sábado, 14 de abril de 2018

Libro de quejas

"En aquellos días, al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea, porque en el servicio diario no se atendía a sus viudas".
¿Podemos quejarnos de lo que nos duele o pasa? ¿Podemos levantar quejas hacia Dios o al Padre o Jesús? Claro que sí, podemos elevar a Dios nuestros dolores, nuestras penas, nuestros sinsabores de cada día. No debemos callarnos ante lo que nos duele o pasa. Es el Padre el único capaz de escuchar nuestra súplicas, y es el único que puede darnos una solución a lo que nos viene por delante. Las quejas de los "de lengua griega a los de lengua hebrea" (se habla aquí de los discípulos de Jesús) trajo aparejado que se viera esa necesidad y se creara el Orden de los Diáconos, aquellos que sirven desde la Mesa del Señor.
También es cierto que, muchas veces, nuestras quejas no son del todo razonables o Dios no nos da lo que realmente pedimos para solucionar nuestros problemas. Pero si nos abrimos a la Luz de su Espíritu seguramente vamos a poder ver con más claridad lo que nos sucede y el por qué nos sucede.
En algún momento nos hemos sumergido tanto en nuestro propio dolor y problema que no hemos podido encontrar o no hemos querido encontrar el Camino hacia la Luz. Porque cuando no podemos elevar nuestra mirada de nuestra propia oscuridad nunca alcanzaremos a ver la Luz, solo veremos y lloraremos por nuestras cosas y nuestros dolores, siendo que si levantamos la mirada vamos a poder contemplar otras realidades, incluso en nuestra propia vida y familia, que están queriendo ayudarme a ver, que quieren ayudarme a encontrar el camino. Pero como estoy cerrado a ese camino nunca lo encontraré.
Es lógico que no siempre tenga las respuestas que quiero, pero seguro que tendré las que necesito, pues el Espíritu que está en mí sabe lo que necesito, y para eso está la Gracia del Señor que vendrá a mí cuando tenga el corazón dispuesto a dejarme conducir por Su Mano. Quizás nos parezca algo irreal o terrible, quizás cuando veamos lo que Dios nos está pidiendo tengamos miedo como los apóstoles en la barca "que les pareció ver un fantasma y se austaron", pero Jesús siempre nos tenderá una Mano y nos volverá a recordar: "no tengas miedo, soy Yo". Y si lo reconocemos y reconocemos que necesitamos de su Presencia en nuestras vidas, Él subirá conmigo para guiar mi Camino hacia la Vida Verdadera, hacia la Luz.

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