lunes, 23 de julio de 2018

Vivir o morir esa es la cuestión...

"Yo he muerto a la ley por medio de la ley, con el fin de vivir para Dios".
San Pablo, un celoso cumplidor de la Ley de Moisés cuando era judío, puede llegar a expresar con tranquilidad este gran cambio que se dio en su vida, pero no porque ya no tenga más en cuenta los diez mandamientos de la Ley de Moisés, sino porque comprendió que "vivir en Cristo" es llevar la Ley de Dios a su plenitud, porque la plenitud de la Ley no está en cumplir con la letra de la Ley, sino en vivir la radicalidad del Amor en Dios.
"Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí".
El aceptar seguir a Cristo es morir en Cristo para resucitar como una Nueva Persona, un Nuevo Hombre, nacido no de la Ley sino del Espíritu, nacido no de la carne sino del Espíritu, pues el agua bautismal nos hunde en la muerte de Cristo y nos resucita como Nuevas Criaturas a la vida nueva del Espíritu. Una Vida Nueva que no se detiene a "cumplir" con ritos o con palabras, sino que vive en Cristo, porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
Una Vida Nueva que se hace clara y evidente en el día a día cuando nos entregamos de lleno a vivir la Ley Nueva del Amor, que es el mandamiento primero que nos dejó Jesús para llevar a la plenitud la Ley de Moisés: "amáos unos a otros como Yo os he amado". Y es esa Ley la que nos hace, cada día, morir con Cristo para resucitar con Él, pues para vivir el Amor como Él lo vivió debemos, cada día, volver a morir a nosotros mismos y nacer como cristianos, morir como hombres y nacer como Cristos.
De nada nos sirven los rezos, las oraciones, las misas, las eucaristías si seguimos insistiendo, cada día, con nuestros proyectos y pensamientos mundanos, si cada día asumimos como Ley de nuestras vidas los pensamientos del mundo y no somos capaces de vivir como Cristo, entonces no somos verdaderamente cristianos, pues cristiano es aquél que Vive en Cristo y no para el mundo. Aceptar, como se aceptan hoy los criterios que nos presenta el mundo no es ser precisamente cristianos sino mundanos, pues le hacemos más caso a la "normalidad" del mundo del siglo XXI que a los Consejos Evangélicos y a la Palabra de Dios.
"Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí".
La vida de la carne a la que se refiere San Pablo son esos criterios que vamos adoptando del mundo, en cuanto a la vida, a la familia, a la muerte, al trabajo, al descontrol, a los vicios, e incluso a darle poco valor a la Palabra de Dios, a tener más y mejores momentos de encuentros con el Señor... La vida de la carne es todo aquello que me va alejando, poco a poco, de las cosas del Espíritu y nos va centrando en mis gustos personales, mis proyectos, mis deseos y hasta mis instintos, pues el mundo me va enseñando que la Palabra de Dios ya está caducada, que no tiene sentido creer en Ella pues no sirve para este tiempo que vivimos.
Está en nosotros la decisión de vivir para el mundo o morir para Cristo, pue si vivimos para el mundo dejamos morir el espíritu de Cristo en nosotros, en cambio si morimos en Cristo renacemos a una Vida Veradera que nos fortalece para renovar el mundo en el que vivimos.

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