Cuando el Señor le explica a los apóstoles la parábola del sembrador lo hace por medio de tres defectos o vicios que todos tenemos, espero que no todos juntos: superficialidad, incostancia, activismo.
"si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino".
El mundo de hoy nos lleva a ser superificiales, a vivir y a pensar más en lo externo que en lo interno: en la moda, en los placeres, en lo sensual, en los sentidos: si me gusta, si me hace bien... Y por eso mismo todos los días (por exagerar) va cambiando la manera de ser, de pensar, de obrar. Nos dejamos llevar por los vientos del mundo y por es la Palabra, u otras cosas que necesitan raíces en nuestra vida no permanecen. Deja que las cosas que te sucedan puedan transformarse en sabiduría, pues para eso vivimos, para ser sabios, y eso se consigue no queriendo vivir todos los momentos y todas las cosas a la vez, sino aprendiendo de lo que vivimos, dejando que las cosas puedan llegar al corazón, no sólo a los sentidos. No porque algo me suene mal o porque algo no me guste o no lo sienta tengo que dejarlo de lado. Ve al silencio y deja que eche raíces...
"Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumbe".
Hoy comenzamos a rezar o a reflexionar la palabra o a leer un libro, pero mañana ya me despisté porque me dijeron otra forma u otro libro y ya cambié. Así no puedo comprobar o comprender qué es lo que Dios me quiere decir, o si el método de oración o reflexión me llega a servir para crecer. Tómate tiempo. Busca la virtud de la constancia para no andar, como los pájaros, picoteando de un lado para el otro. La constancia se alcanza si todos los días nos proponemos, caigan rayos o centellas, hacer lo mismo. No necesitamos cambiar todos los días el recorrido de mi viaje al trabajo para matar la rutina, sino que tengo que darle vida a la rutina, hacer que lo que estoy haciendo cobre sentido en mi vida. Y eso lo consigo descubriendo lo bueno que hay en lo que Dios me está mostrando que tengo que vivir. No te dejes llevar por los sentidos, sino por el Espíritu que es el que mejor sabe qué necesitas y te dará la fuerza para poder ser más constante con las cosas de Dios.
"Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril".
Hoy por hoy todos andamos medio locos haciendo más de mil cosas a la vez, y por eso nuestras cabezas nunca encuentran el espacio suficiente o la tranquilidad suficiente para que el silencio sea eficiente y pueda concentrarme en lo que estoy haciendo. No puedo porque siempre hay un pensamiento o una palabra que me saca de tal o cual cosa. Más aún si las cosas son espirituales: cuando me pongo a rezar o a meditar la palabras, siempre me encuentro pensando en la compra, en la comida, en el trabajo, en el deporte, en tal noticia o en tal otra. La cabeza se me va enseguida a otro lugar, y así me pasa todo el día.
No es que seamos demasiados materialistas, sino que la misma realidad en la que vivimos nos lleva a eso. Por eso necesito aprender a concentrarme, aprender a hacer silencio en la cabeza y el corazón, pues será en ese silencio donde lo estéril se convierta en fértil, pues le dejaré tiempo al Espíritu para que trabaje en mí.
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