Ignacio era muy aficionado a los llamados libros de caballerías, narraciones
llenas de historias fabulosas e imaginarias. Cuando se sintió restablecido,
pidió que le trajeran algunos de esos libros para entretenerse, pero no se halló
en su casa ninguno; entonces le dieron para leer un libro llamado Vida de Cristo
y otro que tenía por título Flos sanctorum, escritos en su lengua materna.
Con la frecuente lectura de estas obras, empezó a sentir algún interés por las
cosas que en ellas se trataban. A intervalos volvía su pensamiento a lo que
había leído en tiempos pasados y entretenía su imaginación con el recuerdo de
las vanidades que habitualmente retenían su atención durante su vida anterior.
Pero entretanto iba actuando también la misericordia divina, inspirando en su
ánimo otros pensamientos, además de los que suscitaba en su mente lo que acababa
de leer. En efecto, al leer la vida de Jesucristo o de los santos, a veces se
ponía a pensar y se preguntaba a sí mismo: «¿Y si yo hiciera lo mismo que san
Francisco o que santo Domingo?» Y, así, su mente estaba siempre activa. Estos
pensamientos duraban mucho tiempo, hasta que, distraído por cualquier motivo,
volvía a pensar, también por largo tiempo, en las cosas vanas y mundanas. Esta
sucesión de pensamientos duró bastante tiempo.
Pero había una diferencia; y es que, cuando pensaba en las cosas del mundo, ello
le producía de momento un gran placer; pero cuando, hastiado, volvía a la
realidad, se sentía triste y árido de espíritu; por el contrario, cuando
pensaba en la posibilidad de imitar las austeridades de los santos, no sólo
entonces experimentaba un intenso gozo, sino que además tales pensamientos lo
dejaban lleno de alegría. De esta diferencia él no se daba cuenta ni le daba
importancia, hasta que un día se le abrieron los ojos del alma y comenzó a
admirarse de esta diferencia que experimentaba en sí mismo, que, mientras una
clase de pensamientos lo dejaban triste, otros, en cambio, alegre. Y así fue
como empezó a reflexionar seriamente en las cosas de Dios. Más tarde, cuando se
dedicó a las prácticas espirituales, esta experiencia suya le ayudó mucho a
comprender lo que sobre la discreción de espíritus enseñaría luego a los suyos.
martes, 31 de julio de 2018
lunes, 30 de julio de 2018
Entender a Dios
"Jesús dijo todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les hablaba nada, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta:
«Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo».
¿Por qué hablar en parábolas? ¿No es más fácil decir todo de una vez y que podamos entender siempre? O ¿Como le pedían los apóstoles que se apareciese a todos los hombres al mismo tiempo para que todos creyeran en la resurrección? No, no es el camino que el Señor eligió el manifestarse directamente y enseñarnos a todos de una sola vez.
Porque Él quiere que sólo entienda el que queire entender, pues, como dice el refrán "a buen entendedor pocas palabras bastan", si queremos aceptar la Voluntad de Dios nos bastarán pocas palabras del Señor, pero si no queremos aceptarla por más que nos den un discurso de tres o cuatro días no vamos a entender igual.
Y eso lo vemos a lo largo de la predicación de Jesús, pues los que tenían el corazón necesitado de salvación pudieron llegar a Él y aceptar su Palabra, quizas sin entender, pero alcanzaron la Gracia de la Fe y pudieron seguirlo. Pero los más entendido: los sumos sacerdotes, los escribas y fariseos y los doctres de la ley, la mayoría no aceptaron a Jesús porque no quisieron aceptar al Verdad de Dios.
Y así nos pasa todos los días: si quisiéramos vivir radicalmente el Camino del Evangelio, el Camino de la santidad, podríamos ver con claridad por dónde ir, qué hacer, cómo vivir. Pero siempre encontramos una excusa nueva para no entender o para hacernos los sordos ante las exigencias del evangelio, y por eso sólo aceptamos de Dios las cosas que nos gustan o que se "acomodan" a mi propia realidada.
"Te doy gracias Padre porque has revelado estas cosas a humildes y pequeños..." decía Jesús, "y se las has ocultado a los sabios y prudentes". Cuando el corazón está necesitado de Dios lo encuentra en los más pequeños e insignificantes signos de cada día, pero cuando quiere negarlo hasta finge que no existe, sabiendo que no podemos nunca negar lo que no existe. Es como aquello que nos decían nuestro padres de pequeños ante la afirmación de que alguna comida no nos gustaba, y pedíamos otra para comer: "ya verás cuando tengas hambre, poque cuando de verdad tengas hambre te comerás hasta los platos".
domingo, 29 de julio de 2018
Nuestra disposición de obrar
"Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
«¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?»
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer".
¿Por qué Jesús pone a prueba a Felipe? ¿Por qué nos pone a prueba a nosotros? Volved a leer arriba, antes de esto que está escrito (en el evangelio): "Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos". Muchos ya conocían los milagros de Jesús, sabían de su "poder" para hacer cosas que antes nadie habie hecho, y por eso lo seguían. Y los apóstoles también habían sido testigos de los mismos milagros de la gente, entonces sabían de su "poder" para hacer cosas admirables. Esa es la razón por la que Jesús lo pone a prueba a Felipe, sería como decirle: si yo te pido algo extraordinario ¿sería capaz de confiar en mí para que tú puedas lograrlo?.
Claro que Jesús sabía que Felipe no podría hacer el milagro, sabía, por lo tanto, que le diría que no tenía los medios para semejante cosa. Pero Jesús no quería que él confiara en sí mismo sino en la capacidad de Jesús para obrar el milagro.
Son muchas las veces que ante la insinuación de algo que tenemos que hacer contestemos, primeramente: ¡no!, no puedo, no se, no me alcanza, no tengo fuerza, no tengo capacidad, no tengo edad... o simplemente nos hagamos los sordos. O las veces que le decimos a Dios: ¿por qué yo? ¿por qué a mí? ¿no hay otro para hacerlo? Y volvemos a las excusas resabidas para querer argumentar a nuestro favor la negativa al pedido que nos hacen.
Y esa fue la respuesta de Felipe:
«Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Pero siempre hay alguien que, quizás sin consciencia o con arrojo, dice:
"Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?».
Y esa era la respuesta que esperaba Jesús, que le entregaran lo poco que tenían para que Él pudiera obrar el milagro. Porque Dios no necesita que tengamos muchos, sino que con lo poco que le entreguemos Él ya puede obrar, pero si no le damos algo de lo nuestro Él no va a obrar el milagro de hacer maravillas, pues nada tiene de parte nuestra. Necesita nuestra disposición de corazón para hacer Su Voluntad:
"He aquí la esclava del Señor..."
"El miró la pequeñez de su Servidora..."
"El todopoderoso hizo en mí grandes cosas..."
Es la confianza en el Señor por haberlo conocido. Es la confianza en que es el Señor quien hace todo y quien obra todo en todos, pero sólo lo puede hacer si tiene de nuestra parte la disposición para poder hacerlo. Como un padre que no le va a dar dinero a su hijo si éste no quiere ir a comprar el pan, porque se guardará el dinero para comprar otras cosas que en ese momento no se son útiles.
Dios nos necestia hoy y ahora para poder llevar un mensaje. A Él no le importan mis fuerzas, mi edad, mi salud, mi color... a Él sólo le importa mi disposición de corazón, porque "al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará aún lo que tiene".
sábado, 28 de julio de 2018
Comentario de San Ambrosio
Si Cristo reconcilió al mundo con Dios, él ciertamente no tenía necesidad de
reconciliación. ¿Por qué pecado propio tenía que satisfacer, él, que no conoció
en absoluto el pecado? Cuando los judíos le pedían la didracma que, según
mandaba la ley, se ofrecía por el
pecado, dijo a Pedro: «Simón, los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran
impuestos y tributos? ¿De sus propios hijos o de los extraños?» Y habiéndole
respondido que de los extraños, añadió Jesús: «Por lo tanto, los hijos están
libres de impuestos. Mas para no darles motivo
de escándalo, vete al mar y echa el anzuelo; tomas en tus manos el primer pez
que caiga y le abres la boca; hallarás una estatera; tómala y págales por mí y
por ti.»
Con este hecho demostró que no tenía que satisfacer por sus propios pecados, ya que él no era esclavo del pecado, sino que, como Hijo de Dios, estaba libre de todo error. El Hijo, en efecto, libera, pero el siervo está sujeto al pecado. Por tanto, el Hijo estaba libre de todo pecado y no tenía por qué dar un precio por su rescate, él, cuya sangre era precio suficiente para rescatar al mundo entero de todos sus pecados. Es natural qué' libre a los demás el que no tiene por su parte deuda alguna.
Digo más. No sólo Cristo no tenía que pagar precio alguno por su rescate ni ofrecer satisfacción alguna por sus pecados, sino que además podemos entender esto aplicado a cada uno de los hombres, en el sentido de que ninguno de ellos debe una satisfacción por sí mismo; pues Cristo satisfizo por todos y los rescató a todos.
¿Qué hombre puede haber ya, cuya sangre sea idónea para su propio rescate, después que Cristo ha derramado la suya propia por el rescate de todos? ¿Hay alguien cuya sangre pueda compararse a la de Cristo? ¿O es que hay algún hombre capaz de ofrecer por sí mismo una satisfacción superior a la que ofreció Cristo en su persona, siendo así que él solo reconcilió al mundo con Dios por su sangre? ¿Qué víctima puede haber mayor? ¿O qué sacrificio más excelente? ¿O qué mejor abogado que aquel que se hizo propiciación por los pecados de todos y que dio su vida en rescate nuestro?
Lo que se exige, pues, no es la satisfacción o el rescate que pudiera ofrecer cada uno, ya que la sangre de Cristo es el precio de todos, pues con ella nos rescató el Señor Jesús, reconciliándonos él solo con el Padre; y se cansó hasta el fin, ya que cargó sobre sí nuestro propio cansancio, diciendo: Venid a mí todos los que andáis rendidos, que yo os daré descanso.
Con este hecho demostró que no tenía que satisfacer por sus propios pecados, ya que él no era esclavo del pecado, sino que, como Hijo de Dios, estaba libre de todo error. El Hijo, en efecto, libera, pero el siervo está sujeto al pecado. Por tanto, el Hijo estaba libre de todo pecado y no tenía por qué dar un precio por su rescate, él, cuya sangre era precio suficiente para rescatar al mundo entero de todos sus pecados. Es natural qué' libre a los demás el que no tiene por su parte deuda alguna.
Digo más. No sólo Cristo no tenía que pagar precio alguno por su rescate ni ofrecer satisfacción alguna por sus pecados, sino que además podemos entender esto aplicado a cada uno de los hombres, en el sentido de que ninguno de ellos debe una satisfacción por sí mismo; pues Cristo satisfizo por todos y los rescató a todos.
¿Qué hombre puede haber ya, cuya sangre sea idónea para su propio rescate, después que Cristo ha derramado la suya propia por el rescate de todos? ¿Hay alguien cuya sangre pueda compararse a la de Cristo? ¿O es que hay algún hombre capaz de ofrecer por sí mismo una satisfacción superior a la que ofreció Cristo en su persona, siendo así que él solo reconcilió al mundo con Dios por su sangre? ¿Qué víctima puede haber mayor? ¿O qué sacrificio más excelente? ¿O qué mejor abogado que aquel que se hizo propiciación por los pecados de todos y que dio su vida en rescate nuestro?
Lo que se exige, pues, no es la satisfacción o el rescate que pudiera ofrecer cada uno, ya que la sangre de Cristo es el precio de todos, pues con ella nos rescató el Señor Jesús, reconciliándonos él solo con el Padre; y se cansó hasta el fin, ya que cargó sobre sí nuestro propio cansancio, diciendo: Venid a mí todos los que andáis rendidos, que yo os daré descanso.
viernes, 27 de julio de 2018
Una explicación de la explicación
Cuando el Señor le explica a los apóstoles la parábola del sembrador lo hace por medio de tres defectos o vicios que todos tenemos, espero que no todos juntos: superficialidad, incostancia, activismo.
"si uno escucha la palabra del reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino".
El mundo de hoy nos lleva a ser superificiales, a vivir y a pensar más en lo externo que en lo interno: en la moda, en los placeres, en lo sensual, en los sentidos: si me gusta, si me hace bien... Y por eso mismo todos los días (por exagerar) va cambiando la manera de ser, de pensar, de obrar. Nos dejamos llevar por los vientos del mundo y por es la Palabra, u otras cosas que necesitan raíces en nuestra vida no permanecen. Deja que las cosas que te sucedan puedan transformarse en sabiduría, pues para eso vivimos, para ser sabios, y eso se consigue no queriendo vivir todos los momentos y todas las cosas a la vez, sino aprendiendo de lo que vivimos, dejando que las cosas puedan llegar al corazón, no sólo a los sentidos. No porque algo me suene mal o porque algo no me guste o no lo sienta tengo que dejarlo de lado. Ve al silencio y deja que eche raíces...
"Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que escucha la palabra y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la palabra, enseguida sucumbe".
Hoy comenzamos a rezar o a reflexionar la palabra o a leer un libro, pero mañana ya me despisté porque me dijeron otra forma u otro libro y ya cambié. Así no puedo comprobar o comprender qué es lo que Dios me quiere decir, o si el método de oración o reflexión me llega a servir para crecer. Tómate tiempo. Busca la virtud de la constancia para no andar, como los pájaros, picoteando de un lado para el otro. La constancia se alcanza si todos los días nos proponemos, caigan rayos o centellas, hacer lo mismo. No necesitamos cambiar todos los días el recorrido de mi viaje al trabajo para matar la rutina, sino que tengo que darle vida a la rutina, hacer que lo que estoy haciendo cobre sentido en mi vida. Y eso lo consigo descubriendo lo bueno que hay en lo que Dios me está mostrando que tengo que vivir. No te dejes llevar por los sentidos, sino por el Espíritu que es el que mejor sabe qué necesitas y te dará la fuerza para poder ser más constante con las cosas de Dios.
"Lo sembrado entre abrojos significa el que escucha la palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas ahogan la palabra y se queda estéril".
Hoy por hoy todos andamos medio locos haciendo más de mil cosas a la vez, y por eso nuestras cabezas nunca encuentran el espacio suficiente o la tranquilidad suficiente para que el silencio sea eficiente y pueda concentrarme en lo que estoy haciendo. No puedo porque siempre hay un pensamiento o una palabra que me saca de tal o cual cosa. Más aún si las cosas son espirituales: cuando me pongo a rezar o a meditar la palabras, siempre me encuentro pensando en la compra, en la comida, en el trabajo, en el deporte, en tal noticia o en tal otra. La cabeza se me va enseguida a otro lugar, y así me pasa todo el día.
No es que seamos demasiados materialistas, sino que la misma realidad en la que vivimos nos lleva a eso. Por eso necesito aprender a concentrarme, aprender a hacer silencio en la cabeza y el corazón, pues será en ese silencio donde lo estéril se convierta en fértil, pues le dejaré tiempo al Espíritu para que trabaje en mí.
jueves, 26 de julio de 2018
Nuestros hombres ilustres
"Elogiemos a los hombres ilustres, a los antepasados de nuestra raza".
El Eclesiástico, por el cual nos habla Dios, nos hace una hermosa referencia para este día de los abuelos de Jesús, y, en definitiva, para todos nuestros abuelos: elogiar a los hombres ilustres, a los antepasados de nuestra raza. A veces creemos que los que deben ser elogiados son los que hacen grandes cosas y sus nombres quedan inscritos en la historia, y cada año desde alguna autoridad local, provincial o nacional se les brinda homenaje por su trayectoria. Pero también existen nuestros ocultos ilustres, que, en este caso, quiero referirme a los abuelos.
Pero, pensándolo bien, no sólo son los abuelos los ilustres de nuestras familias, sino todos los que día a día van ofrenciendo su vida por la familia. Porque hoy en día las familias más jóvenes necesitan de los mayores porque no es que no puedan vivir sin ellos, sino que no pueden forjarse un futuro sin ellos.
Pero vuelvo a los abuelos porque quizás ellos hoy ocupan una función casi esencial en la vida de las familias jóvenes, porque son los abuelos los que, en la mayoría de los casos, se ocupan de los nietos, y, hasta a veces, de la familia toda, porque los esperan con la comida, les dejan tiempo libre a los padres para que vayan aquí o allá, y ellos se quedan con la función de cuidar de los más pequeños.
Pero también, lamentablemente, están aquellos abuelos que han sido olvidados por sus familias y que en soledad pasan sus días. Y no hablo sólo de los que están en residencias de mayores, sino en los que cuando no tienen nietos que cuidar, no son visitados por sus hijos o nietos que ya han crecido, sino que pasan sus largos días en la soledad de su propio corazón y, sin decir palabra, están, cada día, a la espera de una palabra, de un cariño, de una visita.
Es que nos hemos vuelto tan materialistas y funcionales que sólo reparamos en las personas en la medida en que las necesitamos o nos ayudan a hacer algo. Pero en cuanto el proyecto o la situación de mi vida cambia, ya lo que tenía valor antes ahora no lo tiene, o mejor dicho no me acuerdo que antes era valioso para mí. Y aquí me pongo a recordar, como ejemplo, nuestros juguetes de pequeños: cuando me regalaban o compraban uno nuevo dejaba los viejos tirados por ahí, o simplemente quedaban en un armario o repisa pues ya me había convertido en adolescente y no necesitaba de esas tonterías.
Sin querer hemos dejado de elogiar a "nuestros hombres ilustres" que son nuestros padres y abuelos, porque son nuestras raíces, son la fuente de nuestra vida a quienes les debemos estar en este mundo y por quienes tendríamos que estar cuidando cada día, con nuestra oración, con nuestro cariño, con nuestro tiempo. Porque a veces "perder el tiempo" con los abuelos es saber conservar y madurar nuestras raíces y habla mucho de lo que sabemos no sólo amar, sino respetar a quienes han dado tanto por nosotros.
No dejemos que los tiempos que vivimos nos lleven a olvidarnos de quienes son las raíces de nuestras vidas, pues ellos siguen alimentando nuestro día a día con sus vidas, aunque nosotros no nos acordemos de ellos, ellos sí nos recuerdan y sostienen cada día.
miércoles, 25 de julio de 2018
Podréis beber el Cáliz que yo beberé?
¿«Qué deseas?».
Ella contestó:
«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
Como todos, en ese momento, creían que Jesús iba a ser Rey del Pueblo, iba a tener poder y riquezas, que venía a hacerse cargo del Pueblo de Israel y a liberarlo de la opresión de los romanos. Por eso todos, o casi todos, esperaban que, al estar a su lado, pudiesen optar por un cargo importante (no se si suena a algo de este mundo lo que estoy diciendo) Por eso la madre de Juan y Santiago se adelantó a todos y vino a Jesús a pedir, lo que seguramente muchos querían pero ninguno se había animado: "que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda", casi nada quería la señora para sus hijos, los dos lugares más importantes al lado del Rey, como para dejar bien "acomodados" a sus hijos.
Pero no es sólo el hecho de lo que pide sino también cómo lo pide: "ordena que estos dos hijos míos". No dice ni por favor, ni pregunta si se puede, no sólo "ordena". Y es esa la intención que, muchas veces, tenemos, también, nosotros, con Dios: le ordenamos que haga tal cosa o tal otra, como si Él tuviera que hacernos caso a nosotros que sabemos más que Él, porque se nos ha subido tanto a la cabeza que nosotros sabemos todo que no nos da pereza "ordenarle" a Dios lo que tiene que hacer.
Por eso la respuesta de Jesús fue clara para la mujer y lo es para nosotros: «No sabéis lo que pedís". Es muchas veces tenemos en nuestra mento, o en el inconsciente, aquella frase de que "para pedir siempre hay tiempo", total después podemos bajar las expectativas del pedido, "el no ya lo tenemos" por eso vamos a ver qué nos dan. Pero en este caso, como en todos los casos, Jesús va más allá, y aunque no les dice que Él no va a ser el Rey que ellos creen, le dice las consecuencias de ese Reinado:
"¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber?".
Y a ese punto quería llegar: para ser cristianos hemos tenido en cuenta lo que tenemos que vivir?, hemos pensado o reflexionado que es ser verdaderamente cristianos? O en día se va a los sacramentos, desde el bautismo hasta el matrimonio, sin saber a ciencia cierta qué es lo que se recibe. Seguramente se hacen los cursillos para todo, pero no se tiene en cuenta, en la mayoría de los casos, qué es lo que eso implica, cuáles son mis obligaciones como cristiano, cuál es el estilo de vida que tengo que comenzar a vivir.
Seguramente, como ocurre en este siglo XXI, se todo lo que puedo y quiero exigir como cristiano, pero no estoy dispuesto a "beber el caliz de Cristo" por eso, una tendencia de este siglo XXI, es querer modificar todo el Evangelio y las leyes que forman y regulan la vida del cristiano, para que no tenga que pasar por lo mismo que Jesús: "Padre, si es posible aparta de mí este Caliz. Pero que no se haga mi voluntad sino la Tuya".
martes, 24 de julio de 2018
San Ignacio de Antioquia
Como en las personas de vuestra comunidad que tuve la suerte de ver, os
contemplé en la fe a todos vosotros y a todos cobré amor, yo os exhorto a que
pongáis empeño
por hacerlo todo en la concordia de Dios, bajo la presidencia del obispo, que
ocupa el lugar de Dios; y de los presbíteros, que representan al colegio de los
apóstoles; desempeñando los diáconos, para mí muy queridos, el ejercicio que les
ha sido confiado del ministerio de Jesucristo, el cual estaba junto al Padre
antes de los siglos y se manifestó en estos últimos tiempos.
Así pues, todos, conformándoos al proceder de Dios, respetaos mutuamente y nadie mire a su prójimo bajo un punto de vista meramente humano, sino amaos unos a otros en Jesucristo en todo momento. Que nada haya en vosotros que pueda dividiros, antes bien, formad un solo cuerpo con vuestro obispo y con los que os presiden, para que seáis modelo y ejemplo de inmortalidad.
Por consiguiente, a la manera que el Señor nada hizo sin contar con su Padre, ya que formaba una sola cosa con él -nada, digo, ni por sí mismo ni por sus apóstoles-, así también vosotros, nada hagáis sin contar con vuestro obispo y con los presbíteros, ni tratéis de colorear como laudable algo que hagáis separadamente, sino que, reunidos en común, haya una sola oración, una sola esperanza en la caridad y en la santa alegría, ya que uno solo es Jesucristo, mejor que el cual nada existe. Corred todos a una como a un solo templo de Dios, como a un solo altar, a un solo Jesucristo que procede de un solo Padre, que en un solo Padre estuvo y a él solo ha vuelto.
No os dejéis engañar por doctrinas extrañas ni por cuentos viejos que no sirven para nada. Porque si hasta el presente seguimos viviendo según la ley judaica, confesamos no haber recibido la gracia. En efecto, los santos profetas vivieron según Jesucristo. Por eso justamente fueron perseguidos, inspirados que fueron por su gracia para convencer plenamente a los incrédulos de que hay un solo Dios, el cual se habría de manifestar a sí mismo por medio de Jesucristo, su Hijo, que es su Palabra que procedió del silencio, y que en todo agradó a aquel que lo había enviado.
Ahora bien, si los que se habían criado en el antiguo orden de cosas vinieron a una nueva esperanza, no guardando ya el sábado, sino considerando el domingo como el principio de su vida, pues en ese día amaneció también nuestra vida gracias al Señor y a su muerte, ¿cómo podremos nosotros vivir sin aquel a quien los mismos profetas, discípulos suyos ya en espíritu, esperaban como a su. Maestro? Y por eso, el mismo a quien justamente esperaban, una vez llegado, los resucitó de entre los muertos.
Así pues, todos, conformándoos al proceder de Dios, respetaos mutuamente y nadie mire a su prójimo bajo un punto de vista meramente humano, sino amaos unos a otros en Jesucristo en todo momento. Que nada haya en vosotros que pueda dividiros, antes bien, formad un solo cuerpo con vuestro obispo y con los que os presiden, para que seáis modelo y ejemplo de inmortalidad.
Por consiguiente, a la manera que el Señor nada hizo sin contar con su Padre, ya que formaba una sola cosa con él -nada, digo, ni por sí mismo ni por sus apóstoles-, así también vosotros, nada hagáis sin contar con vuestro obispo y con los presbíteros, ni tratéis de colorear como laudable algo que hagáis separadamente, sino que, reunidos en común, haya una sola oración, una sola esperanza en la caridad y en la santa alegría, ya que uno solo es Jesucristo, mejor que el cual nada existe. Corred todos a una como a un solo templo de Dios, como a un solo altar, a un solo Jesucristo que procede de un solo Padre, que en un solo Padre estuvo y a él solo ha vuelto.
No os dejéis engañar por doctrinas extrañas ni por cuentos viejos que no sirven para nada. Porque si hasta el presente seguimos viviendo según la ley judaica, confesamos no haber recibido la gracia. En efecto, los santos profetas vivieron según Jesucristo. Por eso justamente fueron perseguidos, inspirados que fueron por su gracia para convencer plenamente a los incrédulos de que hay un solo Dios, el cual se habría de manifestar a sí mismo por medio de Jesucristo, su Hijo, que es su Palabra que procedió del silencio, y que en todo agradó a aquel que lo había enviado.
Ahora bien, si los que se habían criado en el antiguo orden de cosas vinieron a una nueva esperanza, no guardando ya el sábado, sino considerando el domingo como el principio de su vida, pues en ese día amaneció también nuestra vida gracias al Señor y a su muerte, ¿cómo podremos nosotros vivir sin aquel a quien los mismos profetas, discípulos suyos ya en espíritu, esperaban como a su. Maestro? Y por eso, el mismo a quien justamente esperaban, una vez llegado, los resucitó de entre los muertos.
lunes, 23 de julio de 2018
Vivir o morir esa es la cuestión...
"Yo he muerto a la ley por medio de la ley, con el fin de vivir para Dios".
San Pablo, un celoso cumplidor de la Ley de Moisés cuando era judío, puede llegar a expresar con tranquilidad este gran cambio que se dio en su vida, pero no porque ya no tenga más en cuenta los diez mandamientos de la Ley de Moisés, sino porque comprendió que "vivir en Cristo" es llevar la Ley de Dios a su plenitud, porque la plenitud de la Ley no está en cumplir con la letra de la Ley, sino en vivir la radicalidad del Amor en Dios.
"Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí".
El aceptar seguir a Cristo es morir en Cristo para resucitar como una Nueva Persona, un Nuevo Hombre, nacido no de la Ley sino del Espíritu, nacido no de la carne sino del Espíritu, pues el agua bautismal nos hunde en la muerte de Cristo y nos resucita como Nuevas Criaturas a la vida nueva del Espíritu. Una Vida Nueva que no se detiene a "cumplir" con ritos o con palabras, sino que vive en Cristo, porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
Una Vida Nueva que se hace clara y evidente en el día a día cuando nos entregamos de lleno a vivir la Ley Nueva del Amor, que es el mandamiento primero que nos dejó Jesús para llevar a la plenitud la Ley de Moisés: "amáos unos a otros como Yo os he amado". Y es esa Ley la que nos hace, cada día, morir con Cristo para resucitar con Él, pues para vivir el Amor como Él lo vivió debemos, cada día, volver a morir a nosotros mismos y nacer como cristianos, morir como hombres y nacer como Cristos.
De nada nos sirven los rezos, las oraciones, las misas, las eucaristías si seguimos insistiendo, cada día, con nuestros proyectos y pensamientos mundanos, si cada día asumimos como Ley de nuestras vidas los pensamientos del mundo y no somos capaces de vivir como Cristo, entonces no somos verdaderamente cristianos, pues cristiano es aquél que Vive en Cristo y no para el mundo. Aceptar, como se aceptan hoy los criterios que nos presenta el mundo no es ser precisamente cristianos sino mundanos, pues le hacemos más caso a la "normalidad" del mundo del siglo XXI que a los Consejos Evangélicos y a la Palabra de Dios.
"Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí".
La vida de la carne a la que se refiere San Pablo son esos criterios que vamos adoptando del mundo, en cuanto a la vida, a la familia, a la muerte, al trabajo, al descontrol, a los vicios, e incluso a darle poco valor a la Palabra de Dios, a tener más y mejores momentos de encuentros con el Señor... La vida de la carne es todo aquello que me va alejando, poco a poco, de las cosas del Espíritu y nos va centrando en mis gustos personales, mis proyectos, mis deseos y hasta mis instintos, pues el mundo me va enseñando que la Palabra de Dios ya está caducada, que no tiene sentido creer en Ella pues no sirve para este tiempo que vivimos.
Está en nosotros la decisión de vivir para el mundo o morir para Cristo, pue si vivimos para el mundo dejamos morir el espíritu de Cristo en nosotros, en cambio si morimos en Cristo renacemos a una Vida Veradera que nos fortalece para renovar el mundo en el que vivimos.
domingo, 22 de julio de 2018
Como ovejas sin pastor
Muchos confían en que sea el pastor, el párroco, quien se encargue de traer las “ovejas” al redil. Por eso se escucha decir “es que este cura no sabe… no es alegre… es pesado… tiene que hacer algo para que venga más gente… con los jóvenes…” Pero el párroco no es el único que forma la comunidad parroquial. Es cierto que es el responsable y es quien tiene la misión de ser cabeza, en nombre de Jesús, y en colaboración con el Obispo del lugar, de la Comunidad que le ha sido encomendada.
Pero es fundamentalmente la Comunidad parroquial quien es la primera referencia hacia toda la comunidad. Por eso Jesús le decía a la gente: “en la medida en que se amen los hombres glorificarán al Señor”, y leemos en los Hechos de los apóstoles: “los paganos decían: miren cómo se aman, y Dios enviaba a esa comunidad a los que debían salvarse”.
Con esto no quiero quitarme la responsabilidad como pastor de la comunidad, pero también quiero que todos tomemos conciencia que es nuestra propia vida la que es testimonio de vida ante los demás hombres. Si realmente hay amor y vida de fe en nuestras comunidades, entonces habrá quienes quieran participar de la Comunidad, pero si no nos amamos entre nosotros ¿para qué queremos traer más gente?
Es cierto que cuando el pastor no está centrado en su función y misión, la comunidad comienza a andar sin rumbo. Por eso tenemos que funcionar juntos, unidos como hermanos, a la cabeza de la Comunidad, que no sólo es el párroco, sino que es Jesús. Así la unidad no será solo al pastor que guía la comunidad, sino que, con el pastor estaremos Unidos en el Señor que es quien nos ayuda a vivir la Voluntad de Dios. Pues pastor y comunidad tienen que recorrer juntos el Camino de la santidad.
Por que, también es cierto, que muchas veces andamos como oveja sin pastor, porque no nos gusta el pastor. Pero bueno, esos son detalles que tenemos que ir corrigiendo en nuestra vida de fe. Hoy por hoy es lo que tenemos, y tenemos que pedirle al Buen Pastor que nos llene de su Espíritu para que seamos Fieles a su Voluntad y no a la nuestra, y ser así una Comunidad de personas que se aman.
sábado, 21 de julio de 2018
San Ambrosio
Vemos que el poder de la gracia es mayor que el de la naturaleza y, con todo, aún hacemos cálculos sobre los efectos de la bendición proferida en nombre de Dios. Si la bendición de un hombre fue capaz de cambiar el orden natural, ¿qué diremos de la misma consagración divina, en la que actúan las palabras del Señor y Salvador en persona? Porque este sacramento que recibes se realiza por la palabra de Cristo. Y, si la palabra de Elías tuvo tanto poder que hizo bajar fuego del cielo, ¿no tendrá poder la palabra de Cristo para cambiar la naturaleza de los elementos? Respecto a la creación de todas las cosas, leemos que él lo dijo, y existieron, él lo mandó, y surgieron. Por tanto, si la palabra de Cristo pudo hacer de la nada lo que no existía, ¿no podrá cambiar en algo distinto lo que ya existe? Mayor poder supone dar el ser a lo que no existe que dar un nuevo ser a lo que ya existe.
Mas, ¿para qué usamos de argumentos? Atengámonos a lo que aconteció en su propia persona, y los misterios de su encarnación nos servirán de base para afirmar la verdad del misterio. Cuando el Señor Jesús nació de María ¿por ventura lo hizo según el orden natural? El orden natural de la generación consiste en la unión de la mujer con el varón. Es evidente, pues, que la concepción virginal de Cristo fue algo por encima del orden natural. Y lo que nosotros hacemos presente es aquel cuerpo nacido de una virgen. ¿Por qué buscar el orden natural en el cuerpo de Cristo, si el mismo Señor Jesús nació de una virgen, fuera de las leyes naturales? Era real la carne de Cristo que fue crucificada y sepultada; es, por tanto, real el sacramento de su carne.
El mismo Señor Jesús afirma: Esto es mi cuerpo. Antes de las palabras de la bendición celestial, otra es la realidad que se nombra; después de la consagración, es significado el cuerpo de Cristo. Lo mismo podemos decir de su sangre. Antes de la consagración, otro es el nombre que recibe; después de la consagración, es llamada sangre. Y tú dices: «Amén», que equivale a decir: «Así es». Que nuestra mente reconozca como verdadero lo que dice nuestra boca, que nuestro interior asienta a lo que profesamos externamente.
Por esto, la Iglesia, contemplando la grandeza del don divino, exhorta a sus hijos y miembros de su familia a que acudan a los sacramentos, diciendo: Comed, mis familiares, bebed y embriagaos, hermanos míos. Compañeros, comed y bebed, y embriagaos, mis amigos. Qué es lo que hay que comer y beber, nos lo enseña en otro lugar el Espíritu Santo por boca del salmista: Gustad y ved que bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él. En este sacramento está Cristo, porque es el cuerpo de Cristo. No es, por tanto, un alimento material, sino espiritual. Por ello, dice el Apóstol, refiriéndose a lo que era figura del mismo, que nuestros padres comieron el mismo alimento espiritual, y bebieron la misma bebida espiritual. En efecto, el cuerpo de Dios es espiritual, el cuerpo de Cristo es un cuerpo espiritual y divino, ya que Cristo es espíritu, tal como leemos: El espíritu ante nuestra faz, Cristo, el Señor. Y en la carta de Pedro leemos también: Cristo murió por vosotros. Finalmente, este alimento fortalece nuestro corazón, y esta bebida alegra el corazón del hombre, como recuerda el salmista
Mas, ¿para qué usamos de argumentos? Atengámonos a lo que aconteció en su propia persona, y los misterios de su encarnación nos servirán de base para afirmar la verdad del misterio. Cuando el Señor Jesús nació de María ¿por ventura lo hizo según el orden natural? El orden natural de la generación consiste en la unión de la mujer con el varón. Es evidente, pues, que la concepción virginal de Cristo fue algo por encima del orden natural. Y lo que nosotros hacemos presente es aquel cuerpo nacido de una virgen. ¿Por qué buscar el orden natural en el cuerpo de Cristo, si el mismo Señor Jesús nació de una virgen, fuera de las leyes naturales? Era real la carne de Cristo que fue crucificada y sepultada; es, por tanto, real el sacramento de su carne.
El mismo Señor Jesús afirma: Esto es mi cuerpo. Antes de las palabras de la bendición celestial, otra es la realidad que se nombra; después de la consagración, es significado el cuerpo de Cristo. Lo mismo podemos decir de su sangre. Antes de la consagración, otro es el nombre que recibe; después de la consagración, es llamada sangre. Y tú dices: «Amén», que equivale a decir: «Así es». Que nuestra mente reconozca como verdadero lo que dice nuestra boca, que nuestro interior asienta a lo que profesamos externamente.
Por esto, la Iglesia, contemplando la grandeza del don divino, exhorta a sus hijos y miembros de su familia a que acudan a los sacramentos, diciendo: Comed, mis familiares, bebed y embriagaos, hermanos míos. Compañeros, comed y bebed, y embriagaos, mis amigos. Qué es lo que hay que comer y beber, nos lo enseña en otro lugar el Espíritu Santo por boca del salmista: Gustad y ved que bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él. En este sacramento está Cristo, porque es el cuerpo de Cristo. No es, por tanto, un alimento material, sino espiritual. Por ello, dice el Apóstol, refiriéndose a lo que era figura del mismo, que nuestros padres comieron el mismo alimento espiritual, y bebieron la misma bebida espiritual. En efecto, el cuerpo de Dios es espiritual, el cuerpo de Cristo es un cuerpo espiritual y divino, ya que Cristo es espíritu, tal como leemos: El espíritu ante nuestra faz, Cristo, el Señor. Y en la carta de Pedro leemos también: Cristo murió por vosotros. Finalmente, este alimento fortalece nuestro corazón, y esta bebida alegra el corazón del hombre, como recuerda el salmista
viernes, 20 de julio de 2018
Un día nuevo, una nueva mirada
Al leer la lectura del profeta Isaías sobre la muerte de Ezequías, se me cruzó por la cabeza, esos momentos en los que te encuentras con alguien que ha vivido algo parecido, y te dice: "me han dado una segunda oportunidad", a lo que otros, a veces, agregan: "ojalá sepa aprovechar esta segunda oportunidad que le han dado". Y esto no sólo con la muerte sino con todas las cosas de la vida, ya sea en el amor, en el trabajo, en la familia. Siempre tenemos segundas oportunidades.
Y, pensando en esto, creo que todos los días tenemos una segunda oportunidad y en diferentes situaciones o maneras de pensarla. Ahora que estás leyendo esto: ¿has pensado que hoy tienes otra oportunidad para hacer mejor las cosas? ¿Has pensado que hoy es otro día y que puede ser mejor que ayer o, por lo menos, vivirlo de un modo en que no pensabas que podrías hacerlo?
A veces no tenemos otras oportunidades porque no pensamos que podemos mejorar las cosas que hacemos, o mejorar nosotros, pues mejorando nosotros las cosas se mejoran "mejor". No son importantes los grandes cambios sino la manera de mirar la vida. Por eso, nosotros, que somos cristianos, tenemos una manera especial de mirar la vida, y es desde Dios, así cada día que amanece es una nueva oportunidad de mejorar, de crecer, de alcanzar el sueño de Dios en nuestras vidas, de dar lo que me había guardado, de sonreir a quien no le había sonreído, de llamar a quien le había dado el portazo, de perdonar a quien me había pedido perdón, de pedir perdón a quien hice sufrir, de agradecer por las pequeñas cosas de todos los días, de descubrir la sonrisa de mi madre/padre, de mis hermanos, de mis amigos, de los que me rodean. Pero, fundamentalmente de descubrir el hermoso don de la Vida que el Señor me regala en cada amanecer, y que me ha regalado con el Futuro Amanecer en la Eternidad, pues esa misma eternidad la puedo y debo vivir en cada día, porque estoy pidiendo: "venga a nosotros tu Reino", y ese Reino es el que construyo mirando la vida con los ojos de Dios, amando con el Amor de Dios, y entregándome a mis hermanos como lo hizo Jesús.
Por eso, no dejes pasar la oportunidad de saber que HOY es un Día Nuevo, que HOY las cosas pueden ser mejor si las miras con otros ojos, los tuyos claro está, pero con la Gracia de Dios que está en tu corazón, podrás hacerlo diferente, no porque se evaporen las preocupaciones, sino porque has puesto tu Esperanza en el Señor, y sabes que Él nunca te dejará de Su Mano, que siempre estará ahí para sostenerte y darte fuerzas para saltar los obstáculos que hay frente a tí, y, aunque te parezcan enormes montañas, como dijo San Pablo: "todo lo puedo en Aquél que me conforta". Y si quieres como Ezequiel llorá ante el Señor para que conozca tu agobio y como Él mismo te decía ayer: "Venid a mí todos los que estaís cansados y agobiados y yo los aliviaré". Pero las lágrimas ofrécelas a Él para que sea Él quien ejuge tus ojos y puedas volver a ver con mirada limpia y renovada la vida que hoy te toca vivir.
jueves, 19 de julio de 2018
Confianza y disponibilidad
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré".
No se le pasa por alto, al Señor, nuestra debilidad y flaqueza, Él habiendo asumido la condición humana en todo, menos en el pecado, conoció todo lo que nos pudiera afectar en el Camino de la Voluntad de Dios, pues Él mismo lo vivió. Por eso sabiendo lo duro que sería el Camino y cuánto nos iba a costar mantenernos en la lucha cotidiana, nos ofrece su Vida para sostener nuestra vida. Se hace así, para nosotros: Descanso, Templanza, Fortaleza, Consuelo, es decir, todo lo que necesitamos en el largo Camino hacia la Vida, Él ya lo ha pensado y lo tiene preparado para nosotros.
Claro está, también, que no siempre que nos sentimos cansado y agobiados recurrimos al Señor. Hoy en día en lugar de disponer de una hora para el Señor nos ponemos a hacer otras cosas, a veces necesarias otras veces no. En lugar de la Palabra de Dios usamos libros de autoayuda, en lugar de orar ante el Sagrario vamos a Yoga, Reiki (u otras maravillas de esas). En lugar de acercarnos al Sacramento de la confesión nos juntamos a criticar a otros para ver si con eso consolamos nuestro dolor. En lugar de ejercitar nuestra oración ejercitamos nuestro cuerpo...
Y el Venid a mí... eso será en otro momento, hoy el Señor no me responde a lo que pedido y sigo cargando contra Él cuando en realidad no me he acercado cuando Él estaba esperándome.
"Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Es que en el fondo se que el Yugo del Señor no es el que quiero llevar, se que en realidad lo que quiero es "pasarla bien" sin que nada me agobie, sin saber que el Yugo que Él pone sobre mis hombres, no sólo lo cargo yo, sino que es Él quien lo carga conmigo. Su Yugo, que es el que El Padre ha destinado para mí, es el que me fortalece y realiza, pues viene con la Gracia del Espíritu para poder cargarlo, viene con la Fuerza del Pan de la Vida para fortalecer mi alma, ha puesto a mi lado a los ángeles y los hermanos para que me acompañen en el Camino.
Pero es que en realidad no quiero aceptar lo que Dios me ha pedido cargar, no quiero aceptar lo que Dios me pide vivir, sólo quiero lo que quiero y no lo que Él quiere, pero lo necesito para marchar, pero no para aceptarlo.
Jesús, desde su humanidad, nos enseñó le secreto de la fortaleza para cargar el Yugo del Padre, pues Él mismo padeció y lloró lágrimas de sangre antes de aceptar y cargar ese inmenso Yugo en el Camino al Calvario. ¿Cómo nos enseñó? Hablar con confianza y disponibilidad con el Padre: "Padre, si es posible aparta de mí este Cáliz. Pero que no se haga mi voluntad sino la tuya". Y el Padre envió ángeles a consolarlo.
Confianza porque puedo decirle al Padre todo lo que siento en mi corazón. Y disponibilidad porque se que Él nunca me pedirá más de lo que puedo cargar, y por eso me pongo en Sus Manos. Él me consolará y fortalecerá para aceptar Su Voluntad.
miércoles, 18 de julio de 2018
Con el poder del mundo
Dice el refrán que "no hay peor sordo que el que no quiere oír", y es un poco lo que el Señor nos está planteando en el Evangelio de Hoy al decirnos que Dios no reveló sus misterios a sabios y entendidos sino a los pequeños, porque quienes se creen sabios y entendidos no buscan las respuestas sino que las hacen ellos mismos, o encontrando las respuestas que no les gustan hacen otras a sus medidas. Los pequeños, los necesitados de corazón aunque no les sean agradables las respuestas, conocen o aceptan las respuestas que el Señor les da porque lo conocen como Padre Todopoderoso y se guiar de su Mano.
Pero no nos dejamos guiar de Su Mano como gente insensata que no tiene capacidad de entendimiento, sino que debemos buscar razones para creer, y esas razones nos la da Dios por medio de sus instrumentos. No somos, como dicen algunos: "la Iglesia te quiere sumiso", no tenemos razones para creer y aceptara la Voluntad de Dios, y, como dice la Sagrada Escritura: "maldito el hombre que pone su confianza en el hombre", no son los hombres quienes "manejan" nuestras vidas, sino que nuestras vidas son de Dios y a Él pertenecemos, los que lo hemos descubierto como nuestro Dios y Señor.
Por eso, el Señor, conociendo el corazón del hombre frente a la soberbia y vanidad a la que nos conduce el creernos inteligentes y superiores, nos ofrece el Camino de la Infancia Espritual, pues es el Camino de la humildad en el espíritu para alcanzar la plenitud de nuestra vida, pues en la pequeñez está la capacidad de amar, de alegrarnos por las cosas simples, de saber apreciar los consejos y las razones que nos ofrece el Padre, y, por último, con su Gracia nos hace cada día más fuertes para poder aceptar y vivir la Voluntad de Dios, porque "para ser niños hay que ser muy fuerte".
La soberbia de los inteligentes y de los que se creen poderosos dice:
"Con la fuerza de mi mano lo he hecho, con mi saber, porque soy inteligente.
He borrado las fronteras de las naciones, he saqueado sus tesoros y, como un héroe, he destronado a sus señores".
Y es lo que día a día vemos que está sucediendo en el mundo, y eso es Paz, es Dignidad, es Plenitud de la vida. No vemos que los "inteligentes de este mundo" traigan caminos de vida y paz, amor y fraternidad, sino que van destruyendo todo a su paso con tal de sentirse los "poderosos". Y es cierto que eso es lo que, a pesar del dolor, está cautivando el corazónn del hombre, pues cada día hay más gente que quiere tener "poder" sin saber a dónde lo lleva ese camino.
"Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien".
martes, 17 de julio de 2018
¡Ay de tí!
"¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se
hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían
convertido, cubiertas de sayal y ceniza".
¿Por qué Jesús se enfada con estas ciudades? Porque siempre ha estado en ellas, porque han visto sus milagros, han escuchado sus Palabras, y sin embargo siguieron en la ignorancia que produce la vanidad, creyendo que con lo visto y oído ya tienen la salvación.
Algo parecido nos sucede cuando dejamos que la vanidad espiritual entre en nuestras vidas. ¿Vanidad espiritual? Sí, vanidad espiritual que suele ser más difícil que la vanidad humana (aunque seguimos siendo humanos, claro está) La vanidad espiritual es la que me hace comparar con los demás pero como lo hago desde lo que creo que he aprendido espiritualmente, entonces juzgo lo que los otros dicen, hacen y, como yo soy mejor, entonces creo que tengo el derecho de juzgar: "ellos no rezan tanto como yo... ellos no van a misa como yo... ellos no están todo el día rezando como yo..."
¡Vanidad espiritual! Pero ya con tus palabras me has demostrado que no has entendido el evangelio, que la Palabra de Jesús no llegó a tu corazón, porque Él, siendo Dios nunca se hizo o se creyó más que ninguno, sino que se acercó a todos los que necesitaban de Su Palabra y de sus milagros, pero no nos dió su Espíritu para que nos creyéramos más que los otros, pues al creernos más que los demás no los respetamos, no respetamos sus tiempos, sus dolores, sus penas, sus etapas de crecimiento, ni tampoco sus formas de rezar, de encontrarse con el Señor.
"Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo.
Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy.
Pues os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti".
Como verán no siempre Jesús es dulce con sus Palabras, sino que quiere que no caigamos en la misma tentación de creer que por hacer algunas cosas o haber aprendido otras vamos a llegar muy alto, sino que desde esa altura que nos hemos construido podemos llegar a caer muy bajo, si no encontramos el Camino de la Humildad que nos lleve a vivir el Verdadero Amor Fraterno.
Pues el Camino de la Humildad es un camino de constante conversión, de búsqueda del Amor a Dios y al Hermano que se muestra en trato diario y en el respeto mutuo de cada uno de sus procesos y dudas. No le exijas a él lo que aún tú no has alcanzado. Dios sabe cuándo llegará la plenitud de los tiempos para cada uno.
¿Por qué Jesús se enfada con estas ciudades? Porque siempre ha estado en ellas, porque han visto sus milagros, han escuchado sus Palabras, y sin embargo siguieron en la ignorancia que produce la vanidad, creyendo que con lo visto y oído ya tienen la salvación.
Algo parecido nos sucede cuando dejamos que la vanidad espiritual entre en nuestras vidas. ¿Vanidad espiritual? Sí, vanidad espiritual que suele ser más difícil que la vanidad humana (aunque seguimos siendo humanos, claro está) La vanidad espiritual es la que me hace comparar con los demás pero como lo hago desde lo que creo que he aprendido espiritualmente, entonces juzgo lo que los otros dicen, hacen y, como yo soy mejor, entonces creo que tengo el derecho de juzgar: "ellos no rezan tanto como yo... ellos no van a misa como yo... ellos no están todo el día rezando como yo..."
¡Vanidad espiritual! Pero ya con tus palabras me has demostrado que no has entendido el evangelio, que la Palabra de Jesús no llegó a tu corazón, porque Él, siendo Dios nunca se hizo o se creyó más que ninguno, sino que se acercó a todos los que necesitaban de Su Palabra y de sus milagros, pero no nos dió su Espíritu para que nos creyéramos más que los otros, pues al creernos más que los demás no los respetamos, no respetamos sus tiempos, sus dolores, sus penas, sus etapas de crecimiento, ni tampoco sus formas de rezar, de encontrarse con el Señor.
"Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo.
Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy.
Pues os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti".
Como verán no siempre Jesús es dulce con sus Palabras, sino que quiere que no caigamos en la misma tentación de creer que por hacer algunas cosas o haber aprendido otras vamos a llegar muy alto, sino que desde esa altura que nos hemos construido podemos llegar a caer muy bajo, si no encontramos el Camino de la Humildad que nos lleve a vivir el Verdadero Amor Fraterno.
Pues el Camino de la Humildad es un camino de constante conversión, de búsqueda del Amor a Dios y al Hermano que se muestra en trato diario y en el respeto mutuo de cada uno de sus procesos y dudas. No le exijas a él lo que aún tú no has alcanzado. Dios sabe cuándo llegará la plenitud de los tiempos para cada uno.
lunes, 16 de julio de 2018
Dejar todo por Cristo
"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz, sino espada. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa.
El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mi; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará".
Si leemos este pasaje del evangelio muy ligeramente pensamos que Jesús en un guerrillero que lo único que quiere es la guerra, la discordia, la enemistad entre la gente. Si fuera así estamos viviendo en el Reino de los Cielos porque en todas partes hay guerras, enemistades, discordias, desaveniencias... pero, claro, no es todo eso por ser Fieles a la Voluntad de Dios, porque a eso se refiere Jesús.
Seguir a Jesús, vivir en la Voluntad de Dios, muchas veces, nos va a llevar a enemistarnos con alguien, o, mejor dicho, alguien se va a enemistar con nosotros porque no diremos lo que quiere escuchar sino lo que Dios quiere que diga. Y, como vemos que nos dice Jesús, nuestro ser Fieles a la Voluntad de Dios tiene que ser tan radical como tener que dejar de lado todo aquello que es importante para mí.
Hace unos días hablando de esto, o algo parecido, en una homilía, les contaba que tenía un amigo de una familia muy católica, de misa diaria, que cuando el joven decidió responder al llamado al sacerdocio, la madre lo echó de su casa y se tuvo que ir a vivir a otro lado. Él fue obediente a la Voluntad de Dios, "quiso más a Dios que a su padre o a su madre" y dejándolo todo lo siguió. Su madre, por ser fiel a su orgullo y vanidad, perdió a un hijo, por no haber madurado suficientemente su fe, sino que sólo era una cristianismo de ritos, pero no de corazón y de verdad.
Cuando sólo vivimos el cristianismo para "cumplir" con los ritos, para que todo nos vaya bien, o para tener suerte, o porque siempre se hizo así en nuestra familias, es que no he comprendido el Evangelio.
Hoy día hay muchos que dicen: ustedes los jóvenes a ver si hacen algo para que la gente vaya más a la iglesia, tienen que cambiar los mandamientos y esas cosas... Es que no han entendido el Evangelio. O, mejor dicho, no han entendido que la Palabra de Dios, para nosotros, es Palabra de Dios y por eso no podemos modificarla a antojo de los tiempos que vivimos.
Sabemos, como siempre decimos, que no es fácil seguir a Jesús, pero también hemos comprabado que su Misericordia nos acompaña siempre y en los momentos más difíciles de nuestras vidas, es Él quien nos fortalece y nos carga en sus Brazos para ayudarnos a continuar nuestro camino.
domingo, 15 de julio de 2018
De san Ambrosio
Hasta ahora os hemos venido hablando cada día acerca de cuál ha de ser vuestra conducta. Os hemos ido leyendo los hechos de los patriarcas o los consejos del libro de lo Proverbios a fin de que, instruidos y formados por esta enseñanzas, os fuerais acostumbrando a recorrer el mismo camino que nuestros antepasados y a obedecer los oráculos divinos, con lo cual, renovados por el bautismo, o comportéis como exige vuestra condición de bautizados
Mas ahora es tiempo ya de hablar de los sagrados misterios y de explicaros el significado de los sacramentos cosa que, si hubiésemos hecho antes del bautismo, hubiese sido una violación de la disciplina del arcano más que una instrucción. Además de que, por el hecho de cogeros desprevenidos, la luz de los divinos misterios se introdujo en vosotros con más fuerza que si hubiese precedido una explicación.
Abrid, pues, vuestros oídos y percibid el buen olor de vida eterna que exhalan en vosotros los sacramentos. Esto es lo que significábamos cuando, al celebrar el rito de la apertura, decíamos: «Effetá», esto es: «Ábrete», para que, al llegar el momento del bautismo, entendierais lo que se os preguntaba y la obligación de recordar lo que habíais respondido. Este mismo rito empleó Cristo, como leemos en el Evangelio, al curar al sordomudo.
Después de esto, se te abrieron las puertas del santo de los santos, entraste en el lugar destinado a la regeneración. Recuerda lo que se te preguntó, ten presente lo que respondiste. Renunciaste al diablo y a sus obras, al mundo y a sus placeres pecaminosos. Tus palabras están conservadas, no en un túmulo de muertos, sino en el libro de los vivos.
Viste allí a los diáconos, los presbíteros, el obispo. No pienses sólo en lo visible de estas personas, sino en la gracia de su ministerio. En ellos hablaste a los ángeles, tal como está escrito: Labios sacerdotales han de guardar el saber, y en su boca se busca la doctrina, porque es un ángel del Señor de los ejércitos. No hay lugar a engaño ni retractación; es un ángel quien anuncia el reino de Cristo, la vida eterna. Lo que has de estimar en él no es su apariencia visible, sino su ministerio. Considera qué es lo que te ha dado, úsalo adecuadamente y reconoce su valor.
Al entrar, pues, para mirar de cara al enemigo y renunciar a él con tu boca, te volviste luego hacia el oriente, pues quien renuncia al diablo debe volverse a Cristo y mirarlo de frente
Mas ahora es tiempo ya de hablar de los sagrados misterios y de explicaros el significado de los sacramentos cosa que, si hubiésemos hecho antes del bautismo, hubiese sido una violación de la disciplina del arcano más que una instrucción. Además de que, por el hecho de cogeros desprevenidos, la luz de los divinos misterios se introdujo en vosotros con más fuerza que si hubiese precedido una explicación.
Abrid, pues, vuestros oídos y percibid el buen olor de vida eterna que exhalan en vosotros los sacramentos. Esto es lo que significábamos cuando, al celebrar el rito de la apertura, decíamos: «Effetá», esto es: «Ábrete», para que, al llegar el momento del bautismo, entendierais lo que se os preguntaba y la obligación de recordar lo que habíais respondido. Este mismo rito empleó Cristo, como leemos en el Evangelio, al curar al sordomudo.
Después de esto, se te abrieron las puertas del santo de los santos, entraste en el lugar destinado a la regeneración. Recuerda lo que se te preguntó, ten presente lo que respondiste. Renunciaste al diablo y a sus obras, al mundo y a sus placeres pecaminosos. Tus palabras están conservadas, no en un túmulo de muertos, sino en el libro de los vivos.
Viste allí a los diáconos, los presbíteros, el obispo. No pienses sólo en lo visible de estas personas, sino en la gracia de su ministerio. En ellos hablaste a los ángeles, tal como está escrito: Labios sacerdotales han de guardar el saber, y en su boca se busca la doctrina, porque es un ángel del Señor de los ejércitos. No hay lugar a engaño ni retractación; es un ángel quien anuncia el reino de Cristo, la vida eterna. Lo que has de estimar en él no es su apariencia visible, sino su ministerio. Considera qué es lo que te ha dado, úsalo adecuadamente y reconoce su valor.
Al entrar, pues, para mirar de cara al enemigo y renunciar a él con tu boca, te volviste luego hacia el oriente, pues quien renuncia al diablo debe volverse a Cristo y mirarlo de frente
sábado, 14 de julio de 2018
Confianza en la Providencia
"¿No se venden un par de gorriones por un céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones".
Es cierto que muchas veces son muchas las cosas que nos suceden y nos producen agobio en el alma y cansancio en el cuerpo. Son muchas las veces que nos preguntamos "¿porqué tanto a mí?" Sin embargo, si miramos hacia atrás y hacia adelante de esos momentos, vamos a poder descubrir que siempre hemos podido seguir caminando a pesar de creernos ya sin fuerzas.
Pero si miramos la vida de otros, algunas veces, escuchamos decir: "es que hay cosas peores". Pero tampoco eso es para conformar y saciar nuestra alma, porque cada uno lleva su propia cruz y esa Cruz a cada uno se le hace pesada. Sólo el corazón de cada uno sabe cuánto le pesa la Cruz. Y, también, cada uno sabe porqué o para qué está llevando la Cruz.
Si miramos la Vida de Jesús y su último Camino sobre la tierra veremos como Él también nos ayuda a descubrir que la debilidad de nuestra humanidad se cansa, se cae, se siente sola, y también nos muestra cuánta es la confianza en el Amor del Padre, que es lo único que lo sostiene y lo fortalece para no claudicar en ningún momento de vivir la Voluntad de Dios. Llega el momento en que, desde la Cruz, se siente abandonado: "¿por qué me has abandonado?", sin embargo sabe que sólo en el Padre puede descansar, por eso: "en tus manos encomiendo mi espíritu".
El profeta Oseas nos decía ayer: "¿Quién será sabio para comprender estas cosas, inteligente, para conocerlas?
Porque los caminos del Señor son rectos: los justos los transitan, pero los traidores tropiezan en ellos"".
No hay sabiduría humana capaz de conocer los misterios de la Cruz del Señor, pero si buscamos la Sabiduría podemos llegar a comprender y aceptar los Caminos del Señor. El silencio de la contemplación en la oración nos ayudan a ir creciendo en la sabiduría de Dios, porque el silencio frente al Padre nos consuela, nos fortalece, y la Luz de Su Espíritu nos ayuda a ver en la oscuridad para seguir caminando.
Por eso Jesús nos va enseñando a confiar en la Providencia Divina, a saber que para el Padre somos valiosos, más que los pájaros del cielo y los lirios del campo, pues sabiendo que estamos en sus Manos nada tememos aunque la carga sea pesada y nos cueste llevarla.
viernes, 13 de julio de 2018
Sabio para la conversión
Dice Dios por medio del profeta Oseas:
"¿Quién será sabio para comprender estas cosas, inteligente, para conocerlas?
Porque los caminos del Señor son rectos: los justos los transitan, pero los traidores tropiezan en ellos".
No siempre comprendemos los caminos del Señor. No siempre aceptamos la Voluntad de Dios. No siempre recordamos las Promesas del Señor. No siempre tenemos en nuestro corazón los consejos de Jesús. Y, por supuesto, muchas veces, nos rebelamos frente a lo que el Señor nos pide o nos permite vivir.
Pero, a la vez, es Él mismo quien nos invita a no flaquear, a no desfallecer ante esos momentos de debilidades, ante nuestros tropiezos e, incluso, ante nuestras caídas.
«Vuelve, Israel, el Señor tu Dios, porque tropezaste por tu falta.
Tomad vuestras promesas con vosotros y volved al Señor .
Decidle: «Tú quitas toda falta, acepta el pacto. Pagaremos con nuestra confesión: Asiria no nos salvará, no volveremos a montar a caballo, y no llamaremos ya “nuestro Dios” a la obra de nuestras manos. En ti el huérfano encuentra compasión».
Su misericordia y su Amor de Padre es el que siempre está mirando nuestra vida para ayudarnos a caminar hacia la Verdadera Vida, por eso cuando ve que nuestros pies tropiezan con las piedras que el mundo pone en nuestro andar, Él se inclina hacia nosotros e intenta levantarnos para que sigamos caminando. Su misericordia es la que nos reclama un momento de conversión, una actitud nueva frente a nuestros tropiezos y caídas, porque no quiere que nos quedemos tendidos en el suelo, sino que tomados de sus manos podamos ponernos en pie y volver a consolidar nuestra Alianza con Él.
«Curaré su deslealtad, los amaré generosamente, porque mi ira se apartó de ellos. Seré para Israel como el rocío, florecerá como el lirio, echará sus raíces como los cedros del Líbano".
Pero, para que todo esto lo podamos llegar a experimentara en nuestro corazón necesitamos conocer su Amor y reconocer nuestros errores y faltas, para que el abrazo de la reconciliación refuerce nuestros deseos de fidelidad a Su Voluntad. La Gracia de la conversión será ese rocío que volverá a dar Vida a nuestros deseos de Fidelidad a la Vida que Él nos ha regalado gratuitamente y que nosotros tenemos que brindar al mundo del mismo modo.
jueves, 12 de julio de 2018
Fieles y generosos
"Fui para ellos como como quien levanta a un niño hasta sus mejillas.
Me incliné hacia él para darle de comer.
Mi corazón, está perturbado, se conmueven las entrañas.
No actuaré en el ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín, porque yo soy Dios, y no hombre; santo en medio de vosotros, y no me dejo llevar por la ira".
Oseas le presenta al Pueblo de Israel el rostro misericordioso de Dios, pero a la vez un Dios que sufre por el desamor de su pueblo, pues la infidelidad a la Alianza es lo que manifiesta la falta de amor y gratitud por todo lo que Él había realizado por su Pueblo. Siendo que Él era fiel a su Alianza se siente traicionado por el Pueblo, por el Hombre en el que ha puesto su confianza y su amor. Pero ya no se dejará llevar por la ira que brota en su corazón, sino que seguirá con paciencia el caminar del hombre, y, una y otra vez, volverá a sellar una alianza hasta la plenitud de los tiempos en que la sella con la sangre del Hijo.
Y será el Hijo quien nos vuelva a mostrar el rostro misericordioso del Padre, un Padre que siempre está a la puerta esperando nuestro retorno, nuestro volver a reconocer lo que hemos recibido y cuánto se nos ha dado. Como diría San Pablo: hemos sido rescatado al precio de la sangre... y nosotros aún no hemos dado nada por ello.
¿Qué es lo que quiere el Padre? Que seamos fieles y generosos. Fieles a la Alianza, fieles al Amor que nos ha prodigado y que vemos cotidianamente en todo lo que nos brinda. Pero también que seamos generosos para poder dar aquello que recibimos, los dones, los talentos, las virtudes que nos ha regalado el Padre no son para acumular tesoros en la tierra sino para ofrecerlos gratuitamente a todos aquellos que los necesiten, porque así acumulamos tesoros en el Cielo.
"Gratis habéis recibido, dad gratis", le dice Jesús a los apóstoles a la hora de enviarlos a la misión. Y así nos lo dice a nosotros que nos envía, cada día, al mundo, pues nuestro vivir en este mundo y en este momento es un misionar llevando la Buena Noticia de la Salvación en nuestros gestos, palabras, en nuestra vida. Por eso mismo Jesús les pide, en esta primera misión, que nada lleven para el camino, pues nada tienen que sea de ellos, pero en cambio tienen que dar todo lo que tienen, porque cuando nada me ata al mundo entonces comienzo a mirar hacia el Cielo, y así, puedo descubrir la grandiosidad del llamado que me hace el Padre por medio del Hijo, a vivir y a sembrar el amor misericordioso que ha tenido para conmigo. Pues todo lo que soy se lo debo a Él, y ese gozo de saberme su hijo es lo que tengo que transmitir en el día a día, para que los "hombres viendo nuestras buenas obras glorifiquen al Padre que está en los Cielos".
miércoles, 11 de julio de 2018
De la Regla de San Benito, abad
Cuando emprendas alguna obra buena, lo primero que has de hacer es pedir constantemente
a Dios que sea él quien la lleve a término, y así nunca lo contristaremos con nuestras
malas acciones, a él, que se ha dignado contamos en el número de sus hijos, ya que en
todo tiempo debemos sometemos a él en el uso de los bienes que pone a nuestra disposición,
no sea que algún día, como un padre que se enfada con sus hijos, nos desherede, o, como un
amo temible, irritado por nuestra maldad, nos entregue al castigo eterno, como a servidores
perversos que han rehusado seguirlo a la gloria.
Por lo tanto, despertémonos ya de una vez, obedientes a la llamada que nos hace la Escritura: Ya es hora que despertéis del sueño. Y, abiertos nuestros ojos a la luz divina, escuchemos bien atentos la advertencia que nos hace cada día la voz de Dios: Hoy, si escucháis su voz, no endurezcáis el corazón; y también: El que tenga oídos oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.
¿Y qué es lo que dice? Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor. Caminad mientras tenéis luz; para que las tinieblas de la muerte no os sorprendan.
Y el Señor, buscando entre la multitud de los hombres a uno que realmente quisiera ser operario suyo, dirige a todos esta invitación: ¿Hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad? Y si tú, al oír esta invitación, respondes: «Yo», entonces Dios te dice: "Si amas la vida verdadera y eterna, guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella. Si así lo hacéis, mis ojos estarán sobre vosotros y mis oídos atentos a vuestras plegarias; y, antes de que me invoquéis, os diré: Aquí estoy.»
¿Qué hay para nosotros más dulce, hermanos muy amados, que esta voz del Señor que nos invita? Ved cómo el Señor, con su amor paternal, nos muestra el camino de la vida.
Ceñida, pues, nuestra cintura con la fe y la práctica de las buenas obras, avancemos por sus caminos, tomando por guía el Evangelio, para que alcancemos a ver a aquel que nos ha llamado a su reino. Porque, si queremos tener nuestra morada en las estancias de su reino, hemos de tener presente que para llegar allí hemos de caminar aprisa por el camino de las buenas obras.
Así como hay un celo malo, lleno de amargura, que separa de Dios y lleva al infierno, así también hay un celo bueno, que separa de los vicios y lleva a Dios y a la vida eterna. Éste es el celo que han de practicar con ferviente amor los monjes, esto es: tengan por más dignos a los demás; soporten con una paciencia sin límites sus debilidades, tanto corporales como espirituales; pongan todo su empeño en obedecerse los unos a los otros; procuren todos el bien de los demás, antes que el suyo propio; pongan en práctica un sincero amor fraterno; vivan siempre en el temor y amor de Dios; amen a su abad con una caridad sincera y humilde; no antepongan nada absolutamente a Cristo, el cual nos lleve a todos juntos a la vida eterna.
Por lo tanto, despertémonos ya de una vez, obedientes a la llamada que nos hace la Escritura: Ya es hora que despertéis del sueño. Y, abiertos nuestros ojos a la luz divina, escuchemos bien atentos la advertencia que nos hace cada día la voz de Dios: Hoy, si escucháis su voz, no endurezcáis el corazón; y también: El que tenga oídos oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.
¿Y qué es lo que dice? Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor. Caminad mientras tenéis luz; para que las tinieblas de la muerte no os sorprendan.
Y el Señor, buscando entre la multitud de los hombres a uno que realmente quisiera ser operario suyo, dirige a todos esta invitación: ¿Hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad? Y si tú, al oír esta invitación, respondes: «Yo», entonces Dios te dice: "Si amas la vida verdadera y eterna, guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella. Si así lo hacéis, mis ojos estarán sobre vosotros y mis oídos atentos a vuestras plegarias; y, antes de que me invoquéis, os diré: Aquí estoy.»
¿Qué hay para nosotros más dulce, hermanos muy amados, que esta voz del Señor que nos invita? Ved cómo el Señor, con su amor paternal, nos muestra el camino de la vida.
Ceñida, pues, nuestra cintura con la fe y la práctica de las buenas obras, avancemos por sus caminos, tomando por guía el Evangelio, para que alcancemos a ver a aquel que nos ha llamado a su reino. Porque, si queremos tener nuestra morada en las estancias de su reino, hemos de tener presente que para llegar allí hemos de caminar aprisa por el camino de las buenas obras.
Así como hay un celo malo, lleno de amargura, que separa de Dios y lleva al infierno, así también hay un celo bueno, que separa de los vicios y lleva a Dios y a la vida eterna. Éste es el celo que han de practicar con ferviente amor los monjes, esto es: tengan por más dignos a los demás; soporten con una paciencia sin límites sus debilidades, tanto corporales como espirituales; pongan todo su empeño en obedecerse los unos a los otros; procuren todos el bien de los demás, antes que el suyo propio; pongan en práctica un sincero amor fraterno; vivan siempre en el temor y amor de Dios; amen a su abad con una caridad sincera y humilde; no antepongan nada absolutamente a Cristo, el cual nos lleve a todos juntos a la vida eterna.
martes, 10 de julio de 2018
No es mi culpa...
"Esto dice el Señor:
«Han constituido reyes en Israel, sin contar conmigo, autoridades, y yo no sabía nada
Con su plata y con su oro se hicieron ídolos para establecer pactos.
¡Tu becero te ha rechazado, Samaria!
Mi ira se inflamó contra ellos.
¿Hasta cuándo serán culpables de la suerte de Israel?".
Muchas veces, cuando suceden cosas graves y fuertes, levantamos la mirada y echamos la culpa hacia Dios o hacia quien tenga delante, porque siempre creemos que Dios nos tiene que librar de la "mala suerte", y por eso, por creer en Dios, creemos que ya estamos libres de todo daño.
En este caso que se nos presenta en el libro del profeta Oseas, es Dios quien nos mira y nos hace ver cómo hemos actuado para que el mal llegue a nosotros, y no es porque Dios no haya estado cerca, sino porque nosotros no hemos pensado en Dios cuando hemos tomado tales o cuales decisioneos.
Ejemplo: hoy nos quejamos de las catástrofes naturales que se llevan infinidad de personas con inundaciones, volcanes, etc., pero ¿quién es el culpable del desorden natural? Si hubiéramos seguido las indicaciones del Señor y hubiésemos respetado la realidad de que el hombre no es Dios, quizás no hubiésemos caído en tan graves males.
Y lo mismo pasa en lo pequeñito de nuestro propio universo: hay situaciones que terminan siendo malas porque mis decisiones han sido malas, aunque al principio me parecían las mejores. Pero no porque haya optado por las malas, sino porque no pregunté si era Voluntad de Dios hacerlo. Como creí que podía hacerlo... como me gustaba... como todos los hacían... como nadie dijo nada...
Por eso el Señor toma el ejemplo del pueblo de Israel y nos hace ver que aún podemos encontrar el camino para vivir en Su Voluntad, que es el deseo de nuestro corazón, para encontrar la verdadera paz que nos conduce a la felicidad del alma.
Por otro lado, fijáos en el evangelio: la gente se admiraba de los milagros que hacía el Señor, e iba adquiriendo fama al contrario de los fariseos, escribas y doctores de la ley. Hasta la gente decía ¡qué bien que habla! Por eso, los fariseos buscaban desautorizarlo: "actúa con el poder del prínicipe de los demonios". Porque esa es la mejor forma de que yo quede bien, desautorizar a quien está actuando mejor. Porque la otra forma: descubrir en qué yo no he actuado bien, es más difícil, pues tengo que recononcer que no hice lo correcto, que no actué con el poder de Dios, sino que lo hice por mis gustos y voluntad.
No nos viciemos en buscar los culpables fuera de nuestras decisiones, sino que miremos cómo han sido nuestras decisiones y descubramos que no siempre han sido las que estaban de acuerdo a la Voluntad de Dios, que estaban más de acuerdo a lo que el mundo quiere que viva, y no a lo que Dios quiere que viva. Confiemos en que su Misericordia nos fortalezca para elegir, cada día, el mejor camino de conversión y santidad.
lunes, 9 de julio de 2018
En el desierto le hablaré
"Esto dice el Señor:
«Yo la persuado, la llevo al desierto, le hablo al corazón.
Allí responderá como en los días de su juventud, como el día de su salida de Egipto".
En pocas palabras el Señor nos hace la más hermosa de las invitaciones y nos da el más hermoso de los mensajes. Quiere persuadirnos, llevarnos a la soledad para hablar a nuestro corazón, pues en la soledad del corazón donde mejor se escucha su voz. Porque en el ruido, no sólo del ambiente, sino en el ruido que hace nuestra vida constantemente y nuestros pensamientos, nunca podemos escuchar bien la Voz del Amado, porque Él no grita, sino que nos susurra sus Palabras, y más cuando lo que quiere decirnos son palabras del Amor que siente por nosotros.
Y por eso mismo, porque son palabras de Amor no quiere levantar la voz, no quiere obligarnos a amarlo, sino que quiere persuadirnos para que lo amemos, pues el Amor no es una obligación en nuestra vida, pero sí es una necesidad del corazón, pues hemos sido creado por Amor y por eso buscamos siempre al Amor.
Pero también nos dice que quiere que respondamos como en los días de la juventud. Porque en esos días de la juventud uno se enamora más pasionalmente, el primer amor es el que nunca se olvida y el que nace con mucha fuerza, con una fuerza que nos lleva a hacer grandes locuras para poder estar con el Amado, para poder llegar a Él, para esperarlo, para soñar con Él, para vivir con Él. Es la pasión del Primer Amor lo que el Señor quiere que podamos vivir cada día, porque en Él la Juventud es Eterna y nos ayuda a no envejecer en el amor, sino a estar siempre firmes y confiados en el Fuego del Amor Primero.
Hoy cuando todos hablan de amor pero nadie conoce el verdadero amor, cuando el amor ha sido vaciado del verdadero sentido es cuando más necesitamos encenderlo en nuestros corazones, es cuando más necesitamos que nuestro Amor por el Señor sea, cada día, más intenso, más verdadero, más Fiel, más valiente, pues no sólo tenemos que defenderlo, sino conservarlo y mantener el Fuego del Amor Primero, que es el único que nos fortalece en los momentos de mayor oscuridad y temor.
Es así que necesitamos, cada día, un momento de desierto, un momento de encuentro en soledad y silenciio con el Señor, para que en ese silencio verdadero y total pueda volver a escuchar el susurro de su Voz que me habla del Amor que Él me tiene, que me encienda cada día en ese deseo verdadero de vivir en Fidelidad a ese Amor que, cada día, se prodiga desde la Cruz y el Sagrario para que mi vida sea una vida iluminada por la Luz del Verdadero Amor.
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