martes, 10 de abril de 2018

Dejarnos conducir

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu».
Cada día, como hoy, al despertar elegimos como nacer: si nacemos del Espíritu o nacemos del mundo, pues la disposición de nuestro corazón a ser Fieles al Señor comienza cuando comenzamos a vivir el nuevo día.
Es claro que Jesús le hablaba aquí, a Nicodemo, del nacimiento bautismal, pero como ya hemos sido bautizados, el Espíritu está en nosotros y a nosotros quiere ayudarnos a ser Fieles a la Voluntad de Dios, pero si no le dejamos actuar, si no nos ponemos a su disposición o no nos acordamos de cómo tenemos que vivir...
Por eso, cuando sólo nos acordamos del Espíritu cuando lo necesitamos entonces no estamos siendo Fieles a la Voluntad de Dios, porque no nos hemos conducido por Él, sino que hemos vivido haciendo nuestra voluntad. Y por eso, el Señor nos decía una vez: "por los frutos los conoceréis".
En nuestra vida se ve con claridad cuándo nos hemos dejado llevar por el Espíritu Santo y cuándo no, porque los frutos del Espíritu son claros y evidentes: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad.
Cuando alguno de ellos va faltando en nuestro día a día es porque no hemos dejado paso al Espíritu para que nos guíe, para que nos fortalezca, para que nos ilumine el Camino en la Voluntad de Dios, y todo lo hemos realizado porque queríamos o por nuestra propia fortaleza.
Muchas veces, seguramente, nos dará miedo dejarnos llevar por el Espíritu, porque no sabemos qué es lo que nos va a mostrar o qué nos va a pedir el Padre, pero si realmente lo hemos conocido y sabemos Quién es el Padre Todopoderoso en quién he puesto mi confianza, entonces no temeré, pues se qué lo único que me va a pedir vivir es lo que me conduzca a una vida en santidad, y para vivirlo me va a colmar con su Gracia para que pueda llevar adelante todo lo que Él me pida.
No temamos el soplo del Espíritu, sino temamos más bien a dónde me puede llevar mi propia voluntad que, seguramente no me dará la perfecta felicidad que el Señor tiene pensada para mí, sino que me hará sentir placer mundanos que nada tienen en comparación con los gozos del Espíritu.
Que el Salmo de hoy nos haga perder el miedo al Espíritu y nos de la fortaleza necesaria para dejarnos conducir:
El Señor reina, vestido de majestad,
el Señor, vestido y ceñido de poder.
Así está firme el orbe y no vacila.
Tu trono está firme desde siempre,
y tú eres eterno.
Tus mandatos son fieles y seguros;
la santidad es el adorno de tu casa,
Señor, por días sin término.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.