los panes y los peces, había puesto verde a los Sumos Sacerdotes y a la jerarquía de Israel, había resucitado muertos, habia... hecho muchos milagros... en definitiva aclamaban a un hombre famoso que esperaban que fuera el nuevo Rey del Pueblo de Israel y los librase de los romanos. Lo que tenían no era fe, era una devoción por alguien famoso que esperaban que les diera algo que ellos mismos querían. Era sólo una expresión humana.
¿Por qué una expresión humana? Porque así como pusieron su esperanza en el hombre, esa esperanza se disolvió cuando lo vieron medio desnudo, coronado de espinas, lleno de sangre y torturado, cuando ya no tenía "ni aspecto humano" y se dejaron llevar por la voz de la envidia de los Sumos Sacerdotes y Escribas y Fariseos, y se pusieron a gritar junto a ellos: ¡crucifícalo! ¡Crucifícalo!.
Y es lo que nos pasa a nosotros, muchas veces, nuestra fe no es tan fuerte como para aceptar lo que no queremos aceptar, por eso en momentos de oscuridad o de cruz renegamos del Señor. En los momentos más difíciles, cuando el Señor nos exige radicalidad en nuestra entrega, ya no es tan grande mi devoció hacia Él, ya no confíio tanto en Él, ya no es el Dulce Jesús, el Amigo Jesús... ya no quiero saber nada con Él, cuando me muestra las exigencias del Evangelio.
En estos días, al acompañarlo en cada celebración y procesión, en cada momento de adoración y encuentro con el Señor, meditemos cómo es nuestra fe, si es realmente fe en el Mesías Salvador, o sólo tengo devoción hacia el que me puede dar lo que yo le pido. Si es sólo un amor de labios hacia afuera o si realmente he decidio seguirlo hasta el final, o por si las dudas me quedo a distancia para que no me sorprenda pidiéndome algo que no estoy dispuesto a darle.
En estos días mostraré realmente mi fe en el Señor, mi amor por Jesús, y mi Fidelidad a la Voluntad de Dios, siempre que sea capaz de seguirlo en todo momento, en cada procesión y en cada celebración Eucarística, para que pueda fortalecer y madurar mi fe, debo entregarme con todo mi ser a seguirlo, a caminar con Él y junto a Él, para que mi vida cristiana sea verdadera.

sábado, 13 de abril de 2019

Participemos plenamente en la Pascua

De las Disertaciones de san Gregorio de Nacianzo, obispo

    Es verdad que ahora celebraremos la Pascua todavía sacramentalmente; sin embargo, lo haremos ya con un conocimiento más claro que en la antigua ley (ya que la Pascua de la ley antigua era -no tengo reparo en decirlo- una figura más oscura que lo que representaba), y de aquí a poco la celebraremos de un modo más puro y perfecto, a saber: cuando aquel que es la Palabra beba con nosotros el vino nuevo en el reino de su Padre, dándonos la plena y clara inteligencia de lo que aquí nos enseñó de un modo más restringido. Decimos «nuevo», pues siempre resulta nuevo lo que se llega a comprender de una manera diferente.
    Y ¿en qué consiste esa bebida y esa manera nueva de percibir? Eso es lo que toca a él enseñar a sus discípulos, y a nosotros aprenderlo. Y la doctrina de aquel que alimenta es también alimento.
    Celebremos, pues, ahora también nosotros lo mismo que celebraba la ley antigua, pero no en un sentido literal, sino evangélico; de una manera perfecta, no imperfecta; de un modo eterno, no temporal. Sea nuestra capital no la Jerusalén terrena, sino la metrópoli celestial; quiero decir, no ésta que es ahora hollada por los ejércitos, sino la que es ensalzada por las alabanzas y encomios angélicos.
    Inmolemos no ya terneros y machos cabríos, que es cosa ya caducada y sin sentido, sino el sacrificio de alabanza, ofrecido a Dios en el altar del cielo, junto con los coros celestiales. Atravesemos el primer velo, no nos detengamos ante el segundo, contemplemos de lleno el santuario. y diré más todavía: inmolémonos nosotros mismos a Dios, inmolemos cada día nuestra persona y toda nuestra actividad, imitemos la pasión de Cristo con nuestros propios padecimientos, honremos su sangre con nuestra propia sangre, subamos con denuedo a la cruz.
    Si quieres imitar a Simón de Cirene, toma la cruz y sigue al Señor.
    Si quieres imitar al buen ladrón crucificado con él, reconoce honradamente su divinidad; y así como entonces Cristo fue contado entre los malhechores, por ti y por tus pecados, así tú ahora, por él, serás contado entre los justos. Adora al que por amor a ti pende de la cruz y, crucificándote tú también, procura recibir algún provecho de tu misma culpa; compra la salvación con la muerte; entra con Jesús en el paraíso, para que comprendas de qué bienes te habías privado. Contempla todas aquellas bellezas; deja fuera, muerto, lo que hay en ti de murmurador y blasfemo.
    Si quieres imitar a José de Arimatea, pide el cuerpo a aquel que lo mandó crucificar; haz tuya la víctima expiatoria del mundo.
    Si quieres imitar a Nicodemo, el que fue a Jesús de noche, unge a Jesús con aromas, como lo ungió él para honrado en su sepultura.
    Si quieres imitar a María, a la otra María, a Salomé y a Juana, ve de madrugada a llorar junto al sepulcro, y haz de manera que, quitada la piedra del monumento, puedas ver a los ángeles y aun al mismo Jesús.

viernes, 12 de abril de 2019

Creimos en Él

"Él les replicó:
«Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?».
Los judíos le contestaron:
«No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios».
Es una cosa seria el tener la capacidad de ver la gota que falta en el vaso y no descubrir todo lo que contiene. Siempre que no queramos hacer alguna cosa encontramos excusas fáciles, pero cuando tenemos que hacer algo que nos guste siempre tenemos tiempo y argumentos para complacernos. Así le pasaba a la gente contemporánea a Jesús, y nos pasa tamibén a nosotros: si no queremos ver algo evidente que Dios nos está diciendo, cerramos los ojos y los oídos y nos hacemos los ciegos y sordos a lo que nos dice, aunque después nos golpeemos el pecho diciendo que nunca nos habla el Señor, sin embargo te lo estuvo repitiendo una y otra vez, pero no le hicimos caso.
"Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre».
En cambio cuando alguien busca con sinceridad de corazón una palabra, un gesto en el cual pueda descubrir a Dios, siempre lo encuentro, siempre lo ve, hasta en lo más pequeño del día. Por eso decía Jesús: "te alabo Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y se las ha revelado a los pequeños", y, en verdad, son ellos los que realmente ven más allá de lo que los adultos creemos ver.
Pero no estamos hablando de la edad calendaria de cada uno, porque podemos tener muchos años y haber alcanzado un elevado grado de pequeñez frente a Dios, y por eso, podemos ver más allá. O en cualquier etapa de la vida, cuando descubrimos ese hermoso camino de la Infancia Espiritual, nos damos cuenta cuánto nos hemos perdido en el camino. Y todavía estamos a tiempo, porque para el Señor siempre hay tiempo cuando el corazón está dispuesto a cambiar, a convertirse.
"Muchos acudieron a él y decían:
«Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de este era verdad»
Los pobres y humildes de corazón vieron en Jesús aquello que había anunciado Juan, y creyeron en Él y alcanzaron su salvación. Los que se creían sabios y prudentes no pudieron descubrir en sus obras la Mano de Dios, y por eso quisieron dar muerte a la causa de la salvación, pero en luguar de matar a la Vida, le dieron muerte al pecado para que otros alcazáramos la Vida por medio de Él.

jueves, 11 de abril de 2019

La locura de no comprender

"Los judíos le dijeron:
«Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: "Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre"? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?».
Aún nos pasa que cuando no entendemos lo que nos dicen, o no comprendemos qué nos quieren decir, decimos que el otro está loco o que no sabe lo que está diciendo. Y, si nos ponemos en la piel de los judíios cercanos a Jesús, también pensaríamos lo mismo, porque no era posible pensar en esa realidad de que el que estaba delante de uno era el mismo Dios, si lo habían visto crecer y correr por sus calles ¿como me dices eso? ¿estás loco? ¿cómo quieres que entienda lo que me dices?
Por eso necesitamos el Don de la Fe, y necesitamos alimentarlo y madurarlo, aunque no siempre vamos a entender todo, y, por eso mismo, la Fe seguirá siendo Fe, porque es creer en lo que no vemos. Pero será ese Don que nos ayude a iluminar muchos aspectos de nuestras vidas que todavía nos siguen costando vivir, aceptar o madurar. Siempre habrá en nuestro camiinar situaciones de incomprensión, de no saber el por qué, o el para qué, pero cuando vamos madurando en la Fe aceptamos, y no con resignación, sino con esperanza porque sabemos que el Señor nos dará su fortaleza para poder asumir desde la incomprensión.
Desde esa incomprensión muchas veces dejamos de lado la Palabra de Dios, dejamos de lado los mandamientos, dejamos de lado los consejos del Evangelio y nos vamos, "pasito a pasito" apartando del camino del Señor. Vamos, como le decía Jesús a sus contemporáneos aceptando lo que dice el mundo, lo que dice la sociedad porque hemos dejado de madurar en la Fe, hemos dejado de encontrarnos con el Señor porque creemos que nunca nos da las respuestas que necesitamos, porque nunca nos ayuda a entender lo que nos pasa y buscamos respuestas en otros "dioses" que nos autocompadecen, que nos llevan a gustar otros alimentos que nos dicen que nos darán la felicidad.
"Jesús contestó:
«Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: "Es nuestro Dios", aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: "No lo conozco" sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría».
Cuando lo conocemos o cuando volvemos a su lado, a pesar de nuestras oscuridades e inseguridades, quizás sigamos sin comprender ni entender, pero seguramente Él nos iluminará y nos llenará de alegría porque fortalecerá nuestra Fe, y la Esperanza nos ayudará a esperar, sabiendo que nunca deja solos a los que confían en su misericordia, a los que saben que en el tiempo apropiado nos dará todas las respuestas que necesita nuestro corazón; pero, mientras tanto, la fe madurará en la oscuridad y solo la Luz del Espíritu confortará nuestro corazón para seguir avanzando por el Camino del Señor.

miércoles, 10 de abril de 2019

Hijos de Dios, hijos del mundo

"Ellos replicaron:
«Nuestro padre es Abrahán».
Jesús les dijo:
«Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre».
Como vemos en la conversación que tiene Jesús con los judíos, es una conversación que podría tener con mucho de nosotros, que creemos que con sólo saber que somos cristianos, ya lo somos; que con sólo ir a misa ya somos buenos; o, lo contrario, que sin ir a misa ya somos mejores que los que van.. Pero centrémonos en los que "cumplimos" las normas de la Iglesia: ¿por cumplir las normas o por estar dentro de la Iglesia, somos cristianos? No siempre, como le dice Jesús a los judíos: si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán, es decir, saber escuchar a Dios y ser Fiel en todo momento, aún cuando lo que Dios pida sea algo difícil y complicado de aceptar.
"Jesús les contestó:
«Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió».
Porque de lo que se trata no es de cumplir con las normas establecidad sino de vivir la Vida Nueva que Cristo nos trajo, y vivir la Vida Nueva es Vivir como Cristo, porque Él nos mostró que la verdadera libertad del hombres y la plenitud no está en dejarnos llevar por nuestra propia voluntad sino poder vivir en Fidelidad a la Voluntad del Padre. Así nos lo demostró María y Jesús que siendo Fieles y Obedientes a Dios alcanzaron la perfección de sus vidas: "me llamarán bienaventurada todas las generaciones porque el Todopoderoso hizo obras grandes por mí".
Es la fidelidad a Su Voluntad lo que nos libera de la esclavitud del pecado, la que nos libera del camino del error, la que nos conduce por el Camino de la Verdad y la Vida.
"Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque mi palabra no cala en vosotros. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre».
No es que tratemos de matar a Jesús, pero al no seguir sus consejos, a no vivir como Él, dejamos de lado sus enseñanzas y aceptamos otra forma de vivir, aceptamos otros "mandamientos", otras voluntades que no son la Voluntad de Dios. Así no crecemos comos hijos de Dios, sino como hijos del mundo que es quien tiene mayor poder, en muchos casos, sobre nosotros.

martes, 9 de abril de 2019

Mirar hacia arriba

"El pueblo se cansó de caminar y habló contra Dios y contra Moisés:
«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náuseas ese pan sin sustancia».
Por ser bueno puedo decir que casi nunca estamos conformes con lo que Dios nos da, como el Pueblo de Israel: estaban cautivos en Egipto querían libertad, una vez libres querían la comida de Egipto, preferían la esclavitud por la comida en lugar de la libertad y el maná. A veces nos acostumbramos tanto a que tenemos todo pero sin "nada dentro", sin libertad, que nos hace mal ser libres y no saber qué hacer con nuestra libertad.
La disconformidad es algo que está siempre al alcance de nuestros labios y nos quejamos casi por todo lo que nos pasa, porque siempre anehlamos algo mejor y "más bueno" para nosotros y los nuestros. Está claro que el deseo de desear lo mejor y lo bueno no es malo, es malo cuando ese deseo no me deja disfrutar de lo que tengo y tenemos; es malo cuando ese deseo me lleva a estar siempre disconforme con lo que hago, con lo que me toca hacer, con lo que hacen otros...; es malo porque vivo mal y, generalmente, hago sentir mal a los demás.
Es aquella frase que le decía Jesúa a su gente: "le tocamos la flauta y no bailaron, les cantamos cantos fúnebres y no lloraron", "vino Juan y era un loco, vino el Hijo del Hombre y es un borracho que come con pecadores...".
No sabemos, muchas veces reconocer y valorar lo que Dios nos está dando en cada momento, porque vivimos obnubilidados por nuestros propios deseos y "quereres", incluso, a veces, no estamos conformes con lo que viven los hijos porque no era eso lo que queríamos para ellos... ¿Cuál es el camino? Buscar siempre la Voluntad de Dios, como dice el refrán popular: "no escupir para arriba", porque todo vuelve hacia. Cuando me alejo del Señor, cuando sólo busco en mi ombligo, nunca aprenderé a mirar hacia lo alto y me perderé en mi propia amargura, dejando morir así la alegría, el gozo, la paz.
Fijaos que Dios les hizo hacer a los judiós un estandarte con una serpiente para que al mirar a lo alto, a la misma serpiente, quedaran curados. Jesús le dijo a los judíos: "cuando sea elevado a lo alto creerán que Yo Soy". Nuestra mirada siempre tiene que estar en lo alto, en lo más alto, pero en lo más alto que quiere el Señor, porque es Él quien me muestra el Camino, quien me da la Fortaleza, quien me Ilumina, Sostiene... Cuando bajo la mirada, como Pedro cuando el Señor lo llamó a caminar sobre las aguas, él miró hacia abajo y comenzó a hundirse, y por eso el Señor lo tomó de la mano y comenzó a caminar, de la mano del Señor, sobre las aguas.

lunes, 8 de abril de 2019

Testigos de la verdad

"Susana dijo gritando:
«Dios eterno, que ves lo escondido, que lo sabes todo antes de que suceda, tú sabes que han dado falso testimonio contra mí, y ahora tengo que morir, siendo inocente de lo que su maldad ha inventado contra mí».
Y el Señor escuchó su voz".
No son pocos los casos en los que se levantan y levantamos falso testimonio sobre personas, sin conocer cómo han sucedido las cosas o sin saber qué es lo que ha pasado. Nos hacemos cómplices de situaciones que hemos escuchado o que se dicen delante nuestro sin levantar en ningún momento la voz de la verdad, y dejamos que se juzgue y se condene a alguien. No somos jueces pero nos convertimos en jurado cuando nos callamos ante la mentira o la injusticia, cuando no somos fieles a la verdad.
Otras veces somos víctimas de las mentiras o falsos testimonios que se levantan contra uno e intentamos defendernos como podemos, sin tener en cuenta que Quien ve en lo escondido es quién nos salvará o nos dará la fuerza necesaria para no hacer caso a las palabras que salen de corazones malvados.
Susana supo confiar en el Señor que ve en lo secreto y por eso el Señor suscitó a Daniel para que saliera en su defensa, a Daniel un joven que nada tenía que ver, pero que salió a defender la verdad sin pensar en el costo que eso tendría para él. Pero él se dejó conducir por el Espíritu Santo y pudo salvar la vida de Susana y dar un ejemplo a todo el pueblo que, sin chistar, dejaba condenar a una inocente.
Hay situaciones en las que tenemos que defender la verdad y otras en las que tenemos que callar. ¿Cuáles son cada una? Las primeras cuando somos testigos o estamos en el lugar preciso para levantar la voz en favor de la verdad, y así no hacernos cómplices de una mentira o de un falso testimonio que se esté dando, porque Jesús nos llamó a ser Luz, iluminar las tinieblas del error, de la mentira, de la maldad.
Y las segundas es saber callar cuando se sabe que los que te acusan no van a entender nunca nada, así como el Señor cuando lo acusaban no abrió la boca porque sabía que nada que pudiera decir iba a cambiar el juicio de los que lo acusaban. Sólo Dios, que ve en lo secreto actuará en nuestro favor y nos dará la fuerza para seguir siendo Fiel a su Voluntad y no a la nuestra, ni a la de los hombres que sólo buscan su propio favor.
"Jesús les contestó:
«Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y adónde voy; en cambio, vosotros no sabéis de dónde vengo ni adónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y, si juzgo yo, mi juicio es legítimo, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado, el Padre; y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo doy testimonio de mí mismo, y además da testimonio de mí el que me ha enviado, el Padre».

domingo, 7 de abril de 2019

Un espejo para el alma

Es muy fácil acusar, levantar el dedo acusador y señalar al pecador y, si se puede, destruir su fama en el pueblo, porque "ha sido encontrada en flagrante adulterio". ¿Qué es lo que sabes tú de esa personas? ¿En qué te basas para hacer esa acusación? Buscas una respuesta afirmativa a tu juicio absoluto sobre la vida de los otros? Bueno, aquí tienes una opción: "el que esté sin pecado que tire la primera piedra".
Insistieron tanto para que Jesús respondiera y, sobre todo, que de una respuesta para poder acusarlo como acusaban a la mujer, que Jesús le dio la respuesta exacta: la que ellos menos pensaban que les iba a dar, y que nos podía dar a nosotros: "el que esté sin pecado que tire la primera piedra". Para mí es como poner un espejo al alma y mostrarme mis propias debilidades, mis propios pecados y descubrir que así como quiero que sean compasivos y misericordiosos conmigo, también tengo que serlo con los demás.
¿Me gustaría a mí que me lapidaran en la plaza pública? ¿Me haría mucha gracia que todos hablaran de mí y destruyeran mi fama en el pueblo? ¿Soy capaz de dar a conocer mis pecados en público para que los demás me juzgaran? Pues no lo hagas con los demás.
Por eso, ante la respuesta de Jesús, dice el Evangelio, "se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos". No, no me gusta que digan mis pecados. No me gusta que me juzguen en la plaza pública. Por eso no tengo autoridad para lanzar la primera piedra. No tengo autoridad para destruir la fama de alguin porque no me gusta lo que hace o lo que dice, quizás a otros no le guste lo que hago o digo yo.
Claro que Jesús no aceptaba el pecado. Claro que Jesús denunciaba el pecado del mundo. Pero nunca le puso un nombre propio al pecado, porque no quería la muerte del pecador sino que se convierta y viva. Por eso le dijo a la mujer:
"Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó:
«Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó:
«Ninguno, Señor».
Jesús dijo:
«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
No te condeno, pero no peques más. Cambia de vida porque el camino que llevas está mal, no te conduce a la vida. Pero ahora que estás aquí, recibe mi compasión y mi ayuda para que cambies de vida: no peques más.

sábado, 6 de abril de 2019

La Verdad os hará libres

"En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían:
«Este es de verdad el profeta».
Otros decían:
«Este es el Mesías».
Pero otros decían:
«¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?».
Y así surgió entre la gente una discordia por su causa".
Cada quién mira la realidad desde su propio punto de vista y desde su propia necesidad o apertura de corazón a la Verdad. Una misma realidad puede ser comprendida de diferente manera mirada en el mismo momento. Así le pasaba a la gente del tiempo de Jesús, y así también nos pasa a nosotros cuando miramos y analizamos una misma cosa. Pero ¿cuál es la verdad? Y eso lo podemos llegar a descubrir cuando cada uno renuncia a su verdad y nos ponemos a analizar lo que hemos visto, escuchado o realizado.
Aquí el evangelio nos dice que por tener cada uno una opinión diferente surgió una discordia, es decir, no pudieron ponerse de acuerdo. Así como tampoco se pusieron de acuerdo los fariseos. O, mejor dicho, sí se pusieron de acuerdo: querían matar a Jesús porque sus palabras les molestaban. Se pusieron de acuerdo para acallar la Luz de las palabras de Jesús y por eso quien diga algo en diferente es un maldito.
Siempre es más fácil unirse a una mentira que defender la verdad, porque la mentira siempre necesita usar la fuerza para querer imponerse y ocultar la verdad, pero la Verdad sólo necesita Luz para darse a conocer. La mentira, aunque utilice la fuerza para imponerse nunca dura mucha tiempo, en cambio la verdad aunque quieran ocultarla siempre se hace lugar para aparecer e iluminar a quien la quiera ver.
"Los guardias respondieron:
«Jamás ha hablado nadie como ese hombre».
Los fariseos les replicaron;
«¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos».
Aunque no se busque decididamente la Verdad, ella siempre atrae y modifica el corazón del hombre, pero cuando se ha vivido siempre en la mentira siempre se querrá tener esa "verdad" y todo aquél que ataque la mentira será tenido por maldito.
"Solo la Verdad os hará libres", decía Jesús, y le respondía a Pilato: "Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad oye mi voz".
No dejemos que la mentira del mundo nos cierre el corazón a la Verdad, no permitamos que los que quieren vivir en la mentira nos obliguen a hacer silenciio, sino que dejemos que el fuego del Espíritu Santo nos ayude a defender la Verdad del Evangelio, la Verdad de la Vida, y mantengámonos Fieles a la Palabra de Dios.