lunes, 30 de julio de 2018

Entender a Dios

"Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta:
«Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo».
¿Por qué hablar en parábolas? ¿No es más fácil decir todo de una vez y que podamos entender siempre? O ¿Como le pedían los apóstoles que se apareciese a todos los hombres al mismo tiempo para que todos creyeran en la resurrección? No, no es el camino que el Señor eligió el manifestarse directamente y enseñarnos a todos de una sola vez.
Porque Él quiere que sólo entienda el que queire entender, pues, como dice el refrán "a buen entendedor pocas palabras bastan", si queremos aceptar la Voluntad de Dios nos bastarán pocas palabras del Señor, pero si no queremos aceptarla por más que nos den un discurso de tres o cuatro días no vamos a entender igual.
Y eso lo vemos a lo largo de la predicación de Jesús, pues los que tenían el corazón necesitado de salvación pudieron llegar a Él y aceptar su Palabra, quizas sin entender, pero alcanzaron la Gracia de la Fe y pudieron seguirlo. Pero los más entendido: los sumos sacerdotes, los escribas y fariseos y los doctres de la ley, la mayoría no aceptaron a Jesús porque no quisieron aceptar al Verdad de Dios.
Y así nos pasa todos los días: si quisiéramos vivir radicalmente el Camino del Evangelio, el Camino de la santidad, podríamos ver con claridad por dónde ir, qué hacer, cómo vivir. Pero siempre encontramos una excusa nueva para no entender o para hacernos los sordos ante las exigencias del evangelio, y por eso sólo aceptamos de Dios las cosas que nos gustan o que se "acomodan" a mi propia realidada.
"Te doy gracias Padre porque has revelado estas cosas a humildes y pequeños..." decía Jesús, "y se las has ocultado a los sabios y prudentes". Cuando el corazón está necesitado de Dios lo encuentra en los más pequeños e insignificantes signos de cada día, pero cuando quiere negarlo hasta finge que no existe, sabiendo que no podemos nunca negar lo que no existe. Es como aquello que nos decían nuestro padres de pequeños ante la afirmación de que alguna comida no nos gustaba, y pedíamos otra para comer: "ya verás cuando tengas hambre, poque cuando de verdad tengas hambre te comerás hasta los platos".

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