El día de la Anunciación es un momento cautivante, por lo menos para mí, dentro de la historia de la salvación. Quizás porque imagino el momento, a los personajes, pero más cuando la imagino a María, la pequeña María, en ese breve diálogo con el Ángel, pero escuchando entre temblorosa y gozosa las palabra que le dirige Dios por medio del Ángel Gabriel. Es un momento de mucha ternura, nostalgia y no sé que más, porque no me salen las palabras, pero a la vez es un momento de suma importancia para la Historia de la Salvación. Porque todos están expectantes de ese momento, el momento del Sí de María, para que se haga realidad la Encarnación del Hijo Único de Dios.
Pero también es un momento cautivante porque ese mismo momento lo podemos llegar a vivir cada uno de nosotros cuando estamos en oración. Porque así como el Ángel vino a la presencia de María, María viene a nuestro encuentro, lo mismo que el Señor o el Espíritu cuando nos ponemos en oración para conocer la Voluntad del Padre. Ese diálogo entre María y el Ángel es el comienzo de una nueva etapa en la Historia de la Salvación, y nos abre a nosotroso la posibilidad de saber que ese mismo Espíritu que cubrió con su sombra a María, es el mismo Espíritu que fue infundido en nosotros el día de nuestro bautismo. Y es esa Gracia la que también celebramos este día: por el Sí de María el Hijo se hizo Hombre y nos devolvió la Gracia de ser hijos de Dios, por el Espíritu Santo que nos concedió.
Y volved a mirar la escena: María está turbada ante la llegada del Ángel, y lo primero que él le dice es: ¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!. Nos ayuda a descubrir que no tenemos que temer cuando el Señor viene a nosotros a pedirnos algo, a mostrarnos su Voluntad, sino que cuando Él quiere que aceptemos un nuevo Camino, que descubramos un nuevo sentido en nuestras vidas, cuando nos quiere mostrar el Camino de nuestra vocación, no debemos temer porque su Gracia está con nosotros. Él siempre tiene dispuesto para sus elegidos todo lo necesario para que vivan su Voluntad.
Y así la alegría del encuentro, el gozo del diálogo en la oración se hace fuerte y esperanzador, pues es el Padre quien con su Espíritu nos ayuda a dar los pasos para aceptar su Voluntad.
¿Cómo puedo hacer tal o cual cosa? No te preocupes pues el Espiritu Santo te cubrirá con su sombra... Serás lleno del Espíritu para poder vivir en fidelidad, pues para Dios no hay nada imposible, cuando se busca Su Voluntad. Y eso no sólo nos enseñó María, sino que también Jesús nos lo enseñó con su vida, como dice la carta a los Hebreos:
"Primero dice: «Tú no quisiste ni sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la ley. Después añade: «He aquí que vengo para hacer tu voluntad».
Niega lo primero, para afirmar lo segundo".
No bastan sacrificios externos o de vez en cuando, sino que lo que necesitamos es vivir para hacer la Voluntad del Padre, como lo rezamos cada día: hágase Tu Voluntad aquí en la Tierra como en el Cielo.
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