viernes, 6 de julio de 2018

Sígueme

"En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
«Sígueme».
Él se levantó y lo siguió".
¿Cómo habrá sido ese momento en el que Jesús lo miró a Mateo y le pidió seguirlo y Mateo sin más ni más lo siguió? ¿Fué tan rápido? ¿No fue a buscar la ropa a su casa o avisar a su familia? Quizás sí, quizás no. Y si lo llevamos al momento actual podemos imaginarnos una situación parecida (o no tanto) cuando vemos "la locura" que despiertan algunos famosos, ya sea cantantes, futbolistas, actores, cuando la gente está enloquecida haciendo largas colas para entrar en un concierto o en un partido o a un teatro, o esperándo a sus ídolos o cortándose el cabello como ellos o visitíéndose como ellos. Si la pasión por un hombre, varón o mujer, despierta semejante "locura", ¡cuánta más despertará el amor a Dios!
Pero miremos un poco más allá de las pasiones humanas. Jesús eligió a los apóstoles y cada uno fue dejando lo que estaba haciendo y a su famiilia y lo siguió inmediatamente. Y eso es lo importante: no dudaron en seguirlo, pues al mirarlo Jesús les dió los dones necesarios para que sus corazones estuvieran libres y disponibles para aceptar su invitación, porque no fue una obligación, ni es una obligación seguir a Jesús, pero sus corazones están "necesitando" esa palabra que salió de los labios de Jesús y sin miedo dejando todo lo siguieron.
Y ¿por qué digo que no es obligación? Porque también podemos recordar aquél pasaje donde un joven rico fue llamado por Jesús a seguirlo, pero él dio media vuelta y se fue para otro lado, volvió a su vida normal, pues no podía abandonar todo lo que tenía.
Seguramente, estaís pensando que este llamado a los apóstoles habla de la vocación a la vida sacerdotal y religiosa o consagrada. Sí, en especial es esa vocación de serviciio apostólico a lo que Jesús llama, pero no es sólo esa la vocación especial y específica a la que nos está llamando el Señor, sino que nos está llamando a todos a tener una vocación apostólica. Porque todos hemos sido llamados por el Señor para seguirlo: "quien quiera venir detrás de mí que renuncie a sí mismo, que cargue su cruz de cada día y me siga", decía el Señor.
Porque el llamado vocacional es, primeramente a la santidad y ese camino puede ser en diferentes estilos de vida, pero para poder vivir la santidad primero tengo que estar dispuesto a dejar la comodidad de mi YO y aceptar el desafío de seguir al Señor, es decir de aceptar la Voluntad de Dios en el día a día de mi vida: sin mirar lo que dejo atrás, sin tener en cuenta las renuncias que tengo que hacer, sin pensar en lo que tengo que enterrar de mi vida pasada o, incluso, de mi futuro tan programado.
Cuando descubro que el Señor me llama, cuando escucho su Voz en el corazón, o dejo todo para seguirlo y vivir en Él, o sigo en la mediocridad de mi propia vida, y, como aquél joven me vuelvo triste a las cosas de todos los días haciendo sólo mi voluntad.

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