domingo, 1 de julio de 2018

Contigo hablo... levántate!

“No temas, basta que tengas fe”, le dijo Jesús al Jefe de la Sinagoga que le venía a pedir el milagro para su hija, un milagro que Jesús, como en otros casos realizó.
Pero también es cierto que Él no resucitó a todos los muertos, no dio la vista a todos los ciegos… sólo hizo algunos milagros ¿por qué? ¿Es que no tenía poder suficiente para realizar todos los milagros que quería y que le pedían? Podría haberlo hecho, pero, como Él mismo dice en otro momento: “y… cuando vuelva el Hijo del Hombre ¿encontrará fe sobre la tierra?
Por eso, es importante ver lo que Jesús le dijo a la niña: “contigo hablo… levántate”, y eso es lo que nos permite la fe: estar en pie frente a todas las adversidades de la vida, ser fuerte para estar, como María, en pie junto a la Cruz, para poder aceptar la Voluntad de Dios en todo momento de nuestras vidas, aunque lo que Él me esté pidiendo o me esté mostrando sea contrario a lo que yo quiero vivir.
Los milagros de Jesús no es que han sido insuficientes, sino que nos ayudan a verlo o a buscarlo con un corazón necesitado de conversión, de fortaleza, de descubrirlo no en su poder de hacer milagros, sino para poder escuchar Su Palabra… porque escuchando Su Palabra es cómo fortalezco mi confianza en Él, mi seguridad en que Él es el Señor de mi vida, y, como dice el Salmo: “aunque cruce por quebradas muy oscura, nada temeré, porque el Señor está conmigo”.
Él es el Buen Pastor que todos los días va realizando pequeños milagros en nuestras vidas, para que sigamos confiando, pero para ello es necesario que no perdamos la mirada y el corazón de niños, de niños que se dejan asombrar y maravillar por los gestos de amor que sus padres tienen para con ellos desde el mismo momento en que abren sus ojos a la luz de la mañana.

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