Hay muchas cosas para reflexionar, desde la Palabra de Dios, en este domingo, pero como siempre comenzamos con una:
"En aquellos días, llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera realmente discípulo.
Entonces Bernabé, tomándolo consigo, lo presentó a los apóstoles y él les contó cómo había visto al Señor en el camino..."
Los comentarios sobre quién había sido antes de su conversión San Pablo, habían llegado a los oídos de todos, por eso cuando se presentaba en una comunidad cristiana no se lo recibía con gran estima, sino con desconfianza: ¿no era ese el que perseguía a los cristianos? Pero en este párrafo de los Hechos vemos como Bernabé sale en defensa de Pablo y cuenta lo que ha pasado y cómo es él ahora, después de su conversión. Y eso hace que los demás lo integren en la comunidad.
¿Por qué me llama la atención este párrafo? Porque creo que va muy unido a la carta de San Juan sobre el mandamiento del amor: los prejuicios no nos dejam amar como el Señor nos amó, los prejuicios nos hacen condenar a alguien sin conocer o creyendo conocerlo por lo que era antes o por lo que me han contado. Y son esos mismos prejuicios los que vamos, muchas veces, sembrando por ahí y no somos capaces de mirar a la persona como la mira el Señor, de descubrir el valor de su corazón e integrarla en la comunidad para que pueda vivir el Don de la Fe y la conversión. Pero tampoco me preocupo de saber si el Señor ha tocado su corazón y ha cambiado, porque ya tengo instalada la frase de que "nadie puede cambiar tanto". La Gracia y la disposición del corazón pueden lograr milagros en la vida de una persona.
Bernabé puso "las manos en el fuego" por Pablo y así pudo ser fiel al mandamiento que el mismo predicaba: el del amor. Sabiendo lo que Juan escribía en sus cartas:
"Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras".
Porque hablar mucho del amor todos pueden, pero vivir el Amor como el que Jesús vivió para con nosotros, no todos quieren, o lo queremos con ciertas personas pero no con las que no son de nuestro agrado.
¿Cómo llego a vivir este Amor? Unido a la Vid Verdadera, por eso mismo nos dijo Jesús:
"Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada".
Somo pequeños e imperfectos, por eso necesitamos, cada día, volver a injertarnos al tronco verdadera, volver a Jesús, a Su Palabra y a su Vida, para que no nos falte la fuerza del Amor para que nuestra vida sea un reflejo de la suya, y así hacer realidad:
"Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos".
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